Literatura

Kurt Vonnegut, «Así va la vida»

A cien años de su nacimiento

© Wikipedia / WNET-TV-PBS

El 11 de noviembre de este año se celebró el centenario del nacimiento de Kurt Vonnegut, considerado uno de los más grandes escritores de la edad de oro de la ciencia ficción. Junto con Isaac Asimov, Philip K. Dick, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, Frank Herbert, H. G. Wells y Edgard Rice Burroughs – por nombrar sólo a los más grandes y conocidos – Vonnegut dio forma a nuestros sueños y pesadillas, con historias y situaciones que han entrado en nuestro imaginario colectivo y han dado lugar a otras historias, en la pequeña y gran pantalla.

Vonnegut nació en Indianápolis el 11 de noviembre de 1922. Su familia pertenecía a la culta, adinerada y sofisticada clase media de la emigración germano-americana, que experimentó un colapso con la «Gran Depresión» de 1929. Tras sus estudios en el Shortridge High School, donde descubrió su pasión por el periodismo, cuando llegó el momento de elegir los estudios universitarios, la presión de su hermano y de su padre le llevó a elegir la bioquímica y el alemán en la Universidad de Cornell, en Ithaca, Estado de Nueva York[1].

Le esperaban dos tragedias – que no fueron las únicas en su vida – : la muerte por suicidio de su madre, incapaz de afrontar la decepción de la caída social, y la experiencia de la guerra. En enero de 1943, Kurt decide abandonar sus estudios sua sponte y marcharse como soldado de infantería voluntario. Su experiencia militar fue breve y trágica. Se alistó en marzo de 1943. Entre el alistamiento y la partida a Europa, vivió la tragedia de la muerte de su madre, que se suicidó el Día de la Madre, sin ninguna nota de explicación o despedida. Este acontecimiento marcó fuertemente a Kurt, que hizo del absurdo de la vida un rasgo o elemento recurrente de su escritura.

Vonnegut desembarcó en el continente, en Le Havre, el 6 de diciembre de 1944. Capturado por los alemanes tras la batalla de las Ardenas, fue hecho prisionero en Dresde el 12 de enero, unas semanas antes de que la ciudad fuera bombardeada por la aviación estadounidense y británica. El bombardeo de Dresde, que tuvo lugar el último día de carnaval de ese año, se considera uno de los acontecimientos bélicos más sangrientos y violentos contra la población civil de la Gran Guerra: en él murieron 135.000 civiles. Kurt sobrevivió al bombardeo, encerrado en un búnker subterráneo. Unas semanas más tarde, el conflicto terminó, y ya en junio de ese año el joven fue repatriado a Estados Unidos. De esa experiencia nació, veinte años después, Matadero cinco, su novela más famosa.

De vuelta a Estados Unidos, Vonnegut se casó con Jane Marie Cox. Al principio quiso retomar sus estudios y se matriculó en un curso de antropología en la Universidad de Chicago. Sin embargo, ya en 1947 empezó a trabajar en el área de relaciones públicas de General Electric, una gran empresa en la que su hermano Bernard ya trabajaba como investigador científico. Su experiencia en esta empresa también fue efímera. En el otoño de 1951, Kurt y su esposa decidieron dejar Schenectady para vivir en West Barnstable, en la zona de Cape Cod, al sur de Boston, para dedicarse a tiempo completo a la escritura. El acontecimiento más doloroso para Kurt ocurrió en septiembre de 1958, cuando primero su cuñado James Adams murió en un accidente de tren y luego su hermana Alice murió de cáncer sólo dos días después, a la edad de 41 años. La pareja dejó cuatro hijos, a los que Kurt y Jane cuidaron.

Los años 60 fueron los que definieron la carrera de Vonnegut. Después de unos comienzos penosos, de unas primeras novelas mal vendidas (La pianola [1952], Las sirenas de Titán [1959], Madre noche [1961]) y de los compromisos editoriales que se vio obligado a aceptar para que sus libros se reimprimieran, el punto de inflexión fue sin duda la publicación de su novela Matadero cinco, en 1969.

En 1970 Vonnegut se trasladó a Nueva York y en 1971 se separó de Jane, divorciándose de ella en la primavera de 1979. Ese mismo año se volvió a casar con Jill Krementz, con la que tuvo a su hija Lily y de la que se divorció posteriormente en 1991.

Los años pasados en Nueva York fueron ricos en satisfacciones para Kurt. Nombrado vicepresidente de la asociación literaria PEN en 1972 y luego miembro de la prestigiosa American Academy of Arts and Letters en 1992, el escritor siguió publicando novelas y relatos. Su última novela, Cronomoto, se publicó en 1997.

Vonnegut murió en Nueva York 10 años después, el 11 de abril de 2007, a la edad de 85 años, tras haber publicado 14 novelas[2], innumerables relatos cortos y varias colecciones de artículos y discursos como conferenciante a lo largo de 45 años.

Adentrarse en el mundo literario de este escritor no es tarea fácil, porque su amplísima producción puede prestarse a múltiples niveles de lectura, tanto por la profusión y exuberancia de sus creaciones, como por el denso tejido de referencias internas del mundo literario que creó a lo largo de los años. Los temas, los personajes, los lugares y las situaciones se retoman y se entrelazan[3]. Por razones de espacio, sólo consideraremos aquí cuatro novelas.

Vonnegut, ¿un escritor de ciencia ficción? El debut con «La pianola»

La primera pregunta que surge, al enfrentarse a la producción de Vonnegut, es si es propiamente un escritor de ciencia ficción. Decía Kurt: «Hace años trabajé para la General Electric en Schenectady y, rodeado como estaba de máquinas e ideas para máquinas, no pude hacer otra cosa que escribir una novela sobre personas y máquinas, y en la que las máquinas a menudo sacaban lo mejor de las personas, como ocurre en el mundo real. […] Fue entonces cuando los críticos literarios me informaron de que era un escritor de ciencia ficción. No lo sabía en absoluto. Pensé que había escrito una novela sobre la vida, sobre las cosas que tenía que ver y oír en Schenectady, una ciudad que era más que real, una presencia inquietante en nuestra ya aterradora vida cotidiana. […] Aparentemente, todo lo que hay que hacer para entrar en este género es reconocer la existencia de la tecnología. Nos empeñamos en pensar que ningún escritor puede ser respetable y al mismo tiempo entender cómo funciona una nevera»[4].

Vonnegut es el primero en negarse a ser considerado un escritor de género. Los intereses familiares y las coincidencias biográficas parecen estar en el origen de la primera novela La pianola y de los cuentos de la primera fase de su producción. El escritor más bien descubre la libertad expresiva que le permiten las características del género de ciencia-ficción. Su escritura está impregnada de una fuerte intención ética. Más que la ciencia ficción y los viajes espaciales, se interesa por el ser humano desde el principio.

La pianola comienza con una descripción de Ilium[5], en el tono de la Utopía de Tomás Moro o la República de Platón: «La ciudad de Ilium, en el estado de Nueva York, está dividida en tres partes. Al noroeste están los gerentes, los técnicos, los funcionarios y algunos autónomos; al noreste están las máquinas; y al sur, al otro lado del río Iroquois, está la zona que los lugareños llaman Homestead, donde vive casi toda la población»[6]. Las máquinas ocuparon el lugar de las personas: «Paul abrió la caja que contenía la cinta grabada que las controlaba a todas. La cinta era un pequeño bucle que pasaba ininterrumpidamente entre cabezales magnéticos. En él se grababan los movimientos de un hábil tornero que preparaba un eje para un pequeño motor. Paul pensó en el pasado: once, doce, trece años antes había sido testigo de la grabación de esa cinta, había conocido al trabajador que le había servido de modelo […]. Y ahora allí, en ese pequeño bucle de la caja frente a Paul, estaba Rudy como había estado Rudy, esa tarde, en su máquina: Rudy poniéndola en marcha, ajustando su velocidad, operando su hierro de corte. Esta era la esencia de Rudy en lo que respecta a la economía, en lo que respecta al esfuerzo bélico. La cinta era la esencia destilada por aquel educado hombrecillo con dos manos así de grandes y uñas negras»[7]. La cuestión de fondo es el valor del hombre, su dignidad[8].

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Vonnegut hace decir al protagonista, Paul Proteus, en un momento de arrepentimiento en un diálogo con su esposa Anita: «Para conseguir lo que hemos conseguido, Anita, hemos privado, en esencia, a esta gente de lo que era para ellos lo más importante de la tierra: el sentimiento de ser útiles y necesarios, el fundamento de su dignidad»[9].

Proteus es un alto ejecutivo del complejo industrial encargado de producir los bienes necesarios para la vida cotidiana. Su padre había desempeñado un papel aún más destacado en la generación anterior, y Paul, como «hijo del arte», está destinado a seguir sus pasos. Todo parece ir bien, excepto que Paul está inquieto y se siente atraído por la parte más popular de la ciudad de Ilium, donde viven todos los que se han quedado sin trabajo porque han sido sustituidos por máquinas.

El episodio inicial expresa ya la parábola que protagonizará el mismo Paul. Este debe reparar una pieza señalada como defectuosa por los espías de su oficina: «“No hay nada que hacer”, dijo. La plataforma giratoria número tres, en la caseta 58, había funcionado bien en su día, pero a estas alturas ya mostraba desgaste y se estaba convirtiendo en algo que no se integraba en ese entorno aerodinámico y perfecto, donde no había lugar para comportamientos erráticos. “Básicamente, en cualquier caso, no se construyó para el trabajo que está haciendo ahora. Sonará el timbre en cualquier momento y eso será el final”»[10]. La pieza que tiene las horas contadas es el propio Paul.

Para aquellos cuyos trabajos han sido sustituidos por máquinas, sólo hay dos empleos posibles: el ejército y el Cuerpo de Reconstrucción. La posibilidad de acceder a la educación superior y a la parte más rica de la sociedad está determinada por pruebas de coeficiente intelectual que no dejan ninguna salida[11]. El encuentro de Paul – en el bar donde ha ido a comprar una botella de whisky, en la parte pobre de Ilium – con el padre de un joven es desgarrador: «“Brindemos por nuestros hijos”, dijo de repente el hombre de las gafas gruesas. Para un hombre que había utilizado un tono tan vibrante, su voz era sorprendentemente aguda. Esta vez, se levantaron muchas copas. Tras el brindis, el hombre se dirigió a Paul con la más cálida de las sonrisas y le dijo: “Mi hijo acaba de cumplir dieciocho años, doctor”. “Buena cosa”. “Tiene toda la vida por delante. Una edad maravillosa, dieciocho años”. Hizo una pausa, como si su comentario exigiera una respuesta. “Me gustaría tenerlos ahora, dieciocho años”, dijo Paul débilmente. “Es un buen chico, doctor. No es lo que se dice un genio. Como su viejo… Tiene el corazón en el lugar correcto y le gustaría hacer lo mejor con lo que tiene”. Otra vez esa pausa cargada de expectativas. “Es todo lo que se puede hacer”, dijo Paul. “Bueno, ya que tenemos aquí a un hombre inteligente como tú, tal vez pueda convencerte de que me des algún consejo para el chico. Acaba de terminar las Pruebas Nacionales de Clasificación General. Casi se mata estudiando, pero no sirvió de nada. No le fue bien en la universidad. Sólo había veintisiete plazas y seiscientos solicitantes”». Más adelante, Pablo volverá a encontrarse con aquel padre: «“¿Cómo está tu hijo?”, le pregunta Paul. “¿Mi hijo, doctor? Oh, oh, claro, mi hijo. Usted dijo que iba a hablar con Matheson, ¿no? ¿Qué dijo el buen Matheson?”. “Todavía no lo he visto. Quería hacerlo, pero no se presentó la oportunidad”. El hombre asintió: “Matheson, Matheson… Bajo ese exterior gélido late un corazón de hielo. Bueno, gracias a Dios. Ya no hace falta hablar con él. Mi hijo está listo”. “¿Ah, sí? Me alegro de ello”. “Sí, se colgó esta mañana en la cocina”»[12].

La gente está descontenta y se están gestando formas de rebelión[13]. Cuando Paul se encuentra con su compañero de juventud, Finnerty, que ha abandonado una posición social aún más elevada por desconfianza en la condición actual, el deseo de dejarlo todo se vuelve imperioso. Sólo por la ambición de su esposa Anita, que ve su propia realización personal en el éxito de su marido, acepta asistir a una cena de gala y a la reunión anual de ejecutivos en una isla para pasar una semana de juegos y retos en equipo para el teambuilding corporativo. En la isla ocurre algo inesperado. Su intento de abandonar su trabajo se desvanece; al mismo tiempo, Paul se ve envuelto en un juego de manipulación por parte de sus jefes para inducirle a unirse a la Sociedad de la Camisa Embrujada, hasta el punto de que, al cabo de unas semanas, se encuentra en el banquillo de un tribunal, acusado de ser el líder y el cerebro de la rebelión contra las máquinas. Estas estallan en las calles durante esas horas, lo que lo salva de la condena. Pero después de la rebelión, prevalece el instinto del hombre de reparar y expresarse, y los trabajadores vuelven a reparar las máquinas que acaban de destruir. Esto es, para el protagonista, el cumplimiento de un destino, convertirse en alguien igual a su padre, pero diferente a él. Igual, y al mismo tiempo de signo opuesto.

La ciencia que puede llevar al Apocalipsis: la novela «Cuna de gato»

Otro tema social y filosófico importante para Vonnegut es la relación entre la ciencia y la fe. La novela Cuna de gato se publicó en 1963, en un momento de fuertes tensiones internacionales. Unos meses antes, en octubre de 1962, la llamada «crisis de Cuba» entre EE.UU. y la URSS había llevado al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial, la primera protagonizada por ojivas nucleares. La posibilidad de que el mundo acabe en una gran tragedia no es ni mucho menos irreal, y la cuestión de las responsabilidades de la ciencia y los científicos es percibida por Vonnegut como ineludible. El protagonista de la novela es Johan, el nombre bíblico del profeta que anuncia involuntariamente el mensaje de Dios. Es un escritor que está reuniendo material para un libro que quiere titular «El día en que el mundo se acabó». La idea es describir lo que algunas personas estaban haciendo en la tarde del 6 de agosto de 1945, cuando se lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima.

En Cuna de gato, el científico Felix Hoenikker (prototipo del científico dedicado a la investigación pura), que ayudó a crear las armas atómicas, ¿es inocente o culpable? Para sorpresa y consternación de John/Johan, descubre que poco antes de su muerte Hoenikker inventó un compuesto químico – la molécula de hielo nueve – capaz de congelar toda el agua del mundo, el agua salada de los mares y el agua dulce de los lagos y ríos, en cuestión de minutos, y destruir así la vida en la Tierra. ¿Qué fue de ese invento, el arma más poderosa creada por el hombre? Las moléculas fueron entregadas a sus tres hijos, Frank, Angela y Newt. Johan emprende así un viaje a una isla fantasma del Caribe (la República de San Lorenzo), para reunirse con Frank.

La dinámica disfuncional de los miembros de la familia Hoenikker – del padre Félix y sus tres hijos -, como si se tratara de una familia bíblica «original», conduce al Apocalipsis final, un mundo despoblado y congelado en el que los únicos animales que logran sobrevivir son las hormigas, por su capacidad de cooperación[14].

La novela comienza así: «Llámenme Johan. Mis padres me llamaban más o menos así. Solían llamarme John. Johan o John…, incluso si me hubiera llamado Sam, habría seguido siendo un Johan – no porque trajera mala suerte, sino porque siempre había algo o alguien que me mandaba puntualmente a ciertos lugares, a ciertas horas. No sin los debidos medios y razones, convencionales o extrañas. Y justo a tiempo, al filo del segundo señalado, este Johan estaba allí, en el lugar preciso. Escuchen: Cuando era más joven – hace dos esposas, más 250.000 cigarrillos y 50.000 tragos… Cuando era mucho, mucho más joven, empecé a reunir material para un libro que se iba a llamar El día en que el mundo se acabó. Iba a ser un libro basado en hechos reales. Iba a ser un relato de lo que los estadounidenses de cierta importancia habían hecho el día en que se lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima, en Japón»[15].

La extensa cita expresa una evolución en el estilo de escritura de Vonnegut desde La pianola, novela clásica en su composición. Entre ellas había otras dos novelas: Las sirenas de Titán y Madre noche. El estilo se vuelve más tenso, más nervioso. Es la mente-lengua que lucha por encontrar las palabras para expresar la experiencia y, cuando las encuentra, las lanza como piedras, como escupitajos, todavía en busca de solución o re-solución. Incluso la forma gráfica de la página, con los numerosos puntos a parte en el cuerpo de la novela, casi como para crear manchas o islas de tinta en la página en blanco, expresa el esfuerzo por comunicar lo que se ve desde el precipicio del fin del mundo. En el final del libro se revela el punto de vista apocalíptico y escatológico desde el que está escrita la novela, un diario conmemorativo de los acontecimientos que condujeron a la destrucción. Cuando todo termina, queda una familia de «robinsones», y la isla es un arca con pocos seres humanos, la escritura sólo puede ser alucinada, atrofiada, incluso tartamudeada, y los personajes poco menos que atracciones circenses.

La provocación de la figura de Jesús: la novela «Dios le bendiga, Mr. Rosewater»

Desde el punto de vista religioso, Vonnegut procedía de una familia alemana de librepensadores. Durante algún tiempo se unió a la comunidad unitaria, y en sus últimos años declaró su ateísmo, que nunca fue polémico ni destructivo. También fue presidente de la Asociación Americana de Humanismo, sucediendo a Asimov. La figura de Jesús le fascinaba[16], y la novela que parece más inspirada en la exploración de temas y sensibilidades evangélicas es Dios le bendiga, Mr. Rosewater. Comienza así: «Uno de los protagonistas de esta historia, una historia de hombres y mujeres, es una gran cantidad de dinero, al igual que una gran cantidad de miel podría ser, correctamente, uno de los protagonistas de una historia de abejas»[17].

El otro protagonista de la novela es Eliot Rosewater – un joven heredero de una colosal fortuna guardada en la fundación familiar, protegida por argucias legales – que, de repente y de forma inesperada, decide empezar a repartir pequeñas sumas de dinero a quien se lo pida. La culpa de haber matado a algunos inocentes durante la recién terminada guerra le consume y angustia. Cualquier hombre o mujer pobre, abandonado y endeudado del condado de Rosewater, donde comenzó la fortuna familiar, puede acudir a su puerta o llamar a un número de teléfono, al que Eliot responde personalmente con las palabras «Fundación Rosewater, ¿en qué podemos servirle?»[18]

La opción evangélica de Eliot, que, cual nuevo Jesús, decide dar dinero a cualquiera[19], deja perplejos a su familia y a los abogados que los representan: «“Debes estar loco” – le dice el bombero de New Egypt. “No quiero ser como yo – le responde Eliot. Quiero ser como tú. Ustedes son la sal de la tierra, por Dios. Eres el bien de América, tú, con esa ropa. Eres el alma de la infantería de los Estados Unidos”. Y, finalmente, Eliot regaló todo lo que había en su armario, excepto su frac, su smoking y un traje de franela gris». En un discurso emocionado, el padre de Eliot le pide a Sylvia, su nuera: «“Dime una cosa buena de esa gente a la que Eliot ayuda”. “No puedo”. “Me lo imaginaba”. “Es un secreto”, dijo ella, obligada a responder, deseando que la discusión terminara ahí. Sin darse cuenta de que se estaba volviendo despiadado, el senador insistió: “Ahora estás entre amigos: ¿y si nos confías este gran secreto?”. “El secreto es que son seres humanos”, dijo Sylvia»[20].

Un joven abogado, que ve en la peculiar situación creada la posibilidad de ganar una gran suma de dinero para promover la causa de otra rama de la familia Rosewater, comienza a reunir pruebas para una acusación de demencia o locura. Los diversos diálogos entre el padre (el senador Rosewater) y el hijo (el benefactor Eliot Rosewater) se vuelven cada vez más intensos, y finalmente algo en la mente de Eliot se rompe. Cuando anuncia que dejará el condado por un tiempo, los pobres y los numerosos beneficiados intuyen que no volverán a verlo y hacen todo lo posible para que no se vaya. No tendrán éxito, y el lector encontrará a Eliot en un manicomio mientras aprende a dar las respuestas correctas para ganar su caso en el tribunal. El compañero de habitación de Rosewater es Kilgore Trout. Es en Dios le bendiga, Mr. Rosewater donde aparece por primera vez este hombre, el alter ego de Vonnegut, que se convertirá en un personaje recurrente en novelas posteriores, una figura a través de la cual el escritor disfrutará dando voz a su propio lado más inconformista, duplicando su propia presencia entre las páginas de sus novelas, dialogando con Kilgore como en un juego de máscaras teatrales. En Dios le bendiga, Mr. Rosewater hay también una alusión al trágico bombardeo de Dresde[21], que constituirá la historia de la siguiente novela, Matadero cinco.

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La novela termina con la imagen, también evangélica, de un grupo de 57 niños que son adoptados, adquiriendo la nueva condición de hijos de Eliot Rosewater. Es la estratagema necesaria para romper el impasse de una sentencia que podría entregar el control de la fortuna familiar a otros Rosewater. El truco para que nada cambie es que todos se conviertan en hijos del hijo.

El estilo de Vonnegut en Dios le bendiga, Mr. Rosewater vuelve a ser más compuesto y clásico. La tensión en el límite que caracteriza a Cuna de gatos se interioriza: ya no es la epidermis lingüística la que tiembla, la piel del relato, formada por las palabras que lo envuelven, la que se pone a prueba en sus posibilidades de significación. El peso se traslada a lo que se cuenta o se vuelve a contar: la figura de Jesús, el alter ego de Eliot Rosewater.

Nunca más la guerra: la novela «Matadero cinco»

Al presentar la figura de Vonnegut, no se puede dejar de mencionar Matadero cinco, la obra que decretó su éxito, permitiendo también el renacimiento de sus obras anteriores. Matadero cinco es la novela con la que el escritor elabora el drama de su propia experiencia de la guerra, su absurda y demencial violencia. «Todo esto sucedió, más o menos. Las partes sobre la guerra, en cualquier caso, son bastante ciertas. Un tipo que conocí fue realmente asesinado, en Dresde, por tomar una tetera que no era suya»[22]. Así comienza la novela, cuyo protagonista es Billy Pilgrim, alter ego de Vonnegut, inspirado en uno de sus compañeros de armas, Edward «Joe» Crone, de Rochester (Nueva York), que murió en Europa[23].

Las aventuras de Billy son, en gran medida, material autobiográfico de Vonnegut: su breve experiencia en tiempos de guerra, su captura y su supervivencia fortuita en el violento bombardeo de Dresde en la cámara frigorífica de un edificio del matadero, designado con el número 5, de ahí el título de la novela. El primer capítulo es, de hecho, la narración en primera persona del propio autor de cómo llegó a escribir la novela y qué pasos supuso.

El primer capítulo es también, en cierto modo, una deuda de honor con una mujer, la esposa de un compañero de armas que sobrevivió al conflicto, con quien Vonnegut hizo un viaje a Dresde en 1967, financiado por una beca de la Fundación Guggenheim. Es Mary O’Hare, esposa de Bernard V. O’Hare. «Entonces se volvió hacia mí, para mostrarme lo enfadada que estaba, y que ese enfado era por mí. Estaba hablando consigo misma, por lo que lo que dijo en voz alta era sólo el fragmento de una conversación mucho más larga. “¡Eran unos niños entonces!”, dijo. “¿Qué?”, dije yo. “Sólo eran niños, durante la guerra… ¡Como los que están jugando arriba!”. Asentí con la cabeza; era cierto. En la época de la guerra, éramos unos chicos estúpidos, apenas salidos de la infancia. “Pero no va a escribir esto, ¿verdad?”. No era una pregunta; era una acusación. “Yo… no sé”, dije. “Yo lo sé”, dijo ella. “Fingirá que eran hombres en lugar de niños, y luego sacarán una película protagonizada por Frank Sinatra y John Wayne o algún otro de esos encantadores viejos verdes que están locos por la guerra. Y la guerra parecerá algo maravilloso, y así tendremos muchas más. Y las protagonizarán niños como los que he mandado arriba”. Entonces lo entendí. Fue la guerra lo que la enfureció. No quería que sus hijos ni los de nadie murieran en las guerras. Y pensaba que las guerras eran en parte fomentadas por los libros y las películas. Así que levanté mi mano derecha y le hice una promesa. “Mary”, dije, “no creo que llegue a terminar este libro. Ya debo haber escrito cinco mil páginas y las he tirado todas. Sin embargo, si alguna vez la termino, te doy mi palabra de honor: no habrá ningún papel para Frank Sinatra ni para John Wayne. Te diré una cosa”, le dije. “Lo llamaré La Cruzada de los Niños”. A partir de ese momento nos hicimos amigos»[24].

Este diálogo tuvo lugar en 1964. La larga cita es necesaria para entender la tensión ética que anima Matadero cinco y también las grandes dificultades que tuvo que afrontar Vonnegut para hablar de la guerra. «“¿Estarías dispuesto a hablar de la guerra ahora si te lo pidiera?, dijo Valencia. […] “Sería como hablar de un sueño”, dijo Billy. “Normalmente, los sueños de los demás no son muy interesantes”»[25]. El género de la ciencia ficción dio al escritor la libertad que buscaba. De ahí la elección de crear un personaje que viaje en el tiempo. Billy salta de un punto a otro de su existencia, viviéndola como un eterno presente. «Lo más importante que aprendí de Tralfamadore es que cuando una persona muere, sólo muere en apariencia. En el pasado sigue vivo, por lo que es una verdadera tontería que la gente llore en su funeral. El pasado, el presente y el futuro siempre han existido y siempre existirán. Los tralfamadorianos pueden contemplar diferentes momentos, al igual que nosotros contemplamos un tramo de las Montañas Rocosas. Pueden ver cómo todos los momentos son permanentes, y mirar cualquier momento que les interese. Es sólo una ilusión nuestra creer que a un momento le sigue otro, como los nudos de una cuerda, y que cuando un momento ha pasado, se ha ido para siempre. Cuando un tralfamadoriano ve un cadáver, lo único que piensa es que la persona muerta está en mal estado en ese momento, pero que esa misma persona está bien en un gran número de otros momentos. También hoy, cuando me entero de que alguien ha muerto, me encojo de hombros y digo lo que los tralfamadorianos dicen de los muertos, a saber: “Así va la vida”»[26].

A partir del segundo capítulo, Vonnegut cambia a la tercera persona y presenta al personaje principal, Billy Pilgrim: «Escuchen: Billy Pilgrim ha viajado en el tiempo. Billy se fue a dormir como un viudo senil y se despertó el día de su boda. Entró por una puerta en 1955 y salió por otra en 1941. Volvió a entrar por esa puerta y se encontró en 1963. Ha visto su propio nacimiento y muerte muchas veces, dice, y revive de vez en cuando todos los acontecimientos que han sucedido entretanto»[27]. Es a través de esta clave que la historia se desenvuelve, en párrafos sucesivos, a veces muy cortos, con el efecto de un puñado de confeti lanzado al aire, destellos de tiempo que se unen en armonía por un momento y luego caen al suelo. Así, Billy sobrevive a la guerra, se casa y tiene una vida feliz y exitosa. Es secuestrado y llevado a Tralfamadore. Luego llega de nuevo la hora del dolor: Billy sobrevive a un espantoso accidente de avión y, al mismo tiempo, su mujer muere. Billy llega a la vejez, cuidado por su hija. Y todo confluye en un baile de pasajes, hasta el punto de que el lector no puede dejar de preguntarse cuál es el centro, pero tal vez no lo haya.

Que esta novela represente un importante momento de síntesis para Vonnegut se entiende también por el hecho de que el escritor convoca a los protagonistas de las novelas anteriores, y así en el hospital donde está internado Billy se produce el encuentro entre él, nacido en Ilium[28], y Kilgore Trout, Eliot Rosewater[29] y el profesor Rumfoord[30]. Sólo dejar que las armas se oxiden puede evitar una nueva masacre, la que el escritor vio en Dresde.

En el último capítulo, Vonnegut vuelve a hablar en primera persona y escribe: «Hace dos noches le dispararon a Robert Kennedy, cuya residencia de verano está a doce kilómetros de la casa donde vivo todo el año. Murió anoche. Así va la vida. Hace un mes le dispararon a Martin Luther King. Él también murió. Así va la vida. Y todos los días el gobierno de mi país me cuenta el número de cadáveres en Vietnam producidos por la ciencia militar. Así va la vida. Mi padre murió hace muchos años, de muerte natural. Así va la vida. Era un hombre dulce. También era un fanático de las armas. Me dejó sus armas. Se están oxidando»[31].

Conclusión

La obra de Vonnegut es vasta y articulada. Las cuatro novelas que hemos presentado nos dan una idea de la fuerza, el estilo y la creatividad de este autor, profundamente vinculado a los temas cruciales de su tiempo. Llama la atención la candente actualidad de sus páginas, especialmente las que denuncian la insensatez de la guerra y el peligro de las armas producidas por la investigación científica más avanzada, que pueden poner en peligro la vida del Planeta tal y como la conocemos.

Definir a Vonnegut como un escritor de ciencia ficción es limitante y reductor. De hecho, era mucho más fuerte su impulso de tomar partido que el de entretener. Los dolorosos acontecimientos familiares y los sucesos colectivos de los que fue testigo son el motor de las páginas más intensas de su obra, que creció progresivamente en un esfuerzo incesante por denunciar, advertir, sintetizar y reelaborar las tensiones. Si la obra de Vonnegut pudiera condensarse en una sola palabra, adecuada y verdadera sería la que el escritor confía a un personaje lateral de su primera novela, el Sha de Bratpuhr, quien, en su viaje de descubrimiento de los Estados Unidos dominados por las máquinas, bendice a los hombres y mujeres así: «¡Vivan!».

  1. Hay que decir que la escritura de Vonnegut se habría nutrido de los intereses y pasiones que corrían en su familia. El amor de su hermano y su padre por la ciencia y la tecnología, por un lado, y la ambición de su madre por convertirse en una escritora famosa, por otro, se combinaron en la vida y la escritura del joven Kurt.

  2. La pianola (1952), Las sirenas de Titán (1959), Madre noche (1961), Cuna de gato (1963), Dios le bendiga, Mr. Rosewater (1965), Matadero cinco (1969), El desayuno de los campeones (1973), Payasadas o ¡Nunca más solo! (1976), Pájaro de celda (1979), Buena puntería (1984), Galápagos (1985), Barbazul (1987), Birlibirloque (1990), Cronomoto (1997).

  3. Por mencionar los elementos más explícitos y recurrentes: la ciudad de Ilium; el personaje de Eliot Rosewater; el planeta de Tralfamadore; el escritor de ciencia ficción Kilgore Trout.

  4. K. Vonnegut, Divina idiozia. Come guardare al mondo contemporaneo, Roma, edizioni e/o, 2002, 15. Todas las citas de este artículo están traducidas desde la versión en italiano de su obra (Nota del traductor)

  5. Nombre en latín de la antigua Troya, una ciudad ficticia, que se empareja con la verdadera Ítaca, sede de la Universidad de Cornell, donde Vonnegut vivió y estudió durante un tiempo. Esta ciudad también retornará en la novela Cuna de gato.

  6. K. Vonnegut, Piano meccanico, Florencia, Giunti – Bompiani, 2020, 11.

  7. Ibid.

  8. Es significativo que en el exergo del libro se citen estos versos del Evangelio de Mateo: «Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos» (Mateo 6,28-29).

  9. K. Vonnegut, Piano meccanico, cit., 215.

  10. Ibid, 30 s.

  11. Cfr ibid, 46 s.

  12. Ibid, 117.

  13. Vonnegut fue acusado de ser un ludita, pero siempre se defendió afirmando que en esta primera novela sólo quería describir lo que veía y lo que tenía ante sus ojos.

  14. Cfr K. Vonnegut, Ghiaccio-nove, Milán, Feltrinelli, 2021, 211.

  15. Ibid, 9.

  16. «En la ardua búsqueda de literatura subversiva entre las estanterías de nuestros institutos […] los dos textos más subversivos siempre permanecen en su sitio, completamente insospechados. Una es la historia de Robin Hood. […]. Y otra, tan irrespetuosa con la autoridad constituida como la historia de Robin Hood […], es la vida de Jesucristo, tal y como se describe en el Nuevo Testamento» (K. Vonnegut, Cronomoto, Roma, fax mínimo, 2016, 62).

  17. K. Vonnegut, Perle ai porci, Milán, Feltrinelli, 2015, 9.

  18. Ibid, 51.

  19. Cfr ibid, 26.

  20. Ibid, 56.

  21. Cfr ibid, 182.

  22. K. Vonnegut, Mattatoio n. 5, Milán, Feltrinelli, 2021, 11.

  23. Cfr C. J. Shields, And So It Goes: Kurt Vonnegut: A Life, New York, St. Martin’s Press, 2011, 66 s; 393 s.

  24. K. Vonnegut, Mattatoio n. 5, cit., 22 s.

  25. Ibid, 116.

  26. Ibid, 33. Cabe notar que esta visión del tiempo, lejos de ser un mero recurso literario, está impregnada de las teorías de la relatividad, a las que la formación científica de Vonnegut le dio acceso.

  27. Ibid, 30.

  28. Como vimos, la primera novela de Vonnegut, La pianola, se desarrolla en Ilium.

  29. Protagonista de Dios le bendiga, Mr. Rosewater.

  30. Protagonista de Las sirenas de Titán.

  31. K. Vonnegut, Mattatoio n. 5, cit., 192.

Diego Mattei
Sacerdote jesuita miembro del colegio de escritores de La Civiltà Cattolica. Ha sido Capellán universitario de la Facultad de Letras y Filosofía de la Universidad de la Sapienza, Roma. Sus textos, publicados en nuestra revista y en otros medios, versan preferentemente sobre literatura y espiritualidad.

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