Pastoral

La pastoral deportiva

Ilustración realizada por YIN Renlong – La Civiltà Cattolica

Corran, entonces, de manera que lo ganen. Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible.” (1Cor 9,25)

Presencia del deporte en la historia de la iglesia

Puede ser que muchas personas que lean este artículo crean que el término de pastoral deportiva (sports ministry) sea reciente pero nada más lejos de la realidad. La vinculación entre la fe y el ámbito deportivo se remonta hasta casi los comienzos de nuestra historia cristiana. San Pablo, cuando tuvo que anunciar la buena noticia a los gentiles, utilizó muchos ejemplos relacionados con el deporte. Llama la atención la cantidad de veces que, en la carta a la comunidad de Corinto, aparecen las referencias deportivas. La explicación más sencilla es que en aquella época, como en esta que vivimos en la actualidad, el deporte era un elemento importante en la sociedad y utilizar el deporte como herramienta pastoral permitía que mucha gente estuviera pendiente del mensaje.

Pero San Pablo no fue el único. Otros referentes en la tradición histórica de la Iglesia emplearon el deporte como herramienta en su actividad pastoral. San Juan Crisóstomo utilizó imágenes deportivas en varias de sus homilías[1]. Hizo especial mención a una virtud que está presente tanto en el deporte como en la fe: la lucha espiritual.

Por otro lado, San Ignacio de Antioquía, en su carta a Policarpo de Esmirna, habla de la perseverancia en nuestra vida de oración frente a las tentaciones, y las compara con las luchas atléticas, diciendo de los cristianos que somos «atletas de Cristo»[2].

Santo Tomás de Aquino no habla directamente del deporte, pero hace referencia a la virtud de la eutrapelia[3], como punto intermedio entre el ocio y el trabajo, destacando así la necesidad de saber dedicar tiempo tanto al estudio como al juego. Este concepto sería aplicado tiempo después por los humanistas en sus planes de formación académica para sus alumnos, como hizo la Compañía de Jesús en la Ratio Studiorum.

Pero también los Papas han hablado de la importancia de la pastoral a través del deporte. La Iglesia ha querido resaltar, a través de los sucesores de Pedro, una visión del deporte basada en la centralidad de la persona, el respeto a su dignidad, su crecimiento integral y su relación con los demás. El deporte, plataforma universal, es instrumento para promover valores como la fraternidad, la solidaridad y la paz.

A modo de curiosidad, podemos mostrar los apodos deportivos con los que fueron conocidos algunos Papas: León XII, «el Papa nadador», Pío X, «el Papa deportista», Pío XI «el Papa montañero», Juan Pablo I «el Papa ciclista», Juan Pablo II «el Papa polideportivo» y Francisco «el Papa del fútbol»[4].

Si hubiera que destacar, entre todos los Santos Padres, a un Papa como promotor del deporte, sin duda sería el Papa Francisco, debido a sus audiencias privadas y discursos sobre el tema. El Papa Francisco dice que hay una relación intrínseca entre el deporte y la santidad: «Dar lo mejor de uno mismo en el deporte, es también una llamada a aspirar a la santidad. Durante el reciente encuentro con los jóvenes en preparación al Sínodo de los Obispos manifesté la convicción de que todos los jóvenes allí presentes físicamente o a través de las redes sociales, tenían el deseo y la esperanza de dar lo mejor de uno mismo. He utilizado la misma expresión en la reciente exhortación apostólica, recordando que el Señor tiene una forma única y específica de llamada a la santidad para todos nosotros: “Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él” (Gaudate et exsultate,11)»[5]. Del mismo modo que nadie nace campeón, nadie nace santo. Es en el camino del entrenamiento disciplinado a lo largo de la vida el que permite alcanzar esta meta.

En nuestra sociedad contemporánea, el deporte se presenta como una actividad universal que trasciende culturas y generaciones, promoviendo valores de esfuerzo, disciplina y trabajo en equipo. Uno de los ejemplos más evidentes lo tenemos en los recientes Juegos Olímpicos y Paralímpicos celebrados en París. El espíritu del barón Pierre de Coubertin sigue presente una vez más con el deseo de que todos los atletas, de todos los continentes, se reúnan con el objetivo de dar lo mejor de ellos mismos, de superarse en cada una de sus disciplinas y de convivir, desde el espíritu del fair play, para ser ejemplo y referencia para las futuras generaciones: «El deporte es un lugar de encuentro donde personas de todo nivel y condición social se unen para lograr un objetivo común»[6].

Sin embargo, para los católicos, el deporte ofrece mucho más que beneficios físicos y sociales, es una vía privilegiada para el crecimiento espiritual. Esto mismo hemos podido contemplar, con gran alegría y sorpresa, en las múltiples manifestaciones de fe por parte de los atletas en los Juegos Olímpicos recién celebrados.

Este artículo explora cómo el deporte y la espiritualidad cristiana están profundamente conectados, ofreciendo a los católicos una oportunidad única de integrar su fe en la práctica deportiva diaria.

Como veíamos anteriormente, San Pablo utilizó metáforas deportivas para ilustrar la vida espiritual, comparando la vida de fe con una carrera en la que los creyentes deben perseverar para obtener el premio eterno (1Cor 9,24-27). Esta analogía no solo subraya la importancia de la disciplina y la perseverancia en la vida cristiana, sino que también resalta el papel del esfuerzo personal y la cooperación comunitaria en la búsqueda del crecimiento espiritual. La Iglesia, también hoy, sigue apoyando y alentando esa forma de hacer deporte.

En septiembre del 2019, nació un club deportivo en el Vaticano que recibe el nombre de «Athletica Vaticana». Se trata de un club formado por empleados de la Santa Sede y ciudadanos del Vaticano. Empezó como un club de atletismo pero se ha ido ampliando hasta tener un club de ciclismo y de pádel. Lo que «Athetica Vaticana» pretende es mostrar su servicio de fraternidad en la escena deportiva internacional. En la audiencia del 13 de enero del 2024, el Papa Francisco animaba a los miembros del equipo a seguir siendo testimonio cristiano en las calles, pistas y terrenos de juego, cinco años después de su creación. El Papa resalta el papel del deporte como expresión cultural más difundida y reconoce que en «el momento oscuro que estamos viviendo, el deporte puede tender puentes y derribar barreras»[7].

La espiritualidad cristiana ofrece un marco de referencia que trasciende la mera competencia. En un mundo donde ganar puede convertirse en la única medida de éxito, el cristianismo nos recuerda que el verdadero triunfo reside en el crecimiento personal y en la capacidad de reflejar el amor de Dios en todas nuestras acciones. La oración, la meditación y la reflexión antes y después de los entrenamientos o la ayuda del capellán deportivo y el acompañamiento pastoral no solo ayudan a centrar la mente y el espíritu, sino que también fomentan una actitud de agradecimiento. El deporte, por lo tanto, se transforma en una excelente ocasión para el encuentro con Dios, una oportunidad para vivir la fe de manera concreta, ya que tiene un «papel como medio de misión y santificación»[8] y es una herramienta para fomentar el desarrollo integral de la persona.

Virtudes del deporte en equipo

Para los deportistas católicos, la práctica del deporte no solo es una oportunidad para desarrollar habilidades físicas y competir, sino también un camino para crecer espiritualmente en las virtudes cristianas.

La honestidad es la base de la confianza y la integridad. Para los deportistas, ser honesto implica jugar de acuerdo con las reglas, admitir los errores y ser sincero en las victorias y las derrotas. Este valor fomenta un ambiente de respeto y justicia, donde cada participante se siente valorado y seguro. La honestidad también significa ser auténtico y actuar conforme a los principios personales, lo que fortalece el carácter y la credibilidad, tanto en el ámbito deportivo como en la vida cotidiana.

La humildad es crucial para el crecimiento personal y el verdadero éxito. En el deporte, la humildad se manifiesta en la capacidad de reconocer las propias limitaciones, aprender de los errores y valorar el esfuerzo de los demás. Un deportista humilde no busca la gloria personal, sino que aprecia el trabajo en equipo y el apoyo de quienes le rodean. La humildad permite recibir críticas constructivas y seguir mejorando, manteniendo una actitud de servicio y colaboración.

La justicia implica tratar a todos con equidad y respeto. Para los deportistas, ser justo significa competir con integridad, respetar las decisiones de los árbitros y tratar a los oponentes con dignidad. La justicia también se refleja en la igualdad de oportunidades dentro del equipo y en el reconocimiento del esfuerzo y el mérito de cada miembro. Un deportista justo promueve un ambiente inclusivo y motivador, donde todos se sienten valorados y respetados.

El respeto es fundamental para la convivencia y el éxito en cualquier equipo o competencia. Los deportistas deben respetar a sus compañeros, entrenadores, oponentes y a sí mismos. Esto implica escuchar, valorar las diferencias y actuar con consideración hacia los demás. El respeto promueve la armonía y reduce los conflictos, mejorando la cooperación y el rendimiento colectivo.

La perseverancia es la capacidad de seguir adelante a pesar de los obstáculos y las adversidades. Para los deportistas, la perseverancia se traduce en el esfuerzo constante por mejorar, en la resiliencia ante las derrotas y en la motivación para alcanzar metas a largo plazo. La perseverancia no solo mejora el rendimiento deportivo, sino que también prepara a los deportistas para enfrentar los desafíos de la vida con fortaleza y determinación. Este valor enseña que el verdadero éxito no reside solo en la victoria, sino en el esfuerzo y la dedicación constantes.

Por último, la gratitud es reconocer y apreciar las oportunidades, los talentos y el apoyo recibido. Para los deportistas, ser agradecido implica valorar cada entrenamiento, agradecer el esfuerzo de los compañeros y rivales y reconocer el apoyo de la familia, entrenadores y comunidad. Un deportista agradecido tiene una perspectiva positiva y un espíritu generoso, que inspira y contagia a quienes le rodean.

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La fuerza de la comunidad

Uno de los elementos más importantes en el deporte es la comunidad y el trabajo en equipo. No solo son esenciales para el éxito en el campo de juego, sino también para el crecimiento de los deportistas. Es importante destacar aspectos de la comunidad en la relación entre deporte y espiritualidad.

El primero es el apoyo mutuo. En una comunidad deportiva, los miembros se animan y apoyan unos a otros, especialmente en momentos de dificultad y desafío. Este apoyo refuerza la unidad y fortalece el espíritu del equipo. En la vida espiritual, el apoyo mutuo se manifiesta en la oración comunitaria y en el acompañamiento en la fe, donde los creyentes se sostienen unos a otros.

En segundo lugar, el compromiso y la responsabilidad. Cada miembro debe estar comprometido con los objetivos del equipo y ser responsable de su propio rendimiento y comportamiento. Este compromiso se traduce en una dedicación constante y en la disposición a poner el bien del equipo por encima del interés personal.

Otros aspectos que enriquecen la experiencia del equipo son la diversidad y la unidad. En un equipo deportivo, cada miembro aporta habilidades y perspectivas únicas, lo que contribuye a la fortaleza y la creatividad del grupo. La unidad se logra cuando todos trabajan juntos hacia un objetivo común, respetando y valorando las diferencias individuales.

Una de las llamadas más importantes es a la solidaridad y al servicio que, siendo pilares de los valores cristianos, también se encuentran de una manera concreta en el deporte. La solidaridad implica un compromiso con el bienestar de todos los miembros del equipo, mientras que el servicio se manifiesta en actos de ayuda y generosidad hacia los demás.

La resolución de conflictos es otra de las habilidades esenciales tanto en el deporte como en la vida espiritual. Los desacuerdos y las tensiones son inevitables en cualquier grupo, pero la manera en que se manejan estos conflictos determina la salud y la cohesión del equipo. En el deporte y en la vida espiritual, aprender a resolver conflictos de manera justa y constructiva fortalece las relaciones y mejora el rendimiento, así como también la reconciliación y el perdón son fundamentales para mantener la unidad y la paz.

Finalmente, el liderazgo compartido es un valor que distribuye la responsabilidad de liderar entre varios miembros del equipo, fomentando la participación de todos. En el deporte, este tipo de liderazgo permite que cada miembro del equipo asuma un rol activo en la toma de decisiones y en la ejecución de las estrategias.

Veamos ahora con un poco más de detalle algunas de las características de este liderazgo que, en el siglo XXI, es tan necesario.

Principios de liderazgo en la formación deportiva y espiritual

Si centramos la mirada en los entrenadores podremos observar que, como líderes, pueden influir profundamente en la vida de sus atletas, no solo en términos de rendimiento deportivo, sino también en su desarrollo personal y espiritual. Aunque sabemos que no todos los contextos son ideales y que en muchos centros o clubes la secularización es fuerte, queremos resaltar que el liderazgo cristiano puede ofrecer la oportunidad para reflejar principios fundamentales como el servicio, la humildad y el cuidado pastoral.

1) El primer tipo de liderazgo es el liderazgo de servicio. Se basa en la idea de que el líder está allí para servir a su equipo, no para ser servido.

Estrategia práctica: los entrenadores pueden demostrar un liderazgo de servicio asegurándose de que las necesidades de sus atletas estén siempre en primer lugar. Esto puede implicar estar disponible para conversaciones individuales, proporcionando apoyo emocional y práctico, y mostrando un interés verdadero en el bienestar de cada atleta. Además, involucrarse activamente en las tareas cotidianas, desde preparar el equipo hasta ayudar en la organización de eventos, puede mostrar a los atletas que su entrenador no teme «ensuciarse las manos» por el bien del equipo.

2) En segundo lugar, el valor de la humildad es esencial para un liderazgo efectivo y cristiano. Un entrenador humilde reconoce sus propias limitaciones, está abierto a aprender y valora las contribuciones de cada miembro del equipo.

Estrategia práctica: fomentar un ambiente donde las ideas y opiniones de todos los atletas sean escuchadas y valoradas es clave. Los entrenadores pueden crear espacios para la retroalimentación regular, no solo sobre el rendimiento deportivo, sino también sobre el ambiente del equipo y las estrategias de entrenamiento. Admitir errores y estar dispuesto a cambiar de enfoque basado en la retroalimentación también demuestra humildad y respeto por el equipo.

Un buen líder fomenta el sentido de comunidad a través del trabajo en equipo con todo su staff y el capellán deportivo, reflejando el principio de que somos todos miembros de un mismo cuerpo.

Estrategia práctica: implementar actividades que fortalezcan la cohesión del equipo, como dinámicas de grupo, talleres de resolución de conflictos y proyectos de servicio comunitario, puede ayudar a construir un sentido de unidad y propósito compartido. Celebrar los logros de manera colectiva y reconocer las contribuciones individuales todos juntos.

3) El ejemplo personal es quizás la herramienta más poderosa de un líder. Los atletas observan y aprenden de las acciones y actitudes de su entrenador.

Estrategia práctica: los entrenadores deben esforzarse por vivir de acuerdo con los valores en su vida diaria, mostrando integridad, honestidad y compasión en todas sus interacciones. Ser un modelo de comportamiento ético y moral inspira a los atletas a seguir su ejemplo.

4) La comunicación es clave en el liderazgo. Un entrenador debe ser capaz de comunicar expectativas y feedback de manera clara y compasiva.

Estrategia práctica: practicar la escucha activa y responder con empatía a las preocupaciones de los atletas crea un ambiente de confianza y respeto. Además, utilizar un lenguaje positivo y constructivo, enfocándose en el desarrollo y el crecimiento en lugar de solo en el rendimiento, ayuda a los atletas a sentirse valorados y apoyados.

Recursos de pastoral deportiva

La práctica del deporte, en su esencia, es una búsqueda constante de superación, disciplina y excelencia. Sin embargo, para los creyentes se extiende a la dimensión espiritual. La oración, en todas sus variantes, permite a los atletas y entrenadores católicos conectar su práctica deportiva con su vida espiritual. Una de las mejores maneras de poder ver la acción de Dios en el deportista es ir registrando el fruto de esas oraciones en un cuaderno. El cuaderno del deportista, del que hablaremos con más detalle a continuación, es un lugar privilegiado donde el deportista registra su proceso físico y espiritual. Avances y dificultades en los entrenamientos y competiciones, pero también las mociones recibidas de Dios o las batallas espirituales.

1) El cuaderno del deportista es una sencilla herramienta que permite recoger el proceso del atleta en su vida deportiva. Es un lugar privado y confidencial donde escribir las mociones, esperanzas, frustraciones, alegrías. Un lugar donde dialogar a través de la escritura con uno mismo y con Dios.

No sólo el contenido es importante, también el contexto. Cuando los deportistas reciban el cuaderno, hay que animarlos a que le dediquen tiempos de calidad, buscando espacios tranquilos donde puedan invertir tiempo, sin prisas ni agobios. No se trata de una imposición sino de una herramienta de libertad y crecimiento personal.

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El cuaderno es un espacio abierto al deportista que recoge su vida en los tiempos de entrenamientos y competición. Además de escribir registros deportivos debe escribir las emociones que acompañan los momentos previos y posteriores a la competición o entrenamientos.

Los atletas necesitan reflexionar sobre sus propios objetivos y motivaciones personales tras el esfuerzo físico. El examen ignaciano[9] , parte destacada del cuaderno, recoge cinco puntos importantes que ayudan a percibir el paso de Dios en su vida deportiva: pedir luz, agradecer, repasar el entrenamiento o la competición, pedir perdón y enfocar las energías en el siguiente día.

Sugerencia Práctica: favorecer por parte del entrenador, los últimos minutos del entrenamiento, tras los estiramientos y las últimas indicaciones, para que cada deportista coja su cuaderno y pueda escribir lo sucedido en ese día.

2) La lectura de textos espirituales, de crecimiento personal y motivacional, puede proporcionar inspiración y orientación. Los entrenadores pueden dedicar tiempo a sugerir lecturas que ayuden a los atletas a seguir en su crecimiento integral como personas. La lectura de las vida de atletas que han sido referente a lo largo de la historia, así como también la lectura de la vida de los santos, adaptándola al contexto actual, pueda ser una fuente de inspiración por los valores y la entereza que mostraron en sus vidas.

Sugerencia práctica: crear un hábito de lectura espiritual semanal puede ser muy beneficioso. El entrenador puede compartir con el equipo algunas reflexiones o enseñanzas relevantes con los atletas (así como los atletas entre ellos mismos). Esas conversaciones ayudan a generar lazos de confianza y motivación que son importantes en el profeso de formación del deportista.

3) Acompañamiento con el capellán deportivo. El cuidado pastoral implica guiar y apoyar a los atletas en su desarrollo integral, atendiendo a sus necesidades físicas, emocionales y espirituales. Esto es especialmente importante en la formación de jóvenes atletas, quienes están en etapas cruciales de su desarrollo personal. Ser acompañado por un capellán fortalece la vida espiritual. Necesitamos un espacio de total confianza para hablar, compartir y dejarnos contrastar.

El capellán deportivo es un «refugio» para el atleta donde poder hablar con total confianza y confidencialidad. No es un entrenador, ni un compañero de equipo, ni tampoco un familiar. Es una persona que, desde la completa libertad e indiferencia, acompaña al atleta en sus triunfos y sus derrotas, en sus logros y sus dificultades, y le enseña a vivir todo desde los ojos de la fe.

Sugerencia práctica: ir integrando momentos de oración antes del entrenamiento y los momentos de competición puede ayudar a los atletas creyentes a conectar su vida deportiva con su fe. El capellán puede organizar retiros espirituales y sesiones de meditación adaptados a las realidades de la temporada. Los entrenadores deben estar atentos a los signos de estrés, agotamiento o problemas personales y ofrecer apoyo o derivación a profesionales cuando sea necesario.

Es conveniente facilitar la presencia semanal del capellán en los entrenamientos y en los partidos oficiales. Es un miembro más del staff y debe involucrarse en actividades del equipo. Además de celebrar los sacramentos, debe acompañar a todos los miembros del equipo.

Recomendaciones prácticas para entrenadores

Integrar la espiritualidad en el ámbito deportivo ofrece una oportunidad única para enriquecer tanto el desarrollo personal como el rendimiento de los atletas. Cuidar algunos aspectos de la espiritualidad católica puede ser una fuente de fortaleza, motivación y propósito en el deporte, promoviendo un ambiente donde ciertos valores guíen la conducta y el crecimiento de todos los miembros del equipo.

El primer aspecto de toda espiritualidad es la oración o meditación para el equipo. Como hemos dicho anteriormente, introducir momentos de oración y reflexión antes y después de cada sesión de entrenamiento puede centrar a los atletas, fortaleciendo su conexión espiritual. Establecer rituales como una breve oración de equipo (por ejemplo un padrenuestro) o un momento de meditación puede ayudar a crear un entorno de tranquilidad y enfoque, alineando la mentalidad del grupo con el deseo personal, creciendo así en valores como la perseverancia y gratitud. No se trata de dedicar mucho tiempo, sino breve y de calidad.

En segundo lugar, los entrenadores deben aprovechar las situaciones cotidianas en el deporte para enseñar y reforzar virtudes como las nombradas anteriormente, por ejemplo: la honestidad, la justicia y el respeto. Ejemplos como reconocer y premiar el juego limpio o abordar conflictos de manera ética pueden ayudar a los atletas a integrar estos valores en su comportamiento, tanto dentro como fuera del campo.

La fuerza del relato es muy potente por ello, compartir historias de atletas que han integrado su fe con éxito en su carrera puede servir de motivación. Pueden ser de gran ayuda todos los atletas que han manifestado su fe durante los Juegos de París, por ejemplo: la gimnasta Rebeca Andrade, o la atleta Nicola Olyslagers. Los entrenadores pueden presentar estos ejemplos durante las reuniones del equipo o en sesiones formativas, mostrando cómo la fuerza de la espiritualidad puede ser una fuente de inspiración y dirección en la vida deportiva.

En cuarto lugar, es importante fomentar una competencia saludable. Educar a los atletas sobre la importancia de competir con integridad y respeto es crucial. Los entrenadores pueden implementar charlas enfatizando que el objetivo es mejorar y dar lo mejor de uno mismo, no simplemente vencer a los demás. Poner todos sus talentos en juegos es una obligación no un capricho, pero siempre respetando y aceptando lo que la otra persona pueda dar.

En quinto lugar, hay que destacar la «disponibilidad 24/7»: los entrenadores deben liderar con humildad y un enfoque de servicio. Esto implica estar disponibles para apoyar a los atletas, escuchar sus preocupaciones y actuar con integridad. Liderar requiere tiempo y entrega. Servir a los atletas con dedicación puede inspirar un comportamiento similar en el equipo.

Por otro lado, los entrenadores deben cuidar su propia parte espiritual. Esta dedicación personal fortalece su capacidad para guiar a otros y proporciona una base sólida.

Estas seis recomendaciones podrán ayudar a los entrenadores a generar un contexto donde la formación del deportista no sólo esté enfocada en aspectos exteriores, como ganar una competición, sino que puedan aprender a focalizar su tiempo de formación en los campos deportivos en aspectos importantes para su cuerpo, mente y espíritu. En el mundo de hoy sabemos que las prioridades se miden por el resultado y que la parte espiritual no está considerada como un valor «práctico» para conseguir objetivos. Pero que los árboles no nos impidan ver el bosque. Sabemos que el ser humano es una totalidad, un ente holístico que requiere de cuerpo, mente y espíritu. Mientras se cuiden los tres aspectos de la persona, ésta tendrá un desarrollo más completo y productivo.

A modo de conclusión

Como hemos visto, cuando hablamos de pastoral deportiva, estamos hablando de la intersección entre el deporte y la espiritualidad, y es ahí donde encontramos un campo fértil para el crecimiento personal, el desarrollo del carácter y la manifestación de valores que trascienden las victorias y derrotas en el terreno de juego. La relación entre estos dos mundos no es solo una cuestión de inspiración mutua, sino de una profunda conexión que revela cómo la práctica del deporte puede enriquecer la vida espiritual y cómo la fe puede iluminar el camino hacia la excelencia deportiva.

El deporte, con su enfoque en el esfuerzo, la disciplina y la perseverancia, proporciona un contexto ideal para vivir los principios cristianos. Los atletas que integran estos aspectos en su rutina no solo buscan mejorar su rendimiento físico, sino también cultivar una mente y un corazón centrados en valores como la humildad, la gratitud y el respeto. Estos principios, cuando estan anclados ayudan a los deportistas a mantener la perspectiva y a encontrar significado en cada desafío, ya sea un triunfo o una derrota, por eso en la espiritualidad cristiana aprendemos que el verdadero éxito va más allá de los logros visibles y materiales. En el deporte, esto se traduce en el desarrollo del carácter y en la búsqueda de la excelencia con integridad.

Cuando hablamos de la pastoral deportiva estamos hablando del impacto positivo de la fe en el deporte. Los atletas de alto nivel que manifiestan su fe, muestran que no solo han alcanzado el éxito en sus respectivas disciplinas, sino que también se han valido de ella para afrontar desafíos, superar adversidades y mantener la humildad. Su vida y carrera sirven como testimonio de que la espiritualidad no solo proporciona fortaleza en momentos de presión, sino que también inspira una conducta ética y un compromiso genuino con los demás.

Al final, el deporte y la espiritualidad están intrínsecamente conectados en su búsqueda de la verdad, la integridad y la excelencia. Para los entrenadores, los atletas y todos aquellos que participan en el ámbito deportivo, integrar la fe en la práctica deportiva ofrece una forma de alinear el esfuerzo físico con el propósito espiritual, creando un equilibrio que enriquece tanto la vida profesional como la personal.

La integración de estos dos mundos no es simplemente una cuestión de coincidencia, sino una invitación a vivir de manera más plena y significativa y es ahí donde la Pastoral deportiva tiene más sentido que nunca. Al hacerlo, los deportistas no solo buscan alcanzar metas personales y profesionales, sino también reflejar los valores del Evangelio en cada acción, cada decisión y cada interacción. Así, el deporte se convierte en una manifestación viva de la espiritualidad católica, demostrando que la verdadera victoria radica en la unión de cuerpo, mente y espíritu, en la búsqueda de una corona que no se marchita (1 Cor 9, 25).

Al mismo tiempo, reconocemos la dificultad de esta integración debido a la secularización imperante en Occidente. La fe no siempre está presente en los centros católicos entre profesores, entrenadores y estudiantes por lo que no es una tarea fácil. Encontrar un lenguaje que pueda transmitir la Buena Noticia del Evangelio a los jóvenes de hoy siempre es un reto, pero en el deporte encontramos un aliado. Instituciones como «Athletica Vaticana» ayudan a ser testigos del Evangelio y testimonios de la fe sin palabras, sólo con hechos: «La cercanía concreta a los más vulnerables forma parte plenamente de vuestra misión: pienso en las iniciativas con los jóvenes con discapacidad física o intelectual, con los presos, con los inmigrantes, con las familias más pobres. Y es agradable que todos participen en estos encuentros con la misma dignidad, incluidos los campeones olímpicos y paralímpicos, los diplomáticos, los miembros de la Curia»[10]. Vemos como el Papa Francisco reconoce la fuerza del deporte como elemento integrador y protector de la dignidad de la persona.

Los entrenadores tienen un papel fundamental para que los atletas puedan vivir su tiempo de «juego» como un regalo, como un don y como una misión. Los Juegos Olímpicos, como decíamos más arriba, han sido la plataforma perfecta para la manifestación libre de los atletas. Trabajo que lleva en lo oculto mucho tiempo y que parece que empieza a asomar. La pastoral deportiva está más viva que nunca.

  1. Cf. Juan Crisóstomo, s., Homilías sobre el Evangelio de Mateo, 33,6.
  2. Ignacio de Antioquía, s., Carta a Policarpo, 2,3.
  3. Tomás de Aquino, s., Summa Theologiae, II-II, q. 168, a. 2.
  4. Cf. J. M. Cardoso, «Papi e sport», en Ecclesia, n. 4133, julio 2024, 22 s.
  5. Francisco, Messaggio che introduce il documento Dare il meglio di sé del Dicastero per i laici, la famiglia e la vita, presentadoo el 1° de junio de 2018.
  6. Ibid.
  7. Id., Udienza all’Associazione sportiva «Athletica Vaticana», 13 de enero de 2024.
  8. Id., Messaggio, cit.
  9. Cf. Ignacio de Loyola, s., Obras completas, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 208.
  10. Francisco, Udienza all’Associazione sportiva «Athletica Vaticana», cit.
Javier Bailén Llongo
Antes de ingresar a la Compañía de Jesús en 2015, ya había cursado estudios de Filosofía. Tras su noviciado, estudió Teología en la Universidad Pontificia Comillas entre 2017 y 2020. Realizó su magisterio en colegios de Canarias y Valencia, y desde septiembre de 2023 cursa la licenciatura en Teología en Boston.

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