Jesús les habló del Reino de Dios y sanó a los que tenían necesidad de ser curados. Cuando ya se hacía tarde se acercaron los Doce y le dijeron: «¡Despide a la gente para que vayan a descansar y a buscar comida en las aldeas y caseríos cercanos, porque aquí estamos en un lugar solitario!». Pero Jesús les dijo: «¡Ustedes tienen que darles de comer!». Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar alimentos para toda esta gente». Eran como unos cinco mil hombres. Jesús, entonces, les dijo a sus discípulos: «¡Que se sienten en grupos de unas cincuenta personas!». Ellos obedecieron y los hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos peces, levantó la vista al cielo y pronunció sobre ellos la oración de acción de gracias, partió los panes y los fue dando a los discípulos para que los repartieran a la gente. Comieron hasta quedar todos saciados, y se recogieron doce canastos con los trozos que sobraron (Lc 9,11b-17).
La solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo nació en la diócesis de Lieja, en Bélgica, en 1247, para contrarrestar las tesis de Berengario de Tours, quien no creía en la presencia real del Señor en la Eucaristía y la consideraba un símbolo. Cuando ocurrió el hecho extraordinario de Bolsena en 1264 (un sacerdote, mientras celebraba la Misa, durante la consagración tuvo dudas sobre la presencia de Jesús y de la hostia habrían caído algunas gotas de sangre), el papa Urbano IV hizo verificar la autenticidad del hecho y luego extendió la fiesta a toda la Iglesia, que comenzaría a celebrarse el jueves después de la octava de Pentecostés. Hoy se celebra el domingo siguiente.
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El centro de la liturgia es el Evangelio. La multitud está tan entusiasmada con la predicación de Jesús que hasta se olvida de comer. Los discípulos, preocupados, aconsejan al Señor que despida a la gente. Pero Él no lo quiere así e incluso les dice a ellos que les den de comer. ¿Pero cómo? Solo tienen cinco panes y dos peces… Entonces Jesús ordena que se sienten (en griego se dice «recostarse»), en grupos de cincuenta, para descansar: un pequeño gesto para crear comunidad, para poder hablar libremente, para comunicarse entre ellos la experiencia de la Palabra escuchada, para mirarse a los ojos como amigos.
Jesús toma los panes y los peces, y delante de todos, los presenta al Padre: lo bendice y le da gracias. Es la oración que todo judío recita antes de comer. Sin embargo, es singular dar gracias al Padre en esta circunstancia. Jesús tiene en las manos cinco panes y dos peces para cinco mil personas… Y, sin embargo, precisamente en la escasez de pan, en la penuria, en la pobreza, Jesús expresa al Padre su gratitud porque puede dar algo a los demás, porque puede ser instrumento de la generosidad de Dios, poniendo el signo de una solidaridad que será el fundamento de la Eucaristía: ser «pan» los unos para los otros.
Luego Jesús parte el pan, lo da a los discípulos para que lo distribuyan a todos. Normalmente, cuando se hace referencia a esta página del Evangelio se habla de la «multiplicación de los panes». Pero en los evangelistas esa palabra no aparece. Hay en cambio otra que invita a reflexionar: «Jesús partió el pan». Partir el pan es el acto de compartir lo que se tiene, de donarlo y hacerlo partícipe a los hermanos: es un gesto enorme de comunión y solidaridad, una nueva forma de relacionarse con los demás y, al mismo tiempo, de replantear la relación entre uno mismo y las cosas. El signo que Jesús realiza es una prefiguración de la Eucaristía, del «pan» necesario para ayudarnos mutuamente.
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El evangelista señala que sobraron «doce canastos» (cf. Lc 9,17). El número es elocuente: un canasto por cada tribu de Israel, un canasto por cada mes del año. El pan es para todos y en abundancia. «Los que buscan al Señor – y confían en Él – no carecen de nada» (cf. Sal 34,11).
El contexto eucarístico del Evangelio está preparado por la primera lectura: Melquisedec, rey y sacerdote del Dios Altísimo, ofrece en sacrificio pan y vino, una ofrenda nueva, y bendice a Abraham, el padre de los creyentes.
La carta a los Corintios recuerda la institución de la Eucaristía: «El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que entrego por ustedes. ¡Hagan esto en memoria mía!”. Después de cenar hizo lo mismo con la copa, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre. Cada vez que la beban, ¡háganlo en memoria mía!”. Por eso, cada vez que comen de este pan y beben de esta copa, anuncian la muerte del Señor hasta que él vuelva» (1 Cor 11,23-26).
Papa León: «Oremos por la situación en Medio Oriente y por un compromiso colectivo para liberar al mundo de la amenaza nuclear».
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