«En el desierto nunca estamos solos»[1]. La frase proviene de un enamorado del Sahara, el Hermano Charles de Jesús, Charles de Foucauld: encarna la esencia de su vida en el desierto, donde vivía en adoración ante el Santísimo Sacramento, su propio «tesoro». Era la presencia y la humildad de Dios, pero también el sacramento del amor. Había elegido «ocupar su lugar lo más cerca posible de Jesús de Nazaret, entre los más pequeños, aunque eso significara estar oculto e permanecer “inútil” en la inmensidad del desierto»[2]. Paradójicamente, en 1916, ese «tesoro» fue la causa de su muerte. Entre los merodeadores … Sigue leyendo Charles de Foucauld
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