ECONOMÍA

El agua. Una urgencia mundial

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A pesar de que nuestro planeta se llama «Tierra», tres cuartas partes de su superficie son de agua. Esta es mayoritariamente salada, pues casi el 98% se encuentra en mares y océanos. Sólo el 2,4% es agua dulce, presente en glaciares, ríos, bajo el suelo o la atmósfera. De esta, solo un 0,025% es agua potable fácilmente accesible. Este pequeño porcentaje además mengua, tal y como señala la Organización Meteorológica Mundial[1]. Últimamente, ríos como el Níger, el Volta, el Nilo, el Po o el Congo muestran un caudal inferior al habitual. De hecho, el bajo nivel de los ríos es un fenómeno cada vez más frecuente a lo largo de todo el planeta, y esto solo puede explicarse si se consideran los efectos del cambio climático, tal como señala una reciente investigación publicada por la prestigiosa revista Science: «La influencia humana en el clima ha afectado la magnitud de los caudales fluviales bajos, medios y altos a escala global»[2].

Los impactos del cambio climático se dejan sentir a menudo a través del agua, ya que éste hace aumentar la variabilidad del ciclo hidrológico, induce una mayor cantidad de fenómenos climáticos extremos, y reduce la predictibilidad de la disponibilidad del agua, afectando a su propia calidad. A su vez, esta cascada de consecuencias amenaza el desarrollo sostenible, la biodiversidad y el disfrute del derecho humano al agua potable y al saneamiento en todo el mundo.

En lo que sigue pretendemos reflexionar sobre esta cuestión vital – en la que confluyen tantos aspectos técnicos y opciones políticas – refiriéndonos explícitamente a la visión propia de la Doctrina Social de la Iglesia.

En el agua confluyen y se reflejan los problemas del mundo

Las inundaciones, sequías, olas de calor e incendios que están devastando muchas partes del mundo están sometiendo a duras pruebas a las sociedades humanas, especialmente a las más pobres, con implicaciones de gran alcance para la estabilidad económica, social y política. En África oriental, una devastadora sequía de cuatro años ha destruido medios de subsistencia y ha dejado a más de 20 millones de personas en riesgo de morir de hambre. Somalia, tras años sin lluvia, sufre ahora inundaciones catastróficas, causadas, asimismo, por el cambio climático. Debido a ello, una cuarta parte de su población se enfrentará, si no recibe ayuda internacional, «a un hambre de nivel crítico o algo peor», según el Programa Mundial de Alimentos[3]. En Pakistán, las inundaciones de 2022 han sumergido a un tercio del país, un área equivalente a la extensión del Reino Unido, causando la muerte de al menos 1.500 personas y acabando con el 45% de las cosechas[4]. Es bien conocido: El agua es vida, el agua salva… y también mata.

En China, una ola de calor sin precedentes ha provocado una grave escasez de agua en regiones que aportan un tercio de la producción nacional de arroz. Los ejemplos se multiplican. La cuenca amazónica sufre una hasta ahora desconocida escasez de agua. Las sequías y los incendios en los Estados Unidos y Europa, y las graves inundaciones y sequías en la India, han reducido la producción mundial de cereales y las exportaciones de alimentos. Nuestra producción de alimentos requiere de grandes y estables volúmenes de agua. El impacto combinado de las condiciones extremas actuales no tiene precedentes en nuestra historia y además supera la capacidad de respuesta de los encargados de formular políticas nacionales.

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El agua ocupa y preocupa. La cantidad de agua dulce disponible para la población está disminuyendo en muchos lugares, debido a la contaminación, el crecimiento demográfico y unas tasas de consumo que no respetan el tiempo necesario para regenerar el recurso. El consumo de agua ha crecido en todo el mundo a un ritmo más de dos veces superior al de la población en el último siglo, y un número cada vez mayor de regiones está alcanzando el límite en el que los servicios hídricos pueden prestarse de forma sostenible. El crecimiento demográfico y el desarrollo económico están ejerciendo una presión sin precedentes sobre unos recursos hídricos renovables pero finitos, especialmente en las regiones áridas. Para 2025, se espera que 1.800 millones de personas vivan en países o regiones con escasez «absoluta» de agua (<500 m3 anuales per cápita), y dos tercios de la población mundial podrían encontrarse en condiciones de «estrés» (entre 500 y 1.000 m3 anuales per cápita). La situación se agravará a medida que el rápido crecimiento de las zonas urbanas ejerza una fuerte presión sobre los recursos hídricos vecinos[5].

Los problemas relacionados con el agua (su escasez o su exceso, que no sea pura y apta para el consumo) ya provocan inseguridad alimentaria y sanitaria crónica en regiones enteras. Con arreglo a las últimas cifras del año 2020, el 26 % de la población mundial (2.000 millones de personas) carecía de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura, y aproximadamente el 46 % (3.600 millones) carecía de acceso a servicios de saneamiento gestionados de forma segura[6]. La carencia de acceso al agua es un indicador rotundo de la pobreza. En varios países de África y Asia, las mujeres y las niñas se ven especialmente afectadas porque se calcula que pasan unos 200 millones de horas al día buscando agua para sus hogares, en lo que Unicef califica de «colosal pérdida de tiempo»[7]. A menudo, el agua huele mal y es nociva. La diarrea, causada principalmente por la falta de acceso a agua potable y saneamiento, mata a 2.195 niños cada día (más que el SIDA, la malaria y el sarampión juntos)[8]. La pregunta crucial es: ¿podemos asegurarnos de que en el futuro habrá agua para todos y para todo lo que necesitamos?

La crisis hídrica mundial exige una nueva gobernanza

Nuestro modo de producir y consumir bienes está poniendo en peligro el agua en su misma fuente. Con el cambio climático que hemos inducido, el mismísimo patrón temporal del monzón ha quedado alterado. Esto ha provocado el derretimiento del hielo en la meseta tibetana, causando las aludidas inundaciones en Pakistán[9].

La mayor parte de la lluvia que recibe un país cualquiera se genera fuera de su territorio. La disponibilidad de agua dulce depende, en última instancia, de las precipitaciones; estas, a su vez, dependen de que se dé una estabilidad en los océanos, y de que haya bosques intactos y ecosistemas saludables en otros países y regiones. Todo está interconectado.

Experimentamos cambios ambientales radicales. Sequías e inundaciones se suceden en los cinco continentes. Antes, el suministro del agua era relativamente estable (dentro de los límites de la variabilidad natural), predecible y gestionable en amplias zonas del mundo. Hoy el agua es cada vez más escasa (hasta los acuíferos se van agotando) y está sujeta a variaciones extremas.

Huelga recordar que en muchas regiones del mundo más pobre, el agua no ha sido nunca considerada como un bien libre. Para la mayor parte de la población del mundo, sobre todo en las zonas áridas, el agua ha sido siempre un bien escaso, costoso, estratégico y, en consecuencia, administrado con gran cuidado. La novedad de estos últimos decenios es la generalización del problema, que se extendió desde las zonas áridas, en las que se hace más y más acuciante, a otros muchos países del mundo, donde el agua no era considerada un bien escaso. Hoy, por las razones arriba expuestas, con gran incidencia de nuestro modelo de producción y consumo, el agua está asumiendo las características propias de un bien común global, es decir, un bien escaso y consumido de manera rival entre los individuos, las comunidades, o incluso entre los estados[10]. Justamente aquí radica la tensión, en conjugar el ejercicio de la libertad individual y la conveniencia para todos de salvaguardar los bienes comunes, y con ello el bien común. Si consideramos los acuíferos en la zona subsahariana o en el confín entre Pakistán e India, verificamos la conocida tragedia de los bienes comunes[11]: cada individuo o grupo tiende a extraer agua para satisfacer sus necesidades buscando su máxima ventaja. De este modo se va agotando la reserva de agua de todos, hasta que la fuente se seca. Como dice el proverbio africano «lo nuestro no es mío».

Dado que todos nuestros desafíos ambientales clave están relacionados con el agua, nos urge reconocer que el agua es un bien común esencial para el bien común universal. Sólo así se podrá movilizar la acción colectiva y pactar nuevos acuerdos que pongan la equidad y la justicia en el centro de nuestra respuesta a cómo prosperar en un mundo de escasez de agua, temperaturas más altas, y costas y sistemas fluviales alterados.

Pero, para salvaguardar este bien común mundial, tanto el derecho como la economía deben reorientarse. La crisis del agua es global. No se puede ignorar y solo se puede resolver con un pensamiento económico innovador y una nueva gobernanza jurídica que se traduzcan en comportamientos ecológicos a partir de esfuerzos educativos[12]. Ninguna comunidad puede prosperar sin un suministro seguro de agua limpia. Sin una gestión adecuada del agua, la mayor parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) será inalcanzable. Estamos ante una tarea ciclópea: Responder a un reto global que nuestros comportamientos han generado.

¿Cómo resolver el problema del agua?

Quien solucione el problema del agua será merecedor de dos premios Nobel: el de economía y el de la paz[13].

Efectivamente. Los retos ligados al agua preocupan y ocupan a la comunidad internacional, el mundo de la economía, de la ciencia, de la educación y de la acción humanitaria. De hecho, del 22 al 24 de marzo de 2023, se celebró en Nueva York la Conferencia del Agua de la ONU[14]. Fue la primera conferencia mundial sobre el agua en casi medio siglo. Esta cumbre quedó lastrada por la falta de compromisos vinculantes y la escasa representación del sur global. Con todo, se reconoció que es necesario concretar planes hídricos para cada país, y planes hídricos regionales para cada cuenca y acuífero compartido y un mecanismo financiero internacional para salvaguardar los suministros de agua[15]. No pocos participantes expresaron su convicción de que el agua debe ser tratada como un bien común global con vínculos con la crisis climática, la alimentación, la energía y la seguridad nacional.

«El agua nos une a todos», concluyó António Guterres, Secretario General de la ONU. Es un bien imprescindible para la vida y cada uno de nosotros. Todo ser humano tiene derecho en cualquier circunstancia – guerra incluida – a contar con acceso a agua potable y limpia. Sin gozar de este derecho no pueden alcanzarse otros como el derecho a la vida, un nivel de vida saludable y digno. Al ritmo actual, el acceso universal al agua potable y al saneamiento no se logrará para el 2030, tal como se fijó con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero hay más: el agua es fuente de conflictos y es un arma usada en los conflictos.

Aumentan los enfrentamientos relacionados con el agua

El agua en la Tierra está distribuida de manera no uniforme en el espacio y el tiempo. Hay regiones húmedas y áridas, así como estaciones húmedas y secas. Estas disparidades en un mundo tan desigualmente poblado conducen a competencia y disputas sobre el acceso y control del agua. En los últimos años, a medida que sus fuentes disminuyen, los conflictos relacionados con el agua han aumentado marcadamente[16]. La violencia por el agua tiene una larga historia. ¿Quién no recuerda la primera escena del filme 2001 Odisea del espacio? Dos clanes de hombres primitivos luchan por la posesión de una charca de agua y uno de ellos descubre que puede utilizar el fémur de un esqueleto como un arma. La primera guerra por el agua conocida ocurrió hace casi 4.500 años, entre las antiguas ciudades-estado de Umma y Lagash, en Mesopotamia, por el acceso al agua de riego del río Tigris.

La ONU declaró formalmente el derecho humano al agua en 2010 y el derecho internacional humanitario exige la protección de la infraestructura hidráulica civil durante los conflictos y prohíbe el uso del agua como arma de guerra. Sin embargo, el aumento récord de la violencia relacionada con el agua nos muestra cuán lejos estamos de respetar estos derechos. Pedro Arrojo-Agudo, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento, acaba de afirmar: «Atacar los sistemas de agua civiles y utilizar el agua como arma constituyen crímenes de guerra. Se debe recordar constantemente a los políticos y líderes militares estas leyes, y que las violaciones deben ser procesadas»[17].

Actualmente, 4 mil millones de personas viven en cuencas fluviales que cruzan fronteras políticas, pero más de la mitad de las 310 cuencas fluviales internacionales del mundo carecen de acuerdos internacionales de intercambio o comisiones conjuntas de cuencas fluviales. Irán y Afganistán han luchado en los últimos meses por las aguas del río compartido Helmand, con muertes en ambos lados. China y la India mantienen un conflicto bien tenso en el Himalaya[18]. Los agricultores de la India se han amotinado por la escasez de agua provocada por la sequía y el desvío de agua de las granjas a las ciudades. En el África subsahariana, los pastores tradicionales están en conflicto con los agricultores por el acceso a recursos escasos de tierra y agua.

Se necesitan esfuerzos diplomáticos para resolver disputas internacionales por este bien común. «En el mundo hay 286 cuencas fluviales (y lacustres) transfronterizas, en las que participan 148 Estados. Sólo 84 de estas cuencas cuentan con organismos conjuntos de gestión del agua, y muchos de ellos no se consideran eficaces. El número de acuíferos compartidos sin órganos de gestión conjunta – más de 400 – es significativamente mayor»[19]. El agua debe ser, y puede ser, un detonante de la cooperación y la paz, no del conflicto y la guerra[20].

¿Quién puede y quién debe proveer el agua?

En muchas sociedades, el suministro de agua, tanto para beber como para la agricultura y usos industriales, se considera una función central del Estado, y debe proporcionarse de forma gratuita o con tarifas accesibles subvencionada. El argumento ético contra el aumento de los precios del agua también se fortalece al reconocer el papel indispensable que desempeña el agua en el mantenimiento de la salud y el bienestar humanos.

Definir el abastecimiento del agua destinada para el consumo humano como un servicio público es plenamente consecuente con la consideración de este recurso como un bien común esencial. A la par, el agua es susceptible de ser considerada como bien económico. Esta perspectiva quedó plasmada en la Declaración de Dublín sobre agua y desarrollo sostenible de 1992: «El agua tiene un valor económico en todos sus diversos usos en competencia a los que se destina y debería reconocérsele como un bien económico. En virtud de este principio, es esencial reconocer ante todo el derecho fundamental de todo ser humano a tener acceso a un agua pura y al saneamiento por un precio asequible. La ignorancia, en el pasado, del valor económico del agua ha conducido al derroche y a la utilización de este recurso con efectos perjudiciales para el medio ambiente. La gestión del agua, en su condición de bien económico, es un medio importante de conseguir un aprovechamiento eficaz y equitativo y de favorecer la conservación y protección de los recursos hídricos»[21].

Esta declaración consagró, en cierto modo, el avance del sector privado. En los años ochenta ya soplaban vientos de neoliberalismo, considerando que el sector público no estaba en condiciones de mantener las instalaciones en buen estado, ni de ampliarlas. Por ello, en aquel periodo, sucedió que las grandes instituciones internacionales de crédito instaron enérgicamente a los Estados con dificultades económicas a privatizar. Países tan diversos como la Inglaterra de Margaret Thatcher y el Chile de Augusto Pinochet privatizaron la distribución del agua. Empresas privadas suministraron agua a los parisinos. El capital privado entró en la distribución de agua en Berlín.

Algunas privatizaciones no causaron revuelo: si en 2010, después de 25 años, el ayuntamiento de París decidió no renovar las concesiones al sector privado, no puede decirse que éste hubiera funcionado especialmente mal, ni que los parisinos hubieran experimentado oscilaciones significativas de precio o calidad al pasar del privado al público. Otras operaciones, sin embargo, fueron muy mal. Un ejemplo de ello es Bolivia. La llamada «guerra del agua» se originó en 2000 por el súbito aumento de las tarifas durante la transición de la gestión pública a la privada en la zona de Cochabamba. En aquella ocasión, el aumento decidido por el consorcio privado para financiar nuevas infraestructuras fue tal que escandalizó a la población y provocó grandes protestas. Tras unos meses de tensión, se abandonó la privatización. En cambio, las vicisitudes de Yakarta duraron años, donde dos concesiones negociadas a finales de los años 90 fueron revocadas por sentencias de 2015 (tribunal local) y 2017 (Corte Suprema de Indonesia).

La sociedad civil ha luchado a menudo contra estas privatizaciones, denunciando su visión mercantilista y dejando claro que el derecho humano al agua potable es incompatible con el afán de lucro[22]. En Italia, por ejemplo, se promovió un referéndum abrogativo para rechazar la obligación de las autoridades locales de convocar concursos abiertos tanto a empresas públicas como privadas para la concesión de los servicios de agua, o de establecer una asociación público-privada (APP). Este referéndum, que tuvo lugar en 2011, fue válido porque se alcanzó el quórum necesario. La mayoría de los votantes se mostró contraria a tal obligación: una elección que se presentó como un rechazo a la privatización[23]. Limitándonos a las empresas medianas (sin tener en cuenta los distribuidores informales o las pequeñas redes, que, por ejemplo, pueden crearse para un solo pueblo y ser gestionadas por una pequeña cooperativa), conviene aclarar que existen diferentes combinaciones de APP. La federación de empresas privadas Aquafed cita aproximaciones según las cuales el 10% de la población mundial recibiría agua de un operador privado formal, y calcula que las APP (muy distintas tanto en términos como en duración) serían unas 10.000.

Dicho esto, la cuestión de los privados (operadores e inversores) es delicada. En primer lugar, resulta desconcertante la implicación de actores como multinacionales cercanas a los bancos y fondos de inversión o de pensiones, cuyo primer objetivo es generar beneficios, no suministrar agua. La cuestión del «precio justo» y del «beneficio justo», del aumento de las tarifas (en una situación evidente de monopolio) y del acceso al agua por parte de las poblaciones más pobres o en zonas montañosas y pueblos aislados es crucial y merece una investigación más profunda.

Además, si una multinacional que gestiona el agua de una metrópoli obtiene tales beneficios que reinvierte parte de ellos en el extranjero, quizá para ser más competitiva en las licitaciones de otros servicios o para recompensar generosamente a los accionistas, significa que no está suministrando agua al menor coste posible para la población[24]. Dado que se trata de un bien básico para la vida, esta forma de especulación parece en sí misma censurable, sobre todo si los beneficios se obtienen mediante «recortes» y no mediante una mayor eficacia.

Por último, no hay que olvidar el riesgo de corrupción. En algunos casos, una multinacional puede hacer valer sus razones e intereses frente al gobierno de un país pobre. Sin embargo, la corrupción no es prerrogativa del sector privado[25].

Por lo tanto, es necesario que cualquier participación privada en el sector del agua se produzca con normas claras y transparentes, con el fin de proteger el bien común de toda la sociedad. Estos operadores no pueden actuar si no están supervisados y controlados por el público. Un gobierno, de hecho, no puede eximirse de promover el derecho humano al agua potable y, por tanto, de supervisar su progresiva realización, y esto implica también controlar las APP. Todo monopolio requiere regulación.

Hacia una urgente y auténtica colaboración

Estamos aquí ante dos posturas sobre la gestión del agua: la que quiere mantener la gestión pública y la que quiere confiarla al mercado; quienes consideran que no se puede hacer negocio con los bienes comunes y quienes consideran que lo público es inevitablemente derroche, ineficiencia e incluso corrupción.

¿No hay una tercera alternativa? Sí, la que encarnan los emprendedores sociales. Estos, sin esperar grandes rendimientos de su inversión, vienen utilizando sus capacidades gerenciales para gestionar bienes comunes. De este modo, han hecho surgir un pacto entre el mercado, el sector público y la sociedad civil. Tres socios en pie de igualdad. No se trata de empresas non-profit sino low-profit. Se debe alentar con leyes adecuadas esta cooperación social. La empresa social – sea una cooperativa o una empresa de comunidad o de comunión – es la posible solución a la gestión de los bienes comunes como el agua a nivel local, el suelo público, la energía y el ambiente. Es una solución perfectamente en línea con el principio de subsidiariedad[26].

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¿No va en esta dirección la propuesta de Mariana Mazzucato, copresidenta de la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua?: «Tanto el derecho como la economía deben reorientarse para garantizar el acceso universal al agua potable, el saneamiento y la higiene, y para construir sistemas alimentarios más resilientes y sostenibles. Los incentivos deben cambiar para que el sector privado pueda hacer su parte para brindar acceso a la tecnología y la innovación a los países pobres y ricos por igual. Esto requerirá financiamiento a largo plazo y mecanismos novedosos para regular cómo trabajan juntos los sectores público y privado»[27]. A su vez, el Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos del 2023, indica que la cooperación es fundamental para alcanzar todos los objetivos, y que para lograr las metas relacionados con el agua se requiere un enfoque que implique a toda la sociedad, apostando por la regulación y alianzas público-privadas[28].

Hermana agua, la visión de la Doctrina Social de la Iglesia

San Juan Pablo II, el gran renovador de la Doctrina Social de la Iglesia, manifestó siempre su convicción sobre la validez y capacidad de sus principios para iluminar las diferentes problemáticas sociales que se vienen sucediendo en la historia. Cuando el magisterio social aborda los diferentes aspectos relacionados con el agua, esto se vuelve especialmente evidente. Su aplicación concreta, manifestada en sucesivos documentos, significa en esencia lo siguiente[29].

Ante todo, respetar el «destino universal»[30] de este precioso e insustituible don de Dios y, por tanto, lograr el acceso universal y regular a una cantidad adecuada de agua potable, sin discriminaciones, y garantizando que las aguas residuales no supongan una amenaza para la salud. Es necesario, por tanto, dar prioridad a la vida de todos – explicó recientemente el Papa Francisco dirigiéndose a la FAO – y evitar que algunos se apropien de los bienes o que los consideren un artículo sobre el que se puede especular[31]. El agua no es un bien cualquiera, que pueda dejarse a merced del libre mercado[32], y ninguna infraestructura o inversión debe planificarse según el único criterio de la maximización del beneficio[33]. «La Santa Sede no ha afirmado que las empresas privadas (grandes o pequeñas) no deban desempeñar ningún papel en el sector del agua»[34] – principio de subsidiariedad-, sin embargo, subraya que «la autoridad pública conserva la función de regulación y control»[35], y debe «garantizar a las personas el acceso a la justicia en caso de violación de su derecho [al acceso al agua potable y/o al saneamiento]»[36].

Es necesario identificar las cuestiones prioritarias. La Doctrina Social de la Iglesia insta a que las necesidades de los más pobres o vulnerables sean la primera preocupación. Esta opción preferencial por los pobres se aplica bien al sector del agua. Cada 80 segundos muere un niño de menos de cinco años por una enfermedad causada por el agua contaminada; y cientos de millones más crecen sin poder desarrollarse bien y con perspectivas vitales disminuidas. Pensemos en los refugiados, los encarcelados, la población civil que sufre en zonas de guerra donde las infraestructuras de agua están dañadas por los beligerantes, los que no pueden pagar sus facturas y los que viven en zonas abastecidas por operadores de agua informales que imponen precios muy elevados. Hay que garantizar la solidaridad intergeneracional. Quienes gestionan, contaminan y consumen el agua también deben preocuparse por el mundo que dejarán atrás: es una cuestión de justicia.

Por último, hay que contribuir a la difusión de una cultura favorable. Puesto que «el problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural»[37], es necesario influir en el conocimiento de la «hermana agua» y en los comportamientos, tanto para respetar el recurso como, más en general, para promover la participación ciudadana. El último capítulo de Laudato si’ insiste en la cultura, la educación y la espiritualidad: elementos fundamentales para que el agua sea contemplada, conocida y preservada. Todo ello en línea con la Exhortación Apostólica Laudate Deum, que anima a que surjan reivindicaciones desde abajo, gracias a personas comprometidas en distintos países que se acompañan mutuamente, consiguiendo así también meter presión a los que detentan el poder[38].

Conclusión

La molécula de hidrógeno y oxígeno, el agua, nos es esencial, nos es necesaria para beber, para cocinar, para lavarnos y también para producir toda una gama de artículos que van desde el papel hasta la ropa, pasando por los mismos alimentos. Leonardo la calificaba como la fuerza motriz de toda la naturaleza.

La pobreza huele mal, no puede ser de otra manera, pero si hay algo decisivo en ella es que atrapa, ya que desde la pobreza no se es capaz de producir lo necesario, pues no se tiene con qué, no se tiene ni agua. La escasez de agua es hoy un desafío clave para el desarrollo sostenible. El cambio climático está alterando el régimen de este bien común, de por sí distribuido desigualmente en todos los lugares del planeta. Provoca sequías e inundaciones. Por cada grado más de temperatura, un 7% de la población mundial sufre una reducción de al menos un 20% en los recursos de agua dulce. Urge intensificar los esfuerzos para frenar y detener las perturbaciones climáticas que empeoran las tensiones sobre el agua. Gestionar con racionalidad y equidad este bien universal cada vez más escaso se hace esencial. Que llegue a todos para todo lo necesario, es el reto central de nuestra época. No se aprecia su valor hasta que se seca su fuente. Incolora, inodora e insípida, sin embargo no hay nada más reconfortante que beber un vaso de agua cuando tenemos sed. No en vano en el Evangelio leemos estas palabras de Jesús: «Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa» (Mt 10,42; cfr. Mc 9,41).

  1. Cfr. World Meteorogical Organization, «State of Global Water Resources report informs on rivers, land water storage and glaciers», 29 de noviembre de 2022 (http://public-old.wmo.int/en/media/press-release/state-of-global-water-resources-report-informs-rivers-land-water-storage-and).
  2. L. Gudmundsson et al., «Globally observed trends in mean and extreme river flow attributed to climate change», en Science, 12 de marzo de 2021, vol. 371, n. 6534, 1159-1162 (www.science.org/doi/10.1126/science.aba3996).
  3. «Hit by floods and drought, quarter of Somali people at risk of “crisis-level” hunger, WFP says», en Reuters (www.reuters.com/world/africa/hit-by-floods-drought-quarter-somali-people-risk-crisis-level-hunger-wfp-2023-11-14), 12 de marzo de 2021.
  4. Cfr. L. Sands, «Pakistan floods: One third of country is under water – minister», en BBC News (www.bbc.com/news/world-europe-62712301), 30 de agosto de 2022.
  5. Cfr. Food and Agriculture Organization, «Water Scarcity», 2023 (www.fao.org/land-water/water/water-scarcity); S. Kuzma et al., «25 Countries, Housing One-quarter of the Population, Face Extremely High Water Stress», World Resources Institute, 16 de agosto de 2023 (www.wri.org/insights/highest-water-stressed-countries); S. Laville, «Extreme water stress faced by countries home to quarter of world population», en The Guardian (www.theguardian.com/environment/2023/aug/16/extreme-water-stress-faced-by-countries-home-to-quarter-of-world-population), 16 de agosto de 2023.
  6. Cfr. «UN World Water Development Report 2023» (www.unwater.org/publications/un-world-water-development-report-2023).
  7. «5 Reasons Why Water is a Women’s Issue», en Concern Worldwide (www.concern.net/news/water-is-a-women-issue), 7 de marzo de 2022.
  8. «Ten Causes of the Global Water Crisis», en Concern Worldwide (www.concernusa.org/new/globalwater-crisis-causes), 22 de marzo de 2022.
  9. Cfr. A. Rascoe, «How melting glaciers fueled Pakistan’s fatal floods», en npr (www.npr.org/2022/09/04/1120952641/how-melting-glaciers-caused-by-climate-change-led-to-to-floods-in-pakistan), 4 de septiembre de 2022.
  10. Cfr. L. Bruni, «Il caso dell’acqua. L’economia alle prese con i beni comuni», en Nuova Umanità, n. 193, enero-febrero 2011, 47-59.
  11. Cfr. G. Hardin, «The tragedy of commons», en Science, 13 de diciembre de 1968, vol. 162, n. 3859, 1243-1248.
  12. Cfr. M. Mazzucato et al., «Transformar la economía y la gobernanza del agua», en Project Syndicate (https://www.project-syndicate.org/commentary/new-economics-and-governance-of-water-by-mariana-mazzucato-et-al-2022-09/spanish), 21 de septiembre de 2022.
  13. Cfr. A. Dinar, The Economics of Water Resources: A Comprehensive Approach, Cambridge, Cambridge University Press, 2021; G. Boccaletti, «Chasing Water Security», en Project Syndicate (http://tinyurl.com/4667wcjw), 21 de septiembre de 2023.
  14. Cfr. «UN 2023 Water Conference», New York, 22-24 de marzo de 2023 (https://sdgs.un.org/conferences/water2023).
  15. Cfr N. Lakhani – O. Milman, «First global water conference in 50 years yields hundreds of pledges, zero checks», en The Guardian (www.theguardian.com/world/2023/mar/24/united-nations-water-conference-new-york-pledges), 25 de marzo de 2023.
  16. «Violence over Water Increases Globally According to New Data from Pacific Institute Water Conflict Chronology», Pacific Institute, 15 de noviembre de 2023 (https://pacinst.org/announcement/violence-over-water-increases-globally-according-to-new-data-from-pacific-institute-water-conflict-chronology/).
  17. «Special Rapporteur on the rights to water and sanitation», ONU (www.ohchr.org/en/special-procedures/sr-water-and-sanitation).
  18. «China admits it lost four soldiers in 2020 India border clash», en Al-Jazeera (www.aljazeera.com/news/2021/2/19/china-admits-it-lost-four-soldiers-in-2020-india-border-clash), 19 de febrero de 2021.
  19. «A Matter of Survival», en Geneva Water Hub (www.genevawaterhub.org/resource/matter-survival).
  20. Cfr. P. Gleick, «As water becomes a weapon of war, we must focus on cooperation and peace», en The Guardian (www.theguardian.com/environment/2023/nov/15/water-lated-violence-war-peace), 15 de noviembre de 2023; B. Chellaney, Water, Peace, and War: Confronting the Global Water Crisis, Lanham, Rowman & Littlefield Publishers, 2013.
  21. La Declaración denominada «The Dublin Statement on Water and Sustainable Development» (www.gdrc.org/uem/water/dublin-statement.html) se firmó al término de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Agua y Medio Ambiente, celebrada en Dublín del 20 al 31 de enero de 1992, reunión técnica previa a la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (UNCED), que tuvo lugar en Río de Janeiro en junio de 1992.
  22. Cfr. J. Vidal, «Water privatization: a worldwide failure?», en The Guardian (www.theguardian.com/global-development/2015/jan/30/water-privatisation-worldwide-failure-lagos-world-bank), 30 de enero de 2015.
  23. Cfr. T. Toniutti, «Referendum, i “Sì” oltre il 95% risultato storico, “Una vittoria di tutti”», en la Repubblica (www.repubblica.it/politica/2011/06/13/news/referendum_la_giornata_dei_s_il_quorum_arriva_tra_le_polemiche-17645020), 13 de junio de 2011.
  24. Cfr. L. Heller, Informe «Human rights and the privatization of water and sanitation services», 21 de julio de 2020, n. 23 (www.ohchr.org/en/documents/thematic-reports/a75208-human-rights-and-privatization-water-and-sanitation-services).
  25. Cfr. Water Integrity Network, Water Integrity Global Outlook, Berlín, 2016 (www.pseau.org/outils/ouvrages/win_water_integrity_global_outlook_2016.pdf).
  26. Cfr. L. Bruni, «Salviamo l’acqua da Stato e mercato», en il Sussidiario.net (www.ilsussidiario.net/news/referendum-12-13-giugno/2011/6/9/referendum-1-salviamo-l-acqua-da-stato-e-mercato/184999).
  27. M. Mazzucato et al., «Trasformare l’economia e la governance dell’acqua», cit.
  28. Cfr. «The United Nations World Water Development Report 2023: Partnerships and Cooperation for Water», publicado en 2023 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
  29. Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Aqua fons vitae, Ciudad del Vaticano, 2020. Estas directrices ofrecen una visión actualizada y ampliada de las aportaciones del magisterio pontificio y de la diplomacia de la Santa Sede en materia de agua. https://www.humandevelopment.va/es/risorse/documenti/aqua-fons-vitae-the-new-document-of-the-dicastery-now-available.html
  30. Cfr. Pontificio Consejo de la Justicia y de la Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html; Francisco, encíclica Laudato si’ (LS), n. 93.
  31. Cfr. Francesco, Mensaje con ocasión de la Jornada mundial de la alimentación 2023, 16 de octubre de 2023. Sobre la especulación y la introducción del agua en los denominados future markets, cfr. P. Arrojo-Agudo, Rapporto «Risks and impacts of the commodification and financialization of water on the human rights to safe drinking water and sanitation», 16 de julio de 2021, nn. 42-64 (www.ohchr.org/en/documents/thematic-reports/a76159-risks-and-impacts-commodification-and-financialization-water).
  32. Cfr. LS 30.
  33. Cfr. Pontificio Consejo de la Justicia y de la Paz, El agua, un elemento esencial para la vida. Aportación de la Santa Sede a los Foros Mundiales del Agua, https://www.humandevelopment.va/es/risorse/archivio/ecologia-e-ambiente/acqua-elemento-essanziale-per-la-vita-contributi-della-santa-sed.html
  34. Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Aqua fons vitae, cit., 32.
  35. Pontificio Consejo de la Justicia y de la Paz, El agua, un elemento esencial para la vida, cit., III, 1a.
  36. Aqua fons vitae, cit., 51.
  37. LS 30.
  38. Cfr. Francesco, Exhortación apostólica Laudate Deum, n. 38.
Fernando de la Iglesia Viguiristi - Tebaldo Vinciguerra
Fernando de la Iglesias Viguiristi es Licenciado en Ciencias Económicas y Gestión de Empresa en la Universidad de Deusto (1976), en Teología moral en la Pontificia Universidad Gregoriana (1987) y, desde 1993, doctor en Teoría Económica de la Universidad de Georgetown (Washington, D.C). Ha sido presidente de la International Association of Jesuit Business Schools. Actualmente es profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Gregoriana. Tebaldo Vinciguerra es licenciado en Ciencias Políticas. De 2011 a 2016, en el Pontificio Consejo Justicia y Paz, fue responsable de temas de ecología y desarrollo, analizando numerosos retos de nuestro tiempo a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia. Continúa su labor en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

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