FILOSOFÍA Y ÉTICA

Interpretar la Realidad

UN TEXTO INÉDITO DE JORGE MARIO BERGOGLIO

Photo by Steve Johnson on Unsplash

El escrito, mecanografiado e inédito, se puede datar entre finales de 1987 y mitad de 1988, mientras Bergoglio trabajaba en su tesis sobre Romano Guardini y le preocupaba la cuestión del uso del análisis marxista en la interpretación de la realidad como un ejemplo de empleo de categorías agotadas, que se muestran rebasadas (desbordadas) por la realidad[1]. Se trata de un conjunto de apuntes destinados a una profundización posterior.

El artículo de Alberto Methol Ferré, que Bergoglio cita al comienzo, plantea cómo, desde la aparición del mundo industrial, a partir de la Revolución Francesa, la Iglesia se plantea vigorosamente las relaciones con la clase obrera. Al comienzo del siglo XIX, con Philippe Buchez[2], nace un socialismo católico, que habría de ser ahogado por el movimiento de pinzas del integrismo intraeclesiástico y del marxismo ateo. Methol Ferré propone una vuelta a las fuentes del socialismo que nació ético y cristiano, una vez agotado el marxismo dogmáticamente ateo y superada, gracias al Concilio Vaticano II, la postura de la Iglesia de criticar al mundo contemporáneo sin asumir sus avances.

Bergoglio se concentra en «el agotamiento de las categorías de interpretación de la realidad» de que habla Methol y esboza estos apuntes en los que busca una «hermenéutica de la realidad» cuyos criterios y categorías no sean meros «parches». Esta categoría, junto con la del desborde (rebasamiento), cobraron importancia a partir del Sínodo para la Amazonia[3].

El escrito de Bergoglio tiene un interés particular en cuanto a su método y contenido. Tal vez alguno se sorprenderá del complejo estilo de argumentación, diferente del que utiliza el Bergoglio Pontífice. En cuanto al método, nos permite ver un modo suyo de pensar, inspirado en varios autores y, al mismo tiempo, capaz de desarrollar elementos propios de modo original. En cuanto al contenido, en el razonamiento se puede seguir la aplicación de sus famosos «cuatro principios»[4]. La idea de que el mejor método es el que mejor se adecua a la realidad («consonancia») está inspirada en Guardini. El uso de la antinomia como modo de expresar poéticamente una realidad que rebasa nuestra intuición y conceptos y que requiere una explicitación creativa es propia de Bergoglio. La teoría de Methol Ferré resulta válida a la hora de interpretar al pueblo y de asumir la modernidad de manera a la vez tradicional y nueva.

Tantas cosas están presentes en este breve escrito, pero lo que se destaca es el vigor de un pensamiento propio, maduro, que se abre paso con libertad de espíritu y creatividad, buscando criterios de interpretación de la realidad que ayuden a pensar y a discernir, evitando, al mismo tiempo, caer en la rigidez y el relativismo.

Diego Fares S.I.

«Hay una perplejidad en el agotamiento de categorías de interpretación que ya no sirven para interpretar los acontecimientos del hoy. Nuestra actualidad histórica rebasa las ideas existentes. Por eso son ideas que ciegan, que no ven. Para mí, en lo que nos atañe, los “cristianos marxistas” montaron un presunto caballo ganador, pero solo estaba dopado. Como dijo Clavel[5]: “los cristianos marxistas por temor de ser los últimos cristianos, en realidad son los últimos marxistas”»[6].

A propósito de esta afirmación, me planteo el problema de la hermenéutica de la realidad.[7]

¿Cómo establecer las pautas de interpretación de la realidad?
¿Cómo establecer su universalidad como pauta interpretativa?
¿El aparato hermenéutico es siempre estable? ¿O es susceptible de padecer mutación?
Si es estable, queda garantizada su universalidad, como principio, pero quedaría cerrado a los nuevos descubrimientos. De ser susceptible de mutación entonces no se podría hablar de una universalidad del hecho hermenéutico.
Por otra parte: ¿el hecho hermenéutico es objeto de metafísica? ¿Se puede hablar de una metafísica de lo hermenéutico?
De ser así, ¿en qué medida participa del ser, que es el objeto de la metafísica? ¿Existe una entidad del hecho hermenéutico? ¿O habrá que considerarlo como una mera relatio? En este último caso: ¿cómo aplicarle la metafísica de las relaciones, al considerarlo como una relatio de causa instrumental del conocimiento sobre la realidad?
Pero, tratándose de aplicar un principio metafísico, ¿de qué «metafísica» lo sacamos?
En este caso, la realidad sería interpretada según la ideología latente en tal o cual metafísica. Por tanto, parecería que el principio interpretativo no puede provenir de fuera de la realidad, sino de ella misma. Pero, en este caso, se cae en un relativismo: cada realidad impone los principios interpretativos que la «abren» al conocimiento. Por otra parte, aquí, ¿no habría una identificación realidad-conocimiento al mejor estilo parmenídeo?

Por otra parte – siguiendo el desarrollo de la crítica del conocimiento (y por tanto, también de las diversas hermenéuticas que se dieron en la historia) – constatamos que se ha progresado y que, si bien hubo sistemas hermenéuticos puramente coyunturales o ideológicos, también es cierto que sistemas hermenéuticos que se consideraban «verdaderos» han sufrido – con el aporte de pensamientos nuevos – cambios sustanciales que posibilitaron una mayor comprensión de la realidad.

1. Al plantearse el problema de la interpretación de la realidad se plantea una problemática cognoscitiva que supone, en la base, la distinción entre realidad y conocimiento. Esto lo doy por supuesto para evitar los escollos del idealismo, de la simple fenomenología, o de la identificación ser-conocimiento.
O sea, aquí se deja de lado todo eso, y se supone que:
a) hay distinción entre realidad y conocimiento,
b) el hombre puede aprehender la realidad, incluso lo mutable y lo sensible; que la fenomenología no se agota en sí misma, que el idealismo es insuficiente, y que todo pan-ontoísmo traiciona la misma realidad del ente.

2. Por tanto, interpretar la realidad no puede consistir en proyectar una idea sobre ella, ni en describir lo fenoménico sin trascendencia del fenómeno mismo, ni tampoco en asumir la inmanencia del pan-ontoísmo, que siempre – como toda gnosis – termina en el panteísmo. Ni idealismo, ni fenomenismo, ni gnosis.

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3. Mi hipótesis es: los principios interpretativos de una realidad han de ser inspirados por la misma realidad, tal cual es.
La realidad que es interpretada y la realidad de quien interpreta. Aquí vale – de algún modo – el ad modum recipientis, pero al revés: ad modum se develantis.[8]
Cada realidad tiene, en sí, su modo de develarse, que nace de las potencialidades mismas de ella. Se devela en consonancia a lo que es.
Es «ser», por supuesto, y se devela como «ser», pero es «ser tal», «ser aquí», «ser ahora», «ser para»… y por tanto se devela como tal, aquí, ahora, para…[9].

4. La explicitación conceptual o simbólica de este develarse debe, pues, estar en consonancia con la realidad del ser.
Por tanto: si hablo del ser en cuanto tal, objeto de la metafísica, o del esse ontológico, la crítica del conocimiento la he de confrontar con él.
Si hablo de tal o cual ser, «en situación», son precisamente las peculiaridades de ese ens (sin negar por supuesto lo anterior, el hecho de que sea esse, y por tanto objeto de metafísica) las que han de inspirar – de alguna manera – las pautas de interpretación, las categorías, la hermenéutica.
La expresión (en cualquiera de sus modos) es como un continente del contenido que es la realidad.
La consonancia entre continente y contenido es un principio de hermenéutica de lo particular.

5. Y es principio de hermenéutica de lo particular porque lo es también de lo universal: es el mismo esse quien marca las pautas de su posibilidad de ser captado.

Rebasamiento (desborde)

6. Cuando una realidad dinámica – un hecho histórico, político, religioso, etc. – es interpretada desde una gnosis o una ideología o una fenomenología, se llega a un «momento» en que la realidad histórica «rebasa»[10], por su dinamismo propio, la interpretación.
Se la encuentra insuficiente[11], se la descubre reductora fruto de una ideología, o sin fundamento como fruto de una fenomenología, o simplemente estáticamente interpretadora como fruto de una gnosis. (Distingo «gnosis» de «ideología», porque aquella tiene un cierto tinte sapiencial que va más allá de la mera explicitación de una idea)[12].
Este hecho de la realidad que rebasa la interpretación se ha visto a lo largo de la historia, y es a lo que se refiere el texto que tomé como punto de partida de esta reflexión.
La realidad se impone sobre la insuficiencia hermenéutica, se devela a sí misma con categorías de crisis, revolución, etc.
La realidad se reivindica a sí misma porque «no es tratada como corresponde»[13]. Hay un dinamismo en la realidad que es capaz de defender su «comprensibilidad» llegado a cierto límite de incomprensibilidad. Esto se da cuando la realidad no es tratada ni aprehendida según sus pautas, sino con pautas que no son consonantes con ella.

Lo concreto y su dimensión de universalidad

7. El ser situado (en tiempo, espacio, etc.), es un ser concreto.
Por otra parte, por participar del ser y de tal o cual modo de ser, tiene también una dimensión de universalidad.
La actitud cognoscitiva tiene, pues, que poder captar ambas dimensiones: lo particular y lo universal.
No se trata simplemente de buscar con el conocimiento lo universal que hay en cada ser situado.
Tampoco de quedarse en la independencia de cada ser particular, negando la capacidad de abstracción del proceso cognoscitivo para captar la realidad.
Tampoco se puede hablar de un conocimiento en el que se capte el universal concreto en el sentido en que le da la dialéctica, es decir, en que lo particular queda «reducido» a un mero momento del proceso de negación de la negación.

8. El cognoscente, por su parte, también está determinado por una entidad y una naturaleza. Por tanto, todo proceso cognoscitivo y toda hermenéutica supone un diálogo entre el ser que quiere aprehender la realidad y la realidad que es aprehendida; entre quien se devela y quien capta ese develarse.
El cognoscente explicitará su captación de esa develación utilizando el concepto.
La conceptualización – por otra parte – resulta insuficiente para explicitar la totalidad de la realidad, así como resultaba insuficiente la proyección del concepto sobre la realidad para aprehenderlo[14]: allí hacía falta otra cosa, y era una cierta apertura del cognoscente que se dejara «tocar», «impresionar» por la misma realidad tal como es.
En la explicitación de la realidad sucede lo mismo. El concepto no basta, y hay que recurrir a otras formas de expresión, por ejemplo, la antinomia[15] (que es un sistema de conceptos en tensión), la parábola, el mito, etc… Pero en el fondo de toda parábola y mito hay una antinomia, una tensión.

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9. Se conocía una realidad a través de instrumentos que suponían conceptos e intuiciones. Se explicita una realidad por medio de un lenguaje que no es ni meramente conceptual ni meramente intuitivo. Podríamos decir que, en sentido etimológico, es poético: debe ser creador de la explicitación, del modo de explicitación que incluya tanto el concepto como la intuición que lo acercaron a la aprehensión de la realidad.
La antinomia, como género de expresión, sería el modo adecuado[16] de contener toda la vitalidad de una realidad, sin reducirla.

10. Queda por ver cuál sería el signo[17] de que este tipo de conocimiento y de expresión no va errado. Hay cuatro elementos: en el aprehender la realidad están el concepto y la intuición, y en el explicitar la realidad están los dos términos de una antinomia.
Estos cuatro elementos entran en tensión entre sí. No podemos decir que el signo de la adecuación sea el equilibrio entre realidad y captación de ella (el equilibrio puede ser impuesto desde fuera, desde una concepción previa, y pienso en el equilibrio de la teoría del conocimiento de Kant). Tenemos que buscar un signo que – en sí mismo – incluya la tensión de los cuatro elementos.
Ese signo yo lo vería en la consonancia.

11. Consonancia entre la realidad en sí y la realidad como es conocida. Cuando hay disonancia no hay adecuación, y esto significa que la realidad no ha sido captada o su captación no ha sido explicitada. La consonancia de la que el sujeto que conoce tiene experiencia en sí mismo es – en este caso – el reflejo de la consonancia que hay entre la realidad en sí y la realidad conocida. Me explico: el cognoscente tiene experiencia directa de la consonancia que hay entre lo que aprehende y lo que expresa. En base a esta consonancia puede saber cuando se da la consonancia entre la realidad en sí y la realidad aprehendida.
San Ignacio utiliza esta experiencia para asegurarse de si un espíritu es bueno o malo: la consonancia figurada en el caer del agua sobre la esponja y el caer del agua sobre la piedra[18].
Es una consonancia ambivalente en lo que se refiere a la identidad de los espíritus, porque su signo positivo o negativo tiene que tomarse del estado habitual del sujeto (o de bien en mejor subiendo o de mal en peor bajando), pero, de todos modos, consonancia es signo y disonancia es también signo de que no se logró o captar o expresar la realidad tal cual es.
Consonancia se da cuando el continente está «informado» por la realidad del contenido. Continente y contenido «con-suenan»: el ritmo y la melodía van en tensión a la par[19].

Unidad en tensión polar

12. Quedaría la duda sobre si la captación de la realidad hecha de este modo (el continente consonando en el contenido y esto tanto en la aprehensión de la realidad como en la explicitación ulterior) no resulta, en definitiva un «relativismo».
Tres pasos: la realidad (el ser) se manifiesta, es aprehendida, es explicitada[20].
Si hay consonancia en los tres pasos parece ser signo de que hay unidad.
Donde hay unidad, está el ser y la realidad mejor reflejada.
El ser y la realidad no son monolíticos: su unidad está dada por una serie de sistemas de oposiciones polares que lo constituyen. Ni atomización ni empastamiento consigo mismo: unidad en la tensión polar de las categorías intraempíricas y extraempíricas, y de los trascendentales que lo constituyen. La unidad del ser es consonante, se trata del «equlibrio» (la palabra no es exacta) entre la forma y la plenitud.
Pues bien, las categorías de conocimiento más aptas para un ser o para una realidad son aquellas que permiten que el ser o la realidad se manifiesten tal cuales son. Esa es la verdad: captar y explicitar la manifestación del ser.
Y aquí no hay relativismos como tampoco ideología… simplemente realidad, el ser, que es, se manifiesta e impone su realidad a la apertura del intelecto cognoscente.

  1. El título original del texto mecanografiado es: «Los parches existenciales; Los parches lógicos, y las categorías de interpretación de la realidad».
  2. Cfr Ph. J. B. Buchez, Essai d’un traté complet de philosophie, du point de vue du catholicisme et du progres. Paris, E. Eveillard, 1838-1840; Id., Traité de politique et de science morale, Paris, Amyot, 1866.
  3. Francisco utilizó estos términos en su intervención espontánea en el Sínodo para la Amazonia. Allí expresó que notaba como que no se terminaban de formular propuestas totales. Las propuestas hechas, muchas de ellas, muy claras, muy viables, le hacían sentir que, por un lado, todos en el Sínodo estaban de acuerdo en un sentimiento ecológico común respecto de cuidar la Amazonia, pero, por otro lado, eso que unía a todos no encontraba manera de independizarse de las contradicciones, lo cual hacía que las propuestas fueran «propuestas de remiendo». «Arreglemos este pedacito, arreglemos este otro, mandemos misioneros, pensemos en la expansión de los ministerios…, propuestas buenas pero que no eran totalizante como era totalizante la unidad que unía a todos y como era totalizante el conflicto». Él sentía que se procuraba disciplinar el conflicto y dijo que rezando se dio cuenta de que por remiendo nunca íbamos a resolver el problema del Amazonia. «Hay conflictos que solamente se resuelven no por disciplina sino por desborde. Y creo – dijo el Papa – que este es uno de los conflictos a resolver por desborde». El texto que presentamos puede ayudar a clarificar lo que quiso expresar en el Sínodo (cfr D. Fares, «El corazón de Querida Amazonia. El desborde de la itinerancia», en Civ. Catt. 2020 I).
  4. Los cuatro principios son: el tiempo es superior al espacio; la realidad es superior a la idea; la unidad es superior al conflicto; el todo es superior a las partes.
  5. «Clavel» es Maurice Clavel. Cfr M. Clavel, Quello che io credo, Roma, Città Nuova Editrice, 1975, 77.
  6. A. Methol Ferré, «La Iglesia, el Minotauro y los Socialismos», en Nexo, 14 de diciembre de 1987, 14.
  7. El planteo se formula con 12 preguntas y una constatación. Bergoglio procede haciendo preguntas muy suyas, respondiendo con ideas de una filosofía clásica (quizás hoy un poco superada) y avanza a partir de una constatación. Los pasos adelante los da a partir de las constataciones, como esta de que – más allá de los planteos y de la validez de las respuestas – «se ha progresado» en la comprensión de la realidad. Esta valoración positiva coincide con el planteo de Methol: que el pensamiento del Concilio – y su recepción y aplicación en América Latina en Medellín y Puebla –, implica un avance en el diálogo con el mundo contemporáneo. Para Methol, lo «contemporáneo» comienza con la Revolución Francesa, que dividió a la Iglesia entre un «integrismo» contrario a esta y un «progresismo» favorable a este acontecimiento, pero que no fue «asumido» desde dentro y, por tanto, no pudo superarse. Methol propone recuperar un socialismo cristiano pre-marxista, desde una perspectiva nueva, la del pueblo de Dios, que rescata el Concilio. Desde allí se puede asumir lo positivo de la contemporaneidad con categorías nuevas. A la búsqueda de esas categorías nuevas, no ideológicas, sino en consonancia con la realidad, apunta el escrito de Bergoglio.
  8. El mejor método es el que mejor se adapta al contenido. La expresión ad modum se develantis es significativa: con las personas y con Dios esto es la clave para una hermenéutica que no sea ideológica.
  9. La cuestión del «ser» y «ser situado» es importante. Son de notar los «pasos» concretos que da Bergoglio para avanzar en el discurso.
  10. Aquí está ya la categoría de «desborde» (rebasamiento).
  11. La insuficiencia es un dato concreto existencial.
  12. Distinción entre «gnosis», que tiene un matiz sapiencial, e «ideología», en cuanto mera explicitación de una idea.
  13. La realidad «no es tratada como corresponde». Este es un criterio de «lealtad», que tiene que ver con la verdad como hemeth y no solo como aletheia, diría Hans Urs von Balthasar.
  14. La insuficiencia para aprehender la realidad debería bastar para establecer una distancia respecto de la explicitación que se hace. Si me doy cuenta de que no capto todo, ¿por qué defender tanto mi explicitación? Parece que detrás de las luchas ideológicas más bien se ataca la concepción (insuficiente) del otro, en vez de buscarse la verdad.
  15. Concepción de la antinomia como modo de hacer frente a la insuficiencia comprobada del concepto y la intuición. Lo interesante es notar cómo Bergoglio siempre «utilizó» la antinomia. Eso es lo que vuelve valioso que aquí la defina explícitamente.
  16. Antinomia como modo adecuado. Esta es una formulación de un proprium bergogliano.
  17. Bergoglio busca criterios de verificación de su propuesta. El «signo» es la consonancia de la cual señala cuatro elementos: dos que se dan en la dinámica de la aprehensión de la realidad, concepto e intuición; dos que se dan en la explicitación de la realidad, los dos términos de la antinomia.
  18. Criterio espiritual del discernimiento. Es que pensar es discernir. La realidad «se discierne», no somos meros registradores ni proyectadores. El propio estado sirve como signo, en cuanto consonancia o disonancia. No significa que se «registre» todo perfectamente, pero sí que se puede seguir «conociendo» y «explicitando» por el buen camino cuando hay consonancia y detenerse cuando hay disonancia.
  19. Aquí viene lo del conocimiento «en camino» y el criterio del ritmo y de la melodía, del paso con que se avanza por la realidad, en diálogo con ella, con el ritmo y el tono adecuado, de Guardini.
  20. No hace una «demostración abstracta», sino que muestra la realidad.
Jorge Mario Bergoglio
Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936, hijo de un empleado ferroviario piamontés. A los 21 años entró como novicio en la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote en 1969, obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992, arzobispo de la misma ciudad en 1998 y cardenal en 2001. Fue elegido Papa el 13 de marzo de 2013 con el nombre de Francisco.

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