ECONOMÍA

La economía de Francisco y los jóvenes

IDEAS PARA UN FUTURO MÁS HUMANO

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Entre el 19 y el 21 de noviembre de 2020, el Papa Francisco invitó a los jóvenes economistas de todo el mundo a un encuentro para reflexionar sobre el modo de «cambiar la economía actual y darle alma a la economía del mañana»; llamó a un amplio discernimiento común a todos aquellos que iniciaban sus estudios y la práctica de una economía distinta de aquella denunciada en el primer capítulo de la encíclica Fratelli tutti, «una economía que da la vida y no mata, que incluye y no excluye, que humaniza y no deshumaniza, que cuida de lo creado y no lo depreda»[1]. El evento, llevado a cabo en modalidad online a causa del Covid-19, fue promovido por la diócesis y el ayuntamiento de Asís, por el Istituto Serafico di Assisi y por «Economia di comunione» (EdC).

¿Qué características debería tener una economía bien dispuesta a escuchar «el grito de la tierra y de los pobres»? Si queremos que «La economía de Francisco» no se vuelva un slogan vacío, los jóvenes economistas, creyentes o no, deberían afrontar con coraje los problemas que atañen a su disciplina. En las siguientes páginas recordaremos, ante todo, que la economía se basa necesariamente en cifras, y que cada cambio de paradigma económico requiere de una reapropiación, por parte de los jóvenes economistas, de estas cifras y de todos los datos a nuestra disposición. Luego mostraremos que algunos de los grandes principios apreciados por el Papa Francisco son además óptimos criterios para reformar la economía mundial. Finalmente, presentaremos el ejemplo concreto de una iniciativa que ilustra el espíritu de discernimiento al que el Papa nos invita. Las observaciones que siguen no pretenden sustituir este discernimiento colectivo, sino, al contrario, llamar la atención sobre algunos puntos fundamentales, necesarios para ayudarnos a todos nosotros en esta experiencia espiritual.

Pobreza y desigualdad

«La inequidad es raíz de los males sociales» (Evangelii gaudium [EG], n. 202). Es a partir de esta afirmación que debe comenzar toda reflexión sobre una economía diferente. «El mundo es rico y, sin embargo, los pobres aumentan a nuestro alrededor». Si bien es cierto que el ingreso medio anual alcanza los 12.000 dólares por persona, «cientos de millones de personas aún están sumidas en la pobreza extrema y carecen de alimentos, vivienda, atención médica, escuelas, electricidad, agua potable y servicios de saneamiento adecuados e indispensables»[2].

Este tipo de consideraciones ha motivado discusiones acaloradas. En el Foro de Davos, por ejemplo, en enero de 2019, diversos participantes sostuvieron que el número de «pobres» había disminuido en las últimas décadas y concluían con un vibrante llamado a apoyar la globalización de los mercados: posición que el Papa Francisco rápidamente criticó. Parte del debate y de las animadas discusiones surge de la diversidad de criterios con que se mide la pobreza.

Incluso si restringiéramos la discusión a la pobreza monetaria – lo que implicaría limitarla bastante, puesto que esa no es la única dimensión de la existencia humana que debería ser tomada en cuenta -, el umbral de pobreza convencional (equivalente al poder adquisitivo de 1,90 dólares al día, en Estados Unidos, en 2011) es inaceptable: todos los parámetros demuestran que vivir con una media de dos dólares al día implica estar expuesto a malnutrición, a falta de educación y a una tasa de mortalidad muy alta. Muchos economistas sostienen que debe aumentarse el umbral hasta los 7,40 dólares al día[3]. Pero aunque así fuera, el número de personas que vive con menos de 7,40 dólares al día ha aumentado notablemente desde los años ochenta, hasta alcanzar hoy la cifra total de 4.200 millones de personas. Además, todos los datos que han registrado una mejora de tal situación son atribuibles a China y nada deben al «Washington Consensus»[4].

También está en curso un encendido debate sobre el tema de la desigualdad[5]. El índice de Gini, comprendido entre 0 y 1, mide la desigualdad de ingresos: mientras más alto es el índice, más desigual es la sociedad. Medida con respecto a este índice, la disparidad de ingreso en el mundo ha caído, según el Banco Mundial, del 0,63 en 1960 al 0,47 en 2013[6]. Pero este es un análisis que exige mucha cautela, debido a los diversos factores que se examinan. En efecto, tal reducción de la desigualdad entre las naciones es compatible con el aumento de la desigualdad al interior de casi todos los países. Y la explosión de las desigualdades al interior de cada país es un fenómeno muy bien documentado[7].

En segundo lugar, la mayor parte de esa mejora se debe a China y, en menor medida, a la India: si calculáramos el índice de Gini del Planeta excluyendo a China, notaríamos que se ha pasado desde 0,50 en 1980 a 0,58 en 2005.

En tercer lugar, el índice de Gini considerado hasta ahora es relativo. La percepción de las desigualdades por parte de los ciudadanos es más sensible a las desigualdades absolutas que a las diferencias relativas. Afortunadamente, existe también un índice de Gini que mide las diferencias absolutas de riqueza; pero el «Gini absoluto» del Planeta ha aumentado desde 0,57, registrado en 1988, al 0,72 en 2005, no obstante el progreso alcanzado por Beijing. En otras palabras, no estamos viviendo una convergencia que anuncia la llegada de una sociedad mundial más igualitaria, sino lo contrario.

Hemos mencionado estas polémicas absurdas para recordar que, con demasiada frecuencia, la reflexión económica es un monopolio de expertos que animan discusiones de las que la mayor parte de los ciudadanos se siente excluida. La pertinencia de las preguntas planteadas por el Papa nos permite comprender que la mayoría de las veces un «conocimiento» superficial nos aleja del sentido común. Este es un argumento particularmente delicado cuando se trata de construir e interpretar los datos con los que trabajan economistas y tomadores de decisiones. Basta pensar en su baja fiabilidad en los análisis que conciernen al continente africano[8]. Se requieren realmente grandes esfuerzos si queremos que la economía esté al servicio del bien común.

El Papa Francisco ha criticado la teoría del trickle-down, según la cual el aumento de la riqueza de pocos beneficiaría a todos. Esta teoría ha sido empíricamente invalidada, como acabamos de ver, y ni siquiera cuenta con bases analíticas[9]. Ella sostiene que aumentar la riqueza en la cúspide de la pirámide social favorece el ahorro y con ello la inversión, el crecimiento y la riqueza para todos. Todas estas implicancias son falsas, porque no es el ahorro el que financia la inversión, sino la creación de créditos por parte del sector bancario[10].

Es precisamente a este poder de creación monetaria que hacía referencia la encíclica de Pío XI Quadragesimo anno, de 1931, en la que se preveía la necesidad de regulación de este proceso. Una invitación que ha sido renovada recientemente también por parte del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral[11]. Actualmente, la mayor parte de los ahorros se invierte en los mercados financieros o en el sector inmobiliario, alimentando así dos burbujas especulativas que juegan un rol decisivo en la agudización de la desigualdad y aceleran de hecho la gentrificación[12] de las metrópolis.

En segundo lugar, el crecimiento del PIB no solo no implica la reducción de la pobreza, tampoco coincide necesariamente, al menos en los últimos treinta años, con la creación de nuevos puestos de trabajo. Hemos sido capaces de inventar el «crecimiento sin trabajo», o acompañado de trabajos tan precarios que incluso en Europa apareció una nueva categoría: la del empleado pobre que, a fin de mes, acude a los comedores sociales.

Las preguntas dirigidas por el Papa Francisco a la comunidad de economistas, financieros y empresarios, nos exigen una reflexión profunda en un momento en que la economía convencional está en crisis. Como ha escrito el Premio Nobel de Economía Paul Romer, en los últimos treinta años hemos asistido a una «regresión intelectual» en macroeconomía[13]. El ex Economista Jefe del Banco Mundial evoca «modelos postreales» para describir los instrumentos utilizados por la mayor parte de los economistas en las principales instituciones internacionales.

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De la misma manera, Olivier Blanchard, poco después de haber dejado su puesto de Economista Jefe del Fondo Monetario Internacional, ha escrito que los modelos DSGE – los más comúnmente usados hasta hace poco tiempo – son «decididamente falsos»[14]. Los modelos que utilizamos con mayor frecuencia no incluyen el dinero, desconocen al existencia de la deuda, postulan que la desocupación es voluntaria y presumen que se puede producir riqueza sin energía. Estos modelos evidentemente no estaban en condiciones de prever la gran crisis financiera ocurrida en 2008 y continúan realizando previsiones fantasiosas sobre el impacto real del calentamiento global y del colapso de la biodiversidad. Algunos economistas habrían incluso concluido que «un siglo de cambio climático no es probablemente peor que la pérdida de una década de crecimiento económico», y que por lo tanto «existen problemas que el género humano debe afrontar que son más grandes que el cambio climático»[15].

Estas afirmaciones, y los análisis que las acompañan, contrastan con la encíclica de Francisco Laudato si’ y con las aspiraciones más profundas de la «generación Greta Thunberg». Más aún, se podría decir que la mayor parte de los economistas convencionales constituye un obstáculo a la reconstrucción ecológica y social de nuestra sociedad.

«Todo está conectado»

Si los jóvenes quieren reconstruir una economía que nos ayude a comprender el mundo real bajo la perspectiva de una reorientación hacia el «bien común y la paz social» (cfr EG 217-237), los cuatro principios enunciados por el Papa en Evangelii gaudium pueden ser una interesante fuente de inspiración[16].

Primero, «el todo es superior a la parte» (cfr EG 234-237). Esto significa que el bien común de todo el mundo no puede reducirse a la defensa de los intereses de pocos, y que por tanto al nivel del «todo» pueden ocurrir eventos no deducibles de la «parte». En economía, la interacción de millones de actores produce cada día efectos agregados en los precios, en la demanda y en la oferta, que no pueden deducirse del comportamiento de un individuo. Tomar en serio la complejidad del mundo real requiere tomar consciencia de que pueden surgir fenómenos nuevos e imprevistos, y ello ocurre en economía como en el resto de las ciencias.

Sin embargo, el programa de economía convencional definido como «individualismo metodológico», enseñado en todas las universidades del mundo, se contrapone a tal concepción y continúa actuando como si el todo no fuera en rigor nada más que la suma de las partes. Muchos de nuestros modelos continúan alimentando la absurda premisa según la cual nuestras economías están pobladas de consumidores individuales o de empresas individuales, lo que vuelve imposible, por ejemplo, estudiar rigurosamente las deudas privadas, mientras estas, por el contrario, juegan un rol decisivo en la depresión deflacionaria que estamos viviendo hoy.

Segundo, «el tiempo es superior al espacio» (cfr EG 222-225). Para que se lo desee, el bien común requiere tiempo, discernimiento y diálogo. Quiere decir que el «corto plazo» impuesto por los mercados financieros no puede constituir un horizonte legítimo para el proceso de toma de decisiones económico. La transición ecológica, en particular, requiere de inversiones de varias décadas. Para respetar el tiempo, los mercados financieros deben ser regulados de forma que el Estado y los inversionistas tomen en cuenta un horizonte temporal de largo plazo.

Las intuiciones del Papa Francisco implican también que el tiempo, como tal, es un elemento fundamental en cada decisión económica. Sin embargo, la mayor parte de nuestros razonamientos económicos se basa en la ficción de un equilibrio estático y no considera ninguna dinámica de desequilibrio seria. Desde este punto de vista, la economía exhibe un retraso de más de un siglo respecto de todo el resto de las disciplinas científicas, las que en sus análisis toman en cuenta dinámicas no lineales. No sucede esto en la economía convencional, la que prefiere creer que los mercados anticipan perfectamente el futuro, de forma que este último sería completamente deducible a partir del presente. En una visión de este tipo, el tiempo simplemente no existe.

Tercero, «la unidad prevalece sobre el conflicto» (cfr EG 226-230). Con este principio el Papa Francisco quiere invitarnos a buscar siempre la unidad de la Iglesia y, más en general, de nuestros cuerpos sociales, sin descuidar la diversidad.

A pesar de ello, cierta ideología económica ha elevado la competencia de «todos contra todos» al centro del vínculo social. Para esa ideología, encontrar un cónyuge, elegir una profesión, establecer residencia en una ciudad en lugar de otra, son todas decisiones fundamentales que deberían ser reguladas por el «juego» de la competencia, por las leyes de la demanda y de la oferta. Lo que equivale a poner al centro del tejido social la exacerbación del conflicto entre nosotros.

Incluso el concepto de competencia perfecta es, en sí mismo, problemático[17], y las virtudes atribuidas a la mano invisible de los mercados son ilusiones[18]. Si la «mano del mercado» es invisible, es porque no existe. Esta ideología del mercado no es sino una traducción secularizada de la teología cristiana de la providencia, pero una traducción errada: el misterio de la divina providencia nunca quiso decir que podíamos explotar a los más pobres, diciéndoles que no debían preocuparse, porque una fuerza «invisible» se preocuparía de ellos. Al centro del vínculo social se debe poner no la competencia, sino la solidaridad y la fidelidad a los compromisos, sin los cuales ninguna institución es posible. En la teoría de «juegos», aquellos cooperativos son más importantes y relevantes que los no cooperativos[19].

Antes que una antropología atomizada, es la visión del hombre en tanto «ser-en-relación» la que debe imponerse en el centro de nuestra economía[20]. La idea triunfante del homo œconomicus pertenece a otra época, remonta al hombre vitruviano[21]: se piensa en el hombre solo como varón adulto, blanco y en buena salud, aislado del resto del mundo, dotado de conocimientos técnicos que le permiten concebirse a sí mismo en absoluta soledad metafísica. Esta idea antropológica debe ser sustituida por aquella – profundamente bíblica, promovida por las encíclicas de Francisco Laudato si’ y Fratelli tutti – de las mujeres y hombres en relación entre sí, con las generaciones y con la creación. Se trata de una visión antropológica atravesada por la cuestión de la justicia, pues la economía es también una disciplina moral[22]. Una economía atenta a un futuro que no se escribe con «expectativas racionales» – ¡la ilusión de actores privados que anticipan perfectamente el futuro! -, sino que podemos y debemos escribir juntos, aceptando renunciar a nuestros ídolos. ¿Quién podrá construir una economía fundada en esta base?

Cuarto, «la realidad es más importante que la idea» (cfr EG 231-233). Uno de los mayores problemas de la economía convencional es que se basa en modelos que desconocen la realidad material. Ya es tiempo de que la economía tome seriamente en consideración, por ejemplo, la alteración en el ciclo del agua. De acuerdo al World Resources Institute, en 2040 Italia podría no tener más del 80% del actual acceso al agua potable (como España, el Magreb, Sudáfrica, los países andinos, Indonesia, etc.), mientras que en la segunda mitad de este siglo los episodios de hipertermia podrían volver inhabitables algunas zonas de la península, así como los trópicos de los tres principales continentes. El problema de la deuda pública es mucho menos grave que el de la falta de recursos naturales, pues, si los italianos estuvieran obligados a abandonar la península por falta de agua y por un calor excesivo, una cosa sería cierta: nadie pagaría la deuda italiana.

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Es hora de que la economía tome seriamente en consideración también la escasez de recursos minerales no renovables. Así, en colaboración con un equipo de geofísicos, hemos demostrado que el cobre podría alcanzar su máximo de extracción en todo el mundo ya para 2060[23]. Y este es un dato que debería preocuparnos seriamente, porque la infraestructura ligada a la producción de energías renovables consume mucho más cobre que aquella necesaria para la extracción de hidrocarburos fósiles. Por lo tanto, es fundamental que nuestras sociedades aprendan rápidamente a utilizar con atención el cobre y todos los minerales que en el futuro próximo comenzarán a escasear. Lamentablemente, todavía son muy pocos los economistas que aconsejan estas cosas a sus gobiernos.

Finalmente, un último gran principio apreciado por el Papa Francisco podría servir en adelante como criterio guía para la reconstrucción de la economía: «Todo está conectado». La economía no puede seguir practicándose de manera aislada respecto al resto del ámbito académico: debe escuchar a la ética, la sociología, la historia, el derecho y las ciencias políticas, como también a la física, la biología, e incluso a la teología. ¿Por qué a esta última? Porque la economía no puede separarse de la ley, y porque el derecho occidental es el producto del entrelazamiento entre el derecho romano y la teología cristiana, que tuvo lugar durante la revolución gregoriana del siglo XI. La economía contemporánea es la secularización de una mala teología, que se confunde con la filosofía política de John Lock: sus supuestos filosóficos y teológicos deben por tanto someterse a discusión.

Por estas razones, el discernimiento colectivo es más necesario que nunca. Para contribuir a este discernimiento, examinaremos ahora un ejemplo concreto de una iniciativa lanzada por jóvenes economistas brasileños, que prefigura la economía que debemos y queremos promover.

La Alianza Mujer Madre Tierra

En respuesta a la invitación del Papa Francisco a revivir nuevas economías, en Villaggio Agricoltura e Giustizia – uno de los doce grupos creados en el marco de la iniciativa «La economía de Francisco»[24] – se promovió una alianza global para posibilitar el acceso de las mujeres a la tierra, de modo que esta realice plenamente su vocación de diversidad y favorezca el buen vivir de todas las comunidades del mundo.

Más de 2000 jóvenes de todas partes del mundo han respondido al llamado del Papa Francisco a la solidaridad global y al compromiso con la lucha contra la desigualdad. Como se dijo anteriormente, la propagación de la pandemia ha obligado a modificar el calendario, dando lugar a una primera reunión virtual que se realizó en noviembre de 2020, y a una reunión plenaria final que tendrá lugar, también en Asís, en noviembre de 2021.

Entre los muchos proyectos elaborados, síntesis de las aspiraciones de cambio que emergen en Brasil y América Latina, uno, en particular, merece nuestra atención: la Alianza Mujer Madre Tierra. En este proyecto Brasil se ha vuelto un punto de referencia, sobre todo en la articulación social construida alrededor de la iniciativa denominada «La economía de Francisco y Clara» (en honor a Santa Clara, como testimonio del hecho de que la dimensión femenina es estructural a la hora de repensar el futuro del mundo). Más que otros, los jóvenes brasileños fueron capaces de elaborar un pensamiento crítico que abarcara también «la dimensión femenina de la economía» y de establecer una red de relaciones que ha atraído a jóvenes provenientes de otros pueblos y de otros países de Sudamérica.

La Alianza Mujer Madre Tierra busca dar respuestas concretas a la demanda de «Tierra, Techo y Trabajo»[25] para las mujeres de las áreas rurales de Brasil y del mundo; defender su derecho de acceso a los recursos genéticos[26]; y construir relaciones equitativas alrededor de la producción, el comercio y el consumo de alimentos saludables.

Este proyecto se articula principalmente en dos niveles: 1) el fortalecimiento de una agenda global para defender el derecho a la tierra, la soberanía sobre los recursos genéticos y la superación de las desigualdades que limitan el desarrollo pleno de las capacidades de las mujeres; 2) la construcción de alianzas locales para la producción y comercialización del alimento.

Este programa pretende ser un «proceso» de discernimiento, en el que el tiempo cumple un rol predominante. La Alianza Mujer Madre Tierra retoma la agenda acordada en 2014 con los representantes de los Movimientos Populares Mundiales – entre los que se cuentan los Movimientos por las Nuevas Economías -, centrada en los tres pilares «Tierra, Techo y Trabajo», con la voluntad de fortalecer los compromisos adquiridos seis años atrás.

A nivel global, la desigualdad de género es uno de los mayores obstáculos al desarrollo sostenible y a la reducción de la pobreza, como se indica en el documento sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible redactado por la ONU el 25 de septiembre de 2015. El quinto objetivo era «alcanzar la igualdad de género y la autodeterminación de todas las mujeres adultas y jóvenes». El proyecto Alianza Mujer Madre Tierra se configura así como una intervención que puede ayudar a alcanzar ese objetivo, con énfasis particular en el empowerment de las mujeres y en su posibilidad de acceso a la tierra, además del reconocimiento de su rol económico, ecológico y social, esenciales en el ámbito de las comunidades agrícolas locales: cooperación en lugar de una guerra chovinista de los sexos.

A nivel internacional, la Alianza tiene en su agenda la participación en una serie de eventos que se están preparando: por una parte, el Foro Generación Igualdad[27], organizado por UN Women, en el que se presentará un programa con medidas concretas para alcanzar la paridad entre mujeres y hombres para el año 2030; por otra, el próximo Foro Mundial para el Acceso a la Tierra, que varias organizaciones comprometidas en la lucha por el acceso a la tierra están organizando bajo la huella del encuentro anterior en Valencia, en 2016[28]. Esta iniciativa sería propuesta también a otros actores importantes de la escena mundial, sensibles a estos temas: tanto agencias de la ONU (FAO, OHCHR), como organizaciones campesinas del mundo católico (FOCSIV, CIDSE) o internacionales (LVC).

Esta agenda internacional se basa además en un conjunto de acciones locales ligadas a la producción de alimentos, su transformación, comercialización, consumo y posterior manejo de residuos. Muchas de estas iniciativas ya se están realizando y se conciben como estímulos para la construcción de un nuevo sistema agroalimentario; se basan en la promesa fundamental de acortar los circuitos de comercialización a través de actores en red y de soluciones sostenibles y solidarias que ya existen en los territorios, integradas, incrementadas y propulsadas hacia nuevas soluciones que provienen de «La economía de Francisco y Clara».

¿Por qué esta particular atención a las mujeres? Ellas son las principales responsables de la promoción de la soberanía alimentaria. Son ellas las que realizan la mayor parte del trabajo para proteger las semillas locales, el cultivo de huertos y plantas medicinales y la gestión de pequeños animales. Y sin embargo, las mujeres de zonas rurales y sus hijos se encuentran entre los actores sociales más golpeados por el hambre. De acuerdo a la Síntesis de Indicadores Sociales (SIS), publicada en 2019 por el IBGE[29], las mujeres tienen mayores dificultades para entrar en el mundo laboral y para permanecer empleadas; tienen un ingreso más bajo y dependen más que los hombres del trabajo informal.

Precisamente este trabajo – base de la producción y de la reproducción social de las familias y de la sociedad en general – es invisible porque no está monetizado. Esta es una de las razones que explica la mayor incidencia de la pobreza entre las mujeres, sobre todo entre las de color. Según los datos del mismo IBGE[30], en 2018 el porcentaje de mujeres de color o de mulatas en las familias con incidencia de pobreza era igual a 33,5%, mientras que para los hombres blancos era solo de 15,6%.

Otro aspecto relevante tiene que ver con el modo de producir el alimento y de preservar la vida, la socio-biodiversidad y los recursos genéticos: «Todo está conectado». Históricamente excluidas del proceso de modernización agrícola, las mujeres de zonas rurales terminaron siendo las principales custodias de las semillas locales y de las técnicas productivas tradicionales en armonía con el medioambiente. De esta forma, su contribución va más allá de la soberanía alimentaria, extendiéndose también a la soberanía hídrica y energética, y particularmente a la conservación de los recursos genéticos de los territorios.

Las barreras de acceso a la tierra y a los factores de producción y comercialización son algunas de las principales razones que explican la posición subordinada de las mujeres en nuestra sociedad. En varios países del sur del mundo, el acceso a la tierra es un derecho que formalmente se les niega. En los países en los que pueden poseer legalmente la tierra, se las obstaculiza sistemáticamente: desde las dificultades para obtener un crédito para la producción y la compra de terrenos, a la discriminación en la herencia, en los registros de propiedad y en las políticas públicas de acceso a la tierra, que frecuentemente las ignoran como propietarias, cuando se realizan reformas agrarias y otras medidas de apoyo a la compra de tierras.

Sobra decir que tales problemas – desigualdad de género, conservación de la biodiversidad, dificultad de acceso al crédito bancario y a la propiedad de la tierra, soberanía alimentaria – son elementos invisibles para los modelos de análisis utilizados por los economistas convencionales. Pero, justamente, «la realidad es más importante que la idea».

La fuerza y la voluntad de los jóvenes de «La economía de Francisco y Clara», y de tantos otros que se unirán al grupo, reside en el cuestionamiento de la economía actual y en la capacidad de promover y articular esfuerzos globales y locales para revertir las desigualdades históricas y estructurales que están afectando la vida de las mujeres y que repercuten sobre todos en la Casa Común. Bajo la guía del Papa Francisco y en respuesta a su llamado, este desafío enorme parece tener un gran potencial[31].

  1. Francisco, «Videomensaje a los participantes en el encuentro “La economía de Francisco – Los jóvenes, un pacto, el futuro, 21 de noviembre de 2020, en http://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2020/documents/papa-francesco_20201121_videomessaggio-economy-of-francesco.html

  2. ID., «Discurso a los participantes del taller “Nuevas formas de fraternidad en la solidaridad, la inclusión, la integración y la innovación”», Casina Pio IV, 5 de febrero de 2020, en vatican.va

  3. El economista Lant Pritchett asume un umbral de 10 dólares. Cfr L. Pritchett, «The World Bank Progresses on Poverty Lines», en www.cgdev.org/blog/world-bank-progresses-poverty-lines

  4. Por «Washington Consensus» se entiende las políticas económicas impuestas a los países deudores de las instituciones nacidas de los acuerdos de Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial).

  5. Cfr G. Giraud – F. Koerreales – C. Poggi, «Les inégalités dans le monde: où en est-on?», en Études 165 (2019/1).

  6. Cfr B. Milanović, Global Inequality: A New Approach for the Age of Glo­balization, Cambridge, Harvard University Press, 2016.

  7. Todavía hoy la mejor base de datos sobre desigualdad es la que elabora el World Income Inequality Database (Wiid, Danimarca): cfr www.wider.unu.edu/project/wiid-world-income-inequality-database/. Véase también J. Choi et Al., «A Com­parison of Major World Inequality Data Sets: LIS, OECD, EU-SILC, WDI and EHII», en L. Cappellari – S. Polachek – K. Tatsiramos (edd.), Income Inequality Around the World, Bradford, Emerald Group Publishing Limited, 2016, 1-48.

  8. Cfr M. Jerven, Poor Numbers: How We Are Misled by African Development Statistics and What to Do about It, New York, Cornell University Press, 2013.

  9. Cfr International Monetary Fund, «Causes and Consequences of Income Inequality: A Global Perspective», 1 de junio de 2015, en www.imf.org/sdnsdn1513

  10. Cfr G. Giraud, Transizione ecologica. La finanza a servizio della nuova frontiera, Verona, Emi, 2015.

  11. Cfr Congregación para la Doctrina de la fe – Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral, Œconomicae et pecuniariae quaestiones. Consideraciones para un discernimiento ético sobre
    algunos aspectos del actual sistema económico y financiero,
    6 de enero de 2018, en https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20180106_
    oeconomicae-et-pecuniariae_sp.html

  12. La gentrificación es la transformación de los barrios populares en zonas residenciales de valor.

  13. Cfr P. Romer, «The Trouble With Macroeconomics», en https://paul-­romer.net/the-trouble-with-macro

  14. Cfr O. Blanchard, «Do DSGE Models Have a Future?», en Peterson Institute for International Economics – Policy Brief, 16 de noviembre de 2016.

  15. R. Tol, «The economic Impacts of Climate Change», en Review of Environmental Economics and Policy 12 (2018/1) 6. Cfr M.-N. Woillez et Al., «Economic impacts of a glacial period: a thought experiment to assess the disconnect between econometrics and climate sciences», en Earth System Dynamics 11 (2020/4) 1-14.

  16. Cfr L. Taylor, Reconstructing Macroeconomics. Structuralist Proposals and Critiques of the Mainstream, Cambridge (Ma), Harvard University Press, 2004; E. Bovari et Al., «Coping With Collapse: A Stock-Flow Consistent Monetary Ma­crodynamics of Global Warming», en Ecological Economics, n. 147, 2018, 383-398. La red INET (Institute for New Economic Thinking) propone interesantes iniciativas que apuntan en esta dirección.

  17. Cfr A. Mas-Colell – W. Hildebrand, The Cournotian foundations of Walrasian equilibrium theory: an exposition of recent theory, Cambridge, Cambridge University Press, 1983; G. Giraud, «Strategic market games: an introduction», en Journal of Mathematical Economics, n. 39, 2003, 355-375.

  18. Cfr G. Giraud – A. Pottier, «Debt-Deflation versus the Liquidity Trap: the Dilemma of Nonconventional Monetary Policy», en Economic Theory, n. 62, 2016, 383-408.

  19. Cfr G. Giraud, La théorie des jeux, Paris, Flammarion, 2000.

  20. Cfr, por ejemplo, H. L’Huillier et Al., «Crisis and relief in the Niger Delta (2012-13): assessment of the effects of a flood on relational capabilities», en Oxford Development Studies 46 (2017/1) 113-131.

  21. El adjetivo “vitruviano” procede de un dibujo de Leonardo da Vinci conocido como “El Hombre de Vitruvio”, elaborado hacia 1490. Se trata de uno de los dibujos más famosos de Leonardo y representa a un hombre desnudo con las extremidades abiertas limitado por una circunferencia y un cuadrado. Es un estudio sobre las proporciones ideales del cuerpo humano desde la concepción del Renacimiento (Nota del traductor).

  22. Cfr G. Giraud, «Why Economics is a Moral Science: Lifting the Veil of Ignorance in the right direction», en K. Basu – R. Hockett (ed.), Law, Economics and Conflict, New York, Cornell University Press, 2020.

  23. Cfr O. Vidal et Al., «Global Trends in Metal Consumption and Supply: The Raw Material-Energy Nexus», en Elements 13 (2017/5) 319-324.

  24. www.francescoeconomy.org

  25. Cfr «America/Argentina. Terra, tetto, lavoro ed enciclica “Fratelli tutti” in tempo di pandemia: incontro virtuale dei movimenti popolari», en www.fides.org/news68871

  26. Según lo previsto en la Convención sobre la Diversidad Biológica (CBD) y en el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y Agricultura.

  27. Cfr «Forum Génération Égalité (2021)», en www.diplomatie.gouv.fr/fr/politique-etrangere-de-la-france/la-france-et-les-nations-unies/forum-generation-egalite-2021

  28. Cfr «World Forum on Access to Land 2016», en www.agter.org/bdf/en/thesaurus_dossiers/motcle-dossiers-136.html

  29. Cfr Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE), Síntese de Indicadores Sociais. Uma Análise das Condições de Vita da População Brasileira, en www.ibge.gov.br/estatisticas/sociais/saude/9221-sintese-de-indicadores-sociais.html

  30. Ingreso familiar per capita inferior a 5,50 USD PPP al día.

  31. Este artículo fue escrito en colaboración con Andrei Thomaz Oss-Emer, filósofo, MSc Universidad Federal de Pelotas, Brasil; Lea Vidigal, jurista, PhD Universidad de San Pablo, Brasil; Lilian de Pellegrini Elias, PhD economista, Universidad Estatal de Campinas, Brasil; Luiza Dulci, socióloga, PhD Universidad Federal Rural de Río de Janeiro, Brasil; Valentina Cattivelli, economista, PhD Universidad Católica Piacenza-Milano, coordinadora del Villaggio Agricoltura e Giustizia; Elisabetta Basile, economista, PhD Universidad La Sapienza, Roma, miembro senior del Villaggio Agricoltura e Giustizia; Paolo Groppo, especialista regímenes agrarios FAO (R), miembro senior del Villaggio Agricoltura e Giustizia.

Gaël Giraud
Es un economista y jesuita francés. Es Director de Investigación del Centre National de la Recherche Scientifique, en Francia, y Director del Programa de Justicia Ambiental de la Universidad de Georgetown (Washington, D.C). Trabajó durante cinco años como economista jefe en la Agencia Francesa de Desarrollo. Es autor de varios libros de referencia, entre ellos Ilusión financiera, Sal Terra.

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