Personajes

Mahatma Gandhi

La fuerza de la verdad y de la «no violencia»

Mahatma Gandhi © Wikimedia / Elliott & Fry (Foto coloreada por YIN Renlong / La Civiltà Cattolica)

Hace un siglo, en marzo de 1922, Mahatma Gandhi fue detenido, acusado de subversión por tres artículos publicados en su revista semanal Young India. En el primero escribió: «El Imperio Británico, construido sobre la explotación sistemática de las razas físicamente más débiles de la tierra y sobre el despliegue de la fuerza bruta, no puede durar si hay un Dios justo que gobierna el universo». En el tercer artículo proclamaba abiertamente: «Queremos derrocar al gobierno, para obligarlo a someterse a la voluntad del pueblo»[1].

18 de marzo de 1922: El gran juicio

Gandhi fue juzgado el 18 de marzo. Ante el juez se declaró «campesino y tejedor», culpable de instigar la «no cooperación» con el gobierno británico y de fomentar la desafección, porque «el gobierno de la India británica, basado en la ley, trabaja para lograr la explotación de las masas. […] No tengo ninguna duda de que Inglaterra tendrá que responder, si hay un Dios ahí arriba, por este crimen contra la humanidad. […] Me esfuerzo por mostrar a mis compatriotas que la no cooperación violenta sólo multiplica el mal, y que así como el mal sólo puede ser sostenido por la violencia, la negativa a sostener el mal requiere una completa abstención de la violencia»[2]. Por ello, pidió al juez la pena máxima por el delito, o – si estaba de acuerdo con él – su dimisión del cargo.

No fue difícil para el magistrado demostrar que los sangrientos acontecimientos de los meses anteriores en Chauri Chaura y Bombay permitían sostener la responsabilidad de los acusados. Por ello, le condenó a seis años de prisión. Sin embargo, añadió que consideraba a Gandhi como «un hombre de altos ideales y vida noble, lamentando que un hombre así hiciera lo imposible para que el gobierno lo dejara libre»[3]. Este fue el último juicio de Gandhi. Después de 1922, fue detenido muchas veces más, pero nunca se celebró un juicio. Este fue «el gran juicio»[4].

Desobediencia civil

Gandhi había llevado a cabo su primera campaña por la independencia en noviembre de 1921, que denominó, con un término innovador, la «fuerza de la verdad», satyagraha, sinónimo de «resistencia no violenta». La campaña se basaba en tres reformas sociales: la unidad entre hindúes y musulmanes, la abolición de la casta de los «intocables»[5] y el uso de materias primas locales, con la promoción del khadi, es decir, una amplia invitación a llevar ropa de algodón tejida personalmente a mano por cada individuo, para boicotear la ropa británica[6].

En enero de 1922 escribía: «Espero persuadir a todos de que la desobediencia civil es un derecho inalienable de todo ciudadano. Renunciar a ella es dejar de ser hombres. La desobediencia civil nunca conduce a la anarquía. […] Hay que tomar todas las medidas posibles para evitar cualquier manifestación de violencia»[7]. El 1º de febrero, Gandhi llamó a la desobediencia civil, pero sólo en el distrito de Bardoli, en su provincia. Un resultado exitoso le daría la oportunidad de extenderlo a toda la India.

Se ordenó al virrey que restableciera «las libertades de expresión, asociación y prensa […] y que liberara a los inocentes que habían sido encarcelados»[8], de lo contrario se produciría una desobediencia civil. Aceptar el requerimiento era imposible para el virrey, ya que sería visto como una rendición del gobierno. El rechazo inició las protestas.

Una de ellas fue especialmente dramática, con 22 muertos. El 5 de febrero, en Chauri Chaura, tuvo lugar una manifestación ordenada que pasó por delante de la comisaría. Un grupo de rezagados que se unió a la procesión fue insultado por los policías y se produjo una pelea, hasta el punto de que éstos efectuaron algunos disparos y, tras acabar con las pocas balas, huyeron al cuartel. Enfurecidos, los manifestantes prendieron fuego al cuartel. Los pocos policías que salieron fueron masacrados y empujados hacia el fuego, donde murieron[9]. En cuanto fue informado del incidente, Gandhi convocó al Congreso, es decir, al Partido Nacionalista Indio, y suspendió la desobediencia civil: se impuso un ayuno de cinco días para expiar la violencia de la masacre. Al ser criticado con dureza en toda la India por cancelar la campaña, respondió: «Dios ha hablado claramente a través de Chauri Chaura»[10]. «No podemos entrar en el reino de la libertad con un mero homenaje verbal a la verdad y la no violencia»[11].

¡Una condena saludable!

La condena podría haber marcado el final de la lucha de Gandhi por la liberación de la India. Pero tuvo, en cambio, la consecuencia contraria: reforzó el valor de su persona y su reputación a los ojos de los indios.

Hubo otros resultados. El arresto supuso su reconocimiento por parte del gobierno británico como principal líder del movimiento nacional por la independencia, y el Congreso se convirtió en una organización con amplios límites geográficos y sociales. En concreto, la sorpresa de la detención y la noticia pública de la condena aumentaron la afiliación al partido y los fondos para apoyar la causa. Una señal de crecimiento fue la promoción del khadi a partir de entonces. La sencillez de la vestimenta atestiguaba un claro compromiso con la igualdad social. El propio Gandhi pasaba media hora cada día tejiendo la tela de su vestido. En 1922 ya había adoptado el estilo de vida que le caracterizaría en los años siguientes, hasta su asesinato en 1948.

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Veinte años más tarde, Gandhi hacía un balance de este primer intento de lucha nacional que dirigió: «Teníamos innumerables personas dispersas en una zona enorme. Por lo tanto, no era fácil controlarlos y entrenarlos. Sin embargo, es milagroso cómo reaccionaron… No me siento en absoluto decepcionado por los resultados… Imperfecto como soy, empecé con hombres y mujeres imperfectos, y zarpé en un océano desconocido. Aunque el barco no llegó a puerto, demostró, gracias a Dios, ser capaz de resistir válidamente las tormentas»[12].

La primera tormenta

La primera tormenta tuvo lugar en 1893. Mohandas Karamchand Gandhi, de 24 años[13], un joven abogado graduado en Londres, no lograba realizarse en la India. Le llegó de improviso la posibilidad de desempeñar un encargo legal en Pretoria, África, para una empresa musulmana. Durante el viaje en tren, en primera clase, alguien se dio cuenta de que era indio: en Sudáfrica estaba vigente el apartheid. Poco después, un funcionario le ordenó que pasara a tercera clase: «Pero si tengo un billete de primera clase», respondió Gandhi. «Esto no cuenta. […] Debe abandonar su asiento, de lo contrario me veré obligado a llamar a la policía». «Haz lo que quieras – contestó – pero yo no dejo mi puesto por voluntad propia»[14]. Inmediatamente llegó un policía, le agarró por el brazo y le hizo bajar. Gandhi se negó a continuar el viaje en tercera clase, y el tren partió sin él.

La humillación le hizo tomar conciencia del racismo de forma violenta: experimentarlo por sí mismo fue traumático. Gandhi pronto se dio cuenta de que estaba en una encrucijada: reaccionar ante la discriminación o volver a la India. Al decidir luchar contra la injusticia que había sufrido, descubrió una verdad: la dignidad de la persona, y al mismo tiempo la violencia e injusticia que hay que sufrir por defenderla. El mundo está hecho de violencia (en hindú, himsa, que significa «daño hecho a los demás»), la Verdad es lo contrario (ahimsa[15], «no hacer daño a los demás»). «La “no violencia” no es una verdad entre otras, sino la Verdad que, perseguida en su inagotable profundidad, se identifica con Dios»[16]. Gandhi tituló su Autobiografía «La historia de mis experimentos con la verdad»: «Es el más comunicativo de sus escritos y revela de forma franca detalles de su crecimiento, su adolescencia, su matrimonio temprano, su fuerte deseo sexual y el esfuerzo por sublimarlo, y la influencia espiritual que permitió la evolución de su personalidad»[17]. La conclusión es una de las páginas más altas en el camino hacia la Verdad[18]. Para él, la Verdad y la no violencia son «tan antiguas como las montañas»[19].

El autogobierno de la India

El nombre de Gandhi es sinónimo de la independencia de la India y un símbolo de la resistencia no violenta. En Sudáfrica aprendió a lidiar con los problemas políticos de sus compatriotas. Ser perseguido y encarcelado por razones de conciencia enseñó a Gandhi a afrontar su castigo con dignidad, orgullo y tenacidad: el hecho no es una desgracia, porque ir a la cárcel por una injusticia aumenta el prestigio de la causa. Poco a poco, fue ampliando su campo de acción, desafiando los postulados sagrados del hinduismo. A sus ojos, no había diferencia entre un brahmán y los intocables, entre las castas superiores y las inferiores. Identificado con los maltratados y los pobres, se dedicó a su servicio y, a través de ellos, vivió la experiencia espiritual del encuentro con Dios[20]. Y miró con confianza la situación concreta de su propia India.

Uno de los aspectos más llamativos de Gandhi era su lealtad al Imperio Británico. Reconocía los valores básicos de la Constitución británica: justicia, libertad, igualdad. Sin embargo, el gobierno representó en la India «la lucha entre la civilización moderna, que es el reino de Satanás, y la civilización antigua, que es el reino de Dios. Ese es el Dios de la guerra, este es el Dios del amor. Mis compatriotas imputan los males de la civilización moderna al pueblo inglés y, en consecuencia, creen que son los ingleses los que son malos, no la civilización que representan. […] Por eso creen que es su deber adoptar […] la violencia para expulsar a los ingleses»[21].

Este es el punto central de la primera obra maestra de Gandhi, escrita en Sudáfrica en 1909: El autogobierno de la India[22]. La independencia de la nación no debía basarse en los principios de los británicos: la ganancia, la explotación, la riqueza, sino en los valores tradicionales de la India: la fuerza del amor y del espíritu. En resumen, «antes de hacer la India, hay que hacer a los indios»[23]. Se ha escrito que la obra puede compararse con «otras obras como El contrato social de Rousseau y los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola»[24]. Un político inglés, Stafford Cripps, escribió: «No conozco a nadie de ninguna época, y menos en la historia reciente, que haya demostrado con tanta fuerza y convicción el poder del espíritu sobre las cosas materiales»[25].

Gandhi permaneció en Sudáfrica durante 21 años, y su dramática experiencia allí fue una escuela espiritual. Aprendió que la lucha no violenta contra el apartheid era la verdadera política: consiguió el reconocimiento de la igualdad de derechos, la eliminación de las leyes discriminatorias, la validez de los matrimonios religiosos (sólo se reconocían como válidos los cristianos).

Cuando regresó a la India en 1915, encontró un descontento general con el gobierno británico. En 1919, la primera aplicación de la satyagraha fue el punto de inflexión en la vida de Gandhi. La ocasión llegó con la aplicación de la Ley Rowlatt: las normas especiales promulgadas durante la guerra para evitar disturbios se extendieron a la India de la posguerra. «Considero este proyecto de ley como un desafío abierto a nuestro pueblo», escribió Gandhi[26]. Tras el anuncio, organizó una enérgica campaña de desobediencia civil, que incluía cierres de fábricas, cierres de negocios, huelgas, etc. La participación de las masas fue enorme.

En abril, durante las manifestaciones, no faltaron la tensión y la violencia, que culminaron en un trágico enfrentamiento en el Punjab: la masacre de Amritsar. El agente encargado de mantener el orden público abrió fuego contra una manifestación pacífica y desarmada: una concentración a la que asistían unas 20.000 personas. Hubo 400 muertos y miles de heridos[27]. La impresión fue enorme en toda la India. Gandhi interrumpió inmediatamente la campaña, en contra del consejo de la mayoría, reconociendo que había cometido un «error del porte de los Himalaya»[28], ya que creía que el pueblo estaba preparado para la lucha no violenta. La campaña de desobediencia civil, como hemos visto, se lanzó luego en Bardoli, con las consecuencias que tuvo en Chauri Chaura.

El Mahatma

Gandhi es conocido como el Mahatma, el «alma grande», como lo llamó el poeta indio Tagore, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1913. En realidad, su compromiso era predominantemente religioso, de liberación personal, con la convicción de que la liberación tenía un fuerte impacto político. Lo afirma varias veces y lo reitera en su Autobiografía: «Mi devoción por la Verdad me ha llevado al campo de la política»[29].

La «no violencia» que caracteriza su pensamiento debe leerse en esta perspectiva. No es una estrategia política, sino el propósito de la vida, que se hace uno con la Verdad: «La experiencia me ha enseñado que no hay más Dios que la Verdad»[30]. «No me siento digno de ser considerado un profeta: no soy más que un humilde buscador de la Verdad, impaciente por lograr una liberación espiritual de mi existencia actual»[31]. Gandhi no deseaba el poder político para sí y nunca ocupó un cargo oficial en el Congreso, pero actuaba constantemente como árbitro en asuntos de política o crisis del partido.

En 1928, la llegada de la Comisión Simón, compuesta por parlamentarios británicos, tenía la tarea de informar a Londres sobre una posible Constitución para la India. Como a los indios sólo se les permitía hacer propuestas a la Comisión itinerante, fue recibida con hostilidad en todas partes. Gandhi dijo que la propuesta del gobierno era «un insulto organizado contra toda la población»[32]. Los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes le hicieron comprender que la no violencia era una necesidad nacional, siempre que no degenerara en violencia. Su objetivo era lograr la unidad de la India a través del Congreso y, al mismo tiempo, hacer tomar conciencia al campesinado. Comenzó a visitar sistemáticamente parte de las 700.000 aldeas indias, apoyando la campaña del kadhi: era la disciplina necesaria para preparar la causa común.

Su conocimiento de la realidad rural le llevó a proponer al Congreso once puntos que, de ser aceptados por el gobierno, harían innecesaria la desobediencia civil: la prohibición total del alcohol, la reducción del tipo de cambio entre la rupia y la libra esterlina, la reducción de los impuestos sobre la tierra, la supresión del impuesto sobre la sal, el recorte de los salarios de los altos funcionarios, la reducción de los gastos militares, la liberación de los presos políticos, etc. A muchos, incluso a los amigos cercanos, la propuesta les parecía poco realista y condenada al fracaso, pero para Gandhi era la forma de hacer comprensible la independencia a la gente del pueblo. El objetivo no era clamar por la independencia de los británicos, sino poner al Congreso en condiciones de negociar con el gobierno británico como «legítimos delegados nacionales y no como mendigos a la espera de las reformas constitucionales previstas por la Comisión Simón»[33].

La «marcha de la sal»

Se eligió la base de la lucha: el impuesto a la sal. Gandhi quería organizar una «marcha de la sal», desde su lugar de retiro, Ahmedabad, hasta Dandi: unos 380 km para llegar a la costa del océano Índico, donde todos recogerían sal para su propio consumo. Fue una iniciativa de gran impacto porque tocaba los intereses de todas las familias. También era una solución ingeniosa, pues, por un lado, permitía entablar un enfrentamiento no violento con el gobierno, y, por otro, no tocaba sus intereses vitales, lo que dificultaría la represión violenta.

A principios de marzo de 1930, Gandhi advirtió al virrey que tenía la intención de iniciar la desobediencia civil contra el impuesto sobre la sal. La marcha comenzó con 80 hombres de confianza y fue un triunfo; la multitud crecía de pueblo en pueblo. En el itinerario había mucho descanso y oración: era una verdadera peregrinación. Se citaron los textos sagrados hindúes, pero también el Evangelio y los discursos de Jesús contra las autoridades de Jerusalén[34]. Cuando llegaron a Dandi, todos tomaron sal para su uso personal.

La reacción del gobierno fue inmediata: Gandhi, su esposa Kasturba y otras 50.000 personas fueron detenidas. Se publicó en los periódicos de todo el mundo. Algunos incidentes marginales fueron una muestra de la participación coral del pueblo. Si la policía ordenaba a los manifestantes que se dispersaran, éstos se tiraban al suelo y eran detenidos. Un camión que se dirigía a la prisión, repleto de presos, reventó una rueda y no pudo continuar. Los detenidos no huyeron, sino que calmaron a los policías y caminaron compactos hacia la prisión, entre dos alas de multitudes que los aclamaban[35]. Un niño sentado en una bolsa de sal, a la orden de un policía, se negó a levantarse: fue golpeado sangrientamente. Recibió una paliza sangrienta, pero no se movió y permaneció con los brazos cruzados. El oficial detuvo la masacre y fue a estrecharle la mano: «Eres un héroe. Nunca había visto a alguien hacer la guerra así»[36].

Gandhi en el Palacio de Buckingham

La popularidad de la «marcha de la sal» había revelado que la India estaba preparada para la independencia. Para Londres era una herida irreparable, agravada por la diplomacia internacional, que estaba a favor de la autodeterminación de los pueblos.

Gandhi salió de la cárcel en enero de 1931 y, aunque todo el mundo esperaba que diera un paso decisivo, consiguió disgustar a todo el mundo. Pidió al virrey Lord Irwin una entrevista «de hombre a hombre»: «Me gustaría poder conocer no tanto al virrey de la India, sino al hombre que hay en usted»[37]. Irwin estaba de acuerdo: confiaba en el Mahatma, valoraba su visión religiosa y simpatizaba con las aspiraciones políticas del país. Las conversaciones fueron útiles porque Gandhi había asumido el papel de mediador entre el Congreso y el gobierno. El 5 de marzo de 1931, ambos firmaron el «Pacto de Delhi»: se puso fin a la desobediencia civil, pero cesaron los poderes especiales asumidos para combatirla; además, el gobierno se comprometió a liberar a los presos políticos y legitimó la recolección de sal para uso personal. El resultado fue excepcional: la «no violencia» había socavado el poder del Imperio Británico.

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Todo el mundo esperaba mucho más, y la oposición al Congreso surgió inmediatamente. En cambio, Nehru, el joven discípulo de Gandhi, apoyó el Pacto, y el Mahatma representaría al Congreso en Londres. Habiendo demostrado a los británicos «su fuerza a través de la desobediencia civil, fueron a Londres no como mendigos, sino como verdaderos negociadores en posición de fuerza»[38].

No se puede dejar de mencionar la reacción de Winston Churchill: Gandhi es «un abogado subversivo del Middle Temple, una especie de faquir… que se pasea semidesnudo por el palacio del virrey»[39]. Así también se presentó en el Palacio de Buckingham. De hecho, la entrada del Mahatma en la residencia oficial del Reino Británico parecía la de un «faquir semidesnudo»: sin embargo, encarnaba el poder de la Verdad y la «no violencia», el valor de discutir la nueva Constitución de la India como un igual.

Un profeta al margen de la política

La reunión de Londres no produjo ningún resultado político inmediato, pero a los ojos de los indios, el valor de Gandhi creció inconmensurablemente. A su regreso a casa, intentó mantener una conversación amistosa con el nuevo virrey, el marqués de Willingdon. La reunión no sólo fue denegada, sino que dio lugar a una campaña de represión contra los nacionalistas, desencadenando una sorprendente ola de protestas en todo el país. Entre los primeros, Gandhi fue detenido. Mientras estaba en prisión, en 1932, el gobierno británico estableció electorados separados para los «intocables». Su reacción fue inmediata: inició un ayuno. Aunque el gobierno estaba dispuesto a conceder más plazas para los intocables, Gandhi no se echó atrás y el sexto día de protesta parecía que iba a morir. Sólo entonces el gobierno revocó la medida. Para el Mahatma era muy importante que las clases más pobres fueran reconocidas como ciudadanos y no como una casta.

Todos querían que Gandhi abandonara la «no violencia», tanto los representantes del Congreso como los musulmanes, pero para él era esencial, era «la ley de la vida para los seres humanos […]. Cada vez estoy más convencido de que, en la compleja situación de la India, no hay otro camino para lograr la libertad»[40]. En 1934 dejó el Congreso y se retiró de la política para dedicarse exclusivamente a la reforma espiritual de la India. Tenía más de 65 años, la edad en la que fallan las fuerzas. Algunos reaccionan aferrándose a los viejos roles, otros acogen este momento con inteligencia, buscando nuevas formas de comportamiento. Tal fue la elección de Gandhi. Si se convirtió en un profeta al margen de la vida política, de hecho volvió a ser libre para seguir su misión[41].

Ahora podía empezar de nuevo desde abajo, así que se instaló en uno de los pequeños pueblos[42]. Eligió uno de los más remotos, en las Provincias Centrales, Segaon, un grupo de cabañas con pocas personas, al que dio un nuevo nombre, Sevagram, «Pueblo del servicio». Explicó la razón: la sociedad del pequeño pueblo es diferente de la de las ciudades, pero es fundamental para la nación. «Servir a nuestros pueblos significa crear autonomía. Todo lo demás es un sueño vano. Si el pueblo muere, también muere la India. No habrá más India. Su misión en el mundo se perderá»[43].

Con la presencia del Mahatma, el pueblo revivió: hindúes, budistas y cristianos convivían, había un gran respeto por todas las religiones y se excluía el proselitismo. En poco tiempo, el lugar se convirtió en el corazón palpitante de la India silenciosa y en el centro de una actividad, la «Asociación Panindia de Industrias de los Pueblos», que poco a poco consiguió transformar la situación de miseria y explotación. Era la fuerza revolucionaria de la no violencia. El programa de Gandhi también incluía la educación, que no sólo podía ser la alfabetización, sino que debía incluir habilidades manuales para la vida y el trabajo. También había un plan para proteger la salud de las enfermedades (malaria, disentería, etc.). Entre otras cosas, se podía entender que no estaba en contra del uso de la maquinaria, siempre que no se multiplicara «indiscriminadamente» y privara a los pobres de trabajo[44].

La guerra mundial

El 1º de septiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial: el Virrey, sin consultar a los indios, anunció que la India había entrado en la guerra del lado de los británicos. La vida política del país se vio alterada. Diez días después del inicio del conflicto, en un documento dirigido al virrey, el Congreso se declaró a favor de la guerra sólo si Inglaterra concedía a la India la libertad que defendía contra el nazismo. Compilado por Nehru, el texto contradecía la posición de Gandhi, que rechazaba cualquier participación en las hostilidades.

Después de semanas, el virrey respondió que la independencia de la India se discutiría después de la guerra… En medio de esta situación de estancamiento, el Congreso encargó a Gandhi la tarea de organizar una campaña de desobediencia civil. Por su parte, el líder de la Liga Musulmana, Jinnah, pensaba en la formación de un Estado musulmán.

El papel público del Mahatma había cambiado repentinamente: las relaciones con el Congreso se habían vuelto difíciles. El defensor de la no violencia vivía la guerra con dolor: «Mi no violencia parece casi impotente. Pero al final de la lucha diaria llega la respuesta: ni Dios ni la no violencia son impotentes. La impotencia está en el hombre. Debo seguir intentándolo sin perder la fe»[45]. El conflicto mundial era un tema nuevo y difícil de tratar.

En septiembre de 1940, Gandhi lanzó una forma de satyagraha individual contra la guerra: «No porque ame a la nación inglesa odio a la nación alemana. […] Todos estamos hechos de la misma materia, todos somos miembros de la gran familia humana. […] No puedo salvar la integridad de los indios y su libertad sino a condición de la benevolencia hacia toda la familia humana»[46].

En 1942, el gobierno de Londres, preocupado por el avance de Japón sobre las posesiones británicas en Asia, necesitaba la cooperación de los indios, por lo que envió a Stafford Cripps en una misión para que aceptaran el estatus de Dominion of India, que sería ratificado después de la guerra. La respuesta de Gandhi fue muy clara: «Era un cheque posfechado de un banco que estaba a punto de quebrar»[47]. Los británicos debían abandonar el país. Esto dio lugar a un movimiento espontáneo llamado «Fuera de la India» (Quit India), con una campaña de desobediencia civil por parte de toda la nación. Gandhi lo acompañó con el mantra: «“Actuar o morir”. Liberaremos la India o pereceremos en la lucha; no viviremos para ver la perpetuación de nuestra esclavitud»[48].

La respuesta del gobierno de Churchill fue inmediata: hubo una violencia y una represión sin precedentes. Las estimaciones oficiales indicaban cientos de edificios gubernamentales destruidos, 66.000 personas detenidas y 2.500 muertos[49]. Gandhi, su esposa y los miembros del Congreso fueron inmediatamente encarcelados. Para el Mahatma, detenido en Poona (actual Pune), fueron los días más difíciles, una época de oscuridad y angustia: primero perdió a su asesor de confianza, y luego a su esposa de un ataque al corazón. Finalmente, debido a la violencia que se desató durante la protesta, inició un ayuno.

La independencia de la India

Tras casi dos años de prisión, Gandhi fue liberado en mayo de 1944. Primero intentó hablar con el líder de la Liga Musulmana sobre un entendimiento para la independencia. Pero las reuniones fueron inútiles. Jinnah estaba decidido a establecer un Estado independiente para los musulmanes. Así se abrió el camino para la laceración de la India y nació el «País de los puros» (el nombre del futuro «Pakistán»).

En 1945, con la victoria laborista en Inglaterra, el gobierno de Attlee anunció una posible retirada de la India y propuso un único estado federal. A Gandhi no le disgustó el plan, y Jinnah, aunque muy crítico, estuvo inicialmente de acuerdo con él, pero luego volvió a reflexionar. El virrey encomendó, entonces, a Nehru la tarea de formar un gobierno provisional. Acudió a Jinnah para ofrecerle varias funciones en el gobierno, pero éste las rechazó.

Debido a la violencia desatada en el norte de la India en 1946-47, desde el Punjab hasta Bihar, el gobierno británico propuso la división del país en tres provincias autónomas, vinculadas a un gobierno central. Aunque Gandhi estaba en contra, el Congreso y la Liga lo aceptaron. Lord Mountbatten recibió el encargo de llevar a cabo el traspaso de plenos poderes a la India y fijó la fecha de la independencia en 1947. El Mahatma recorrió las aldeas a pie, intentando valientemente un último esfuerzo para pacificar a hindúes y musulmanes. Pensaba que si lograba llevar la paz a Bengala y Calcuta, la nación permanecería unida.

El 15 de agosto de 1947, la India alcanzó la independencia, pero sin las dos grandes provincias que formaban Pakistán Oriental y Occidental. Al día siguiente, Jinnah proclamó un «Día de Acción Directa»[50], abandonando los métodos constitucionales. Concretamente, inició una masacre que acompañaría el nacimiento de la India y el Pakistán independientes. En Bengala, especialmente en Calcuta, centro de los musulmanes, se desató una cacería hindú que dejó 4.000 muertos. Los que pudieron refugiarse en la vecina Bihar organizaron una represalia que acabó con 7.000 muertos[51].

Fue el trágico fracaso del programa de toda la vida del Mahatma. Sin embargo, continuó su labor pacificadora en Calcuta e incluso intentó llegar al lejano Punjab, cuando estalló el conflicto por la disputada Cachemira, entre India y Pakistán. En el camino tuvo que parar en Delhi.

El 30 de enero de 1948, durante la oración pública en esa ciudad, un hindú se acercó y se inclinó ante él. Parecía un gesto sincero de devoción, pero al levantarse, sacó una pistola y lo mató de tres disparos. Al caer al suelo, Gandhi apenas pudo pronunciar el nombre de Dios, Rama[52]. El asesino pertenecía al partido indio que repudiaba la doctrina de la no violencia y la reconciliación entre hindúes y musulmanes[53].

Al día siguiente, según la tradición, el cuerpo del Mahatma fue incinerado: toda la India, y quizá el mundo entero, se reunió en torno a él. Si Gandhi estaba decepcionado por el fracaso de la «no violencia», su muerte reveló que el «poder de la Verdad» y la «no violencia» no habían sido en vano.

  1. Sobre lo dos artículos: cfr C. Fusero, Gandhi, Milán, Dall’Oglio, 1968, 401.

  2. Y. Chadha, Gandhi. Il rivoluzionario disarmato, Milán, Mondadori, 2011, 261.

  3. J. M. Brown, Gandhi. Prigioniero della speranza, Bologna, il Mulino, 1995, 255.

  4. Cfr el título del volumen que narraba el juicio: K. P. Kesava Menon, The great Trial of Mahatma Gandhi & Mr. Shankarlal Banker, Madras, Ganesan, 1922.

  5. Las castas Indias se habían formado siglos atrás: los brahmanes (sacerdotes), los guerreros, los comerciantes y artesanos, y los siervos. Finalmente están los parias, definidos como «intocables», la casta más baja, apta para los trabajos más humillantes y vergonzosos.

  6. Cfr M. K. Gandhi, Autobiografia, Milán, Treves, 1931, 373-379.

  7. Id., Teoria e pratica della non-violenza, Turín, Einaudi, 1973, 185.

  8. Y. Chadha, Gandhi. Il rivoluzionario disarmato, cit., 256.

  9. Cfr ibid, 257.

  10. D. Dalton, Gandhi, il Mahatma. Il potere della nonviolenza, Génova, Ecig, 1998, 75.

  11. Y. Chadha, Gandhi. Il rivoluzionario disarmato, cit., 258.

  12. C. Fusero, Gandhi, cit., 400.

  13. Gandhi nace el 2 de octubre de 1869: en India el nacimiento de Gandhi es fiesta nacional.

  14. M. K. Gandhi, Autobiografia, cit., 120 s.

  15. El término corresponde al latín in-nocens: cfr E. Balducci, Gandhi, Florencia, Giunti, 2007, 14.

  16. Ibid.

  17. P. A. Nazareth, La straordinaria leadership di Gandhi, Nürnberg, The Golden Shore, 2014, 24.

  18. Cfr M. K. Gandhi, Autobiografia, cit., 383-385.

  19. Cfr Id., Antiche come le montagne, Milano, Mondadori, 1987.

  20. Cfr J. M. Brown, Gandhi…, cit., 268.

  21. Ibid, 97.

  22. M. K. Gandhi, «Hind Swaraj», en Indian Opinion, 1909-10. Cfr Collected Works of Mahatma Gandhi, vol. 10, New Delhi, The Publications Division Ministry of Information, 1963, 6-68.

  23. E. Balducci, Gandhi, cit., 16. Se trata de una paráfrasis de una famosa máxima de D’Azeglio.

  24. P. A. Nazareth, La straordinaria leadership di Gandhi, cit., 24.

  25. C. Fusero, Gandhi, cit., 5.

  26. J. M. Brown, Gandhi…, cit., 192.

  27. Cfr M. Torri, Storia dell’India, Milano, Mondadori, 2011, 518-522; J. M. Brown, Gandhi…, cit., 196.

  28. J. M. Brown, Gandhi…, cit., 197.

  29. M. K. Gandhi, Autobiografia, cit., 384.

  30. Ibid.

  31. Ibid, 388. Cfr A. Capitini, «La religione di Gandhi», en M. K. Gandhi, In cammino verso Dio, Milán, Mondadori, 2006, xvii.

  32. J. M. Brown, Gandhi…, cit., 329.

  33. Ibid, 338; 353.

  34. Cfr ibid, 355. Hubo una venta extraordinaria de Biblias a lo largo del camino, incluso entre los hindúes.

  35. Cfr E. Balducci, Gandhi, cit., 91.

  36. Ibid.

  37. J. M. Brown, Gandhi…, cit., 368.

  38. Ibid, 371.

  39. D. Dalton, Gandhi, il Mahatma…, cit., 92.

  40. J. M. Brown, Gandhi…, cit., 397.

  41. Cfr M. Torri, «Il “Mahatma” Gandhi: un santo come uomo politico», en D. Abignente – S. Tanzarella, Tra Cristo e Gandhi. L’ insegnamento di Lanza del Vasto alle radici della nonviolenza, Cinisello Balsamo (Mi), San Paolo, 2003, 17-46.

  42. En estos 700.000 pueblitos de India vivía el 75% de la población

  43. M. K. Gandhi, Villaggio e autonomia. La nonviolenza come potere del popolo, Florencia, Libreria Editrice Fiorentina, 1982, 32. Entre las visitas al pueblo se cuenta Lanza del Vasto, uno de los discípulos de Gandhi en Europa.

  44. Cfr ibid, 23-26.

  45. Id., «Statement to the Press», 5 de septiembre de 1939, en Collected Works of Mahatma Gandhi, cit., vol. 70, 162.

  46. E. Balducci, Gandhi, cit., 130.

  47. Y. Chadha, Gandhi. Il rivoluzionario disarmato, cit., 375.

  48. Ibid, 382.

  49. Cfr J. M. Brown, Gandhi…, cit., 501.

  50. Ibid, 556.

  51. Cfr E. Balducci, Gandhi, cit., 141.

  52. Gandhi había dicho el día anterior: «Si alguien me matara y yo muriera con una oración por mi asesino en los labios, y el recuerdo de Dios y la conciencia de su presencia viva en el santuario de mi corazón, sólo entonces podría decirse de mí que tenía la no violencia de los valientes» (M. K. GANDHI, In cammino verso Dio, cit., 32).

  53. Cfr J. M. Brown, Gandhi…, cit., 567.

Giancarlo Pani
Es un jesuita italiano. Entre 1979 y 2013 fue profesor de Historia del Cristianismo de la Facultad de Letras y Filosofía de la Universidad de La Sapienza, Roma. Obtuvo su láurea en 1971 en letras modernas, y luego se especializó en la Hochschule Sankt Georgen di Ffm con una tesis sobre el comentario a la Epístola a los Romanos de Martín Lutero. Entre 2015 y 2020 fue subdirector de La Civiltà Cattolica y ahora es escritor emérito.

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