Cine

«The Chosen». Cuando Jesús entra en el mundo de las series

Una escena tomada de la serie de televisión “The Chosen”

En los últimos veinte años, las series de televisión se han convertido en uno de los géneros audiovisuales más populares e innovadores. No debe sorprendernos, por tanto, que algunos hayan tenido la (buena) idea de llevar la vida de Jesús a este ámbito. La serie se llama The Chosen («El Elegido») y ya tiene dos temporadas, la primera de ellas emitida en 2019 (abril-noviembre) y la segunda en 2021 (abril-julio). Entre las características realmente destacables de esta serie está el hecho de ser un proyecto completamente independiente de los grandes estudios y financiado íntegramente por crowdfunding. Además, se optó por hacer la serie totalmente accesible en todo el mundo a través de internet y, con una aplicación especial, hacerla fácilmente visible para todo el mundo.

La serie fue concebida dentro de un marco confesional cristiano explícito y con un enfoque que pretende ser ecuménico. El guionista y director, Dallas Jenkins[1], es evangélico, pero el actor que interpreta a Jesús, Jonathan Roumie, es católico[2]. Una cadena privada francesa (C8) decidió emitir la primera temporada los días 20 y 27 de diciembre de 2021, y en esa ocasión el actor principal viajó a Francia. El lanzamiento en Francia fue promovido tanto por los círculos católicos[3] como por los protestantes y se consideró una oportunidad para la evangelización.

Antes de pasar a los puntos fuertes y débiles de la serie, hay que hacer una observación importante. Sólo se han emitido dos temporadas de las siete previstas, y sólo será posible dar un juicio global – sobre los aspectos televisivos y teológicos – una vez finalizada (¡o no!) la obra. El rodaje tanto de la pasión como de la resurrección (o, más bien, de sus efectos, porque la resurrección propiamente dicha nunca se relata en los Evangelios) entraña dificultades muy grandes y específicas, como ocurrió con la película de Mel Gibson, La Pasión de Cristo, en 2004.

Cualidades innegables

Cabe destacar, en primer lugar, los puntos fuertes y las cualidades reales de la serie. En pocas palabras, la serie está bien escrita, bien actuada y bien hecha. Los medios son suficientes para que el conjunto sea creíble. Como en cualquier producción cinematográfica o televisiva, es cierto que uno puede encontrar más o menos convincente a tal o cual personaje, pero en general las elecciones son coherentes. Podemos destacar, en particular, los personajes de María Magdalena, Nicodemo y Mateo, pero obviamente la historia gira en torno a Jesús. Es eminentemente humano, puede jugar con los niños (T1; E3), reír, hacer bromas o trabajar con las manos como un buen carpintero, que es su profesión. Como dice Chris DeVille: «Jonathan Roumie, de The Chosen, interpreta a Jesús como alguien con quien realmente te gustaría pasar el rato, que combina una pronunciada dignidad divina con una calidez envolvente. Hace chistes; baila en las fiestas»[4]. El carácter empático y comprensivo de Jesús contribuye a la credibilidad del conjunto. Jesús consigue combinar la austeridad genuina y la autoridad natural con una sonrisa desarmante y refinada. Es muy humano, pero al mismo tiempo suave y firme. Lo vemos en su interacción natural con todo el mundo, y eso es genial. Esta sola razón justificaría la serie.

La elección de este medio, es decir, la serie, tiene el mérito de permitir una presentación precisa de los personajes, de darles una profundidad que ninguna película podría proporcionar. De hecho, en la primera temporada Jesús queda un poco en segundo plano, y esto es un excelente hallazgo. Se habla de él; aparece fugazmente, y algunos lo siguen. En cuanto a los personajes, empezar por la presentación de Magdalena y, sobre todo, de forma más original, de Nicodemo (que es uno de los personajes más cautivadores y coherentes del relato), parece muy acertado, teniendo en cuenta la importancia que tendrán al final del relato evangélico. Los apóstoles son presentados casi uno por uno con su propio carácter e historia. Los vemos lidiar con sus dudas, malentendidos, celos, etc. También notamos su entusiasmo y emoción en ciertos momentos, la solidaridad que se va creando entre ellos, incluso cuando siguen abrumados por los acontecimientos y no pueden comprender del todo a su maestro. Todo esto se corresponde bastante bien con lo que sabemos por los Evangelios.

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Los guionistas[5] asumen claramente el aspecto ficticio de los antecedentes de los personajes y de ciertos diálogos y situaciones[6]. Además, abren la primera temporada con un astuto disclaimer: «Se invita a los espectadores a leer los Evangelios». Así, la serie permite al espectador identificarse mucho más con los personajes de la comunidad reunida en torno a Jesús que en las películas clásicas, donde toda la acción se centra constantemente en Jesús. Esto crea un efecto positivo: los apóstoles y las mujeres que siguieron a Jesús eran personas como nosotros, con sus problemas, sus incoherencias e incluso sus caídas, y esto no les impidió caminar con él, sin entenderlo del todo. Esta nota es muy valiosa. Aunque el resultado obtenido no siempre alcanza el mismo nivel, algunas escenas destacan por su poder evocador. Es el caso del exorcismo de María Magdalena o la forma en que, en una larga secuencia de nueve minutos sin palabras, se presenta la vida del paralítico en la piscina de Betsaida (cf. Jn 5,1-18) desde su accidente hasta su encuentro con Jesús. Así entendemos un poco mejor lo que significa estar en esta situación durante 38 años, y cómo este hecho le ha aislado terriblemente y ha disminuido su humanidad y su esperanza.

Cabe señalar que las cualidades de la primera temporada siguen presentes en la segunda. Cuando los apóstoles discuten entre ellos sin Jesús (cf. T2; E3, y la discusión sobre el mesianismo), tenemos excelentes episodios. El encuentro con la mujer samaritana está bien logrado. Hay un procedimiento interesante que se utiliza dos veces y que, en nuestra opinión, es original y legítimo. En un momento dado, el guion utiliza un diálogo de Jesús con un pastor en medio de la multitud, para recrear el contexto de la parábola de la oveja perdida: tenemos una especie de narración realista del posible origen de una parábola. De manera incluso más audaz, la parábola del buen samaritano se convierte en una historia real, y la parábola de Jesús sería la forma parabólica de un hecho real.

Hay una discreta pero pertinente insistencia en destacar el papel de las mujeres, lo que es bastante positivo. Desde este punto de vista, el comienzo del capítulo 8 de Lucas es seguido fielmente. Resumiendo, algunas escenas están muy bien hechas, y a veces son muy conmovedoras. El episodio de la «caída» de la Magdalena es espiritualmente muy fuerte y conmovedor (T2; E6). Jesús es un hombre convincente, a la vez que un hombre de oración y un buen orador, decidido y preocupado por los demás. En general, el guion se ocupa de situar a Jesús en el judaísmo de su tiempo[7]. Y la idea central de escribir una ficción que combine los episodios esenciales del Evangelio con un tejido narrativo añadido es legítima en su orden y en beneficio de la humanidad tanto de Jesús como de los demás personajes. Como dice Chris DeVille: «Considero esto como cristiano y como crítico: The Chosen está tan bien elaborada y es tan atractiva como muchos dramas disponibles en la red»[8].

Opciones comprensibles pero cuestionables

La serie está rodada en inglés (pero cuidando emplear patrones de habla algo «exóticos», con la excepción de los romanos, con acentos extraños). Gibson había sido más audaz en su elección del arameo. Pero hay que reconocer que el reto era demasiado grande. ¿Por qué, entonces, dar a los personajes nombres judíos (en general, con algunas rarezas) y no usar Yeshua para Jesús? ¡Es difícil que el espectador no se de cuenta quién es el personaje clave! Además, un personaje nos recuerda con razón que hay innumerables «Jesús» (es decir, Yeshua), pero no nos encontramos con ninguno de ellos. Asimismo – aunque reconocemos que esto no es decisivo –, los caracteres judíos son los de hoy, los cuales no se corresponden en absoluto con los de la época. Ya que el espectador medio no los leerá y son poco frecuentes en el guion, ¿por qué no hacer un pequeño esfuerzo? Del mismo modo, encontramos muchos africanos en Cafarnaúm y Jerusalén, mientras que eran raros en Judea y Galilea (ciertamente no estaban presentes en la población judía de Galilea). ¿Se puede imaginar una película sobre la Francia de la Edad Media, o la China Ming, con tantos africanos? Se puede suponer entonces que se trata de una estrategia «colour-blind», como hizo Netflix, por ejemplo, con Bridgerton. Y esta sería una opción defendible. Pero, en ese caso, ¿por qué sólo hay personajes secundarios, sirvientes, y ningún apóstol? Esto hace que la elección del reparto sea más extraña.

Otra elección parece sorprendente desde el punto de vista histórico. Según la opinión de la gran mayoría de los historiadores, no había legionarios romanos permanentes en Galilea en aquella época. La región estaba bajo la jurisdicción directa de Herodes. También nos parece que, además de los historiadores, se podría haber consultado a los rabinos. Algunos detalles del culto son muy contemporáneos (de la época talmúdica, al menos), mientras que en otros puntos no se siguen realmente los ritos, incluso en cosas muy sencillas: por ejemplo, el hecho de que una oración suela terminar con «amén». El fariseo Shammai, en la segunda temporada, parece una caricatura que no tiene justificación real. Sobre el mismo tema, los Evangelios señalan claramente que Jesús participó en las oraciones del sábado en la sinagoga y en algunas ocasiones predicó en la sinagoga. Este elemento está extrañamente ausente en la serie. Hay algunas frases en el guion que un teólogo de hoy podría haber ayudado a reescribir. Por ejemplo, cuando dice que Jesús «estaba construyendo un reino» (T1; E5). Este verbo no es utilizado nunca por Jesús ni por los Evangelios: el reino de Dios se acoge o se observa, pero no se «construye».

Estas observaciones no van al corazón de la trama. El guion, sin embargo, plantea otras cuestiones que requieren debate.

Algunas cuestiones de fondo

Empecemos por los apóstoles, que están, lógicamente, muy presentes en estas dos primeras temporadas. Existe una visión bastante romántica de los cuatro primeros apóstoles, los pescadores. Se les presenta como pequeños pescadores artesanales, cuando sin duda son (al menos los hijos de Zebedeo) pescadores autónomos de cierto calibre. Recordemos que Cafarnaúm era una de las ciudades de un cinturón pesquero casi industrial, en el que destacaba Magdala. Pero el punto clave es que la relación con Juan el Bautista está casi borrada, tanto para los apóstoles como para Jesús. Todos los Evangelios coinciden en que el ministerio público de Jesús comenzó con su bautismo por el Bautista. Aquí, sin embargo, Jesús parece comenzar su ministerio antes (muy curiosamente, en el año 26, una fecha no del todo inverosímil, pero defendida por muy pocos historiadores), y no se presenta el bautismo. Jesús habla poco de Juan el Bautista, y Pedro y Andrés no parecen haber sido realmente judíos piadosos inspirados por el Bautista. Ahora bien, no se puede entender a Jesús sin comprender su relación con Juan el Bautista. Esta sorprendente decisión depende, en nuestra opinión, de la cristología de los guionistas.

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¿Por qué hacer de Simón (aún no Pedro) un colaborador desolado e impío de los romanos? ¿Y qué decir de Mateo? Pensar en un adolescente con síndrome de Asperger y solitario como recaudador de impuestos es lo más inverosímil que puede haber. Imaginemos la escena en Francia justo antes de la Revolución: ¿podemos pensar en un recaudador de impuestos del Antiguo Régimen que se parezca a Mateo? Por otro lado, reconocemos que el actor es excelente, el personaje es muy atractivo, y esto es un verdadero punto a favor de la serie.

Todos los Evangelios se ponen al mismo nivel, como si tuvieran el mismo valor en términos de historicidad. Los Evangelios de la infancia, que tienen un estatus hermenéutico muy diferente al de la vida pública de Jesús, son tratados al mismo nivel de historicidad, y esto hasta el punto de la ridiculez: ¡Jesús se encuentra con una mujer egipcia y empieza a hablar egipcio con fluidez! Aparte de que esta estancia en Egipto, por lo que sabemos, no es considerada histórica por ningún estudioso, ¿cómo pudo Jesús hablar treinta años después una lengua que había oído durante tan poco tiempo cuando era niño y que nunca practicó? En un momento dado, Jesús es arrestado e interrogado por los romanos, y se le pregunta (francamente, no está claro por qué) si ha estado en el Lejano Oriente, a lo que responde: «No, pero gente de allí vino a visitarme cuando era un niño». Es posible que esta respuesta tuviera la intención de provocar una sonrisa, pero no estamos del todo seguros.

También observamos la presencia de una tableta que Mateo lleva a todas partes. Se tiene la impresión de que, al cabo de un tiempo, Jesús le pide que escriba lo que dice, lo que puede favorecer la idea de que los Evangelios son una reconstrucción literal de lo que Jesús dijo e hizo, pero esto es inexacto. Los Evangelios son una elaboración teológica eclesial posterior, basada en relatos y tradiciones orales transmitidos por los discípulos[9]. El enfoque elegido corre el riesgo de favorecer una teología de tendencia fundamentalista. En consecuencia, Jesús puede decir a la samaritana exactamente lo que dice en el Evangelio de Juan, y toda la cristología de este último se mezcla aquí, sin matices, con la de los sinópticos (lo que debilita considerablemente la lógica narrativa y teológica de Marcos, por ejemplo). Del mismo modo, vemos a Jesús y a Juan reunirse antes de la muerte de este último (para criticar el matrimonio de Herodes) y recordar los hermosos himnos de sus padres (Magnificat y Benedictus). Esto también nos hace sonreír, pero no parece ser la intención de los autores.

Hay algo aún más sorprendente: sabemos que todos los Evangelios coinciden en que Jesús eligió a 12 apóstoles al comienzo de su misión pública; ¿por qué entonces mencionar el número, y luego ver a Jesús moverse con menos de 12 discípulos? Al final de la segunda temporada, aunque ya hemos visto un buen número de signos realizados por Jesús y la misión itinerante ya ha comenzado, todavía no están completos. Se puede entender el deseo de disponer de un espacio narrativo para dar profundidad a cada uno de los 12 apóstoles, pero ¿no podría haberse hecho antes de la salida a una misión itinerante? Los Evangelios mencionan a las mujeres que siguieron a Jesús desde Galilea: María Magdalena no está sola, sino que forma parte de un grupo (Susana, Juana, etc.). Por supuesto, la forma en que se produjo su seguimiento ha hecho correr mucha tinta entre los historiadores, pero ¿por qué presentar a Magdalena sola durante tanto tiempo?

Por lo tanto, en nuestra opinión, existe un vínculo entre la omisión significativa del personaje de Juan el Bautista y la cristología. No vemos a Jesús alentado a recorrer un camino interior por el testimonio de otra persona, Juan. Al privilegiar a un Jesús que habla como el del Evangelio de Juan, y que provoca así una confesión mesiánica inmediata de los discípulos (a la orilla del lago, por ejemplo, uniéndose a Lc 5, por la escena y la expresión «pescadores de hombres» de Marcos y Mateo), los guionistas no dan tiempo a los discípulos para realizar un viaje interior – evocado por los sinópticos – de reflexión sobre el misterio de la persona de Jesús («¿Quién es éste, pues, que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Mc 4,41; Mt 8,27; Lc 8,25). Jesús tiene absoluta conciencia de su propia identidad (en la línea de Juan evangelista), y lo dice desde el principio a los discípulos; así interviene en una conversación en la que, mencionando al Hijo del Hombre, añade: «Por cierto, soy yo». Y esto es vergonzoso, porque en los Evangelios, Jesús nunca lo dice así, en primera persona. Por supuesto, esto hace sonreír en el momento, pero contrasta con la cristología de la ambigüedad, que es una constante del Jesús de los Evangelios. Jesús responde: «Tú lo has dicho» (al menos en los sinópticos, pero aquí nos encontramos con la gran dificultad de mantener unidos a Juan con los sinópticos, si tomamos a Juan por un informante al mismo nivel que los otros tres evangelios). Este problema será cada vez más difícil de resolver para los guionistas a medida que avance la historia. ¿Cómo le darán importancia a la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo si todo se sabe y se dice desde el principio? Al poner a los cuatro Evangelios exactamente al mismo nivel y, en particular, las afirmaciones cristológicas de Juan al mismo nivel que el paciente recorrido de los sinópticos, los guionistas comprimen el tiempo de la primera comunidad, el tiempo del viaje hacia la redacción de los cuatro Evangelios, el tiempo de la Iglesia. Es inevitable que su deseo de seguir los cuatro Evangelios en el mismo plano les lleve a peligrosos dilemas más adelante.

Conclusión

Nos parece que la serie puede ser vista con provecho por las familias, los jóvenes y en el contexto de la formación catequética. Su calidad da una hermosa textura tanto a Jesús como a los discípulos. Hay algunas joyas realmente buenas, como cuando Jesús proclama sus bienaventuranzas mientras mira desde la colina el campamento de los discípulos. Se pueden apreciar algunos diálogos espiritualmente relevantes, enriquecidos por la presencia benévola y creíble de Jesús, pero hay que ser críticos con el trabajo del guion sobre los textos evangélicos, que oscila entre la excesiva fidelidad (Evangelios de la infancia, pasajes del evangelio de Juan) y las invenciones históricamente dudosas. Hay que reconocer, por una parte, que se han realizado elecciones discutibles (inicio en el año 26; fuerte marginación del papel de Juan el Bautista en la historia de Jesús y de los demás apóstoles, y de la autodesignación de Jesús como «Hijo del Hombre», en favor de un uso inicial masivo de «Mesías»; inicio de la misión pública itinerante de Jesús sin los Doce, etc.) y, por otra parte, que las opciones de guion están a veces vinculadas a una cierta teología protestante evangélica americana problemática[10].

Pero si evaluamos la serie con discernimiento, puede ayudarnos a profundizar en los Evangelios, y eso es algo bueno. El hecho de que sus directores terminen su segunda temporada con un blooper – una señal de que no se toman demasiado en serio a sí mismos – es muy feliz. ¡Estamos deseando ver las siguientes temporadas!

  1. Nacido en 1975, es hijo de Jerry B. Jenkins, un escritor evangélico que alcanzó un gran éxito con la serie de libros Left Behind.
  2. Cfr due recensioni molto positive nella rivista America: M. G. Mangano, «“The Chosen” is the Jesus TV show your very Catholic aunt keeps telling you to watch. And you should» (2 luglio 2021); e N. Schneider, «“The Chosen” dares to imagine stories about Jesus and the disciples that aren’t in the Gospels. It’s a revelation» (13 agosto 2021).
  3. La productora SAJE, cercana a la Comunidad de Emmanuel.
  4. Cfr «Christian America’s Must-See TV Show», en The Atlantic (www.theatlantic.com/culture/archive/2021/06/the-chosen-jesus-tv-show/619306), 27 de junio de 2021.
  5. De hecho, el guionista principal, Dallas Jenkins, está acompañado por un equipo que incluye a Tyler Thompson y Ryan Swanson.
  6. Como escribe Nathan Schneider: «El principal logro creativo del evangelismo estadounidense en los últimos años -con un católico como protagonista- es esencialmente midráshico».
  7. A pesar de algunas aclaraciones a las que volveremos más adelante.
  8. Cfr «Christian America’s Must-See TV Show», cit.
  9. A excepción de la fuente de la logia (Q), pero ésta no se presenta como un cuaderno, sino que es ya una elaboración teológica.
  10. Creemos que muchos protestantes pertenecientes a esta grupo suscribirían nuestras reservas.
Marc Rastoin
Es un jesuita francés. Luego de obtener su título en Ciencias Políticas, entró a la Compañía de Jesús en 1988. Defendió su tesis sobre la Epístola a los Gálatas. Comprometido desde la infancia en el diálogo judeo-cristiano, es delegado del Padre General de la Compañía para las relaciones con el judaísmo desde 2014. Enseña el Nuevo Testamento en el Centro Sèvres de París y en el Institut Biblique de Rome.

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