El 7 de octubre de 2023, cuando Hamas atacó duramente a Israel, matando a casi 1.200 personas y secuestrando a 250, el país parecía vulnerable y confundido, rodeado de enemigos y en conflicto con su principal aliado, Estados Unidos. Poco después, la situación se invirtió: Israel bombardeó con decisión a Hamas, eliminando a la mayoría de sus líderes y muchos de sus militantes, y arrasando el territorio; también Hezbollah, el grupo libanés que había intervenido en defensa del aliado palestino, fue duramente golpeado con ataques letales, aunque no fue aniquilado. Además, el cambio de régimen en Siria cortó la principal línea de suministro directo de Hezbollah, y el llamado «anillo de fuego» en torno a Israel, que Irán había conseguido construir en estos años, se rompió. Es más, Israel logró resistir, gracias a la cobertura militar estadounidense, los ataques con misiles iraníes y contraatacar con éxito, destruyendo en represalia las defensas aéreas iraníes.
El fin del alto al fuego
Bajo presión de Estados Unidos, Tel Aviv puso fin luego a la guerra en ambos frentes, acordando un alto al fuego primero con Hezbollah y después –en enero de 2024, tras haber prácticamente arrasado Gaza y matado a más de 50.000 personas, muchas de ellas civiles– con Hamas. En este último caso, al término de las seis semanas de tregua, se suponía que debía negociarse un fin permanente del conflicto. Durante la primera fase de la tregua, las posturas respecto a los pasos siguientes volvieron a distanciarse. Hamas quería avanzar hacia la segunda fase, que preveía un alto al fuego permanente, la retirada completa del ejército israelí de Gaza y la liberación de los últimos rehenes en manos de los milicianos. Israel, en cambio, quería que la primera fase continuara hasta mediados de abril y, para pasar a la segunda, exigía la desmilitarización total del territorio y la liberación de los rehenes[1].
Lo cierto es que el 18 de marzo Israel abandonó el acuerdo de alto al fuego y reanudó con firmeza los ataques contra Gaza, ocupando con el ejército una parte del territorio y bloqueando la entrada de ayuda humanitaria y de maquinaria para la remoción de escombros. Además, se construyó el nuevo «corredor Morag», que separa Rafah de Khan Yunis: un corredor de 12 km de largo por 2 de ancho. Este muro fortificado encierra el 20% del territorio de la Franja, creando una especie de zona colchón. «Controlaremos –declararon los comandantes de la 36ª división– toda la franja desde la frontera con Egipto hasta el corredor Morag; toda Rafah será evacuada»[2]. Al no poder expulsar a los habitantes del enclave, Israel apunta a concentrarlos en zonas cerradas, presumiblemente cercadas, esperando que la desesperación los lleve a marcharse[3].
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres –a quien el gobierno del Estado israelí considera un enemigo–, al hablar en una conferencia de prensa sobre los efectos del bloqueo total de la ayuda, definió Gaza como «un campo de muerte»[4]. Desde la reanudación de los bombardeos, el 18 de marzo, el número de muertos supera los 1.500, pero se prevé que aumente. Según el ejército, se trataría de milicianos y dirigentes de Hamas; en realidad, una buena parte son civiles y niños. El nuevo jefe del ejército israelí, Eyal Zamir, planea despoblar amplias zonas de la Franja y asediar a quienes permanezcan allí. También pretende mantener los territorios desalojados, mientras que el ministro de Defensa, Israel Katz, ha declarado que quiere apropiarse de «zonas cada vez más amplias del territorio»[5].
Por su parte, Donald Trump propone despoblar la Franja de Gaza, donde viven más de dos millones de personas –reubicándolas en los países árabes vecinos–, para convertirla en una lujosa riviera de propiedad estadounidense. Una idea bastante extravagante, pero que obtuvo inmediatamente el favor de Netanyahu. En ese sentido, también se ha considerado la posibilidad de despoblar la zona de forma voluntaria, ofreciendo vuelos hacia otros países[6]. Desde hace tiempo, el Mossad ha recibido el encargo de contactar a gobiernos extranjeros que podrían estar interesados en acoger a los refugiados palestinos. Pero Egipto y Jordania, los países más cercanos y ya mencionados por Trump, se han declarado contrarios a tal iniciativa[7].
En cuanto a los países árabes, cabe señalar que por su parte no ha habido, durante la guerra de Gaza ni siquiera después del 18 de marzo, una presión particularmente fuerte sobre Israel. Cuando comenzó el conflicto, muchos gobiernos temían que pudiera provocar disturbios populares en sus propios países, como ocurrió en el pasado. Pero eso no sucedió. Así, se han limitado a condenas retóricas y nada más. Ninguno de los países árabes ha interrumpido las relaciones diplomáticas con Israel. Ni siquiera los llamados «Acuerdos de Abraham», firmados en 2020 con cuatro países árabes, han sido revocados de alguna manera. Arabia Saudita afirma estar dispuesta a adherirse al pacto, a condición de que Israel declare formalmente su disposición a avanzar hacia el reconocimiento del Estado palestino y detenga los ataques sobre la Franja. Algo que hoy resulta difícil imaginar.
Mientras la guerra continúa en Gaza, Israel ha reanudado ocasionalmente los bombardeos en el Líbano contra Hezbollah y en Siria en defensa de los drusos. A diferencia del pasado, esta vez está combatiendo en varios frentes, en sus propios términos y con el pleno apoyo de Estados Unidos. Según algunos observadores, esta expansión más allá de sus fronteras no lo hace necesariamente más seguro. «Su renovada supremacía militar conlleva –escribe The Economist– el peligro de una sobreextensión y de duros conflictos internos»[8].
El 5 de mayo, el gabinete de seguridad israelí aprobó un plan, denominado «carros de Gedeón», para ampliar su ofensiva sobre la Franja de Gaza y conquistar todo el territorio. Como estaba previsto, entró en acción solo después de la visita de Trump a los países del Golfo Pérsico a mediados de mayo. Comentando el plan, Netanyahu declaró: «Lanzaremos una operación masiva en Gaza para derrotar a Hamas y liberar a los rehenes». «Esta vez –añadió– no serán solo incursiones […], conquistaremos otros territorios y los ocuparemos por un largo período»[9].
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La operación, que comenzó con letales bombardeos aéreos, está arrasando edificios a medida que avanza e insta a los palestinos a abandonar el territorio. Además, tras la presión de la comunidad internacional, Israel permitió la entrada en Gaza de una cantidad mínima de ayuda humanitaria, incluida comida, poniendo fin al bloqueo que duraba tres meses. Los ataques desde el norte de la Franja se han extendido también al sur. Los habitantes de Khan Younis recibieron del ejército israelí la orden de abandonar inmediatamente sus casas y dirigirse hacia la zona humanitaria de al Mawasi.
Israel se expande
A la luz de lo que está ocurriendo en Gaza y en otros lugares, parece claro que para Israel el objetivo no es simplemente proteger al país, sino expandirlo. La extrema derecha ha soñado durante años con reconstruir los asentamientos judíos en Gaza que fueron evacuados en 2005. Desde hace un año, se está llevando a cabo una rápida anexión de facto de Cisjordania, expandiendo los asentamientos israelíes, obligando a miles de palestinos a abandonar sus hogares y permitiendo que los colonos actúen sin control. A partir de finales de enero, más de 40.000 palestinos han sido desplazados de sus campos de refugiados en el norte del territorio. La operación comenzó primero en el campo de Jenin, luego se extendió a Tulkarm, Nur Shams y El Far’a. El ministro Katz afirmó que las tropas israelíes podrían permanecer en esos lugares durante mucho tiempo. Las operaciones repetidas y destructivas han vuelto inhabitables los campos de refugiados del norte, atrapando a los residentes en un desplazamiento cíclico. En 2024, «más del 60% de los desplazamientos fueron causados por operaciones llevadas a cabo por las fuerzas armadas israelianas, en ausencia de órdenes judiciales»[10].
Mientras tanto, los legisladores israelíes han impulsado proyectos para expandir los asentamientos. El 23 de marzo, el Gabinete de Seguridad de Israel votó para legalizar 13 puestos avanzados que habían sido construidos sin permiso gubernamental. Todo esto viola el derecho internacional, que prohíbe la ocupación de esos territorios. El plan de los políticos de derecha es convencer a Trump de que apoye su proyecto de anexión de toda Cisjordania, o de una parte de ella, para hacer imposible la creación de un Estado palestino: este es el fin al que apuntan muchas iniciativas políticas de Netanyahu[11].
El «proyecto expansivo», como se ha mencionado, también se extiende a los países vecinos de Israel. Incluye una parte limitada de Siria, que abarca el monte Hermón, el punto más alto de la zona[12]. Al principio, durante los días de la insurrección, el territorio había sido ocupado por razones preventivas y para impedir que los terroristas ganaran terreno. Sin embargo, ahora Israel ya no parece dispuesto a abandonar la región, a pesar de que el presidente Ahmad al-Sharaa ha exigido a Tel Aviv que se retire. En los últimos tiempos, el ejército israelí ha bombardeado esa zona para proteger los intereses de los drusos. Sus funcionarios han sugerido abiertamente un modelo confederal para el nuevo Estado, en el que diversas minorías étnico-religiosas gozarían de amplia autonomía[13]. Además, los gobernantes israelíes no confían en el presidente interino al-Sharaa, a quien consideran un terrorista yihadista de la escuela de Al-Qaeda. En particular, Turquía, estrechamente vinculada con Damasco y hostil hacia Tel Aviv por la guerra en Gaza, teme una alianza estratégica entre Israel y los kurdos, destinada a desestabilizar la región[14].
Cabe recordar que Israel aún ocupa cinco pequeñas colinas en el sur del Líbano, a pesar de haber prometido abandonarlas a finales de enero, cuando se acordó el alto al fuego con Hezbollah[15]. Finalmente, siempre dentro de la lógica expansionista, está el proyecto perseguido durante años por Tel Aviv de atacar las instalaciones nucleares de Irán. Un objetivo no fácil y muy arriesgado, pero que la derecha en el poder pretende llevar adelante para aplastar, de una vez por todas, a Irán, su mayor enemigo en la región.
El gobierno israelí no puede continuar un ataque de esta magnitud sin el apoyo concreto de EE.UU. Por eso trabaja para que la operación se realice de manera conjunta, algo que, por ahora, Trump no está dispuesto a hacer. De hecho, él prefiere un acuerdo negociado con Teherán antes que una acción directa, para no abrir nuevos frentes de guerra que, como enseña la historia, son difíciles de manejar. Sin embargo, en varias ocasiones ha amenazado: «Si Irán no acepta el acuerdo, habrá bombardeos como nunca antes han visto»[16].
Este comportamiento por parte de Israel es consecuencia del trauma vivido el 7 de octubre de 2023. La consigna ahora es pasar inmediatamente a la acción y enfrentar a los enemigos antes de ser atacados. Netanyahu habla de «siete frentes» contra los que Israel debe luchar. Más allá de la propaganda, el país está en conflicto, de distintas maneras, con varios enemigos que desean su destrucción: Hamás, Hezbollah, los hutíes en Yemen y, no menos importante, el Irán de los ayatolás.
Antes del 7 de octubre, Israel buscaba por todos los medios evitar un conflicto total y prolongado, optando por incursiones breves y selectivas como estrategia de ataque. A menudo se conformaba con asesinar, con la colaboración de sus hábiles servicios de inteligencia, a los líderes enemigos, utilizando armas sofisticadas. Cada vez que iniciaba una guerra, como ha ocurrido en los últimos años contra Hamás, se trataba de ataques cortos. El objetivo era desmoralizar o debilitar al adversario, no aniquilarlo por completo. En definitiva, todo lo contrario de las tácticas bélicas que Israel ha empleado recientemente contra sus enemigos[17].
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Regresos y despidos
Las ambiciones expansionistas de Israel no han ganado el apoyo de los ciudadanos. Una clara mayoría respalda las negociaciones con Hamás y la retirada del ejército de Gaza para traer de vuelta a los rehenes restantes. Según una encuesta del Israel Democracy Institute (IDI), el 73% de los israelíes afirmó querer implementar la segunda fase del alto al fuego[18]. Este centro de investigación también ha detectado un descenso considerable en el respaldo ciudadano hacia el gobierno, la Knéset (parlamento) e incluso hacia el ejército. Muchos israelíes creen que los intereses del Estado están subordinados a los del primer ministro. Consideran que Netanyahu está librando una guerra para mantener el apoyo de la extrema derecha, cuyo respaldo político necesita para permanecer en el poder hasta el final, es decir, para evitar que su gobierno colapse y que los procesos judiciales en su contra avancen. Muchos reservistas del ejército se preguntan si están combatiendo en una guerra extremadamente sangrienta por el interés nacional (como se afirma) o por el interés de un sector político, por lo demás minoritario[19].
En las últimas semanas, las protestas contra Netanyahu han recobrado fuerza: según datos del IDI, el 48% de la población israelí exige su renuncia inmediata[20]. Con el alto al fuego, el primer ministro no tenía ninguna intención de poner fin a la guerra contra Hamás. Los manifestantes y muchos analistas políticos afirman que Netanyahu solo estaba motivado por su conveniencia política. Desde este punto de vista, ya ha logrado una victoria: el ministro de Seguridad Nacional de extrema derecha, Itamar Ben Gvir, quien había abandonado el ejecutivo cuando se acordó la tregua con Hamás, regresó al gobierno en cuanto el ejército israelí reanudó los ataques sobre Gaza. Netanyahu necesitaba el apoyo de Ben Gvir para la aprobación del presupuesto —lograda el pasado 25 de marzo, con 66 votos a favor y 52 en contra— y para evitar elecciones anticipadas. Paradójicamente, la ruptura del alto al fuego allanó el camino para que el primer ministro se mantenga en el poder hasta finales de 2026[21].
Cabe recordar que Netanyahu está enjuiciado por corrupción desde 2020, aunque se declara inocente. La guerra con Hamás ha contribuido a retrasar su enfrentamiento con la justicia, a pesar de que las constantes protestas callejeras exigen que se someta a juicio. Netanyahu ha argumentado que está demasiado ocupado con los asuntos de Estado como para pasar mucho tiempo en el banquillo. Además, se le ha permitido reducir de tres a dos los días de asistencia al tribunal.
Netanyahu asegura estar bajo ataque del «Estado profundo», el cual, según él, es hostil a las posiciones del gobierno y utiliza el Ministerio de Justicia como un arma en su contra. Retomando las palabras de Trump, declaró: «En Estados Unidos e Israel, cuando un líder fuerte de derecha gana las elecciones, el Estado profundo de izquierdas usa el sistema judicial como arma para contrarrestar la voluntad popular. No ganarán ni aquí ni en EE.UU. Resistiremos juntos»[22].
En esta lucha contra el «Estado profundo», Netanyahu despidió a Ronen Bar, director del servicio de seguridad interno Shin Bet, que está investigando a la oficina del primer ministro por acusaciones de corrupción, relacionadas con presuntos pagos recibidos de Qatar mientras este país árabe financiaba a Hamás. El gobierno también busca destituir a la fiscal general Gali Baharav-Miara, iniciando un inédito proceso de remoción que ella ha considerado ilegítimo, negándose a abandonar su cargo. La fiscal intentó bloquear el despido de Bar, y el 21 de marzo de 2025, el Tribunal Supremo suspendió la intención del gobierno de removerlo[23].
Estas maniobras políticas han avivado la ira popular y provocado una ola de protestas. Netanyahu argumentó que el despido de Bar no se debía a la investigación que involucra a sus colaboradores, sino a los errores del Shin Bet durante los ataques del 7 de octubre de 2023. Cabe recordar que el 19 de marzo de 2025, el gobierno votó en contra de una investigación sobre las fallas de la clase política en esos trágicos sucesos. En realidad, las tensiones entre la fiscal y el gobierno vienen desde la llegada de Netanyahu al poder en 2022. En diciembre de ese año, Baharav-Miara advirtió que una reforma judicial impulsada por el gobierno amenazaba con convertir al país en una «democracia de nombre, pero no de hecho»[24]. Dicho proyecto, en la primavera de 2023, desató masivas protestas callejeras durante días.
Conclusión
Hoy, Netanyahu está sometiendo al ejército israelí a una dura prueba. Las fuerzas armadas, compuestas en parte por reservistas convocados en momentos de peligro nacional, no pueden ser movilizadas indefinidamente. Los aproximadamente 300.000 soldados llamados desde el inicio de la guerra han prestado servicio un promedio de 61 días (frente a los 25 días previos al conflicto)[25]. Últimamente, solo dos tercios se presentan cuando son convocados. Además, el ejército enfrenta una creciente crisis de motivación: muchos creen que esta guerra sirve más a los intereses de Netanyahu que a los del Estado.
El conflicto también tiene graves consecuencias económicas. En 2024, el gasto público se disparó, elevando el déficit presupuestario al 6,9% del PIB y llevando a las principales agencias de calificación a rebajar la confiabilidad crediticia de Israel[26]. El presupuesto de 2025 fija como meta un déficit no mayor al 4,9% del PIB[27].
En resumen, Israel parece fuerte —y sin duda lo es militarmente—, pero su ejército está agotado, su política dividida y su sociedad polarizada. A pesar de la protección de EE.UU. y de los planes del gobierno de «limpiar» Gaza y anexionar Cisjordania (y más), en realidad, Israel enfrenta hoy una de las etapas más complejas desde la creación de su Estado.
- Cf. «Disaccordo sulla tregua», en Internazionale, 14 de marzo de 2025. ↑
- F. Tonacci, «Netanyahu si allarga: “Rafah zona cuscinetto”», en la Repubblica, 10 de abril de 2025: «The Israelis are intent on destroying Gaza», en The Economist, 9 de abril de 2025. ↑
- Cf. S. Mekomit, «Cosa vuole fare Tel Aviv a Gaza», en Internazionale, 17 de abril de 2025. ↑
- F. Tonacci, «L’accusa di Guterres a Israele: Gaza è un campo di morte», en la Repubblica, 9 de abril de 2025. ↑
- D. Frattini, «Israele amplia l’offensiva a Gaza: creato un nuovo corridoio», en Corriere della Sera, 3 de abril de 2025. ↑
- Cf. ibid. ↑
- Cf. ibid. ↑
- «Israel’s expansionism is a danger to others and itself», en The Economist, 27 de marzo de 2025. ↑
- D. Frattini, «Netanyahu lancia l’occupazione di Gaza: resteremo a lungo», en Corriere della Sera, 6 de mayo de 2025. ↑
- www.unric.org/it/cisgiordania-unrwa-lo-sfollamento-forzato-colpisce-40000-persone ↑
- Cf. «An unrestrained Israel is reshaping the Middle East», en The Economist, 26 de marzo de 2025. ↑
- Cf. ibid. ↑
- Cf. «Turkey and Israel are becoming deadly rivals in Syria», en The Economist, 4 de abril de 2025. ↑
- Cf. ibid. ↑
- Cf. «An unrestrained Israel is reshaping the Middle East», cit. ↑
- F. Tonacci, «Netanyahu alla Casa Bianca. Gli Usa: colloqui con l’Iran», en la Repubblica, 8 de abril de 2025. ↑
- Cf. ibid. ↑
- Cf. ibid. Además, según el mismo Instituto, el 68% de los israelitas consideran prioritario traer a casa a los rehenes, en lugar de continuar la guerra; el 25% piensa, en cambio, que es más importante destruir a Hamas. Cf. R. Tercatin, «I piloti riservisti: “basta guerra”, ma Israele li licenzia tutti», en la Repubblica, 11 de abril de 2025. ↑
- Cf. «An unrestrained Israel is reshaping the Middle East», cit. ↑
- Cf. «Israele-Palestina, l’epilogo del cessate il fuoco» (www.caffegeopolitico.net/997203/israele-palestina-lepilogo-del-cessate-il-fuoco), 2 de abril de 2025. ↑
- Cf. S. Speakman Cordall, «Il Governo israeliano è sempre più autoritario», en Internazionale, 28 de marzo de 2025. ↑
- Ibid. ↑
- Cf. «Arresti e licenziamenti», en Internazionale, 28 de marzo de 2025. ↑
- Ibid. ↑
- Cf. «An unrestrained Israel is reshaping the Middle East», cit. ↑
- Cf. S. Speakman Cordall, «Il Governo israeliano è sempre più autoritario», cit. ↑
- Cf. Ibid. ↑
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