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Lula, presidente electo de un Brasil polarizado

El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (foto: Neusa Cadore. Nuestra elaboración)

Faltaban pocos minutos para las 20:00 horas del 30 de octubre recién pasado y el recuento había alcanzado el 98% de las papeletas, cuando la Corte Electoral confirmó la elección de Luiz Inácio Lula da Silva como Presidente de Brasil para los próximos cuatro años. Fue una victoria muy ajustada, con un margen de poco más del 2% de los votos a favor sobre su oponente Jair Messias Bolsonaro, presidente en funciones y candidato a la reelección. Pero fue suficiente para que Lula se convirtiera en el primer presidente elegido democráticamente tres veces, pues ya había gobernado el país de 2003 a 2010, durante dos mandatos consecutivos. A sus 77 años, es también la persona de más edad que asume la presidencia y la única que ha recibido más de 60 millones de votos en la historia del país. Bolsonaro, por su parte, es el primer presidente de Brasil que no ha sido reelegido desde que se instauró la democracia en 1985.

Breve historia de la política brasileña

Los escándalos suscitados entre 2003 y 2010 por las prácticas corruptas en el seno del Partido de los Trabajadores (PT), del que formaba parte Lula, entonces presidente de Brasil, pusieron a su gobierno en serias dificultades, a pesar de que había adoptado una política marcadamente social, destinada a mejorar el bienestar y erradicar el hambre, especialmente en la región nordeste del país. También pusieron a la opinión pública en su contra, minando su credibilidad y la estima de que había gozado. Sin embargo, esto no impidió que Dilma Rousseff, candidata de Lula y miembro del mismo partido, fuera elegida presidenta durante dos mandatos (2011 y 2014). Pero, en 2015, Rousseff fue sometida a juicio político y posteriormente destituida por supuestas faltas administrativas.

Fue durante ese período que el diputado Bolsonaro saltó a la palestra. Al pronunciarse a favor de la suspensión de Rousseff, dedicó su voto a la memoria de Carlos Alberto Brilhante Ustra, que durante la dictadura militar[1] había perseguido y torturado a personas que se oponían al régimen, entre ellas Dilma Rousseff. Con la destitución de la Presidenta[2], el gobierno pasó a manos del vicepresidente, Michel Temer, que permaneció en el poder poco más de un año, y que luego no se presentó a la reelección.

En abril de 2018, año de elecciones presidenciales en Brasil, el juez federal Sérgio Moro ordenó la detención de Lula y lo condenó a 12 años y un mes de prisión por corrupción y lavado de dinero. El motivo en aquel momento era la compra ilícita de un piso en Guarujá, ciudad costera del estado de São Paulo. Posteriormente se añadieron otros cargos. Como resultado, Lula, que entonces era candidato y estaba por delante en las encuestas de intención de voto, se volvió inelegible, porque había incurrido en las prohibiciones de la Lei da ficha limpa, la ley que él mismo había promulgado cuando era presidente, en 2010, y que impide que los políticos que sufren una condena de segundo grado se presenten a las elecciones. En ese momento, Lula propuso a Fernando Haddad, hasta entonces su candidato a la vicepresidencia, como candidato a la presidencia de la República. Pero la propaganda radical contra el PT era abrumadora. Y así, el papel de favorito para el liderazgo del país fue asumido por el candidato de la extrema derecha, el exmilitar Jair Bolsonaro, quien, tras ser elegido, no dejó de recompensar al juez federal Moro por su participación en el proceso de Lula, nombrándolo ministro de Justicia.

El panorama político de 2022

Lula permaneció en prisión alrededor de 580 días. Sólo salió de la cárcel una vez, para asistir al velatorio de su sobrino Arthur Lula da Silva, fallecido a los siete años, en marzo de 2019. El ex presidente siempre se ha declarado inocente de los cargos y ha calificado de insensatos los juicios que condujeron a su condena. Afirmaba ser un preso político. Y, de hecho, la justicia brasileña terminó acogiendo sus protestas. En noviembre de 2019 fue exonerado por el Tribunal Superior Federal, y posteriormente el propio Tribunal Supremo de Brasil anuló las sentencias que le afectaban por falta de competencia, alteración de pruebas, parcialidad demostrada y actuación ilícita de quienes le habían juzgado, concretamente el juez Moro.

Una vez restituidos sus derechos, Lula decidió volver a la escena política y se presentó como candidato a la presidencia de Brasil en 2022. Sorprendentemente, decidió incluir con él en la lista a Geraldo Alckmin, que había sido uno de sus adversarios directos, y nombrarlo vicepresidente: un gesto con el que el entonces candidato prometió que haría una política para todos y, en vísperas de la campaña electoral, lanzaría una histórica alianza de nueve partidos. Esta actitud le valió el apoyo de ideologías políticas y partidarias dispares, pero unidas en la batalla contra lo que llamó el enemigo común, Bolsonaro.

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Aunque la carrera de las elecciones presidenciales incluyó a otros candidatos, la atención popular se volvió bruscamente hacia los dos que representaban la polarización política de Brasil, Bolsonaro y Lula. Las fuertes alianzas de Lula y la unión de tantas fuerzas políticas en su campaña, por un lado, y los fracasos en los que el gobierno de Bolsonaro había estado directamente implicado, como la mala gestión de las políticas sanitarias durante la pandemia del Covid-19, el aumento de la pobreza y los desequilibrios causados en las fuerzas democráticas del país, por otro, alimentaron la expectativa de que la victoria del PT llegaría en la primera vuelta de las elecciones. Incluso las encuestas predecían este resultado. Pero las expectativas de Lula y sus partidarios se vieron frustradas. En la primera vuelta, celebrada el 2 de octubre de 2022, Lula obtuvo el 48,43% de los votos válidos, mientras que Bolsonaro logró el 43,20%. La tercera candidata más votada fue la senadora Simone Tebet, con algo más del 4,16%[3]. Estos sorprendentes resultados, que contradecían las encuestas, infundieron confianza en Bolsonaro y sus votantes, convenciéndolos de que eran capaces de dar la vuelta el resultado electoral. Por otro lado, Lula recibió el apoyo de la tercera candidata, Simone Tebet, lo que le permitió llegar a la segunda vuelta electoral con un poco más de confianza.

El discurso religioso en las campañas electorales

Es bien sabido que Brasil es un país fuertemente religioso. Al menos el 80% de los brasileños se declaran cristianos, de los cuales el 50% son católicos y el 30% restante evangélicos y neopentecostales. En este contexto, está claro que los pronunciamientos sobre cuestiones religiosas y lo que los candidatos piensan al respecto en las elecciones son cruciales en la propaganda política. Bolsonaro ya había explotado ampliamente esta estrategia en las elecciones de 2018, y la utilizó aún más en 2022. Es católico declarado, pero sus guiños a las multitudes religiosas neopentecostales de Brasil le han granjeado más popularidad entre los cristianos conservadores, teniendo en cuenta además que en el Congreso Nacional se sientan un número significativo de diputados que apoyan posturas neopentecostales conservadoras. Tras su elección en 2018, Bolsonaro hizo alarde de rasgos religiosos de tipo mesiánico. La propia sede del gobierno brasileño se ha convertido no pocas veces en escenario de actos religiosos, de carácter católico o neopentecostal. No es casualidad que el presidente Bolsonaro haya sido calificado por muchos religiosos como un enviado de Dios.

Para ganarse a las masas conservadoras y religiosas, ha cambiado su postura sobre el aborto, renegando de sus anteriores pronunciamientos a favor[4], y ha defendido con orgullo las políticas antiabortistas y la promoción de los valores familiares tradicionales. Además, para complacer a influyentes líderes neopentecostales y millonarios, ha incluido en sus discursos referencias favorables a sus intereses empresariales. Con este comportamiento, ha dejado de lado otras expresiones religiosas presentes en Brasil y ha alimentado un clima de desprecio e intolerancia hacia esas minorías.

A lo largo de su mandato presidencial, Bolsonaro ha pronunciado repetidamente frases en detrimento del respeto del país por la Constitución y la laicidad del Estado, en particular cuando afirmó que el libro que debía guiar a la nación era la Biblia. Prueba de ello es el lema que repetía incesantemente en sus discursos: «Brasil primero de todo, Dios primero de todos». Además, marcó su campaña con una fuerte oposición a una supuesta amenaza comunista: «Sí, porque aunque no haya comunismo en Brasil, sabemos que el anticomunismo existe»[5]. Especialmente en la segunda vuelta de las elecciones, la campaña llevada a cabo por él y sus seguidores afirmaba que el comunismo de Lula cerraría iglesias, perseguiría a los cristianos y usurparía la propiedad privada. Para simbolizar su firme oposición a Lula, los votantes de Bolsonaro se apropiaron de los colores de la bandera brasileña y de la camiseta de la selección nacional de fútbol, erigiéndose en defensores de la nación frente a la amenaza de la bandera roja, el color distintivo del PT, el partido de Lula.

Uno de los hechos más sintomáticos de esta apropiación del discurso religioso por parte de la campaña de Bolsonaro tuvo lugar el 12 de octubre, festividad de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil. La ciudad de Aparecida alberga el santuario nacional que lleva su nombre y es destino de gran devoción. Tras inaugurar por la mañana un templo neopentecostal en Minas Gerais, Bolsonaro llegó ese mismo día a Aparecida. Frente a la basílica, rodeado de sus partidarios, improvisó una iniciativa paralela a las actividades oficiales, con un rosario colectivo. Pero causó revuelo y hostilidad entre los peregrinos que celebraban la fiesta de la patrona. En esa ocasión, monseñor Orlando Brandes, arzobispo de Aparecida, durante la homilía de la misa solemne, pronunció fuertes palabras especialmente contra la política armamentista, de la que Bolsonaro es uno de los defensores, y despertó una enorme indignación entre sus partidarios[6]. En medio de las celebraciones de la patrona de la nación brasileña, estallaron manifestaciones contra el arzobispo y ataques a peregrinos que no apoyaban a Bolsonaro.

Monseñor Brandes no fue el único obispo que sufrió acusaciones y amenazas de los partidarios de Bolsonaro. En algunos casos se fue aún más lejos. El arzobispo de São Paulo, el cardenal Odilo Scherer, fue acusado de ser un cura comunista simplemente por publicar en su perfil de la red social una foto suya con la túnica roja cardenalicia. Respondió a los insultos con duras palabras en su perfil de Twitter: «¡Tiempos extraños, nuestros tiempos! Conozco la historia bastante bien. A veces tengo la impresión de revivir el ascenso al poder de los regímenes totalitarios, especialmente el fascismo. Se necesita mucha serenidad y discernimiento en estos momentos»[7]. En otra ocasión, también en respuesta a las acusaciones, el cardenal dijo: «Quien se ocupa de los pobres es un comunista. Caramba. Así que Jesús era comunista. Jesús ordenó hacer esto. No, no, eso no es ser comunista»[8].

La actitud de Lula fue diferente, aunque él también utilizó a veces el discurso religioso en su campaña electoral. De hecho, se ha presentado como católico desde el principio de su compromiso político, alineándose con la pastoral obrera de la gran región de São Paulo. Aunque las perspectivas socialistas fueron más pronunciadas en su pasado político, hoy se describe a sí mismo como socialdemócrata. Viudo de dos esposas, se volvió a casar recientemente por la Iglesia. Con ocasión de su boda, tuvo como testigo al obispo emérito de Blumenau, monseñor Angélico Sândalo Bernardino, cercano a él desde su juventud, cuando Lula lideraba movimientos sociales. También hay que señalar que Bolsonaro, aunque fue a Roma en 2021, nunca ha pedido una audiencia con el Papa Francisco durante su mandato; en cambio, Lula, tan pronto como salió de la cárcel, corrió al Vaticano para obtener una audiencia personal con el Pontífice.

Frente a los fuertes ataques de Bolsonaro en su contra, especialmente en lo que respecta a las acusaciones de supuesta persecución a las Iglesias y la flexibilización de las políticas antiaborto, durante su campaña Lula también buscó apoyo a través de reuniones con líderes católicos y evangélicos, especialmente aquellos abiertamente afines a su candidatura y propuestas de gobierno. En esas reuniones, reiteró su compromiso con la libertad religiosa y se refirió a futuras flexibilizaciones de la ley que actualmente prohíbe el aborto. Se ha mostrado en público venerando a Nuestra Señora de Aparecida, pero los líderes religiosos que se le oponen no se han conformado con ello. En las redes sociales, en particular, empezaron a fluir mensajes en su contra, firmados por sacerdotes y pastores. Del mismo modo, la gente comenzó a utilizar las misas y ceremonias religiosas como plataformas para discursos políticos, principalmente a favor de Bolsonaro. En las homilías y sermones se afirmaba y repetía que los votantes de Lula estarían condenados al infierno si no cambiaban de actitud votando por el actual presidente.

El apoyo a la candidatura de Bolsonaro fue, de hecho, significativo entre los sacerdotes y también entre los cantantes de inspiración católica. Lula también recibió el apoyo explícito de algunos clérigos, que afirmaron que la victoria de Bolsonaro era un peligro para el orden democrático. A pesar de la advertencia de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) y las diócesis en general, varios clérigos y líderes laicos apoyaron abiertamente la elección de Bolsonaro y lanzaron fuertes ataques contra Lula tanto en las redes sociales como a través de conciertos, rosarios públicos, adoraciones eucarísticas y misas. Por otra parte, sacerdotes y pastores que no estaban de acuerdo con esas actitudes y declaraciones también se pronunciaron a través de mensajes de vídeo publicados en las redes sociales, advirtiendo a los fieles de que no se dejaran manipular por discursos religiosos que calificaron de «aterradores».

Ante la excesiva implicación de los clérigos en estas disputas partidistas, varias diócesis emitieron declaraciones afirmando la importancia de la neutralidad en las elecciones. En una nota firmada por la presidencia de la Conferencia Episcopal el 11 de octubre, se afirmaba: «Deploramos, en este momento de campaña electoral, la intensificación de la explotación de la fe y la religión como medio para recabar votos en la segunda vuelta. Los momentos específicamente religiosos no pueden ser utilizados por los candidatos para presentar sus propuestas electorales y otras cuestiones relacionadas con las elecciones. La Conferencia Nacional de Obispos de Brasil denuncia y condena tales acciones y comportamientos»[9].

Estos hechos reflejan cómo, durante las campañas electorales de ambos candidatos, las cuestiones religiosas relegaron a un segundo plano el debate sobre las preocupaciones más cruciales de Brasil. Problemas como el hambre, el desempleo, la educación y la sanidad pasaron a ser marginales frente al discurso religioso. Y esto teniendo en cuenta que, sobre todo después de la pandemia de Covid-19, esos problemas habían empeorado. Se habló poco de programas gubernamentales y propuestas concretas para combatir los problemas reales de Brasil. Durante el debate público, las energías electorales de ambos candidatos se volcaron en una estrategia destinada exclusivamente a contrarrestar las noticias y los argumentos susceptibles de socavar los resultados de las urnas.

Elección de Lula y manifestaciones antidemocráticas

La polarización política no es sólo un problema de Brasil. Pero las circunstancias que ha vivido Brasil, al menos en la última década, lo han puesto cada vez más en primer plano. Con las últimas elecciones presidenciales, esta polarización se ha hecho sentir en todas las esferas, desde la privada hasta la eclesial y social. No pocos hogares han sufrido divisiones internas causadas por las posiciones políticas de sus miembros. En las parroquias, cualquier discurso que implicara siquiera indirectamente una postura política se convertía en objeto de discusiones y desacuerdos, incluso durante las celebraciones. Un ejemplo de esta triste realidad es la agresión sufrida por el obispo auxiliar de Belo Horizonte, monseñor Vicente de Paula Ferreira, quien, al final de la celebración de una misa en la región metropolitana de la ciudad, fue amenazado por un hombre armado en desacuerdo con las posiciones políticas del prelado. La arquidiócesis de Belo Horizonte emitió una nota de solidaridad con Dom Vicente, en la que el arzobispo, monseñor Walmor Oliveira de Azevedo, afirmó: «El obispo auxiliar de la arquidiócesis de Belo Horizonte ha sido víctima de la intolerancia, de la falta del más mínimo sentido de convivencia, del desprecio cobarde que ha puesto en riesgo algunas vidas – incluida la suya, la de una persona consagrada –. Son síntomas graves de una sociedad enferma». Y concluyó: «En una sociedad libre y democrática, las diferencias de opinión no pueden justificar actitudes beligerantes contrarias a la fraternidad. El Evangelio enseña que todos, independientemente de sus convicciones, son igualmente hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios»[10]. El episodio muestra, por desgracia, cómo la intolerancia y la agresividad se han impuesto en todos los círculos sociales brasileños. E incluso una vez finalizado el recuento de votos, situaciones similares no sólo no disminuyeron, sino que se multiplicaron.

Lula ganó las elecciones en 13 estados de Brasil, Bolsonaro en otros 13 estados y también en el Distrito Federal. La región del país que más votos dio a Lula fue el Nordeste, mientras que Bolsonaro obtuvo más apoyo en las regiones del centro y del sur. Esta situación puede explicarse por varios factores. Lula, además de proceder él mismo del Nordeste, siempre ha admirado esa región, una de las más pobres del país. Además, cuando estuvo en el poder, su gobierno favoreció enormemente su desarrollo, sobre todo impulsando políticas sociales destinadas a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. En cuanto a las regiones del sur y sureste del país, donde Bolsonaro obtuvo la mayoría de los votos, allí existe una larga tradición política más conservadora y los programas sociales de Lula, dirigidos al noreste, son vistos con desprecio. En el Centro-Oeste, el presidente saliente también obtuvo más votos, ya que es una región predominantemente agrícola, y Bolsonaro era uno de los jefes de Estado brasileños más propensos a promover políticas de apoyo a ese sector.

Tras la proclamación del resultado de las elecciones presidenciales del 30 de octubre, mientras la Avenida Paulista ya estaba abarrotada de partidarios de Lula esperando para celebrar su victoria, miles de camioneros y otros manifestantes pro-Bolsonaro protagonizaron una protesta, bloqueando las principales carreteras del país. Una multitud de simpatizantes, vestidos de verde y amarillo, tomaron las calles para expresar su rechazo a los resultados electorales. Las redes sociales se desbordaron con vídeos y retransmisiones en directo en los que manifestantes enfurecidos, frente a neumáticos ardiendo y barricadas, coreaban el himno nacional, pedían la intervención del ejército, reclamaban un golpe de Estado y el regreso de la dictadura militar.

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El presidente Bolsonaro, mientras todo esto ocurría, guardó silencio hasta dos días después de las elecciones. Por último, el 2 de noviembre grabó un vídeo en el que pedía a sus partidarios que despejaran las calles. Sus palabras causaron revuelo y conflicto entre quienes esperaban que su candidato derrotado se pronunciara abiertamente contra el resultado de las elecciones. Por su parte, después de las elecciones, Bolsonaro se abstuvo de llamar por teléfono a Lula para felicitarlo, es decir, para hacer un acto tradicional de cortesía expresando el reconocimiento de los resultados electorales y el respeto a la democracia. Apenas 44 horas después de conocerse los resultados electorales, Bolsonaro rompió el silencio y pronunció su primer discurso en Brasilia, de apenas dos minutos, en el que se mostró agradecido por los 58 millones de votos emitidos a su favor y criticó las manifestaciones que bloquearon las calles del país, pero no mencionó a Lula ni su propia derrota en las urnas.

Durante las campañas electorales, Bolsonaro había expresado repetidamente sus dudas sobre la fiabilidad de las urnas electrónicas y había exigido en varias ocasiones que los votos también se imprimieran para facilitar la comprobación de la veracidad de los resultados. En respuesta, el Tribunal Superior Electoral (TSE), órgano institucional responsable de los procedimientos electorales del país, tuvo que pronunciarse varias veces para certificar la credibilidad e integridad de las urnas. Y para evitar mayores inconvenientes, el propio TSE invitó a las fuerzas armadas y otras instituciones del país a sumarse a la comisión para la transparencia y el control de las urnas electrónicas.

El 9 de noviembre, el Ministerio de Defensa puso fin a las dudas sobre el resultado de los comicios declarando que «en las elecciones de 2022, nuestras comisiones de seguimiento no encontraron indicios de manipulación de los resultados que pudieran constituir un fraude»[11]. Esta declaración, y el hecho mismo de que fuera el propio Ministerio de Defensa quien la firmara, provocó una revuelta entre los partidarios de Bolsonaro y los manifestantes dispersos por todo el país, que esperaban una acusación de fraude y la anulación de las elecciones. Para impedir que el gobierno de Lula asumiera en enero de 2023, llamaron a un golpe de Estado militar como el de 1964. Grupos de manifestantes empezaron a rodear los cuarteles, arrodillándose en oración y pidiendo un golpe de Estado, implorando a los militares que los liberaran de la supuesta inminencia del comunismo. Sin embargo, en respuesta a estas manifestaciones, en gran medida antidemocráticas, las fuerzas armadas, en un comunicado de prensa, rechazaron cualquier acto inconstitucional y reafirmaron su adhesión a la Constitución del país y a la democracia: «En relación con las manifestaciones populares que tuvieron lugar en numerosos lugares del país, la Marina, el Ejército y la Fuerza Aérea Brasileños reafirman su compromiso ilimitado e inquebrantable con el pueblo brasileño, con la democracia y con la armonía política y social de Brasil»[12]. A pesar de estos «percances», el Gobierno de Bolsonaro autorizó el inicio del proceso de transición al Gobierno de Lula.

Los retos de Lula

¿Qué tipo de Brasil encontrará Lula el 1º de enero de 2023? Ciertamente, un país desgarrado por la polarización, herido por los contrastes, pero también por una gran crisis ética, social y económica. Consciente de esta nada fácil realidad, en su primer discurso como presidente electo, pocas horas después de la confirmación de los resultados electorales, dio primero gracias a Dios y afirmó que su compromiso más urgente es la lucha contra el hambre que azota al país. Además, pidió a todos los brasileños que reconstruyeran las amistades y los lazos familiares comprometidos por las disputas electorales. Se autoproclamó presidente de todos y prometió gobernar para todos, pero prestando especial atención a los más pobres. Citó la preservación del Amazonas, la protección de los pueblos indígenas, la lucha contra el racismo y la crisis climática. Poco después de los resultados electorales, líderes mundiales y jefes de Estado de todo el mundo, como el presidente estadounidense Joe Biden, el presidente francés Emmanuel Macron y el presidente chino Xi Jinping, saludaron al recién elegido presidente.

Ante esta situación, podemos preguntarnos: ¿qué grandes desafíos tendrá que afrontar Lula, a partir de enero de 2023, en un país donde viven casi 216 millones de brasileños? La alianza encabezada por Bolsonaro ha elegido a 14 gobernadores estatales. Además, Lula no puede contar con una mayoría significativa ni en el Congreso Nacional ni en el Senado Federal. Por lo tanto, un reto importante para él será, en primer lugar, entablar un diálogo y establecer la armonía con el Parlamento.

En cuanto a la política exterior, Brasil tendrá que volver al contexto del que se aisló en los últimos años. El gobierno electo ya despierta interés y apertura por parte de muchos países. Brasil sigue padeciendo las dolorosas consecuencias de la pandemia y sufre también la desestabilización económica causada por la guerra de Ucrania. Además, al menos 33 millones de brasileños viven en el umbral de la pobreza y el desempleo. Remediar la precariedad de la salud y la educación, desde la enseñanza básica hasta la universitaria, será también un desafío importante para el próximo gobierno. Y a todas estas desafiantes realidades hay que añadir la fuerte oposición de esa parte de la población descontenta con su victoria.

Lula tendrá mucho trabajo para enfrentar esta polarización. Se espera que no repita los errores del pasado y que su experiencia previa en el gobierno ayude a Brasil a superar sus graves problemas. Se espera que ponga en práctica lo que dijo en su primer discurso como Presidente designado: «Fui elegido para gobernar en nombre de 215 millones de brasileños. Gobernaré para todos indistintamente, sin mirar si eres rico o pobre, sin mirar si eres de izquierda o de derecha. Pero quiero que se sepa una cosa: aunque gobierne para todos, las políticas de mi Gobierno irán dirigidas en primer lugar a los más necesitados»[13].

  1. El periodo del régimen militar brasileño, que se extendió de 1964 a 1985, se caracterizó por una combinación de ampliación de los derechos sociales, reducción drástica de los derechos civiles y restricción de los derechos políticos. La cúspide de la severidad de ese régimen quedó consagrada en la Ley Institucional nº 5, de 13 de diciembre de 1968. Otorgaba al Presidente de la República la facultad de decretar el cierre del Parlamento, que sólo volvería a sus funciones si era convocado por el propio Jefe del Estado. Permitía suspender los derechos políticos de cualquier persona durante 10 años. Las personas así sancionadas también podían ser sometidas a libertad vigilada, prohibición de viajar a determinados lugares y domiciliación forzosa. Se suspendió la garantía del habeas corpus para los acusados de delitos contra la seguridad nacional y delitos que perjudicaran el orden económico y la economía popular. Además, la ley sustrajo del control judicial todos los actos realizados dentro de su ámbito de aplicación, así como sus efectos. Véase TRIBUNAL SUPERIOR ELEITORAL, Eleições no Brasil. Una historia de 500 años. Secretaria de gestão da informação, Brasilia, 2014.

  2. En este sentido, cabe citar el documental Democracia em vertigem (Brasil, 2019), dirigido por Petra Costa. Esta producción cinematográfica, nominada a varios premios, entre ellos el Oscar 2020 al mejor documental, no sólo narra el proceso que llevó a la destitución de Roussef, sino que también presenta la persecución judicial sufrida por Lula y los acontecimientos que favorecieron la elección de Bolsonaro.

  3. TSE, Resultado das eleições, 10 de noviembre de 2022 (https://resultados.tse.jus.br/oficial/app/index.html#/eleicao;e=e544/resultados).

  4. Cfr M. Bergamo, «Bolsonaro já defendeu aborto como “escolha do casal” e relatou experiência», en Folha de S. Paulo, 5 de octubre de 2022 (https://tinyurl.com/4pu72eay).

  5. C. Saint-Clair, Bolsonaro, o homem que peitou o exército e desafia a democracia, Belo Horizonte, Máquina de livros, 2018, 281.

  6. Durante la homilía, Dom Orlando Brandes, entre otras declaraciones en marcado contraste con la política de armamento, tomó las palabras del himno nacional brasileño para decir: «Una patria amada no puede ser una patria armada»: cf. L. Pedra, «Arcebispo de Aparecida: “Pátria amada não pode ser pátria armada”», en Correio Brasiliense, 12 de octubre de 2022 (https://tinyurl.com/yc73u6ea).

  7. Cfr el perfil personal de Twitter del cardinal Odilo Scherer: @Dom­OdiloScherer.

  8. Cfr M. Lopes, «Cardeal Scherer: Se quem fala dos pobres é comunista, então Jesus foi comunista», en O Povo, 28 de octubre de 2022 (https://tinyurl.com/3aus297u).

  9. CNBB, «Nota da presidência», 12 de noviembre de 2022: cfr https://tinyurl.com/yfkztc5r

  10. Cfr Arquidiocese de Belo Horizonte, «Solidariedade a Dom Vicente», 13 de noviembre de 2022 (https://tinyurl.com/uemremep).

  11. Ministério da Defesa, Nota oficial, 12 de noviembre de 2022.

  12. Exército Brasileiro, Nota à imprensa, 11 de noviembre de 2022 (https://tinyurl.com/4dbkyx69).

  13. Discurso del presidente electo Lula en la Avenida Paulista, 31 de octubre de 2022 (https://tinyurl.com/2p9yjanb).

Bruno Franguelli
Sacerdote jesuita, poeta, escritor y comunicador. Ha realizado misiones en la Amazonia peruana y fue vicerrector del Santuario Nacional de San José de Anchieta, en Espírito Santo, Brasil. Actualmente vive en Roma (Italia), donde es colaborador de Radio Vaticana. Entre sus publicaciones se cuenta el libro “Un poeta appassionato del Regno. La vita di San José de Anchieta” (Tau, 2016).

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