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A un año del inicio de la Guerra en Ucrania

Un edificio destruido en Borodianka

El 24 de febrero de 2022, cuando inició la llamada «operación militar especial» para desmilitarizar y desnazificar Ucrania, Putin esperaba conquistar el país «hermano» en 10 días, atacando incluso la capital, Kiev. Pensaba que los ucranianos acogerían a los soldados rusos, procedentes de las regiones más dispares del imperio, como libertadores. Pronto se demostró que esta predicción era totalmente infundada: los ucranianos opusieron una resistencia heroica a los ejércitos rusos, incluso en las regiones donde los rusoparlantes eran mayoría. Un año después de una guerra en la que se han desplegado más de 400.000 soldados en los dos frentes y que ya ha causado unos 100.000 muertos y heridos en cada bando[1], la situación parece dramáticamente estancada. El frente se ha desplazado a la orilla derecha del río Dniéper, donde probablemente se librará la batalla decisiva. Aquí, los dos ejércitos se atacan a diario, lanzando misiles, drones y todo tipo de artillería para ganar pequeños centros -considerados estratégicos – o avanzar unos kilómetros.

Las dos contraofensivas ucranianas en Járkov y Jersón

A partir del verano boreal de 2022, la situación bélica se inclinó decisivamente a favor de Ucrania, tras dos contraofensivas en torno a Járkov, en el noreste, y Jersón, en el sur, que se llevaron a cabo con un mínimo de derrotas y una clara ventaja en cuanto a la recuperación de territorios que habían sido ocupados por los rusos en el primer ataque. En el plano militar, el ejército y la sociedad ucraniana opusieron una tenaz resistencia al invasor y fueron capaces, en varios momentos del conflicto, de repeler los ataques rusos en gran parte del territorio del país, gracias también a las armas enviadas por Occidente, en particular por Estados Unidos. En marzo, ya estaba claro que Putin había fracasado en su primer objetivo bélico, el de ocupar gran parte del territorio ucraniano y establecer allí un régimen controlado por Moscú.

Ni siquiera el segundo objetivo, que acotaba el frente de guerra a la conquista de todo el Dombás y el sur de Ucrania – es decir, la zona que bordea el mar de Azov y el mar Negro – tuvo los resultados deseados. Por el contrario, desde entonces se ha producido un claro avance del ejército de Kiev y un considerable retroceso del ejército de Moscú. Durante el verano, los ucranianos consiguieron dar un vuelco a la situación sobre el terreno y liberar toda la región de Járkov, mientras que en noviembre, los rusos se vieron obligados a retirarse a la orilla derecha del río Dniéper y abandonar la región de Jersón[2]. Esto, después de que se la hubieran anexionado, junto con otras tres regiones, a la Federación Rusa en un falso referéndum celebrado en septiembre.

A pesar de estos fracasos, Rusia ha logrado un objetivo mínimo[3]: crear un enlace terrestre, el llamado «corredor», entre la parte ocupada de Ucrania y Crimea. Esta zona, con la ciudad mártir de Mariúpol en su centro, es estratégicamente importante para Rusia, tanto por el suministro de agua de la península como porque las ciudades portuarias de esta franja de tierra pueden controlar parte del tráfico marítimo del mar de Azov y amenazar el comercio ucraniano[4]. Los estrategas ucranianos han pronosticado en repetidas ocasiones un ataque militar para «romper» el corredor y tomar la ciudad de Melitópol. Al parecer, la inteligencia estadounidense ha bloqueado tal operación, prefiriendo desplazar la línea del frente a las regiones del Dombás. Además, según algunos analistas, si Moscú no consigue abrirse paso en otros frentes, podría, en las negociaciones, conformarse con controlar esta parte del territorio. Pero el Gobierno de Kiev no está dispuesto a aceptar tal solución.

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Para compensar los fracasos militares de los últimos meses, los estrategas rusos han optado por atacar, con drones comprados a Irán[5], la infraestructura civil ucraniana. La destrucción de centrales eléctricas y depósitos de combustible en todo el país ya ha dejado a millones de ucranianos a oscuras y con frío. Con la llegada del «invierno general», es decir, del gran frío, la población civil se vería sometida a durísimas pruebas y debería sentirse menos motivada para continuar la lucha. Sin embargo, se ha observado que la población ucraniana ha demostrado ser muy «resiliente», y ha estado dispuesta a soportar severas restricciones, tanto materiales como psicológicas, para apoyar la causa patriótica. Como enseña la historia reciente, «la moral civil es la segunda dimensión de la guerra, y es tan importante como los acontecimientos militares que suelen monopolizar la atención de los medios de comunicación»[6]. Por ello, el gobierno ucraniano se toma muy en serio estos problemas y pide a las potencias occidentales que le ayuden concretamente a limitar los daños.

La guerra en el Dombás

Volviendo al frente bélico, en las últimas semanas se han producido combates simultáneos en el norte y el sur del Dombás, tanto cerca de la pequeña ciudad de Kreminná como en Bajmut, 80 kilómetros más al sur. Si los ucranianos tomaran la primera (aún en manos rusas), podrían penetrar hacia la región de Lugansk[7]. En cuanto a la segunda, los rusos llevan varios meses intentando tomarla a toda costa; si lo consiguieran, serían ellos quienes avanzarían hacia la región de Donetsk. Al parecer, en este paño de tierra, donde ahora no queda nada, se produjo una auténtica masacre de hombres (la «masacre de Bajmut»): los comandantes del grupo Wagner, involucrados en el conflicto, enviaron varias oleadas de soldados inexpertos, que fueron acribillados por las armas ucranianas. Todo ello por un simple cálculo político: el jefe de la fuerza mercenaria, Evgenji Prigozhin, «quiere demostrar a Putin que es el ejército regular más eficaz y, por tanto, más útil»[8], recibiendo, a cambio, lucrativos encargos de diversa índole (como minas de sal en la zona). El 13 de enero, tras seis largos meses de guerra, las milicias del grupo Wagner consiguieron entrar en Soledar, una pequeña ciudad cercana a Bajmut, ahora totalmente arrasada[9]. Este acontecimiento, sin embargo, no cambia el equilibrio militar logrado hasta ahora en el campo.

El ejército ucraniano ha recuperado fuerzas sobre todo desde junio, cuando Estados Unidos envió, tras mucho insistir, los Himars, un sistema de misiles de alcance medio, que alcanzó varios depósitos de municiones rusos y algunos centros de mando y control, permitiendo así el rápido avance primero en el noreste y luego en el sur. Pero Rusia desplazó muchos de estos objetivos fuera del alcance de las baterías Himars. Los generales ucranianos insisten en que su ejército, para liberar el territorio ocupado y ganar la guerra, necesita aparatos más potentes «como los misiles Atacms, que podrían alcanzar objetivos militares al menos al doble de distancia»[10], y alcanzar así territorio ruso. Estados Unidos ha negado hasta ahora el envío de tales misiles, para no desencadenar una peligrosa escalada en el frente bélico. Según algunos, golpear en territorio nacional haría, de hecho, que el gobierno de Moscú se planteara el uso del arma atómica.

En la primera fase de la guerra, los soldados de Putin capturaron todas las ciudades de la región de Lugansk, haciendo retroceder a los ucranianos unos 40 kilómetros. Ahora, los soldados de Kiev avanzan por las mismas carreteras por las que antes habían retrocedido[11]. El 3 de enero, el mando ucraniano anunció también la liberación del islote de Potemkin, en la desembocadura del Dniéper y no lejos de la ciudad de Jersón. Aunque se trata de un pequeño territorio de 20 kilómetros cuadrados, su conquista es importante, porque permite a los ucranianos colocar allí baterías Himars para atacar las posiciones rusas vecinas. Las incursiones de las tropas de Kiev en la orilla controlada por Rusia, en cuya zona se han excavado trincheras, son frecuentes, aunque poco profundas. Los analistas creen que una situación de punto muerto podría durar mucho tiempo, tal vez años[12].

Los preparativos para un nuevo conflicto

El periodo invernal no detuvo la maquinaria bélica, que, aunque a un ritmo lento, siguió avanzando[13]. En las cancillerías occidentales se tiene la sensación de que ha comenzado la cuenta regresiva: dentro de unos meses, o quizá antes, se reanudará la guerra. «Los generales rivales estudian las condiciones del terreno, a la espera de que el hielo sustituya al barro y permita a los tanques correr por las llanuras». Mientras tanto, ambos entrenan a otras tropas: los ucranianos envían a miles de sus hombres a países europeos para que oficiales de la OTAN los adiestren en el uso de las nuevas armas que pronto recibirán; los rusos entrenan a nuevos reclutas – algunos hablan de una nueva movilización parcial – e intentan reconstituir las brigadas diezmadas en los últimos meses de la guerra. Los observadores discuten sobre quién atacará primero: se especula con la posibilidad de que Putin ponga en marcha una «operación tridente»[14], utilizando Bielorrusia como base y concentrando el esfuerzo en dirección a Járkov o Kiev. También se baraja la posibilidad de que Volodymyr Zelensky, una vez que haya recibido el armamento prometido por la OTAN, dé el primer paso, apuntando a Zaporizhzhia o Melitópol, para cortar el «corredor». Los analistas creen que en este caso ningún ejército lograría la victoria definitiva y que el próximo enfrentamiento podría ser una matanza inútil. Como afirma una editorial de Foreign Affairs, Rusia podría ser la perdedora de este enfrentamiento, entre otras cosas porque el Kremlin ya no tendría peones que mover y su sistema de poder se vería sacudido hasta sus cimientos[15]. Esta predicción, teniendo en cuenta el curso de la guerra, no parece del todo infundada.

Mientras tanto, el 21 de diciembre, Zelensky voló a Washington para pedir al presidente Biden nuevos fondos y armamento más potente para utilizar en la guerra contra Rusia. Peticiones que fueron plenamente atendidas. Esto significa que Estados Unidos, más allá de las diferencias entre demócratas y republicanos en política interior, tiene la intención de apoyar la causa de Ucrania política, militar y económicamente.

En una entrevista concedida al semanario británico The Economist el 15 de diciembre de 2022, el general ucraniano Valery Zaluzhny, a la pregunta de si era posible ganar la guerra contra Rusia, respondió rápidamente: «Sé que puedo derrotar a este enemigo. Pero necesito recursos. Necesito 300 tanques, 600 vehículos de combate, 500 obuses»[16]. Este llamado fue rápidamente escuchado por la mayoría de las cancillerías occidentales. A principios de enero, Estados Unidos prometió enviar 50 vehículos Bradley M2A2 lo antes posible: estos forman parte de un paquete de ayuda militar de más de 3.000 millones de dólares, el mayor concedido hasta ahora por los norteamericanos. Además, dentro de unos meses se entregarán sistemas de defensa Patriot, muy eficaces para interceptar misiles de crucero enemigos[17]. Francia ha prometido un cierto número de vehículos de combate, mientras que Alemania ha prometido enviar 40 Marder, pero se ha negado a suministrar por el momento los tan solicitados carros de combate Leopard 2: en primer lugar, para no privarse de estas potentes herramientas militares, y en segundo lugar, para evitar una posible escalada del conflicto[18]. El Reino Unido prometió enviar varios tanques de nueva generación, los Challenger 2; y Polonia aceptó entregar sus tanques y demás material bélico lo antes posible.

En el frente armamentístico, la situación cambió en las semanas siguientes. El 20 de enero se celebró en Ramstein una importante reunión sobre el rearme de Ucrania entre el llamado «grupo de contacto», formado por el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, y 53 ministros y funcionarios de los países que apoyan a Kiev. En un vídeo, el Presidente Zelensky lo dejó claro: «No podemos esperar, no podemos disminuir el paso: el tiempo se ha convertido en un arma clave»[19], entre otras cosas porque Rusia se está «reagrupando» para una nueva ofensiva. Lo que el Presidente exigió a los aliados occidentales son tanques (al menos 300), especialmente alemanes, y misiles de largo alcance. Austin declaró que Estados Unidos seguirá suministrando armamento a Ucrania «mientras sea necesario», y pidió a los países aliados que hicieran lo mismo. El nuevo ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, confirmó su disposición a ofrecer los vehículos blindados Marder y los misiles Patriot, pero no los Leopard 2, afirmando: «Hay que sopesar los pros y los contras de decisiones tan importantes»[20]. Pero el 25 de enero, después de que la Casa Blanca anunciara que enviaba sus tanques Abrams, el gobierno federal alemán decidió enviar sus tanques Leopard 2, dando también permiso a los 12 países que los habían comprado en el pasado – como Polonia y Finlandia – para transferirlos a Ucrania. Según varios observadores, este armamento podría cambiar el curso de la guerra, pero también ampliar el conflicto, desencadenando consecuencias imprevisibles[21].

Esta intención de los países occidentales de apoyar a Ucrania en la guerra contra Rusia se basa en la convicción de que ceder hoy ante el Kremlin, como ocurrió en 2014 cuando Putin atacó Ucrania por primera vez, solo prepararía el terreno para el siguiente conflicto, uno que también podría afectar a otras naciones. Sin embargo, todos los aliados occidentales están firmemente decididos a no extender el conflicto a la OTAN. Por tanto, «las armas occidentales seguirán fluyendo hacia el Este y el gas ruso no volverá a fluir hacia Occidente en grandes cantidades […]. Sin embargo, mientras Ucrania avance en los campos de batalla, la determinación europea perdurará»[22].

Rusia también se ha estado rearmando en los últimos meses, además de entrenar a los jóvenes reclutas llamados al frente. Según algunas fuentes de inteligencia occidentales, sus municiones están empezando a agotarse y ha recurrido a Corea del Norte para abastecerse de armas. Sin embargo, según otros, Putin dispone de munición suficiente para «luchar durante al menos un año, si no más». De acuerdo a un tercer grupo, la industria armamentística rusa estaría ocupada fabricando armas nuevas y más eficaces. Hay varias hipótesis para explicar los distintos puntos de vista: la más convincente es la que considera que existe «una diferencia en el conteo de los diversos tipos de munición»[23], en particular, según un criterio típicamente estadounidense, si se trata de municiones ya fabricadas, fiables y eficaces. En cualquier caso, cabe señalar que en los ataques con misiles contra territorio ucraniano desde el comienzo de la guerra, el ejército ruso ha utilizado gran parte de su potencial bélico, agotando así sus arsenales. Además, Putin ha mostrado recientemente nuevos y más potentes equipos bélicos que puede utilizar. No se puede olvidar, por otra parte, que Rusia es una de las principales potencias atómicas y que tiene una disponibilidad de bombas atómicas tácticas muy superior a la de la OTAN.

El nudo de Crimea

Tras las dos contraofensivas victoriosas en Járkov y Jersón, Ucrania se encontraba, militarmente hablando, en una posición ventajosa frente a Rusia. El frente de guerra se desplazó entonces al Dombás, donde el enfrentamiento, a lo largo de toda la línea de contacto (unos 800 km), sigue siendo muy fuerte. Sin embargo, es posible que la situación cambie. Ambos ejércitos se están rearmando para la «batalla de primavera», que podría incluso adelantarse[24]. Queda la cuestión de Crimea. Se ha señalado que las «carreteras» que conducen a esta península (de gran importancia estratégica) están ahora al alcance de la potencia de fuego del ejército ucraniano, y lo estarán mucho más cuando Kiev reciba el armamento prometido por algunos países de la OTAN. Muchos se preguntan si Kiev atacará Crimea. La cuestión es de gran importancia.

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El 24 de noviembre, Zelensky declaró que el ejército ucraniano está luchando para liberar «todo el territorio nacional», incluidas las zonas ocupadas por Putin en 2014. Esta declaración refleja la voluntad de la mayoría de la población ucraniana, pero no la estrategia de la mayoría de los países occidentales, que no desean una escalada de la guerra en curso. De hecho, temen que una operación para recuperar Crimea pueda llevar a Rusia al umbral de una guerra nuclear, que, de momento, nadie dice querer[25].

No hay que olvidar que incluso la historia reciente enseña que una fuerza de ocupación difícilmente puede mantener la península. Los estrategas de Moscú, para asegurarse el control del corredor que conecta la Rusia continental con Crimea, han acuartelado y ampliado recientemente las líneas defensivas de la región para repeler un posible ataque ucraniano. Además, los expertos militares afirman que la topografía de la zona no ayudará al ejército de Kiev. Tomar la península suele requerir atravesar franjas muy estrechas de tierra y pantanos. Algunos estrategas ucranianos creen que, además de un asalto frontal, habría otras formas de tomar la península, como desembarcos marítimos (o anfibios) y ataques aéreos. El dominio naval de los rusos podría contrarrestarse con «golpes asimétricos»[26] indefinidos. Pero el verdadero problema podría ser de otro tipo: es decir, que una gran parte de la población de Crimea – después de 2014, con una amplia mayoría rusa – estaría con Moscú y no con Kiev. Hay que recordar que, a diferencia de la conquista de ciudades como Járkov y Jersón – posible en parte porque la población rusoparlante de ambas regiones se puso del lado de los ucranianos –, en Crimea el ejército ucraniano probablemente encontraría resistencia por parte de los prorrusos. En resumen, el intento de poner Crimea bajo dominio ucraniano supondría un costoso esfuerzo militar y sólo causaría divisiones con los aliados occidentales que son, de hecho, los que «pagan la guerra de Kiev». Y esto Ucrania, por muchas razones, no se lo puede permitir[27].

Las negociaciones de paz, imposibles

A finales de diciembre de 2022, el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, expresó su esperanza de que a finales de febrero del próximo año pudiera celebrarse una cumbre de paz, que tendría lugar en las Naciones Unidas y contaría con la mediación del Secretario General, António Guterres. «Todas las guerras – dijo – terminan como resultado de las acciones llevadas a cabo en el campo de batalla y en la mesa de negociaciones»[28]. De hecho, incluso Putin ha dicho en varias ocasiones que está abierto a una negociación de paz – que se llevaría a cabo en sus propios términos, como el reconocimiento de las cuatro regiones ucranianas anexionadas en un falso referéndum – con las potencias de la OTAN, en particular Estados Unidos, para volver a trazar un nuevo orden de seguridad en Europa. Mientras tanto, las tropas rusas seguían bombardeando ciudades ucranianas, incluso el día de Navidad. A pesar de las declaraciones públicas de ambas partes o de las supuestas aperturas hacia la posibilidad de negociaciones o de un alto el fuego, la cruda realidad actual es la guerra[29].

Por el momento, las posturas entre ambas partes son sencillamente irreconciliables. Kiev exige que el invasor se retire de todo el territorio nacional, abandonando incluso la parte anexionada en 2014, como Crimea[30]; Moscú exige, como base para iniciar las negociaciones, «soluciones aceptables», como el reconocimiento de los territorios ucranianos anexionados y ocupados militarmente. Una condición, ésta, imposible de aceptar tanto para ucranianos como para occidentales[31]. Putin, por su parte, para salvar su reputación ante el país y justificar una guerra tan desastrosa a nivel militar y económico, debe «traer a casa» al menos una apariencia de victoria; de lo contrario, correría el riesgo de perder las elecciones presidenciales que se celebrarán en marzo de 2024 o, peor aún, de ser «defenestrado» por sus adversarios internos[32]. Ese mismo año también se celebrarán elecciones generales en Ucrania, Estados Unidos y Taiwán. El hecho de que se vote en esos países será crucial para determinar cómo continuará la guerra en los próximos meses. El resultado de esas votaciones, además, podría definir el futuro del orden mundial[33].

En diciembre, dos periódicos de lengua inglesa – el Wall Street Journal y el Spectator – presentaron las propuestas de dos prestigiosos observadores políticos – Boris Johnson y Henry Kissinger – para posibles negociaciones[34]. Ambos coincidían en que Crimea era la verdadera «moneda de cambio» que podría abrir una negociación de paz entre Rusia y Ucrania, pero sólo a condición de que Putin perdiera militarmente la guerra y viera amenazado su poder personal y su vida. Estados Unidos y la UE dicen que cualquier negociación de paz debe ser primero aceptable para Kiev, y luego debe ser el gobierno ucraniano el que proponga la solución mencionada. En una negociación hay que llegar necesariamente a un compromiso, es decir, a concesiones mutuas. En el caso inicialmente previsto, Ucrania perdería Crimea y probablemente parte del Dombás, que ya ha perdido durante ocho años. Rusia, por su parte, perdería mucho más, anulando todos los objetivos de la invasión lanzada en febrero de 2022, con la excepción de la entrada de Kiev en la OTAN. Ucrania seguiría siendo un país independiente y democrático, candidato a la adhesión a la UE y asistido y garantizado militarmente por la OTAN. En otras palabras, se convertiría en un país occidental en el pleno sentido del término, garantizando a su población prosperidad y bienestar económico. Cosas que hoy parecen quimeras. Esta perspectiva, que parece sensata en teoría, es poco probable que se haga realidad a corto plazo y en los términos indicados. Muchos observadores – como el general estadounidense Mark A. Milley – opinan que la guerra no terminará pronto o que es imposible una «solución militar»[35] del conflicto.

Por desgracia, ni los rusos ni los ucranianos están aún dispuestos a deponer las armas. Putin querrá seguir luchando, bien organizando ofensivas masivas e inútiles, bien congelando el conflicto, con el objetivo de impedir que Ucrania entre en la OTAN y se convierta en una democracia occidental normal. El Presidente Zelensky, animado por las victorias en terreno, no puede permitirse ceder territorio, o no reivindicar la integridad territorial del país, como prometió a sus ciudadanos.

Por su parte, también los sostenedores occidentales, en particular los europeos, empiezan a tener problemas para gestionar el consentimiento de sus ciudadanos – tras las subidas de precios de los últimos meses por la falta de petróleo y gas rusos – respecto de la ayuda que se ofrecerá a los ucranianos[36]. Zelensky, hablando en varias ocasiones ante instituciones públicas, explicó a los gobernantes de los países occidentales que proteger la soberanía de Ucrania significaba también defender la libertad en Occidente[37]. No debemos ni podemos olvidar la verdad de estas palabras.

  1. Cfr C. Zunino, «Ucraina, centomila tra morti e feriti per parte. Radiografia della guerra più sanguinosa», en la Repubblica, 11 de noviembre de 2022. Se calcula en 18.000 el número de civiles ucranianos muertos en el conflicto. Sin embargo, el balance oficial registrado por una agencia de la ONU habla de unos 7.000 muertos y 11.000 heridos. Cfr A. Nicastro, «Dnipro, madri, figlie, amiche: tutte le vite stroncate dal missile», en Corriere della Sera, 16 de enero de 2023.
  2. Cfr Ph. Ther, «Cosa aspettarsi dal secondo anno di guerra», en Internazionale, 5 de enero de 2023, 25.
  3. Cfr ibid.
  4. Por el contrario, si Ucrania entrara en el «corredor», cortaría el puente terrestre y retomaría la costa norte del mar de Azov, poniendo incluso Crimea al alcance de su artillería. Así, tendría una ventaja nada desdeñable en las futuras negociaciones de paz.
  5. Estos drones iraníes baratos y de baja calidad son muy ruidosos porque vuelan a baja altura y son fáciles de derribar. Si se lanzan en gran número, como suele ocurrir, pueden ser eficaces para destruir estructuras civiles de diversa índole. Por su parte, los ucranianos no pueden permitirse utilizar su propia munición, que escasea, para contrarrestar el ataque. Zelensky pidió a los países occidentales sistemas de protección contra los drones, que fueron enviados.
  6. Ph. Ther, «Cosa aspettarsi dal secondo anno di guerra», cit.
  7. Cfr D. Raineri, «Donbass, il suicidio di massa imposto dalla Wagner per frenare gli ucraini», en la Repubblica, 30 de diciembre de 2022.
  8. Ibid.
  9. Cfr A. Nicastro, «L’inferno a Soledar. Mosca, “adesso è nostra”», en Corriere della Sera, 14 de enero de 2023.
  10. «Un’offensiva russa incombente», en The Economist, 15 de diciembre de 2022.
  11. Parece que en esta fase de la guerra, los ucranianos se ven favorecidos, entre otras cosas, porque disponen de un mapa digitalizado del territorio – que les ha proporcionado la inteligencia estadounidense – que les permite ver en tiempo real los movimientos y posiciones de cada una de las unidades rusas. Este mapa también se ha utilizado para irrumpir en la región de Járkov, «pero para el Dombás siempre es un asunto diferente, los rusos han preparado muchas líneas de defensa fortificadas y el Gobierno de Putin ha ordenado una movilización masiva en los últimos tres meses precisamente para no ceder más terreno» (D. Raineri, «Donbass, il suicidio di massa imposto dalla Wagner per frenare gli ucraini», cit.).
  12. Cfr Id., «Sulle rive del Dnipro, il “Muro di Berlino” che spezza l’Ucraina», en la Repubblica, 4 de enero de 2023.
  13. Putin, a petición del Patriarca de Moscú, propuso un alto el fuego de 36 horas con motivo de la Navidad ortodoxa, que se celebró el 7 de enero. La propuesta, sin embargo, no fue aceptada por los ucranianos, en la creencia de que sólo era una maniobra de los rusos para mover tropas y avanzar sobre el terreno. De hecho, el ejército ruso llevó a cabo varios bombardeos el día de Navidad.
  14. Cfr G. Di Feo, «Lo scenario: i timori delle cancellerie sulla tenuta del potere di Putin», en la Repubblica, 6 de enero de 2023.
  15. Cfr L. Fix – M. Kimmage, «L’ultima resistenza di Putin. La promessa e il pericolo della sconfitta di Putin», en Foreign Affairs, enero/febrero 2023.
  16. «Volodymyr Zelensky e i suoi generali spiegano perché la guerra è in bilico», en The Economist, 15 de diciembre de 2022.
  17. Cfr S. Mausoor, «Perché i Bradley sono i veicoli da combattimento di cui l’Ucraina ha bisogno», en Time, 9 de enero de 2023.
  18. Cfr «L’Occidente invia veicoli corazzati da combattimento in Ucraina», en The Economist, 6 gennaio 2023. Cabe notar que otros países de la OTAN, como por ejemplo Italia, se comprometieron a enviar material bélico a Ucrania.
  19. G. Sarcina, «Niente tank. Berlino frena ancora», en Corriere della Sera, 21 de enero de 2022.
  20. Ibid. EEUU, además, confirmó la entrega de 2.500 millones de dólares, entre los que se cuentan 90 Strickers y 59 Brandleys.
  21. Cfr P. Valentino, «La Germania invia i Leopard: Scholz la spunta con gli Usa», en Corriere della Sera, 25 de enero de 2023.
  22. Cfr «L’Occidente invia veicoli corazzati da combattimento in Ucraina», cit.
  23. «La Russia sta finendo le munizioni?», en The Economist, 20 de diciembre de 2022.
  24. El 11 de enero, Putin, considerando la gravedad de la situación, nombró jefe de las fuerzas armadas al general Valery Gerasimov, que comandó las operaciones en Crimea en 2014. Dirigirá la ofensiva de primavera, en la que se desplegarán entre 150.000 y 200.000 «mobiks», nuevos reclutas movilizados hace meses por Moscú. Algunos ven en este nombramiento un intento de la cúpula militar de limitar el poder de los líderes wagnerianos comprometidos en el Dombás. Cfr R. Castelletti, «In campo il generale che prese la Crimea», en la Repubblica, 12 de enero de 2023.
  25. Cfr G. Allison, «Come evitare che la guerra in Ucraina diventi nucleare», en Time, 5 de enero de 2023.
  26. «Un tentavo ucraino di riconquistare la Crimea sarebbe sanguinoso e difficile», en The Economist, 27 de septiembre de 2022.
  27. Cfr G. Allison, «Come evitare che la guerra in Ucraina diventi nucleare», cit.
  28. G. Agliastro, «Più guerra che pace», en La Stampa, 27 de diciembre de 2022.
  29. Durante este periodo, Kiev, en respuesta a los bombardeos contra civiles en Ucrania, realizó algunas incursiones en territorio ruso, atacando objetivos militares, como el del aeródromo de Engels (a casi 700 km de la línea del frente), donde Rusia despliega sus bombarderos. De este modo pretendía advertir al enemigo de que sus misiles podían llegar ahora a cualquier parte. Cfr ibid.
  30. El plan de paz, presentado el 23 de diciembre de 2022 por el presidente Zelensky al presidente estadounidense Joe Biden en la Casa Blanca para poner fin a la guerra con Moscú, consta de 10 puntos. Los puntos más significativos son: seguridad frente a la radiación nuclear; seguridad alimentaria; seguridad energética; prisioneros y deportados; integridad territorial (es decir, restablecimiento de las fronteras anteriores a la anexión rusa de Crimea en 2014); retirada de las tropas rusas de los territorios ucranianos; creación de un tribunal especial para los crímenes de guerra rusos e indemnización por todos los daños causados; garantías formales de seguridad de Occidente a Ucrania; y firma de un documento formal de paz. El plan cuenta con el apoyo de Estados Unidos y otros aliados de la OTAN, incluida Turquía. Aunque no fue presentado oficialmente, fue rechazado por Putin, que reiteró su postura de mantener los territorios anexionados y afirmó que sobre esta base no se dan las condiciones mínimas para un diálogo. Cfr www.lavocedinewyork.com/news/primo-piano/2022/12/23/ucraina-il-piano-di-pace-di-zelensky-in-10-punti
  31. Desde hace meses se suceden los contactos a diversos niveles entre altos dirigentes rusos y estadounidenses. En estas reuniones se suelen tratar temas concretos, como el uso de armas nucleares. Uno de los países más expuestos en el frente negociador es Turquía, que a principios de año pidió a Putin que declarara unilateralmente un alto el fuego para facilitar una mesa de negociaciones. Esta propuesta fue rechazada por Moscú. Sin embargo, los dos dirigentes, Erdogan y Putin, discutieron por teléfono algunas cuestiones importantes, como el intercambio de prisioneros de guerra y la continuación del acuerdo sobre cereales previamente acordado. Cfr. G. Pigni, «Tregua imposible», en La Stampa, 6 de enero de 2023.
  32. El ex presidente Dmitri Medvédev considera que Rusia no tiene nada que discutir «con el gobierno títere ucraniano». Según él, la misión histórica de Rusia «es unir al pueblo ruso», mientras que a Occidente le gustaría «dividir a la Rusia histórica» y debilitarla. «No tenemos nada que discutir ni nadie con quien hacerlo en Occidente», declaró. En su opinión, para iniciar un diálogo constructivo, debe pasar una generación de políticos. Cfr A. Zafesova, «Lo Zar “mediatore” e Medvedev il duro: Mosca si scopre sempre più vulnerabile», en La Stampa, 27 de diciembre de 2022.
  33. Cfr I. Krastev, «Le elezioni potrebbero decidere la guerra», en Internazionale, 13 de enero de 2023.
  34. Cfr www.repubblica.it/esteri/2022/12/15news/ucraina_crimea_pedina_di_scambio-379223642
  35. Cfr A. Nicastro, «Ma il conflitto quanto durerà», en Corriere della Sera, 2 de diciembre de 2022.
  36. Los países europeos que ayudan a Ucrania a continuar la guerra están formados por varios frentes internos, que hasta ahora han mantenido, e incluso aumentado, las sanciones. Putin ha intentado por todos los medios, especialmente suspendiendo los suministros de gas y petróleo, romper esta compactación. Si los Estados individuales rompieran sus compromisos, se correría el riesgo de desencadenar un efecto dominó, jugando así en las mortíferas manos de Putin.
  37. Cfr M. Giannini, «Le democrazie “resilienti” e l’anno zero delle autocrazie», en La Stampa, 31 de diciembre de 2022.
Giovanni Sale
Después de realizar estudios en derecho en 1987 ingresó a la Compañía de Jesús, en la cual fue ordenado presbítero. Desde 1998 es parte del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica. Enseña, además, Historia de la Iglesia Contemporánea en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha trabajado durante años en el Instituto Histórico de la Compañía de Jesús, del que fue su último director.

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