Personajes

María Montessori: «el niño y la salvación de la humanidad»

© Wikimedia (Foto coloreada por YIN Renlong / La Civiltà Cattolica)

Con motivo del Congreso Internacional por el 150 aniversario del nacimiento de María Montessori, el Papa Francisco definió a esta pedagoga como «una de las figuras más eminentes del panorama cultural del siglo XX, que dejó una profunda huella en el ámbito educativo y en toda la sociedad […] para la construcción de un mundo más fraterno y pacífico. […] Que este significativo aniversario anime a una generosa dedicación en favor de las nuevas generaciones, para formar personas solidarias, ciudadanos del mundo abiertos al diálogo y acogedores»[1].

La obra pedagógica de Montessori (1870-1952) se ha extendido de forma extraordinaria por todo el mundo: hoy existen 65.000 escuelas en 145 países, entre las que se cuentan centros de educación infantil, primaria, media y secundaria. Hay unos 200 en Italia, 4.400 en Estados Unidos, 1.100 en Alemania, 800 en el Reino Unido, 375 en Irlanda y 460 en el resto de Europa. La Association Montessori Internationale tiene escuelas afiliadas en Mongolia, México y Colombia, pero también en Bielorrusia y Pakistán. También hay escuelas en África, Australia y Nueva Zelanda[2].

Más de 150 años después de su nacimiento, ¿a qué se debe el éxito de Montessori, hasta el punto de ser proclamada universalmente «la mujer italiana más famosa del mundo»[3]?

Una planta para mí y otra para Dios

En el 8º Congreso Internacional Montessori celebrado en San Remo en 1949, Montessori contó una historia india: una pastora quería enriquecer su jardín con dos nuevas plantas, una para ella y otra para Dios. Esta última era su alegría: «La regaba con cuidado, la protegía del sol y evitaba que los insectos se acercaran a ella. Descuidó el primero y lo confió al cuidado de otros. En contra de todas sus predicciones, la planta dedicada a Dios murió, mientras que la otra floreció. Desesperada, la pastora se preguntaba por qué. […] Le dijeron: “Le diste demasiada agua a esta planta, quisiste alejarla del sol y de los insectos, pero la planta necesitaba el sol para su clorofila y los insectos para crecer y reproducirse. Tú misma la has destruido con tus cuidados”. Lo mismo ocurre en el ámbito de la educación infantil. A menudo, la intervención de los educadores y de los miembros de la familia, aunque esté inspirada por la mejor de las intenciones, se convierte en un obstáculo para el libre desarrollo de las fuerzas creativas y oprime y sofoca las energías íntimas del niño, impidiendo la acción de aquellos factores naturales necesarios para la vida»[4].

Montessori se refiere también a la parábola de los talentos (cf. Mt 25,24-28), al comportamiento del siervo que esconde bajo tierra el talento que ha recibido, y aclara su significado: «No se puede limitar la acción en el campo de la educación a la mera conservación de lo existente: se actuaría mal como el siervo que […] no se preocupó de hacer fructificar [el talento]. Sabemos que en el espíritu del niño hay energías ricas e insospechadas. Debemos ponerlas en práctica; […] debemos preparar al hombre para un futuro mejor utilizando el maravilloso potencial del niño»[5].

Esta es la genialidad del método pedagógico Montessori: es necesario no ahogar el crecimiento del niño y, al mismo tiempo, potenciar las energías vitales presentes en él desde su nacimiento.

El éxito del método Montessori había llevado a algunas conclusiones: tras los años de la Gran Guerra se había formado un movimiento con una fuerte tendencia a crear unidad entre las personas. Hubo diferencias de opinión sobre cómo lograrlo, pero un punto fue común a todos: «hay que educar»[6]. Aunque «educar» puede tener diferentes significados, llama la atención que «todos los defensores de las distintas formas de educación coinciden en que hay que educar desde el nacimiento»[7].

De ahí la importancia de un sistema educativo renovado. Es necesario educar «desde ese periodo de la vida en el que el hombre todavía no es nada, en ese punto en el que espiritualmente todavía es un cero. […] En este punto de la existencia humana todo es común, es decir, todavía no existe nada, pero en ese punto hay infinitas posibilidades latentes tanto de separar como de reunir a las personas. La idea no puede dejar de sonar bien: si empezamos a educar en ese punto en el que todo es informe, será posible encontrar la manera de crear armonía entre los hombres. Este es el mayor objetivo que puede proponerse un sistema educativo. Y es un inmenso alivio para todos los hombres la esperanza de que la suerte del mundo pueda cambiar a través del niño»[8].

La rebelde de la Universidad de Roma «La Sapienza»

Los acontecimientos que llevaron a Montessori a descubrir el método educativo tienen complejas raíces en su historia personal. María estaba decidida a matricularse en la Facultad de Medicina y Cirugía de «La Sapienza», pero hasta finales del siglo XIX nunca se había dado el caso de que una mujer asistiera a esta Facultad. Además, tenía la licencia técnico-científica, no la clásica, necesaria para acceder. No se dio por vencida y acudió con su padre al Ministro de Educación, Guido Baccelli, un distinguido político y científico. Dada la prohibición, el ministro le aconsejó que se matriculara en ciencias naturales para poder optar a la medicina después del segundo año[9]. Sin embargo, la vida de María no era fácil: tenía que ir acompañada de sus padres para ir a la universidad; sus colegas masculinos le impedían el paso a los ejercicios y tenía que practicar la vivisección de cadáveres por la noche. Con su obstinación, se graduó en 1896 con una tesis en psiquiatría: fue un acontecimiento sorprendente, tanto que incluso los periódicos informaron que era la primera «médica»[10] de La Sapienza.

Ese mismo año, María formó parte de la delegación italiana en el Congreso Mundial sobre los Derechos de la Mujer celebrado en Berlín, donde presentó una moción a favor de la igualdad salarial con los hombres. También fundó una «Asociación de Mujeres» para la emancipación femenina. Como licenciada, ya era una defensora de los derechos de la mujer, una manifestante y una feminista ante litteram.

Al principio, fue internista en la Clínica Médica de la Universidad de Roma, aunque sus intereses se centraban en la neuropsiquiatría. Le apasionaba atender a los niños que sufrían trastornos mentales y descubrió que muchos no habían desarrollado su potencial. Este fue el origen de su vocación, que la llevó a recuperar no sólo parcialmente, sino totalmente a algunos discapacitados. A partir de entonces, durante 50 años, María se dedicó a estudiar las capacidades de los niños y desarrolló un programa educativo que la llevó a aplicar el método que había descubierto en medicina a la pedagogía general. Un detalle significativo: Montessori concedía gran importancia a unos pocos utensilios sencillos, objetos de diferentes formas y colores (cubos, cuadrados, tablillas con números y letras, cajas, campanas, etc.), capaces de atraer la atención de los niños y estimular su aprendizaje.

En 1899 entró en la junta de la Liga Nacional para la protección de los niños definidos «anormales» y, junto con su colega Giuseppe Montesano, se convirtió en directora de la Scuola magistrale ortofrenica: se trata de la rama de la psiquiatría que estudia las características de los retrasos en el desarrollo mental de los discapacitados psíquicos y los métodos para tratarlos. Pudo presentar los resultados de sus experimentos en conferencias nacionales y europeas y así comenzó su carrera internacional.

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Mientras tanto, se había unido afectivamente a Montesano, con quien tuvo un hijo en marzo de 1898: lo dio a luz en secreto, para evitar el escándalo y comprometer sus carreras, y acordaron mantener su relación en secreto. El hijo, Mario, fue criado por una nodriza, lejos de Roma. Por desgracia, su relación se rompió porque Montesano se casó con otra mujer y María se vistió de negro en señal de luto. Hasta los 14 años el niño permaneció con su enfermera, que lo visitaba regularmente, pero en 1913, al morir su madre, María lo acogió: Mario fue un gran defensor y propagador del método Montessori.

La experiencia en el barrio de San Lorenzo de Roma

En 1906 se le pidió a Montessori que organizara una guardería para los hijos de los trabajadores del barrio obrero de San Lorenzo, donde se estaban construyendo 58 edificios nuevos con trabajadores poco cualificados. Ahora no tenía que ocuparse de los niños discapacitados, sino de los niños pobres y rudos del barrio, hijos de padres analfabetos, incapaces de expresarse. Así nació la primera «Casa de los Niños»[11]. Como no había financiación municipal, mandó hacer sillas y mesas a medida para los niños. Sus ideas pedagógicas adquirieron una forma más clara tras su singular éxito con los discapacitados. Los niños se sentían como en casa, estaban entusiasmados con el nuevo arreglo, rendían mucho más que los otros niños y, sobre todo, aprendían a convivir. Entre los visitantes influyentes cabe mencionar a Don Luigi Sturzo[12].

Para Montessori fue un punto de inflexión, tanto que fundó una segunda «Casa de los Niños» en el barrio. En 1908 la experiencia se extendió a Milán, donde fundó dos, y luego una quinta en Roma: las Casas fueron pronto conocidas en Suiza, pero tuvieron éxito en los Estados Unidos, cuando fue allí en 1913.

Mientras tanto, en uno de los congresos, conoció a otros pedagogos y, en particular, a Alice Hallgarten, esposa del barón Leopold Franchetti, que había fundado una escuela en Umbría. Tras visitar la «Casa de los Niños» en el barrio de San Lorenzo, los Franchetti quedaron tan entusiasmados que convencieron a María para que se mudara con ellos y escribiera sobre su experiencia. También financiaron la impresión del libro que salió en 1909: Il metodo della pedagogia scientifica applicato all’educazione infantile nelle Case dei Bambini[13]. Al año siguiente, su método se adoptó también en la escuela primaria fundada por la familia Franchetti, pasando así del jardín de infancia a la escuela primaria.

El método Montessori

El método Montessori es un nuevo proyecto que se basa en trabajos anteriores, a los que María debe mucho, pero que complementa con su propio genio. Se inspiró en Jean-Jacques Rousseau y en los dos pedagogos Johann Pestalozzi y Friedrich Froebel. Para Montessori, «Pestalozzi había dado a los niños la libertad sin el material, y Froebel el material sin la libertad. Ella había dado estas dos cosas, que en su opinión eran indispensables para la educación de los pequeños»[14]. El método comienza con la educación sensorial de los bebés hasta los tres años, y se desarrolla de los tres a los seis años con el uso de material ya probado en las Casas de Niños[15].

El principio básico de la educación es ayudar para la vida, y el educador debe desarrollar el potencial del niño: la vida misma llevará a cabo su tarea de «constructora del hombre», según la definición dada por Montessori[16]. Para ello, hay que fomentar la libertad de los niños: no hay que imponerles nada; ellos mismos deben elegir cómo jugar, qué hacer. El educador les ayuda a preparar el material didáctico y les acompaña en su crecimiento. Montessori opone a la disciplina tradicional de la inmovilidad del niño en la escuela la «disciplina de la libertad» («¡No a los pupitres!»): «disciplina» en el sentido de que el individuo «es dueño de sí mismo y, por tanto, puede disponer de sí mismo si es necesario seguir una regla de vida»[17]. Por lo tanto, implica respetar a los demás, mantener el orden, moverse sin molestar a los vecinos. También es original la educación en el silencio, que favorece la concentración y la atención. Las recompensas y los castigos quedan completamente abolidos. No se descuida nada en cuanto a la alimentación, la higiene, la ropa, el mobiliario escolar, las cajas para el material y las tizas de colores, los pequeños trabajos, los cuadros en las paredes[18].

Otro de los descubrimientos de Montessori es que «el hombre se construye trabajando»[19]. El trabajo es fundamental para el niño, y el trabajo manual favorece el desarrollo de la inteligencia.

Críticas y elogios

Mientras tanto, surgieron las primeras críticas al método, tanto del lado laico como del católico. Un pedagogo, Guido Della Valle, despreció «el método de la pedagogía científica» y lo describió como «una predicación ultrafranciscana del amor»[20]. Por otro lado, intervino La Civiltà Cattolica, que por un lado intentó salvar las intuiciones y la práctica educativa de Montessori, y por otro se quejó de la presencia de «teorías filosóficas erróneas». La revista elogiaba la «necesidad de educación religiosa» que exigía el método, pero criticaba sus principios pues no remitían a los «inmutables de la pedagogía clásica». Señaló que el método produciría «una especie de revolución en la pedagogía y la didáctica infantil en gran beneficio de los niños pequeños»[21]. Pero también se expresaron dudas sobre la pretensión de querer formar «héroes y heroínas del futuro»[22].

En todo caso, a propósito de un artículo del jesuita Ramón Ruiz Amado en La Educación Hispano-Americana de Barcelona, la revista reitera: «En particular, el docto P. Ruiz Amado califica el método Montessori como una especie de “modernismo psicológico”, que él llama vitalismo, en cuanto quiere “promover el camino del alumno, dejándole descubrir lo que debe ser su educación”»[23].

Los elogios a Montessori vinieron de algunos exponentes del movimiento democrático cristiano, que vieron en su obra una profunda necesidad ética y una viva sensibilidad social. Además de Don Luigi Sturzo, Filippo Meda defendió el método Montessori frente a las desconfianzas surgidas en el ámbito católico, en la revista de la Universidad Católica de Milán[24]. El filósofo Giovanni Gentile, convertido en ministro de Educación, también era partidario de este método innovador[25].

La estadía en España

En 1915 María se trasladó a Barcelona, donde permaneció durante la Gran Guerra. Una de sus alumnas había abierto la Escola Modelo Montessori, una casa de niños que tuvo un gran éxito. El método se desarrolló aplicándolo a la religión católica: en la escuela se construyó una «Capilla de los Niños», hecha a la medida de los más pequeños, para participar activamente en la misa. La liturgia, con sus signos, fue reconocida por Montessori como el método pedagógico de la Iglesia y el centro de la educación religiosa. De esta época datan una serie de ensayos, entre ellos I bambini viventi nella Chiesa (“Los niños vivos en la Iglesia”), que aparecieron posteriormente[26].

La visión de Montessori sobre las capacidades de los niños la llevó a descubrir el misterioso vínculo entre Dios y los niños: ellos «muestran la fe en Dios, el autor y preservador de la vida. […] Son tan capaces de distinguir entre las cosas naturales y las sobrenaturales que su intuición nos ha llevado a pensar en un período psíquico religioso: la primera edad parece estar ligada a Dios al igual que el desarrollo del cuerpo depende estrictamente de las leyes naturales que lo transforman»[27].

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Ya alrededor de los seis años comienza en el niño la exploración del mundo y nace el interés por el comportamiento y el juicio sobre el mismo. No es fácil guiarlo, porque el niño quiere comprender por sí mismo y no se contenta con absorber pasivamente los juicios; sin embargo, «la libertad del niño debe estar limitada por el interés colectivo: como una forma de lo que llamamos educación en los modales y en las acciones. Por lo tanto, debemos evitar que el niño haga algo que pueda ofender o perjudicar a los demás, o algo que sea indecoroso o grosero»[28].

La vuelta a Italia y el fascismo

A su regreso a Italia, en 1924, María fue recibida por Benedicto XV, que la bendijo y alabó su método[29]. También fue elogiada por los fascistas: Mussolini, en su discurso de regreso, describió el telégrafo de Marconi y el método Montessori como «dos genios unidos en el augusto nombre de la Patria»[30]. Con la aprobación del régimen nació la Opera Nazionale Montessori, de la que el Duce era presidente de honor, y la revista L’idea Montessori. La Ópera contó con el apoyo de personalidades como Guglielmo Marconi, Sigmund Freud, Jean Piaget y Rabindranath Tagore[31]. En 1926, Montessori organizó un curso nacional de formación para preparar a los profesores a aplicar el método. Mussolini calificó el éxito de Montessori como un motivo de orgullo para Italia. Sin embargo, las nuevas escuelas, al no poder ser controladas, dieron tanto gloria como disgusto al Duce. Además, Giuseppe Lombardo Radice, que al principio estaba a favor de Montessori y luego la criticó, hizo algunas observaciones, oponiéndola a las ideas pedagógicas de las hermanas Agazzi, que a su juicio estaban mejor arraigadas en la tradición italiana[32].

Unos años más tarde llegó la ruptura con el fascismo. Primero Hitler cerró las escuelas Montessori en Alemania, y luego, en 1933, el conflicto con el régimen obligó a María a abandonar la Opera Nazionale y trasladarse definitivamente a los Países Bajos. Sus viajes internacionales continuaron.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Montessori se encontraba en la India, donde su pedagogía adaptada tuvo un gran éxito. Se quedó allí durante siete años. Por desgracia, también tuvo que ser encarcelada por ser ciudadana de un país enemigo. A pesar de todo, consiguió formar a unos 1.500 profesores indios.

En 1946 regresó a Europa, donde fue recibida con grandes honores y restableció la Opera Nazionale. Tres años más tarde participó en el 8º Congreso Internacional Montessori, cuyo tema era «La educación del hombre en la reconstrucción del mundo»[33]. En 1952, cuando todavía estaba en la cima de su actividad, la muerte la sorprendió en su casa de los Países Bajos. Fue enterrada en Noordwijk aan Zee, cerca de La Haya, en el cementerio católico. En su tumba está escrito: «Ruego a los queridos niños, que todo lo pueden, que se unan a mí para construir la paz en los pueblos y en el mundo».

La ciencia de «cultivar al hombre»

Para Montessori, la ciencia de la educación debería llamarse «la ciencia de cultivar al hombre», es decir, la capacidad de ayudar al potencial que el niño lleva dentro desde su nacimiento[34]. Las energías innatas, a menudo desconocidas e insospechadas, deben ser puestas en valor: hay que apoyarlas para preparar un futuro mejor a través de lo que el propio niño puede dar.

Los estudios sobre los niños demuestran el valor de la infancia: desde el punto de vista psicológico – según Montessori – los dos primeros años de vida son fundamentales, porque es el momento en que el niño pasa de la inconsciencia de los primeros momentos de vida a la formación de sus facultades mentales y físicas[35]. Nace el hombre del futuro, se sientan las bases de su evolución, porque se desarrolla un conjunto de novedades con una dinámica propia. Si estos cimientos se desvían o distorsionan, pueden provocar daños irreversibles. Es la edad en la que surgen tanto las cualidades positivas como los defectos, características que más tarde definirán al hombre adulto y marcarán su personalidad, a veces para siempre.

Se suele creer que el niño es simplemente débil, falto de inteligencia, fuerza de voluntad y necesitado de ayuda. El método Montessori, en cambio, sostiene lo contrario: «Creemos que la humanidad debe acudir al niño en busca de ayuda, para que encuentre su camino, para que encuentre su forma. Sólo el niño puede ayudar a la humanidad a resolver un gran número de problemas sociales e individuales. El niño no es en absoluto débil y pobre: el niño es el padre de la humanidad y de la civilización, es nuestro maestro, también en lo que respecta a su educación. Esto no es una exaltación exagerada de la infancia: es una gran verdad»[36].

El potencial del niño

Montessori ilustra esta verdad con dos ejemplos: en primer lugar, la forma en que el niño comienza a moverse; en segundo lugar, cómo aprende a hablar; ambos logros se producen gracias a su propio impulso personal. «El niño se mueve poco a poco, como si despertara lentamente a la vida. Las manos se despiertan para trabajar, los pies para caminar. […] Aún más extraordinario es el aprendizaje de la lengua. Todos los niños hablan a los dos años, y si esto no ocurriera, las madres, incluso las más tontas, estarían muy preocupadas por ello, porque es algo natural. Pero, ¿cómo es posible que un niño hable a los dos años? Los psicólogos estudian este complejo fenómeno con mucha atención. El niño habla la llamada lengua materna y a los dos años es capaz de construir no sólo los sonidos, sino también el orden gramatical, sin el cual el pensamiento no puede expresarse: es una actividad espontánea que presupone un hecho intelectual y que nos revela cómo, en este primer período de su vida, el niño tiene una vida psíquica muy activa»[37].

Montessori señala que el lenguaje es el resultado de milenios de trabajo mediante el cual los seres humanos han aprendido a entenderse. Para un adulto, aprender una lengua distinta a la suya es un esfuerzo considerable. Y sin embargo, un niño de dos años consigue aprender, o más bien absorber, una lengua, dice, «es decir, aprenderla de forma inmediata e indeleble». Al empezar a hablar, da forma al hombre adulto que hay en él, que puede así comunicarse y relacionarse con los demás. Por «mente absorbente», Montessori entiende «la mente del niño, [que] no absorbe como una esponja que deja pasar el agua y no la retiene; […] la absorbe definitivamente, y al hacerlo crea el carácter del hombre»[38].

En el pasado se sostenía que el aprendizaje, durante mucho tiempo inadvertido, debía atribuirse en gran medida a la herencia; no se entendía cómo el niño, mediante un proceso autónomo, podía crear su personalidad. De ahí el profundo asombro de Montessori: «En este fenómeno de creación y evolución se manifiesta el poder de Dios, que ha querido dar una apariencia de debilidad al niño recién nacido, mientras lo dota de energías omnipotentes sobrehumanas. Desde este punto de vista, el niño es el instrumento de Dios para la evolución de la humanidad y, a los ojos del educador, adquiere un aspecto de majestad, bondad y sabiduría divina»[39].

Tras la visión general de la pedagogía Montessori, conviene ahora considerar dos características: la educación cósmica y la unidad del mundo a través del niño.

Educación cósmica

Uno de los elementos nuevos más fuertes del método Montessori es la educación cósmica. Debe entenderse como «una preparación eficaz de las nuevas generaciones para comprender que toda la humanidad tiende a unirse en un solo organismo. Este concepto no debe darse como un ideal hecho para guiar las acciones de los hombres, sino como una realidad ya existente, aunque todavía en proceso de realización. En otras palabras, no se trata de fomentar la cooperación entre los hombres para inducirlos a unirse entre sí, sino de crear conciencia sobre un hecho que existe y que requiere la adaptación consciente de los hombres al estado real de las cosas en que viven»[40].

Por eso hay que ayudar a los niños a comprender los grandes descubrimientos de la civilización, las aventuras de los primeros viajes alrededor del mundo, la historia de la humanidad a lo largo de los siglos, para animar las áridas nociones de los libros. «En la vida y el trabajo de estos hombres superiores no hay sombra de egoísmo; dan sin recibir nada a cambio. Pero construyen grandes cosas que están destinadas a vivir más allá de ellas y a desarrollarse y crecer. Es hermosa esta solidaridad entre los seres humanos que se proyecta hacia el futuro y se hunde en el pasado lejano, de modo que el pasado está unido al presente y el presente al futuro, por la eternidad»[41]. La educación cósmica es precisamente la remisión de la experiencia personal a la universal. El trabajo del niño se convierte así en un servicio a los demás, al mundo: un pequeño trabajo que forma parte de la historia más amplia del cosmos. También en este caso hay que ver al niño como «un maestro», que lleva en sí mismo una nueva esperanza y una nueva luz[42].

La unidad del mundo a través del niño

Esta es otra afirmación original del método Montessori. Al nacer, un niño es recibido con lo único que necesita, amor. Si un niño crece y se descubre que tiene defectos mentales, es porque en su primera infancia le faltó el afecto, la protección de la familia y los cuidados necesarios para su desarrollo. Por desgracia, el principio del amor no existe en nuestras sociedades. Las religiones lo reclaman, pero en la práctica la sociedad moderna está dominada por la codicia del dinero, la competencia, el egoísmo. ¿Qué puede transformar el corazón del hombre? Montessori responde: «No hay otra manera de unir a la gente de todo el mundo que ésta: el amor y la preocupación por los niños»[43].

El nacimiento de un niño puede obrar un milagro en la familia. Incluso un egoísta, ante una nueva vida, puede transformarse radicalmente para amarla. El niño «no posee nada y, sin embargo, lo promete todo: en las casas de los ricos y en las de los pobres, […] en todas las naciones, no conoce partidos políticos ni otras distinciones o diferencias sociales, dondequiera que nazca, se presenta con las mismas características»[44]. Esta certeza es la base de «la esperanza de que la educación puede ser el instrumento más eficaz para lograr la unión de toda la familia humana»[45].

  1. Francisco, Messaggio in occasione del Congresso internazionale promosso nel 150.mo anniversario di nascita di Maria Montessori, 23 de octubre de 2021. El Congreso fue postergado un año a causa de la pandemia.

  2. Cfr C. Maurizio, «Montessori nel mondo: quante sono e dove sono le scuole», en Tecnica della scuola (www.tecnicadellascuola.it/montessori-nel-mondo-quante-sono-e-dove-sono-le-scuole), 1 de septiembre de 2020.

  3. F. De Giorgi, «Rileggere Maria Montessori. Modernismo cattolico e rinnovamento educativo», en M. Montessori, Dio e il bambino e altri scritti inediti, Brescia, Morcelliana-Scholé, 2020, 5.

  4. M. Montessori, «La solidarietà umana nel tempo e nello spazio», en La formazione dell’uomo nella ricostruzione mondiale. Atti dell’VIII Congresso Internazionale Montessori presieduto da Maria Montessori (San Remo, 22-29 de agosto de 1949), Roma, Ente Opera Montessori, 1950, 195.

  5. Ibid, 196.

  6. Id., «La capacità creatrice della prima infanzia», en La formazione dell’uomo…, cit., 29.

  7. Ibid.

  8. Ibid, 30.

  9. Cfr L. Borghi, Il medico di Roma. Vita morte e miracoli di Guido Baccelli (1830-1916), Roma, Armando, 2015, 238.

  10. Después de 1870 se recibieron otras dos mujeres en medicina: Ernestina Paper en Florencia (1877), y Anna Kuliscioff en Nápoles (1887). Cfr ibid, 238.

  11. Véase la descripción en M. Montessori, Il segreto dell’infanzia, Milán, Garzanti, 1950, 150-162.

  12. Don Sturzo, líder del Partido Popular y alcalde de Caltagirone, conoció a Montessori, apreció su método y dejó un interesante testimonio. En particular, declaró que ningún prejuicio anticristiano estaba en la base de su enseñanza. Cfr F. De Giorgi, «Rileggere Maria Montessori…», cit., 20 s.

  13. M. Montessori, Il metodo della pedagogia scientifica applicato all’educazione infantile nelle Case dei Bambini, Città di Castello (Pg), S. Lapi, 1909. La obra fue dedicada a la familia Franchetti. En 1912, la versión inglesa de El Método se publicó en Estados Unidos, donde tuvo un éxito rotundo: varios profesores vinieron a Italia para visitar las Casas de Niños y conocer su aplicación. El método se tradujo a 36 idiomas y apareció en 58 países (cfr F. De Giorgi, «Rileggere Maria Montessori…», cit., 43).

  14. P. Giovetti, Maria Montessori. Una biografia, Roma, Edizioni Mediterranee, 2009, 54.

  15. Sobre el material, escribe: «Realicé mis experimentos con niños con deficiencias en Roma y los eduqué durante dos años. Seguí el libro de Edouard Séguin, y también atesoré las admirables experiencias de Itard: también tuve un material didáctico muy rico hecho a base de estos textos» (M. Montessori, Il metodo della pedagogia scientifica…, cit., 31).

  16. M. Montessori, La mente del bambino, Milán, Garzanti, 2017, 14.

  17. Id., Il metodo della pedagogia scientifica…, cit., 63. Cfr «Lo spauracchio della disciplina», en Id., Educazione per un mondo nuovo, Milán, Corriere della Sera, 2018, 124-135.

  18. En las paredes de todas las habitaciones de las Casas de Niños había una reproducción de la Virgen de la Silla de Rafael, que es casi su símbolo.

  19. M. Montessori, Il segreto dell’infanzia, cit., 262.

  20. G. Della Valle, «Le “Case dei Bambini” e la “Pedagogia scientifica” di M. Montessori», en Rivista Pedagogica 4 (1911/2) 71; 73.

  21. «Una nuova riforma edilizia e pedagogica», en Civ. Catt. 1910 I 86 s.

  22. «Il metodo Montessori», en Civ. Catt. 1911 I 201. Cfr la reseña del volumen en inglés, ibid, 1922 I 357 s.

  23. «La “Casa dei Bambini” della Montessori e l’“autoeducazione”», en Civ. Catt. 1919 II 219 s. Véase también M. Barbera, L’ educazione nuova e il Metodo Montessori, Milán, Àncora, 1946, 135-141.

  24. Cfr F. Meda, «Il Metodo Montessori», en Vita e Pensiero 13 (1922) 666-678. En particular, el autor escribe: «La Iglesia parece ser casi el fin de la educación que el método se propone proporcionar» (ibid, 674).

  25. Cfr P. Giovetti, Maria Montessori…, cit., 76.

  26. Cfr S. Cavalletti, «Prefazione» a M. Montessori, I bambini viventi nella Chiesa. La vita in Cristo. La Santa Messa spiegata ai bambini, Milano, Garzanti, 1970, 5 s. En este volumen se publicaron tres libros juntos: el primero es de 1922; el segundo, de 1931; el tercero, que apareció primero en inglés en 1932 y luego en italiano, es de 1949. Del método Montessori surgió la «Catequesis del Buen Pastor»: cfr S. Cavalletti, Il potenziale religioso del bambino. Descrizione di un’esperienza con i bambini da 3 a 6 anni, Roma, Città Nuova, 1979; Id., Il potenziale religioso tra i 6 e i 12 anni, ibid, 1996; G. Pani, «La catechesi del “Buon Pastore”», en Civ. Catt. 2020 III 160-169.

  27. M. Montessori, La scoperta del bambino, Milán, Garzanti, 1950, 324 s.

  28. Id., Il metodo della pedagogia scientifica…, cit., 64.

  29. Cfr M. Barbera, L’ educazione nuova e il Metodo Montessori, cit., 133 s.

  30. B. Vespa, Donne d’Italia. Da Cleopatra a Maria Elena Boschi storia del potere femminile, Milán, Mondadori, 2015. Véase en particolar G. Marazzi, «Montessori e Mussolini: la collaborazione e la rottura», in Dimensioni e problemi della ricerca storica 13 (2000/1) 177-195.

  31. Cfr P. Giovetti, Maria Montessori…, cit., 78.

  32. Rosa y Carolina Agazzi fueron pedagogas que se inspiraron en Foebel y la estructura de los Kindergarten: cfr ibid, 76.

  33. Cfr Atti dell’VIII Congresso Internazionale Montessori presieduto da Maria Montessori…, cit.

  34. Cfr M. Montessori, Come educare il potenziale umano, Milán, Garzanti, 2019.

  35. Cfr Id., Educazione per un mondo nuovo, cit., 12.

  36. Id., «La mente assorbente», in La formazione dell’uomo…, cit., 340.

  37. Ibid, 342 s.

  38. Ibid, 343.

  39. Ibid, 347.

  40. . Honneger Fresco, «Educazione cosmica: un inedito di Maria Montessori», en Il Quaderno Montessori, n. 29, 1951, 61 s.

  41. M. Montessori, «La solidarietà nel tempo e nello spazio», cit., 201; Id., Come educare il potenziale umano, Milán, Garzanti, 2019, 32 s.

  42. Cfr G. Galeazzi (ed.), Educazione e pace di Maria Montessori e la pedagogia della pace nel ’900, Turín, Paravia, 1992: «Debemos recurrir al niño como un Mesías, un salvador, un regenerador de la sociedad. Debemos dominarnos y humillarnos hasta el punto de abrazar tal concepción: y luego ir hacia el niño como los Reyes Magos» (ibid., 56).

  43. M. Montessori, «L’unità del mondo attraverso il bambino», en La formazione dell’uomo…, cit., 532.

  44. Ibid, 529.

  45. Ibid, 535 s. Cfr Id., Educazione per un mondo nuovo, cit., 15: «El hombre nuevo ya no será víctima de los acontecimientos, sino que tendrá la claridad de miras necesaria para dirigir y modelar el futuro de la sociedad humana».

Giancarlo Pani
Es un jesuita italiano. Entre 1979 y 2013 fue profesor de Historia del Cristianismo de la Facultad de Letras y Filosofía de la Universidad de La Sapienza, Roma. Obtuvo su láurea en 1971 en letras modernas, y luego se especializó en la Hochschule Sankt Georgen di Ffm con una tesis sobre el comentario a la Epístola a los Romanos de Martín Lutero. Entre 2015 y 2020 fue subdirector de La Civiltà Cattolica y ahora es escritor emérito.

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