SOCIOLOGÍA

La trata de personas y la dignidad del trabajo

El empeño contra la trata de personas es una de las responsabilidades globales más importantes y urgentes de nuestro tiempo. Para hacer frente a la explotación y a la violencia de las cuales depende la trata y que ella misma promueve hay que examinar, entre los distintos aspectos, el ámbito del trabajo forzado y toda condición laboral deshumanizante.

En respuesta a la trata de seres humanos en todas sus formas, el papa Francisco ha invitado a todas las personas de buena voluntad a una «movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno», exhortando a no ser «cómplices de este mal», sino, por el contrario, a ser «artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad»[1].

Para reforzar la propia movilización contra la trata y para eliminar cualquier forma de explotación, la Iglesia católica entera responde al llamamiento del papa Francisco con un compromiso decidido sirviéndose de su rica tradición en el ámbito social. Este compromiso es particularmente importante porque, hoy, el movimiento antitrata es criticado a causa de la imprecisión con que se define este complejo fenómeno.

Una preocupación global

Desde el comienzo del nuevo milenio la trata de seres humanos ha experimentado una creciente movilización global. Un momento culminante de dicha movilización fue la adopción, en el año 2000, de la Convención de Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional (United Nations Convention against Transnational Organized Crime, UNTOC)[2] y del correspondiente Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños («Protocolo sobre la trata»)[3]. Esta Convención nació de las preocupaciones internacionales relativas a la integridad de las fronteras a causa de la creciente inmigración irregular y de la criminalidad transnacional, fenómenos globales que influyen en la calidad de vida y en las condiciones de trabajo de muchas personas de todas las edades.

A partir de entonces, múltiples organizaciones —gubernamentales y no gubernamentales— se han activado para ayudar a víctimas de la trata y para intervenir a nivel sistémico contra toda estructura que la facilite y la perpetúe. Recientemente, la comunidad internacional ha preparado el documento Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular con el fin de aumentar la cooperación internacional para afrontar los flujos migratorios entre los países de origen y los de destino. Aun faltando el apoyo de naciones clave, el documento fue aprobado el 11 de diciembre de 2018 por muchos Estados miembros de las Naciones Unidas. Uno de los objetivos del Pacto Mundial es prevenir, combatir y erradicar el tráfico de seres humanos[4].

Probablemente, en nuestra era el tráfico internacional de seres humanos depende de dos dinámicas globales contradictorias: por un lado, el libre movimiento de bienes y de capitales a través de las fronteras, que caracteriza la liberalización del comercio global; por otro, el simultáneo endurecimiento de los controles fronterizos, que aumenta los obstáculos a la migración de mano de obra. Estas dos dinámicas globales pueden haber favorecido el aumento de la migración irregular y de la trata de personas como medios para satisfacer también las crecientes exigencias del mercado de trabajo. En consecuencia, el crimen organizado controla los flujos migratorios y explota a muchas personas vulnerables facilitando el cruce irregular de las fronteras.

En el ámbito laboral, la trata está presente de múltiples maneras: desde la mano de obra poco cualificada —en contextos urbanos, agrícolas e industriales— hasta la explotación sexual. Encontramos víctimas de la trata, por ejemplo, en el sector de la pesca, en las granjas, en las fábricas y en familias acomodadas en zonas residenciales.

El Índice global de esclavitud, publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y por la Walk Free Foundation, estima que en 2016 se han visto afectadas por alguna forma de «esclavitud moderna» 40,3 millones de personas[5]. El término «esclavitud moderna» incluye el tráfico de seres humanos, tanto en el caso de «trabajo forzado» como en el de matrimonios impuestos. No obstante, es difícil cuantificar con precisión las dimensiones de la trata porque es una realidad escondida y polimorfa. Por ejemplo, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y el Departamento de Estado de Estados Unidos ofrecen cifras más contenidas al basarse en las víctimas que han sido identificadas. De 2003 a 2016 la UNODC ha registrado 225.000 víctimas de trata[6], mientras que en 2018 el Departamento de Estado de Estados Unidos identificó a 85.613 víctimas a nivel mundial[7].

El compromiso de los católicos contra la trata de seres humanos

En 2002, en el ámbito de la conferencia internacional sobre «La esclavitud en el siglo XXI», san Juan Pablo II tuvo una de las primeras intervenciones papales relacionadas con la «trata de seres humanos». Él asoció explícitamente el término «trata» a las diversas prácticas, identificadas por los padres del Concilio Vaticano II, que amenazan la dignidad humana: «la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes, así como las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables»[8].

Para los padres conciliares, estas prácticas «son totalmente contrarias al honor debido al Creador»[9]. Con anterioridad, el mismo Juan Pablo II había definido estos males sociales en la encíclica Veritatis splendor como «intrínsecamente malos», en cuanto «contradicen radicalmente el bien de la persona»[10], creada a imagen de Dios.

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La Iglesia católica ha asumido un papel de primer plano en el movimiento contemporáneo para combatir la trata. En particular, muchas religiosas se comprometen con gran dedicación, competencia y valentía, realizando esfuerzos admirables para salvar muchas víctimas, como también para sensibilizar y estimular el compromiso internacional: por ejemplo, en los últimos diez años, gracias a la red internacional Talitha kum[11]. Al mismo tiempo, la Santa Sede ha prestado cada vez más atención a este trágico problema, hasta el punto de que ahora la trata de seres humanos es «una de las prioridades definitorias» del papado de Francisco: «una prioridad particular de la obra diplomática de la Santa Sede y una urgencia pastoral de la Iglesia católica»[12].

La trata es un tema constante de la enseñanza del papa Francisco. En su primera exhortación apostólica, Evangelii gaudium, expresó su sufrimiento por «los que son objeto de las diversas formas de trata de personas»[13] y, en tono sufrido, declaró: «Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gén 4,9)»[14]. En la encíclica Laudato si’ el Papa habló de la «cultura del relativismo», que permite la reducción de otros a meros objetos y somete a la persona humana a las fuerzas impersonales del mercado: «Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites puede tener la trata de seres humanos?»[15].

En 2013, en un discurso dirigido a los nuevos embajadores acreditados ante la Santa Sede, el papa Francisco condenó la mercantilización de las personas y afirmó que «La persona humana nunca se debería vender ni comprar como una mercancía. Quien la usa y la explota, incluso indirectamente, se hace cómplice de este abuso»[16]. En 2014, dirigiéndose a los participantes de la conferencia internacional sobre el tema de la trata, organizada por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, el Papa definió la trata diciendo que «es una llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una llaga en la carne de Cristo, es un delito contra la humanidad»[17].

En 2015, en el ya citado mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, Francisco puso de relieve la incongruencia de que, a pesar de los numerosos acuerdos internacionales que se han adoptado, «todavía hay millones de personas —niños, hombres y mujeres de todas las edades— privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud»[18]. Para el Papa, la causa profunda de esos hechos es la corrupción del pecado, que aleja a la humanidad «de su Creador y de sus semejantes», de modo que rechazamos la humanidad de otros[19]. Francisco subrayó también que el mundo sufre una «globalización de la indiferencia». Los que no prestan atención a las necesidades del prójimo se vuelven «cómplices de este mal». Para hacerle frente, el Papa pidió una «movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno»[20].

En 2014 la Santa Sede promovió la Declaración Conjunta de los Líderes Religiosos contra la Esclavitud Moderna, firmada por el papa Francisco y por representantes de las religiones del mundo reunidos en el Vaticano[21]. Además, en Naciones Unidas contribuyó a las negociaciones para el ya mencionado Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular[22], así como para el Plan de Acción Mundial de las Naciones Unidas para Combatir la Trata de Personas[23]. El Estado del Vaticano colabora con las fuerzas del orden a través del Grupo Santa Marta, que promueve la cooperación entre las Iglesias locales y las fuerzas policiales[24]. Por último, también las investigaciones de la Pontificia Academia de las ciencias apuntan a eliminar la esclavitud y la trata, como pidió el papa Francisco en 2013.

En los recientes foros internacionales sobre el tráfico de seres humanos la Santa Sede ha subrayado la importancia no solo de responder a casos dramáticos, sino también de enfrentar las causas profundas de este fenómeno. Mientras ejercía su papel de observador permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas, el arzobispo Bernardito Auza (nuncio apostólico), declaró: «Hay una enorme necesidad de honestidad y compromiso para examinar y abordar la demanda que fomenta la trata, especialmente las realidades económicas y la avaricia que catalizan la trata laboral y la explotación sexual que deshumanizan y mercantilizan a otras personas como meros objetos de gratificación. Debemos ser mucho más prácticos, incluso despiadados al abordar no solamente los malos frutos [de la trata], sino también las raíces del problema. Y, honestamente, esto requiere el valor de mantener conversaciones éticas en una era relativista y de indicar abiertamente las consecuencias dañinas para los sujetos, las víctimas y la sociedad en su conjunto, causadas por la adicción al dinero o al sexo»[25]. Estas palabras, que invitan a una seria reflexión sobre las causas estructurales de la trata, confirman los recientes esfuerzos diplomáticos de la Santa Sede[26].

En enero de 2019 la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede publicó el documento Orientaciones pastorales sobre la trata de personas, Para coordinar mejor el trabajo de la Iglesia en el apoyo a las víctimas de trata[27]. En el discurso pronunciado con ocasión de una conferencia dedicada a la implementación de dicho documento, el papa Francisco observó que «la trata […] desfigura la humanidad de la víctima, ofendiendo su libertad y su dignidad. Pero, al mismo tiempo, deshumaniza a quienes la llevan a cabo, negándoles el acceso a la “vida en abundancia”. La trata, en fin, daña gravemente a la humanidad en su conjunto, destrozando a la familia humana y también el Cuerpo de Cristo»[28].

Por tanto, la Iglesia católica ha invertido y está invirtiendo de manera admirable y diversificada muchas energías en la lucha contra la trata de seres humanos y sigue llamando la atención del mundo entero sobre esta tragedia. Al mismo tiempo, la voz y el compromiso católicos podrían ser ulteriormente amplificados y reforzados fundando los pronunciamientos y compromisos de manera más explícita y profunda en la tradición del pensamiento social católico, sobre todo en lo que respecta al trabajo humano. Un enfoque semejante es prometedor porque permite renovar los múltiples esfuerzos eclesiales y contribuye a articular después tanto la retórica como las acciones dirigidas a erradicar la trata en la arena internacional, que están enfrentando dificultades en la definición precisa de sus variados aspectos, con la consiguiente atenuación del compromiso orientado a eliminarla por completo.

Definiciones diversas

El «Protocolo sobre la trata» de la UNTOC ofrece la definición fundamental de este fenómeno según el derecho internacional: la trata de personas indica «la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos»[29].

Esta definición incluye y abarca las múltiples circunstancias que caracterizan la trata. Manifiesta, en particular, las preocupaciones originales de los redactores respecto de los movimientos criminales de las personas víctimas de trata a través de las fronteras, pidiendo la coordinación de las fuerzas del orden en las diversas jurisdicciones. Al mismo tiempo, en su examen del fenómeno de la trata reconoce también a los distintos Estados sus márgenes de interpretación.

Sin embargo, tanto la realidad de la trata como las modalidades de definirla han cambiado en años recientes. En el ámbito político internacional y en discursos académicos esta incluye hoy una vasta gama de prácticas coercitivas y de explotación, también donde no se ha verificado ningún movimiento transfronterizo de personas.

En 2019 el Informe sobre la trata de personas del Departamento de Estado de Estados Unidos aclaró que «no es necesario que una víctima sea transportada físicamente de un lugar a otro para que el delito entre dentro de esta definición»[30]. Esto significa que la «trata de personas» comprende una gran variedad de situaciones y de circunstancias que implican alguna forma de explotación: trabajo forzado, esclavitud, prostitución forzada, trabajo infantil y trabajo de inmigrantes mal remunerado.

En los últimos años el movimiento contra este fenómeno ha sido criticado por muchos comentadores pertenecientes a varias disciplinas, quienes subrayan la dificultad de definir la trata de manera inclusiva y abarcadora[31]. Estas críticas surgen del temor de que se simplifique en exceso el complejo fenómeno de la explotación laboral, así como la variedad de los modos en que el término «trata» es utilizado actualmente tanto por los activistas como por los Gobiernos.

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Un cierto número de críticos ha advertido en contra del riesgo de confundir la trata con la «esclavitud moderna», dado que muchas organizaciones y Estados consideran hoy el tráfico de seres humanos como sinónimo de «esclavitud». Denominar la trata de personas como «esclavitud moderna» puede ser una estrategia retórica útil para catalizar la indignación moral pública, pero esta estrategia puede tornarse problemática si es la única manera de definir la trata porque puede limitar los esfuerzos orientados a erradicar la esclavitud como forma extrema de servidumbre humana. Además, con esa identificación se corre el peligro de no valorizar la acción moral que, incluso en medida limitada, todavía pueden ejercer las víctimas de toda trata.

Por consiguiente, la ambigüedad y el uso incoherente del término «trata» ha requerido un proyecto de investigación plurianual por parte de la UNODC para aclarar mejor la definición legal internacional. Dicho proyecto ha examinado los múltiples modos en los que se define la trata en los diferentes países, llegando a la conclusión de que «los parámetros acerca de lo que constituye “trata” todavía no han sido firmemente establecidos»[32].

Una definición imprecisa de la trata complica cualquier respuesta global eficaz a las prácticas coercitivas de explotación laboral. Además, puede convertir el compromiso en la lucha contra este fenómeno en un blanco fácil para críticas, minando así los esfuerzos dirigidos a eliminar todo tipo de trata. Por último, dicha imprecisión puede obstaculizar respuestas adecuadas. Si la trata de seres humanos se define de manera demasiado simplista y genérica, las soluciones a adoptar para hacerle frente pueden limitarse al salvamento aislado de las víctimas, lamentablemente solo para devolverlas a las mismas condiciones sociales y laborales que dieron origen a su explotación.

Al mismo tiempo, una definición amplia e inclusiva puede facilitar el compromiso para ejecutar los necesarios cambios estructurales de las lógicas productivas y de mercado, de modo que en el mercado mundial se consideren de manera crítica las dinámicas de la demanda que facilitan la explotación de la mano de obra. En última instancia hace falta una conversión estructural que promueva el bien de la persona humana como máxima prioridad en la organización del trabajo.

La dignidad del trabajo en la doctrina social católica

A la luz de las críticas contemporáneas al movimiento antitrata es importante que la Iglesia católica muestre claramente qué entiende por «trata de seres humanos». Si esta tiene que ver también en buena medida con la corrupción y la perversión del trabajo, entonces la abundante aportación de la enseñanza social de la Iglesia sobre el tema resulta iluminadora.

En la encíclica Laborem exercens, san Juan Pablo II profundiza, para enfrentar las preocupaciones actuales, la enseñanza del papa León XIII sobre el tema del trabajo, expresada en la encíclica Rerum novarum[33]. Para san Juan Pablo II, el trabajo es una «dimensión fundamental de la existencia humana» y es santificado por la participación de Cristo en los esfuerzos del oficio de carpintero[34]. Por lo tanto, «el fundamento para determinar el valor del trabajo humano no es en primer lugar el tipo de trabajo que se realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona»[35]. Esa dignidad se ve minada cuando los seres humanos son considerados como mercancía y no como trabajadores, como fines en sí mismos.

Para san Juan Pablo II, el trabajo humano está caracterizado por una doble tensión: por una parte, el trabajo implica fatiga y desgasta a la persona; por la otra, promueve también su autorrealización. Afirma el Papa que «el trabajo es un bien del hombre —es un bien de su humanidad—, porque mediante el trabajo el hombre se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido “se hace más hombre”»[36]. En el trabajo las personas realizan su dignidad, su condición de criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios. Además, el trabajo humano es participación en el continuo trabajo creador de Dios y, con ello, el hombre se torna en colaborador y cocreador al servicio del bien común[37].

Benedicto XVI subrayó esta idea en su encíclica Caritas in veritate rechazando cualquier tendencia a considerar a los trabajadores, en particular a los inmigrantes, «como una mercancía o una mera fuerza laboral. Por tanto, no deben ser tratados como cualquier otro factor de producción»[38]. Para Benedicto XVI, la «dignidad del trabajo humano» implica «un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad»[39].

De la misma manera, el papa Francisco afirma en Evangelii gaudium que «en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común»[40]. Así pues, el trabajo es una expresión privilegiada de la libertad humana, permite compartir la propia creatividad y asumir las propias responsabilidades, protegiendo los recursos de la tierra y promoviendo el bien de la humanidad.

A la luz de tales enseñanzas sobre el trabajo humano podemos afirmar que la trata ofende la dignidad humana no solo porque considera a la persona únicamente como mercancía, sino también porque frustra su realización personal y social. Consideradas como mercancías, las personas víctimas de trata se ven privadas de la capacidad y de la posibilidad de utilizar su creatividad e ingenio para contribuir al bien de la sociedad humana. En muchos casos es justamente la naturaleza del trabajo que las personas se ven obligadas a emprender la que lesiona su dignidad. Se trata de una lesión que, especialmente en el caso de las mujeres y los niños, llega hasta la explotación sexual. Eso viola a la persona en todas sus dimensiones (corporales, relacionales y espirituales) y mina profundamente, a veces de manera indeleble, su dignidad, impidiendo cooperar en la continua acción creadora de Dios. A este respecto sería importante también una reflexión pastoral.

Cómo intervenir

El tráfico de seres humanos lesiona la dignidad tanto de la víctima como del traficante y frustra la dimensión humanizadora del trabajo, que debería contribuir a la continua realización de la identidad de cada ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. Además, la trata corrompe y pervierte a la sociedad, pues introduce y favorece estructuras de explotación que, para los fines del éxito económico, dependen del trabajo de sus víctimas.

Sin negar nada sobre la necesidad y la urgencia de comprometerse para proteger a cada víctima de trata, hoy hacen falta intervenciones estructurales eficaces, temporáneas y prolongadas en el tiempo. Salvar a estas personas exige también juzgar y transformar las dinámicas económicas y de mercado que promueven este trágico fenómeno. Además, el «salvamento» de las víctimas de trata debe incluir también la promoción de su capacidad de acción moral, comprometiéndose junto con ellas y ayudando a cada una a encontrar formas y condiciones laborales que promuevan su dignidad humana de manera integral.

Por último, responder a la trata de seres humanos de forma auténtica, integral y coherente exige modificar la demanda económica que perpetúa tales formas de explotación. Exige enfrentar las causas estructurales y pecaminosas de nuestra dependencia global de realidades laborales que se sirven de la trata de personas. Exige una evangelización de nuestro sistema económico global, de manera que la dignidad de cada uno sea respetada en todo tipo de trabajo.

Por eso miramos con confianza a las próximas iniciativas del papa Francisco, orientadas a favorecer ulteriores reflexiones y compromisos para promover el trabajo de manera justa, protegiendo a todo trabajador y favoreciendo el bien común del planeta. A los que son víctimas de la trata deben dárseles razones para esperar, compromisos concretos para un futuro humano y acciones que promuevan justicia en cada ámbito laboral.

  1. Francisco, Mensaje para la celebración de la XLVIII Jornada Mundial de la Paz: «No esclavos, sino hermanos», 1 de enero de 2015, n. 6, disponible en http://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/peace/documents/papa-francesco_20141208_messaggio-xlviii-giornata-mondiale-pace-2015.html.
  2. Cfr United Nations Office on Drugs and Crime, «United Nations Convention against Transnational Organized Crime and the Protocols Thereto», disponible en http://www.unodc.org/unodc/en/organized-crime/intro/UNTOC.html. Texto completo, incluidos los protocolos: Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Convención de Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional y sus Protocolos, Nueva York, Naciones Unidas, 2004, disponible en http://www.unodc.org/documents/treaties/UNTOC/Publications/TOC%20Convention/TOCebook-s.pdf.
  3. Cfr Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, en Íd., Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Convención de Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional y sus Protocolos, op. cit., pp. 43-54.
  4. Organización de Naciones Unidas/Asamblea General, Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular (A/CONF.231/3), Proyecto de documento final de la Conferencia, 30 de julio de 2018, disponible en http://undocs.org/es/A/CONF.231/3; Cfr M. Czerny, «Il “Global Compact” sulle migrazioni», en La Civiltà Cattolica, 2018, IV, pp. 549-563.
  5. Cfr Walk Free Foundation, 2018 Global Slavery Index, p. i y passim, disponible en inglés en https://downloads.globalslaveryindex.org/ephemeral/GSI-2018_FNL_190828_CO_DIGITAL_P-1576264012.pdf.
  6. Cfr United Nations Office on Drugs and Crime, Global Report on Trafficking in Persons 2018, p. 21, disponible en inglés en https://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/glotip/2018/GLOTiP_2018_BOOK_web_small.pdf.
  7. Cfr U. S. Department of State, Trafficking in Persons Report. June 2019, p. 38, disponible en inglés en https://www.state.gov/wp-content/uploads/2019/06/2019-Trafficking-in-Persons-Report.pdf.
  8. Juan Pablo II, s., Carta al arzobispo Jean-Louis Tauran con motivo de la conferencia internacional sobre el tema: «Esclavitud en el siglo XXI: la dimensión de los derechos humanos en la trata de seres humanos», 15 de mayo de 2002, (con cita de Gaudium et spes, 27) disponible en http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/letters/2002/documents/hf_jp-ii_let_20020515_tauran.html.
  9. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 27, cita según íd., Constituciones, Decretos y Declaraciones, edición oficial promovida por la Conferencia Episcopal Española, Madrid, BAC, 2004, p. 266.
  10. Juan Pablo II, Carta encíclica Veritatis splendor, 6 de agosto de 1993, n. 80, disponible en http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_06081993_veritatis-splendor.html.
  11. Cfr https://www.talithakum.info/es.
  12. B. Auza, «The Holy See and The Fight Against Human Trafficking», 23 de febrero de 2017, disponible en inglés en https://holyseemission.org/contents/statements/58ba091c820ab.php.
  13. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 24 de noviembre de 2013, n. 211, disponible en http://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html.
  14. Ibíd.
  15. Íd., Carta encíclica Laudato si’, 24 de mayo de 2015, n. 213, disponible en http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html.
  16. Íd., Discurso a un grupo de nuevos embajadores con motivo de la presentación de sus cartas credenciales, 12 de diciembre de 2013, disponible en http://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2013/december/documents/papa-francesco_20131212_credenziali-nuovi-ambasciatori.html.
  17. Íd., Discurso a los participantes en la conferencia internacional sobre la trata de personas, 10 de abril de 2014, disponible en http://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/april/documents/papa-francesco_20140410_tratta-persone-umane.html.
  18. Francisco, Mensaje para la celebración de la XLVIII Jornada Mundial de la Paz, op. cit., n. 3.
  19. Ibíd., n. 4.
  20. Ibíd., n. 6.
  21. Cfr Declaración conjunta de los líderes religiosos contra la esclavitud moderna, 4 de diciembre de 2014, disponible en http://www.endslavery.va/content/endslavery/es/events/declaration/signed.html.
  22. Cfr B. Auza, «General Statement at the opening session of the third round of the intergovernmental negotiations on the Global Compact on Safe, Orderly and Regular Migration», Nueva York, 3 de abril de 2018, disponible en https://holyseemission.org/contents//statements/5ace82734e56b.php.
  23. Cfr Organización de Naciones Unidas, Asamblea General, Plan de Acción Mundial de Naciones Unidas para Combatir la Trata de Personas, resolución aprobada el 30 de julio de 2010: resolución y texto del plan en castellano disponibles en https://www.un.org/en/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/RES/64/293&Lang=S.
  24. Cfr «About», en Santa Marta Group. Church and Law Enforcement Combating Modern Slavery, disponible en http://santamartagroup.com/about-santa-marta-group/.
  25. B. Auza, «Practical Solutions to Eradicate Human Trafficking. Opening Remarks by Archbishop Bernardito Auza, Apostolic Nuncio and Permanent Observer of the Holy See to the United Nations», Nueva York, 9 de noviembre de 2018, disponible en https://holyseemission.org/contents//statements/5be61bb130c7e.php.
  26. Cfr íd., «Survivor-Centered Approach To Trafficking In Persons. Intervention of H. E. Archbishop Bernardito Auza Apostolic Nuncio and Permanent Observer of the Holy See to the United Nations», Nueva York, 23 de junio de 2017, disponible en https://holyseemission.org/contents//statements/594d76c9921f0.php.
  27. Cfr Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral: Sección Migrantes y Refugiados, Orientaciones pastorales sobre la trata de personas (2019), disponible en https://migrants-refugees.va/documents/es/read/a4/pastoral-orientations-on-human-trafficking.pdf.
  28. Francisco, «Discurso a los participantes en la conferencia internacional sobre la trata de personas», organizada por la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, 11 de abril de 2019, disponible en http://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2019/april/documents/papa-francesco_20190411_conferenza-trattadipersone.html.
  29. Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, op. cit., art. 3 (p. 44s).
  30. U. S. Department of State, Trafficking in Persons Report. June 2019, op. cit., p. 5.
  31. Respecto de las posiciones críticas Cfr P. Kotiswaran (ed.), Revisiting the Law and Governance of Trafficking, Forced Labor and Modern Slavery, Cambridge, Cambridge University Press, 2017; J. A. Chuang, «Exploitation Creep and the Unmaking of Human Trafficking Law», en The American Journal of International Law 108 (2014), pp. 609-649.
  32. UNODC, The International Legal Definition of Trafficking in Persons: Consolidation of research findings and reflection on issues raised. Issue paper (2018), p. 2, disponible en https://www.unodc.org/documents/human-trafficking/2018/Issue_Paper_International_Definition_TIP.pdf.
  33. Cfr Juan Pablo II, s., Carta encíclica Laborem exercens [LE], 14 de septiembre de 1981, n. 3, disponible en http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/it/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091981_laborem-exercens.html; León XIII, Carta encíclica Rerum novarum, 15 de mayo de 1891, disponible en http://www.vatican.va/content/leo-xiii/es/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_15051891_rerum-novarum.html.
  34. Cfr LE 4.
  35. LE 6.
  36. LE 9.
  37. Cfr LE 25.
  38. Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 29 de junio de 2009, n. 62, disponible en http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html.
  39. Ibíd., n. 63.
  40. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 192, disponible en http://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html.
Brett O’Neill y Andrea Vicini
Brett es un estudiante jesuita australiano graduado en 2020 en la Escuela de Teología del Boston College. Ha trabajado en políticas públicas con el Gobierno de Australia en áreas relacionadas a servicios sociales y de apoyo a migrantes. Andrea es también ex alumno del Boston College (Licenciado y Doctorado), donde además fue profesor (2009-2010). Es conferenciante y miembro de asociaciones de teólogos morales y bioéticos.

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