Biblia

¿Qué hace Sansón en la Biblia?

Sansón y Dalila, Anthony van Dyck (1630)

Sansón, un problema de la exégesis moderna

«La figura del fuerte Sansón parece ajena e incómoda en el libro de los Jueces de Israel. Si excluimos su nacimiento milagroso, que en cualquier caso no concierne tanto a Sansón como a sus padres, nos encontramos ante un héroe solitario y casi invencible. La única regla de su vida parece ser su voluntad de dedicarse exclusivamente a perseguir su venganza personal. Sus guerras son enemistades privadas, y sus victorias, en el mejor de los casos, salvan su propio pellejo. Además, este héroe sólo parece fijarse en las mujeres (filisteas). No hay nada que relacione realmente a esta figura con la historia nacional de Israel, ni siquiera con la de una tribu. […] [La estilización que lo convierte en juez de Israel] tiene algo de grotesco. ¿Qué puede haber inducido al autor de la historiografía deuteronomista, que después de todo es un excelente escritor, a realizar este desesperado acto de fuerza?». De esta manera K. F. D. Römheld comienza su artículo sobre el capítulo 13 del libro de los Jueces[1]. Unos años antes, en una revista pastoral se podían leer estas declaraciones: «Me resulta difícil comprender por qué Sansón ha entrado en el canon […]. ¿No nos encontramos, en este caso, ante esos delirios de omnipotencia y sueños de invencibilidad a los que uno se entrega cuando se identifica con Súperman o el viejo Shatterhand?»[2].

Los autores de alta sensibilidad moral siempre han fruncido el ceño cuando se han topado con el relato bíblico de Sansón, este nazireo consagrado a Dios, cuyo nacimiento había sido anunciado a su madre por un ángel, y que iba a convertirse en una de las grandes figuras salvadoras del libro de los Jueces: Sansón, que luego corre detrás de varias mujeres filisteas, despedaza a un león, durante un banquete propone adivinanzas a los filisteos, quema sus campos de trigo utilizando zorros a cuyas colas ha atado antorchas, mata a 1.000 filisteos con la quijada de un asno, tras visitar a una prostituta transporta a Hebrón el marco de las puertas de Gaza y, por último, deja que Dalila, la tercera mujer filistea, le robe el secreto de su nazareato, después de haberle pedido prácticamente lo mismo cuatro veces. A Sansón le cortan los cabellos consagrados a Dios, por lo que cae cautivo de los filisteos y queda ciego. En Gaza provoca el derrumbe del templo de Dagón y arrastra consigo a la muerte a un gran número de filisteos. Orgías, historias de mujeres, reyertas, atentados suicidas: ¿cómo puede ser compatible semejante pendenciero y mujeriego con un libro religioso? Los estudiosos siempre han considerado que la historia de Sansón no satisface plenamente las exigencias morales y teológicas que con razón se esperan de un relato bíblico. Pero no sólo se han planteado objeciones morales y teológicas. Desde un punto de vista puramente literario, para muchos estudiosos Sansón no parece estar al mismo nivel que Débora, Gedeón y Jefté. Así escribe H. Niehr en la Introducción al Antiguo Testamento, editada por Zenger: «En efecto, la historia de Sansón (13-16) no tiene nada que ver con la de los “grandes jueces”. Sólo con una redacción tardía se asimiló a Sansón con los grandes jueces (13,1; 15,20; 16,31)»[3].

Sansón en los Padres de la Iglesia

Los Padres de la Iglesia encontraron la figura de Sansón mucho menos problemática. Ya en la carta a los Hebreos (11,32-34) se dice: «¿Y qué más puedo decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los Profetas. Ellos, gracias a la fe, conquistaron reinos, administraron justicia, alcanzaron el cumplimiento de las promesas, cerraron las fauces de los leones, extinguieron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada. Su debilidad se convirtió en vigor: fueron fuertes en la lucha y rechazaron los ataques de los extranjeros».

Para los Padres de la Iglesia, Sansón era con razón no sólo un héroe de la fe, como en la carta a los Hebreos, sino incluso un tipo de Cristo. Se podría objetar: ¿cómo se puede ver la figura de Cristo en un pendenciero y mujeriego? Pero ¡precisamente por eso! San Jerónimo escribe: «Sansón, que […] es un tipo del Salvador, porque recogió de entre los gentiles a la Iglesia “meretriz” y al morir mató a muchos más enemigos que en vida»[4]. Las mujeres paganas de Sansón son un tipo de la Iglesia de los paganos, la casta meretrix, y sus altercados simbolizan por adelantado la lucha de Cristo contra el enemigo maligno. Así ocurre para este Padre de la Iglesia.

Ahora bien, no sería justo imputar cierta ingenuidad a San Jerónimo por esta exégesis de Sansón. Los Padres de la Iglesia leen toda la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, como un único complejo literario y teológico, en el que una realidad remite a la otra. Si el agua fluye en algún lugar del Antiguo Testamento, para ellos ya existe una conexión con el bautismo y, sobre todo, para ellos todo se aclara a la luz de Cristo, de la Iglesia y de los sacramentos. Por tanto, no es una mera arbitrariedad que Jerónimo vea en Sansón un tipo de Cristo, aunque para los exegetas modernos la yuxtaposición de las mujeres paganas y la Iglesia de los paganos suene como una nota desafinada. Para los Padres, el anuncio del nacimiento de Sansón y de Cristo por un ángel hace incluso necesaria la correlación, y no sin razón. Lucas, en efecto, compuso su relato utilizando verdaderamente y en gran medida el capítulo 13 del libro de los Jueces[5]. El anuncio del nacimiento de Sansón fue necesariamente interpretado por los Padres de la Iglesia como un tipo de la anunciación de Cristo. Pero después de descubrir esta conexión, buscada por el evangelista, además de la anunciación hubo también otros elementos que llamaron la atención de los Padres: (a) el nazireo-nazoreo; (b) cómo el Espíritu Santo desciende sobre él y lo estimula; (c) cómo vence al león rugiente que anda buscando a quién devorar; (d) cómo se supone que es un libertador y realiza su mayor acto de liberación con su muerte; (e) cómo tiene sed en su agonía (Jue 15,18); (f) cómo clama a Dios y es escuchado; (g) cómo es traicionado por dinero, etc. Para los Padres de la Iglesia, la Biblia es efectivamente un todo único en el que la historia de Sansón del Antiguo Testamento y las historias de Jesús del Nuevo Testamento se refieren la una a la otra, desde un punto de vista literario y teológico.

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Las preguntas histórico-críticas relegan a un segundo plano el problema de la conexión horizontal, es decir, literaria y teológica dentro de la Biblia, e intentan establecer los fundamentos históricos de las narraciones y los motivos. Abstraen el texto de su marco literario bíblico, e intentan situarlo de nuevo en el entorno histórico del que surgió: a) ¿cómo y dónde surgió la tradición de Sansón? b) ¿cuál es su contenido histórico? c) ¿de qué género literario se trata y cómo encaja en el entorno del Antiguo Oriente?

Si la historia de Sansón se sacara del libro de los Jueces y si, en consecuencia, se eliminara el problema de su conexión literaria con este libro, entonces Sansón como personaje «histórico» reconstruido o incluso sólo como «figura mitológica de Hércules» se convertiría en algo completamente ajeno a esas otras figuras de líderes que son Gedeón y Jefté. Comparado con ellos, Sansón aparece como un cuerpo extraño. Todo lo que queda – como recuerda Niehr – es el marco deuteronomista que la historia de Sansón tiene en común con los otros relatos de los jueces, con los que lo relaciona más mal que bien.

Sin menoscabar en absoluto la legitimidad del problema relativo al origen del material histórico o mitológico, se puede, no obstante, abordar la vieja cuestión del contexto literario desde una nueva perspectiva, como se ha venido haciendo cada vez más en los últimos años, en un intento de sacar algún nuevo provecho de lo que se ha conseguido hasta ahora desde este punto de vista. ¿Qué hace Sansón en el libro de los Jueces? Empecemos por la pregunta más sencilla: ¿le resta coherencia literaria, independientemente del valor moral y teológico del libro? Pero si no le resta, sino que, por el contrario, aumenta su coherencia literaria, también podría tener algún significado en el plano teológico, suponiendo que la palabra de Dios se manifiesta en el dato literario y suponiendo, también, que la Sagrada Escritura está inspirada por el Espíritu Santo.

El duodécimo juez

Seamos claros desde el principio: desde un punto de vista literario, no se nos permite sustraer a Sansón de lo que comúnmente se piensa hoy del libro de los Jueces. Es el pivote en torno al cual gira la rueda, es la piedra angular sobre la que descansa todo el edificio. Un libro de los Jueces sin Sansón se derrumbaría sobre sí mismo. Pero esto significa también, por otro lado, que en él se encierra un significado que se aclara en el conjunto del libro. Sansón no actúa como un personaje extraño que no está en sintonía con los demás jueces, un héroe que intenta dominar a los demás «con ingenio y burla», como sigue creyendo von Rad[6], por ejemplo. Sansón es mucho más de lo que puede descubrirse con sólo mirarlo. La conexión literaria que los Padres de la Iglesia asumieron sin ningún problema aún guarda otros significados potenciales relacionados con la figura de Sansón.

Si se cuentan los jueces tal como aparecen en el libro del mismo nombre, la serie es la siguiente: Otniel, Ehúd, Samgar, Débora, Gedeón, Tola, Jaír, Jefté, Ibsán, Elón, Abdón, Sansón. Ya son doce. Este hecho por sí solo dice que Sansón pertenece a la totalidad de la serie de los jueces. Por tanto, es probable que el número doce, cargado de valores simbólicos y que indica a Israel en su totalidad, sea intencional[7]. Hay que descartar de entrada cualquier concepción basada en el número once. Sansón completa el número doce y no puede faltar sin que el conjunto resulte dañado.

Sansón reúne en sí mismo las características de los jueces

Sansón es el duodécimo de la serie: el punto final, y quizás también la cumbre. De hecho, la historia de Sansón reúne en sí misma, de manera totalmente natural, ciertas características de los relatos anteriores de los jueces, haciendo converger varios hilos conductores en la figura de Sansón. El primero de estos elementos es tan obvio que no puede pasar desapercibido: la aparición del ángel a la madre de Sansón está claramente calcada de la aparición del ángel a Gedeón en el cap. 6. En aquel caso se trataba de la vocación de un salvador de Israel; ahora, en cambio, se anuncia el nacimiento de tal salvador.

Esta aparición del ángel, su desarrollo y los fenómenos que la acompañan indican que la figura de Sansón se asemeja a la de Gedeón, como lo demuestran en particular: a) el sacrificio del cabrito; b) la liberación de la llama; c) el miedo que surge ante la aparición, cuando Gedeón o Manoáj reconocen quién es el que aparece; d) la tranquilización por parte del Señor o de la mujer de Manoáj.

Después de que la historia de Sansón empezara retomando tan claramente algunos motivos de la historia de Gedeón, otras conexiones menores saltan a la vista[8]: Las antorchas de Gedeón, guardadas en los cántaros de los 300 hombres, con las que lanza el ataque contra los madianitas, vuelven a ser las antorchas de Sansón, que ata a las colas de 300 zorros, para introducirlos en los campos de grano de los filisteos (un tercio de las antorchas mencionadas en el Antiguo Testamento se encuentran en Jue 7 y 15)[9]. Los 600 filisteos, a los que Samgar había derrotado con una picana de buey, reaparecen en los 1.000 filisteos que Sansón mata con una quijada de asno[10]. La clavija con la que Dalila fija las trenzas de Sansón en 16,13-14 ya resulta familiar al lector por Jue 4,21-22 y 5.26, donde Jael, la mujer de Jéber, atraviesa la frente de Sisar con un instrumento similar[11]. E incluso una minucia juguetona, como el enjambre de abejas en el cadáver del león (14,8), no es involuntaria, pues recuerda a las abejas de Débora (en hebreo Débora significa «abeja»). Sansón no sólo completa el número doce de los jueces, no sólo lo concluye: resume en sí mismo el libro de los Jueces. Sansón es la suma total de los jueces.

Sansón encarna en sí mismo el esquema cíclico

Pero no sólo reúne en sí mismo los motivos que caracterizan las demás historias de los jueces. Los repite una y otra vez. No hay un solo error que Sansón no vuelva a cometer. Tres veces se entrega a las mujeres filisteas[12]. Dos veces se deja ablandar por las lágrimas de una mujer[13]. Dos veces revela su secreto. Dos veces es entregado en manos de los filisteos[14]. Dalila le pregunta cómo pudo ser vencido cuatro veces y casi con las mismas palabras[15]. El lector, después de la segunda vez y todas las siguientes, se pregunta: ¿pero entonces no ha aprendido nada de la historia? ¿Por qué hace siempre lo mismo dos, tres o cuatro veces? La historia de Sansón juega constantemente con la repetición. También en este elemento se resume todo el libro de los Jueces, ya que con repeticiones cíclicas asistimos siempre al mismo error de Israel, hasta que al final Sansón e Israel sucumben irremediablemente a la catástrofe. Por tanto, Sansón no sólo resume en sí mismo las figuras de los jueces, sino que también encarna en sí el patrón cíclico del libro. Sansón es la imagen perfecta de Israel tal como se refleja en el libro de los Jueces, de un Israel que con obstinada repetición se entrega a la idolatría, cae en manos de sus enemigos, clama a Dios, pero, como es el pueblo elegido, es acogido de nuevo. Debido al esquema cíclico deuteronomista del libro de los Jueces, Sansón no sólo no se añade como personaje secundario a la serie de otros jueces: encarna este esquema más que ningún otro.

Los ojos de Sansón

Esto puede verse en un punto concreto. El pasaje que introduce el libro de los Jueces ya presenta el patrón cíclico, al afirmar en 2,11: «Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor y sirvieron a los Baales». A partir de aquí, el mismo estribillo de la introducción resuena en todos los grandes relatos de Jueces:

3,7: «Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor» (Otniel).

3,12: «Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos del Señor. Entonces el Señor dio poder a Eglón, rey de Moab, sobre Israel, porque ellos hacían lo que es malo a los ojos del Señor» (Ehúd).

4,1: «Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos del Señor» (Débora).

6,1: «Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor, y él los entregó en manos de Madián durante siete años» (Gedeón).

10,6: «Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos del Señor, sirviendo a los Baales y a las Astartés, a los dioses de Aram, de Sidón y de Moab, y a los dioses de los amonitas y de los filisteos. Así abandonaron al Señor y dejaron de servirlo» (Jefté).

13,1: «Los israelitas volvieron a hacer lo que es malo a los ojos del Señor, y el Señor los entregó en manos de los filisteos durante cuarenta años» (Sansón).

Desde 2,11 hasta 13,1, este estribillo de los ojos se utiliza ocho veces prácticamente con las mismas palabras. Introduce todas las grandes historias de los jueces y, más recientemente, también la de Sansón. Lo que es malo a los ojos del Señor es la idolatría de Israel. Después de Sansón este estribillo de los ojos muta y al final del libro dice así:

17,6: «En aquel tiempo no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía bien a sus ojos».

21,25: «En aquel tiempo no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía bien a sus ojos».

Y también, sin la frase relativa a los ojos, 18,1 y 19,1: «En aquel tiempo no había rey en Israel».

El estribillo de los ojos se rebierte con la historia de Sansón; se rebierte en la historia de Sansón. Todavía se le presenta con el antiguo estribillo: «Hicieron lo que era malo a los ojos del Señor». En el plano narrativo, el nuevo estribillo: «Cada uno hacía lo que le parecía bien a sus ojos», se prepara con Sansón. Los ojos de Sansón van tras los filisteos. En 14,3 pide consentimiento a su padre para casarse con la mujer de Timná y dice: «Tráemela, porque es apta a mis ojos» (14,3). Y poco después se afirma: «Luego bajó, conversó con la mujer y gustó a los ojos de Sansón» (14,7). El resultado final de la historia de Sansón es el siguiente:

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16,21: «Los filisteos lo tomaron prisionero, le vaciaron los ojos y lo hicieron bajar a Gaza. Allí lo ataron con una doble cadena de bronce, y él hacía rodar el molino en la cárcel».

16,28: «Entonces Sansón invocó al Señor, con estas palabras: “Señor, acuérdate de mí y devuélveme la fuerza por esta sola vez, para que pueda vengarme de los filisteos, de un solo golpe, por la pérdida de mis dos ojos”».

Los ojos de Sansón no son simplemente los ojos de Sansón. Son los ojos de Israel, que hace lo que es malo a los ojos del Señor, pues en Israel cada uno hace lo que le parece bien a sus propios ojos. Con Sansón, el estribillo de los ojos se invierte: Sansón es el pivote de la rueda en torno al cual giran los estribillos de los ojos. Las historias de Sansón con mujeres paganas representan la idolatría de Israel. Sansón no es simplemente un hombre tosco, un bruto solitario. Reúne los motivos que caracterizan a los jueces anteriores. Es el duodécimo y último de ellos, su suma total. El nazirato de Sansón, es decir, su elección y consagración desde el vientre de su madre, no representa simplemente el voto de nazirato, como se estipula en Nm 6. La consagración de Sansón como nazireo, impuesta por Dios, es la elección de Israel desde el vientre de Sara. Todavía no se ha dicho con esto que Sansón sea una figura histórica. En el libro de los Jueces, sin embargo, Sansón no es sólo un individuo, un hombre que vive «en el gran conflicto entre eros y carisma»[16]. En el conjunto del libro de los Jueces, el duodécimo juez se sitúa en relación con todo el Israel de la época de los Jueces, y quizá incluso con algo más.

San Agustín afirma en su comentario al Evangelio de Juan: «Los hechos del Señor no son meros hechos, sino signos»[17]. El narrador bíblico cuenta lo que narra no por su facticidad, sino por su significado. No escribe nada que esté destinado al archivo: tiene un mensaje que comunicar, un mensaje religioso. Sansón forma parte del libro de los Jueces no porque su figura histórica sea un hecho, sino porque es un símbolo de Israel. Esto no excluye que ya existiera una biografía de ese personaje, que el narrador consideró adecuada para ser estilizada en función de Israel, como en el caso de Otniel. El narrador del libro de los Jueces había encontrado una figura de Otniel en Josué, pariente de Caleb. En Jue 3,7-11 lo convierte en juez con el nombre de Otniel. Es posible que el narrador conociera por tradición a un héroe histórico o mítico llamado Sansón. Y luego creara al duodécimo juez de todo el libro de los Jueces, como suma total de los jueces, como esencia y encarnación de Israel.

Sansón es Israel

¿Qué representa Sansón en la Biblia? En el libro de los Jueces es la suma total de los jueces, la encarnación de Israel, el pueblo elegido[18]. Elegido incluso antes de su nacimiento, Sansón, con sus orgías, sus visitas a los viñedos y al valle de Sorek, famoso por sus vinos, pone continuamente en peligro su consagración como nazireo; él, que se apodera de cadáveres de león y de mandíbulas de asno y sobre todo comete adulterio con sus propios ojos y, al final – habiéndose quedado ciego -, perece en el templo idólatra, representa a Israel que, elegido también antes de nacer, comete constantemente el mismo error y hace el mal a los ojos del Señor, pone en peligro su propia consagración negando continuamente al Señor y finalmente perece en el exilio (cfr Jue 18,30), porque se ha quedado ciego a causa de su idolatría.

La mención del destierro asirio en Jue 18,30 puede referirse también al mismo tiempo al destierro babilónico, es decir, al fracaso final de la primera conquista de la tierra. El «estribillo de los ojos» se retomará de otra forma en los libros de los Reyes. Todos los reyes de Israel y de Judá, así como a veces sus pueblos, son juzgados de forma estereotipada según hayan hecho «lo que es bueno a los ojos del Señor»[19] o «lo que es malo a los ojos del Señor»[20], hasta que, al final, Sedecías, el último rey, es llevado a Babilonia después de haber sido cegado[21].

Por tanto, no era tan aberrante la idea de los Padres de la Iglesia de que Sansón, como símbolo, apunta a algo más allá de sí mismo, a saber, que es signum y no sólo factum, lo que remite a otras realidades que hay que subrayar dentro de la propia Biblia. Ciertamente, ya no podemos ver simbolizada en las historias de las mujeres de Sansón la elección de la Iglesia de los paganos, como quería Jerónimo. Pero más allá de su figura individual, podemos considerarlo, en el conjunto del libro de los Jueces, como la encarnación de Israel. Y en el conjunto de la Biblia, la encarnación de Israel puede ciertamente ponerse en relación con Jesús, que es esa otra encarnación del siervo de Dios que es Israel, como hace a su manera Lucas en el relato de la anunciación. Dicho en términos más generales – y esta vez, empero, en consonancia con el comentario de Jerónimo a la carta a Filemón: «Y toda la historia de Sansón conduce al misterio del verdadero sol: pues éste es el significado de su nombre»[22] -, en el contexto de la Biblia, se puede poner toda la historia de Sansón en relación con el misterio de Cristo, el verdadero sol; éste es, en efecto, el significado del nombre de Sansón: sol, un sol que ciertamente se pone en el ocaso, pero que nos deja a la espera de un nuevo amanecer[23].

  1. * Este texto fue publicado en alemán en Theologie und Philosophie 80 (2005) 481-489.

    K. F. D. Römheld, «Von den Quellen der Kraft», en Zeitschrift für alttestamentliche Wissenschaft 104 (1992) 28.

  2. H.-P. Hertzsch, «Simson», en Zeichen der Zeit 39 (1985) 189, citado por M. Witte, «Wie Simson in den Kanon kam. Redaktionsgeschichtliche Beobachtungen zu Jdc 13-16», en Zeitschrift für alttestamentliche Wissenschaft 112 (2000) 526. Witte intenta establecer cuáles pudieron ser las etapas que dieron origen a la historia de Sansón antes de su inclusión en el libro de los Jueces. Pero nuestro problema es ver cuál es la función de Sansón en el libro de los Jueces, una vez que ha sido introducido en él.

  3. E. Zenger et al. (Hgg.), Einleitung in das Alte Testament, Stuttgart, Kohlhammer, 1998, 198.

  4. Jerónimo, s., Adv. Iovinianum, I [PL 23, 253]: «Samson, qui […] typum teneat Salvatoris, quod meretricem ex gentibus adunaret Ecclesiam, et multo plures hostium moriens quam vivus occiderit».

  5. El arcángel en Lucas, a diferencia de Mateo, se aparece a la futura madre, como en el caso de Sansón (y de Ismael). Las palabras que el arcángel dirige a María (Lc 1,31: «He aquí que concebirás y darás a luz un hijo» se encuentran también en parte en Is 7,14, en la versión de la LXX («He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo») y en Gn 16,11 [LXX] («has concebido y darás a luz un hijo, al que llamarás Ismael) y en su totalidad sólo en Jue 13,3-5 [LXX] (manuscrito B): «Concebirás y darás a luz un hijo […]».

  6. Cfr G. von Rad, Teologia dell’Antico Testamento, vol. 1: Teologia delle tradizioni storiche d’Israele, Brescia, Paideia, 1972, 378.

  7. Cfr M. Noth, Überlieferungsgeschichtliche Studien, Tübingen, Niemeyer, 19673, 61, quien escribe, aunque con algunas reservas: «Dado que en 1 Sam 12,11 falta sorprendentemente el nombre de Sansón, en un contexto que en su mayor parte tiende a ser completo (vv. 9-11), podría ser que los relatos de Sansón se incluyeran más tarde en la obra del Deuteronomista. En ese caso, para el Deuteronomista, Jue 13,1 habría ido inmediatamente seguido de 1 Sam 1,1 y este también aquí, como en otras partes, habría relacionado con un dominio extranjero concreto una única figura de «salvador», en este caso la de Samuel. Sin embargo, el hecho de que Sansón no figure en 1 Sam 12,11 también puede deberse a un juicio posterior: es decir, que no se le debe contar entre los libertadores. En cualquier caso, no se puede eliminar sin más a Sansón del libro de los Jueces en su conjunto.

  8. Cfr B. G. Webb, The Book of Judges. An Integrated Reading, Sheffield, Academic Press, 1987, 164.

  9. Jue 7,16.20: dos veces; Jue 15,4 s: tres veces; en el resto del Antiguo Testamento: nueve veces.

  10. Cfr Jue 3,31 e 15,15.

  11. Jue 4,21-22: tres veces; Jue 5,26 una vez; Jue 16,14: dos veces según el texto masorético, y una vez más en 16,13 según el texto de la LXX, considerado más fiel al original según la crítica textual. En el resto del Antiguo Testamento: 18 veces.

  12. Cfr Jue 14,1; 16,1.4.

  13. Cfr Jue 14,16-17: «La mujer se puso a llorar en brazos y Sansón, y le dijo: “Tú no sientes ningún cariño por mí. Has propuesto una adivinanza a mis compatriotas, y no has querido darme la solución” […] ella le estuvo encima llorando los siete días que duró la fiesta, y él, ante tanta insistencia, al séptimo día le dio la solución. Ella se la comunicó a sus compatriotas». Jue 16,15-17: «Entonces ella le dijo: “¿Cómo puedes decir que me quieres, si tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces y no me has revelado de dónde sacas tanta fuerza”.Y como todos los días lo acosaba con sus palabras y no dejaba de importunarlo, fastidiado ya hasta de la vida, él le abrió todo su corazón».

  14. Cfr Jue 15,12-14 y 16,20-21.

  15. Cfr Jue 16,6.10.13.15.

  16. G. von Rad, Teologia dell’Antico Testamento, vol. 1: Teologia delle tradizioni storiche d’Israele, cit., 346.

  17. Agustín, s., In Io. XLIX, 2: «Domini quippe facta non sunt tantummodo facta, sed signa».

  18. Cfr B. G. Webb, The Book of Judges. An Integrated Reading, cit., 172.

  19. 1 Re 11,33 (en forma negativa); 11,38; 14,8; 15,5.11; 22,43; 2 Re 10,30; 12,3; 14,3; 15,3.34; 16,2 (en forma negativa); 18,3; 22,2.

  20. 1 Sam 15,19 (Saúl); 2 Sam 12,9 (Natán a David); 1 Re 11,6 (Salomón); 14,22 (Judá); 15,26.34; 16,19,25.30; 21,20.25; 22,53; 2 Re 3,2; 8,18.27; 13,2.11; 14,24; 15,9.18.24.28; 17,2.17; 21,2.6.16.20; 23,32.37; 24,9.19.

  21. Jue 16,21 dice de Sansón: «Los filisteos lo tomaron prisionero, le vaciaron los ojos y lo hicieron bajar a Gaza. Allí lo ataron con una doble cadena de bronce». En 2 Re 25,7 se dice de Sedecías: el rey de Babilonia «A Sedecías le sacó los ojos, lo ató con una doble cadena de bronce y lo llevó a Babilonia».

  22. En PL 26, 645: «et totam Samson fabulam ad veri solis (hoc quippe nomen eius sonat) trahere sacramentum».

  23. Cfr las afirmaciones con las que se concluye el canto de Débora en Jue 5,31: «¡Qué así desaparezcan todos tus enemigos, Señor, y los que te aman sean como el sol cuando despunta con toda su fuerza!»

Dieter Böhler
Tras graduarse en el instituto de Villingen-Schwenningen en 1980, estudió teología católica en la Universidad Albert Ludwig de Friburgo y en la Universidad de Innsbruck de 1980 a 1983. Entre 1985 y 1987 estudió Filosofía en la Escuela Superior de Filosofía de Múnich, donde obtuvo la licenciatura en Filosofía. Desde 2008 es profesor de exégesis del Antiguo Testamento en la Universidad Filosófico-Teológica de Sankt Georgen en Frankfurt. De 2010 a 2016 fue consultor de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (Roma).

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