SOCIOLOGÍA

El amor en los tiempos de las aplicaciones para citas

Sobre el analfabetismo sentimental y erótico

© iStock

«El mundo digital debe ser habitado por los cristianos», escribe el Papa Francisco en el prefacio de un libro recientemente publicado sobre la Iglesia en el mundo digital[1]. Hemos asistido, sobre todo en las dos últimas décadas, a un verdadero cambio de paradigma que ha transformado la vida social cotidiana. La cultura digital ha dado muchas sorpresas, y la importancia que ha adquirido en la vida cotidiana es indiscutible. No parece una moda pasajera; al contrario, su influencia parece irreversible. En particular, ha tenido un gran impacto en las relaciones humanas, hasta el punto de cambiar incluso las formas en que nos conocemos. El uso de Internet, inicialmente reservado a unos pocos privilegiados, se ha hecho progresivamente accesible a una parte considerable del planeta. Los servicios de conexión, y en particular la geolocalización, desafían continuamente el antiguo concepto de tiempo y espacio. Además, la constante intrusión de las redes en nuestras vidas nos invita a una mayor comprensión del fenómeno digital y a una mayor conciencia de que se ha superado la dicotomía entre lo real y lo virtual. El «mundo», hoy en día, está en manos de todo aquel que lleve un dispositivo llamado smartphone, conectado a un servicio de Internet.

La exploración del entorno digital se ha iniciado en diversos campos del saber: ciencias sociales y de la comunicación, pero también psicología, filosofía, economía, marketing, antropología e incluso teología. Con la multiplicación de los estudios, se han abordado las perspectivas más diversas en el ámbito digital, que no es simplemente un espacio alternativo en el que encontrar herramientas que brinden oportunidades, sino una cultura que se impone cada vez más y que ha cambiado la forma humana y social de ser y actuar. Entre las herramientas del mundo digital que han cambiado las relaciones humanas, proponemos investigar los sitios de citas: las llamadas dating apps (aplicaciones para citas).

El nacimiento de las aplicaciones para citas

«El ser humano es un viviente de esta tierra, y todo lo que hace y busca está cargado de pasiones», dice el Papa Francisco[2]. Entendemos al hombre como un ser «lleno de pasiones», que busca las más diversas maneras de encontrarse con los demás y que, al mismo tiempo, más que buscar satisfacer sus propios instintos, está sediento de encuentros verdaderos y profundos. La «manera» en que el ser humano busca esos encuentros puede identificarse con el «medio» que, a lo largo de la historia, ha adoptado las formas más diversas. Dentro de la cultura digital, destaca especialmente la presencia de las más variadas aplicaciones de citas, que aparecen a diario en el mercado digital y atraen las miradas de quienes buscan la forma más eficaz y rápida de conocer a otras personas y relacionarse con ellas.

En una revisión sistemática realizada en 2020 sobre estudios relacionados con las aplicaciones de citas entre los años 2016-20 se hacía la siguiente afirmación: «Las dating apps son todo menos efímeras, y constituyen un fenómeno social imparable, como demuestran su uso y la literatura publicada sobre el tema en los últimos cinco años. Estas aplicaciones se han convertido en una nueva forma de conocer potenciales parejas e interactuar con ellas, y con ello han cambiado las reglas del juego de las citas y las relaciones sexuales para millones de personas en todo el mundo»[3].

La historia de las búsquedas sentimentales a través de los medios de comunicación se remonta al siglo XVIII, con los anuncios matrimoniales, que entonces eran un lucrativo negocio para los periódicos. En los años ochenta y noventa del siglo pasado, antes de la aparición de los sitios web de citas en Estados Unidos, los solteros solían recurrir a las páginas de «anuncios clasificados» de los periódicos para conocer gente nueva. Los anuncios eran breves y llevaban un titular explícito: mujeres que buscan un hombre «grande y guapo» o «desenvuelto», o incluso hombres que buscan mujeres y que encabezan el escrito con «desesperado» o «a la caza». La cantidad a pagar por la publicación dependía del número de líneas. Una vez publicados los anuncios, los interesados llamaban por teléfono y dejaban un mensaje en el buzón del anunciante, pagando alrededor de 1,75 dólares por minuto. La duración media de la llamada era de unos tres minutos. En ese momento, el anunciante escuchaba los mensajes y, si estaba interesado, podía ponerse en contacto con los pretendientes. No había fotos y el anuncio contenía muy poca información.

Alrededor de los años 90, Internet empezó a popularizarse. Entonces aparecieron sitios web dedicados a buscar relaciones. Uno de los primeros especializados en citas fue Match.com, creado en 1995, que desde su fundación hasta 2004 tuvo al menos 42 millones de usuarios en todo el mundo. Debido a su increíble éxito, el sitio web entró ese año en el Libro Guinness de los Récords como el mayor sitio de citas online existente en aquel momento. Podemos decir, por tanto, que las aplicaciones de citas nacieron dentro de una cultura de búsqueda de pareja online que ya existía desde los inicios de Internet. Son plataformas digitales, utilizadas principalmente en smartphones y tablets, que reúnen la funcionalidad de los antiguos chats y otras redes sociales. Las aplicaciones de citas son programas que están disponibles en tiendas online (app store) en versiones gratuitas o de pago; estas últimas ofrecen servicios adicionales. Para empezar, hay que instalarlas en el dispositivo, luego crear un perfil, con foto o anónimo, etcétera. Es posible ver a otros usuarios en función de su distancia: gracias al GPS, las aplicaciones de citas pueden mostrar lo cerca que se está de posibles parejas. Por eso, tanto la sencillez de funcionamiento como la constante actualización de sus servicios las han hecho muy populares, sobre todo entre los más jóvenes.

Cómo Internet ha cambiado la vida sentimental de sus usuarios

«La vida virtual está revolucionando las realidades físicas del tiempo y el espacio, y produciendo un impacto antropológicamente (y, por tanto, teológicamente) insostenible. En nuestras vidas online, ciertamente vemos nuevas expresiones de nobleza y virtud, pero también somos testigos de nuevas expresiones de humillación y materialismo craso. Vemos a los jóvenes, especialmente a los adolescentes varones, cada vez más alienados por las versiones engañosas del sexo y la intimidad, vendidas por la industria pornográfica»[4]. En este sentido, los sociólogos afirman que la llegada de Internet ha cambiado, de hecho, tanto la vida emocional como la sexual de sus usuarios. El antropólogo británico Daniel Miller, experto en antropología digital, afirma: «Internet debe entenderse no tanto como una tecnología, sino como una plataforma que permite a las personas crear tecnologías, que, a su vez, están diseñadas para realizar funciones específicas. Se puede decir, por tanto, que alguien utiliza las fibras de Internet para tejer trampas, preparadas para atrapar sobre la marcha a determinados tipos de internautas. Estas trampas requieren una apariencia estética que atraiga el interés, la atención y el aprecio, con la que seducen a sus pretendidas víctimas»[5]. Bajo esta perspectiva, es evidente que lo que puede verse como una mera herramienta hecha para potenciar muchas posibilidades, al mismo tiempo también puede influir en la forma en que sus usuarios se entienden a sí mismos, a los demás y al mundo que les rodea.

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Entre las diversas transformaciones, observamos que Internet, y en particular las aplicaciones de citas, han provocado un cambio considerable en la forma en que las personas entienden y experimentan el afecto y la sexualidad. Enumeramos cinco principales[6]. La primera transformación está relacionada con la creación de un sentimiento de apoyo otorgado a personas que, por diversas razones, se habían visto obstaculizadas o inhibidas en el ejercicio de su sexualidad. Se trata tanto de mujeres como de personas con orientación homosexual. En cuanto a la búsqueda de parejas heterosexuales, Internet no ha sido más que un nuevo medio para alcanzar un objetivo que nunca se les había negado.

La segunda transformación se refiere a la individualización de la búsqueda de pareja, que las plataformas en línea hacen factible. Algo que nunca había ocurrido antes. A través de los medios electrónicos, se ha hecho posible la búsqueda inmediata de pareja en función de intereses individuales, como las preferencias personales y las características físicas.

La tercera transformación es el cambio en las formas y cánones del cortejo, que se ha vuelto más directo.

La cuarta transformación ha sido más evidente en las primeras generaciones que se conocieron en el mundo online: la aceleración de las relaciones facilitada por Internet. Del primer contacto al encuentro, de la intimidad a la ruptura. Para muchos, los llamados «vínculos débiles» de las conexiones en línea son especialmente deseables, precisamente porque garantizan la posibilidad de romperlos fácilmente y sin consecuencias negativas para la vida cotidiana, además de ser los más adecuados para deseos específicos, como los que implica la formación de redes relacionales. En este sentido, el conocido sociólogo Zygmunt Bauman, con el concepto de «amor líquido», expresa la misma realidad de la fragilidad de las relaciones en el mundo contemporáneo, cuando afirma: «Cuanto menos inviertas en tu hipoteca, menos inseguro te sentirás cuando estés expuesto a las fluctuaciones del futuro mercado inmobiliario; cuanto menos inviertas en tu relación, menos inseguro te sentirás cuando estés expuesto a las fluctuaciones de tus emociones futuras»[7].

La quinta transformación está relacionada con la ampliación de las posibilidades de elección de las parejas potenciales, generada gracias al uso de Internet. Las redes han facilitado el acceso a un mayor número de parejas sexuales y románticas. Han ampliado el horizonte amoroso de los usuarios. En este sentido, éstos, frente a las facilidades que proporciona Internet, principalmente a través de las apps de citas, tienen una capacidad de elección aún mayor. En poco tiempo, el usuario-consumidor-jugador es capaz de seleccionar, filtrar o descartar las infinitas opciones de perfiles de personas que aparecen, mediante un rápido swipe, es decir, deslizando el dedo sobre las fotos y perfiles de otros usuarios que aparecen en la pantalla.

Recuperar los gestos afectivos: una contribución a la luz de «Fratelli tutti»

Hoy, dice el Papa Francisco, contemplando las facilidades que nos ha proporcionado la cultura digital, especialmente en lo que se refiere a las relaciones humanas, podemos reconocer que «nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad» (Fratelli tutti [FT], nº 33). La cultura digital no es el tema principal de la encíclica Fratelli tutti, pero sí le dedica algunas observaciones que pueden contribuir a reflexionar sobre la realidad de los juegos sentimentales y las lógicas de mercado que rigen las aplicaciones de citas.

Uno de los temas presentados por Fratelli tutti se refiere a las ilusiones que proyecta el universo de las redes sociales y las plataformas digitales, que apenas ofrecen espacio para la intimidad y la socialización. En particular, la Encíclica afirma que se han perdido los ritos del encuentro comunicativo, como el silencio y la escucha[8]. Esta ausencia puede percibirse, en particular, observando el funcionamiento de las relaciones digitales, que se basan en bromas y mensajes rápidos e impacientes. Esta realidad puede poner en peligro la estructura básica de una comunicación humana sabia. Según Francisco, esto crea una nueva forma de vida, en la que cada uno construye lo que quiere tener delante y, en consecuencia, excluye todo lo que no puede controlar o conocer de forma superficial e instantánea.

La intuición ofrecida por Fratelli tutti evoca elementos de reflexión que podemos relacionar con el uso de las apps de citas, que, según los sociólogos, pueden provocar un abandono de las concepciones tradicionales de la realidad, como la amistad, el amor, la familia y la pareja, y también un alejamiento de las concepciones dialécticas y trascendentes de la intersubjetividad y la comunidad. «Las relaciones virtuales pueden ciertamente acompañar, pero no sustituir, a las reales; cuando esto ocurre, corremos el riesgo de privar a la persona […] del desarrollo de ciertas características fundamentales de la convivencia, como la ternura y la empatía, conduciendo a esas situaciones de desafectividad señaladas anteriormente, a la incapacidad de clarificar los propios sentimientos»[9]. Lo que es válido para las redes sociales en general bien puede aplicarse a los juegos de las apps de citas, cuyo funcionamiento conlleva un alto grado de inmediatez y superficialidad, que difícilmente podrían servir de base para una relación que luego quiera profundizarse, a menos que se rompa la lógica del mercado y el consumo. Fratelli tutti habla, en este sentido, de la lógica de selección y descarte existente en las redes, tan presente en las aplicaciones de citas, en las que la cosificación del otro es evidente y se lleva a cabo una clara alteración de los sentimientos en lógicas de mercado: «Como consecuencia, se opera un mecanismo de “selección” y se crea el hábito de separar inmediatamente lo que me gusta de lo que no me gusta, lo atractivo de lo feo. Con la misma lógica se eligen las personas con las que uno decide compartir el mundo. Así las personas o situaciones que herían nuestra sensibilidad o nos provocaban desagrado hoy sencillamente son eliminadas en las redes virtuales, construyendo un círculo virtual que nos aísla del entorno en el que vivimos» (FT 47).

En esta Encíclica, dedicada principalmente a la amistad social, el Papa Francisco expresa su preocupación por el encuentro humano real, que debe superar el narcisismo, elemento clave impreso en la lógica competitiva del mercado: «los medios de comunicación digitales pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas» (FT 43). Como ya había hecho en la Exhortación apostólica postsinodal dedicada a los jóvenes Christus vivit (CV)[10], también aquí Francisco reconoce que es posible, a través de los medios sociales, promover valores de solidaridad y experiencias de cualidades altruistas, que pueden incluso ayudarnos a estar más cerca unos de otros. Sin embargo, a continuación advierte: «Pero es necesario verificar constantemente que las actuales formas de comunicación nos orienten efectivamente al encuentro generoso, a la búsqueda sincera de la verdad íntegra, al servicio, a la cercanía con los últimos, a la tarea de construir el bien común. Al mismo tiempo, como enseñaron los Obispos de Australia, “no podemos aceptar un mundo digital diseñado para explotar nuestra debilidad y sacar afuera lo peor de la gente”» (FT 205).

Es en este sentido que el Papa evoca la recuperación de los gestos afectivos. Para Francisco, las relaciones que se dan en el contexto de la conexión digital carecen de los elementos afectivos intrínsecamente ligados al desarrollo de relaciones sanas. Hay, por tanto, una necesidad de gestos físicos; por utilizar la terminología propuesta por el psicólogo Eric Berne[11], hay una necesidad de «estímulos» que el mundo digital es incapaz de ofrecer con la profundidad adecuada. Para Francisco, el elemento estrictamente físico es indispensable para una comunicación verdaderamente humana: «Hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro, silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana. Las relaciones digitales, que eximen del laborioso cultivo de una amistad, de una reciprocidad estable, e incluso de un consenso que madura con el tiempo, tienen apariencia de sociabilidad. No construyen verdaderamente un “nosotros” sino que suelen disimular y amplificar el mismo individualismo que se expresa en la xenofobia y en el desprecio de los débiles. La conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad» (FT 43).

Así pues, podemos destacar tres aspectos fundamentales presentes en la Encíclica Fratelli tutti en relación con la comunicación humana en la cultura digital. El primero se refiere a la necesidad de gestos corporales-afectivos: en la comunicación humana, los gestos son esenciales tanto para darse a conocer como para conocer al otro. Las relaciones digitales carecen de este sentido. El segundo aspecto es el de la reciprocidad: la comunicación es siempre una relación con alguien, que requiere consentimiento y tiempo para madurar. En cambio, las relaciones digitales se basan en la inmediatez. El tercer aspecto se refiere al riesgo de las relaciones digitales y la falsa sociabilidad: las relaciones digitales no construyen un verdadero «nosotros»; disimulan y, de este modo, contribuyen al dominio del individualismo.

«El tiempo de los ritos tristes»: una propuesta de superación

«¡Cuántos amores tristes, arrojados a la sombra del engaño, del azar, del rechazo! El ágape ama sin cálculo»[12]. Podemos preguntarnos: ¿serán capaces las aplicaciones de citas de digitalizar el ritual del amor? ¿Podemos llamar a nuestra época «la era de los ritos tristes»? Parece urgente una «liturgia», es decir, una gestualidad que produzca un mensaje capaz de trascender la fluidez de nuestra época. «Incluso el amor tiene sus ritos, y vivirlos sin tener en cuenta la gradualidad y el aprendizaje es arriesgado. Los haría menos humanos»[13]. Así, la triste liturgia que proponen las aplicaciones de citas se adivina ya en el inicio de sus rituales, precisamente porque el punto de partida en las relaciones en las apps es la fotografía: «El dicho “el ojo también quiere su parte” se lleva usando desde que el mundo es mundo, no es un invento de las apps de citas. Pero el esquema está blindado: se empieza por el ojo, y el ojo se encuentra con una fotografía. […] Se empieza con la atracción física por ciertos elementos que hay que destacar bien en las fotos para que te den más esperanzas. Y no se trata de la sonrisa o la simpatía. […] Tinder te desnuda, aunque vayas completamente vestido: sólo puedes esperar llamar la atención si expones tu cuerpo a un juicio de “naturaleza pulsional”»[14].

De todo ello se deduce, por desgracia, la triste constatación de que vivimos en una época en la que predomina la condición de «analfabetismo amoroso y erótico»: una época en la que las aplicaciones de citas representan la promoción de un perpetuo estado de adolescencia que anula expresiones físico-afectivas, como el pudor y la inhibición, propias de la ritualidad del encuentro amoroso, y permite habitar en el estado infantil del eros. Además, las aplicaciones de citas pueden asumir el papel de ladrones de la imaginación, profanando nuestra capacidad de imaginar y soñar con el otro: «Creemos verlo todo – una persona, sólo una persona –, pero luego pasamos en un instante a sus rasgos inferiores, como si fuera un par de zapatos»[15].

Proponemos aquí tres paradigmas que, según nuestro análisis, resumen la lógica del mecanismo de las aplicaciones de citas y condicionan, en la práctica, los juegos afectivos que pueden desarrollarse en ellas. 1) El primero es un paradigma espacial: la anulación de las distancias y la subversión de las fronteras. Los servicios de geolocalización y la lógica de funcionamiento de las aplicaciones de citas hacen aún más evidente esta realidad. En ellas, la proximidad física es esencial en la selección de pareja. 2) El segundo paradigma es el temporal: se ignoran el tiempo y la gradualidad, necesarios para construir la intimidad. La eficacia de estas aplicaciones depende de la apuesta que hace su oferta de servicios para que el usuario no «pierda el tiempo» y alcance el éxito lo antes posible. Así, las citas están condicionadas por la inmediatez y la fluidez inherentes a la lógica de funcionamiento de las apps de citas. 3) El tercer paradigma es teleológico: el telos previsto por las aplicaciones de citas es la satisfacción inmediata de las necesidades del usuario-consumidor. Así, las relaciones que se desarrollan en las aplicaciones de citas tienden a ser frágiles: rara vez inauguran una continuidad. La lógica comercial de la aplicación no favorece las promesas de fidelidad. Si entre dos usuarios surge el deseo de construir intimidad y una relación duradera, tendrán que abandonar esas apps y abrazar el telos de la felicidad.

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Una vez identificados los paradigmas que, como decíamos, resumen la lógica promovida por las aplicaciones para citas, proponemos tres paradigmas como antídoto a esa lógica. Para ello, recurriremos a un clásico de la literatura, El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. En él, el escritor retrata el rico diálogo entre el príncipe y el zorro, que en modo alguno puede considerarse un cuento de hadas sentimentalista, un ejemplo de literatura infantil. Este contiene, más bien, algunas pistas que contrastan con los rituales ofrecidos bajo la lógica de las aplicaciones de citas. La ritualidad presentada en ese cuento se basa en gestos que rompen la monotonía y producen esperanza. En el ritual afectivo, los encuentros se preparan dentro de un espacio-tiempo que no permite que la experiencia afectiva se disuelva en el desplazamiento superficial de la banalidad y el olvido. Recordemos el pasaje en cuestión: «“¿Qué hay que hacer?”, preguntó el principito. “Debes tener mucha paciencia”, respondió el zorro. “Al principio te sentarás un poco lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. Las palabras son fuente de malentendidos. Pero cada día te sentarás un poco más cerca…”. El principito volvió al día siguiente. “Hubiera sido mejor volver al mismo tiempo”, dijo el zorro. “Si vienes, por ejemplo, todas las tardes a las cuatro, a partir de las tres empezaré a ser feliz. A medida que pase la hora, mi felicidad aumentará. Cuando sean las cuatro, empezaré a estar inquieto e intranquilo; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes sin que nadie sepa cuándo, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón… Hacen falta rituales”. “¿Qué es un ritual?”, dijo el principito. “Eso también es algo olvidado hace mucho tiempo”, dijo el zorro. “Es lo que hace que un día sea diferente de otros días, una hora de otras horas”»[16].

La historia tematiza elementos que pueden servir de antídoto al concepto de «profanación», formulado por Émile Durkheim[17]. Los rituales afectivos que evoca elaboran un paradigma de comunicación afectiva que se establece, en el espíritu de Fratelli tutti, prefiriendo la gradualidad a la inmediatez. El encuentro entre el principito y el zorro se basa en un diálogo «silencioso», en el que la distancia es un signo de respeto a la sacralidad del otro. El elemento teleológico que rige el disgusto expresado por el zorro ante el comportamiento idealizado del principito es la felicidad. La ritualidad se produce aquí a través de la gradualidad, a la que se someten tanto el acercamiento físico como los gestos corteses. El zorro reivindica el ritual como condición de posibilidad de un auténtico conocimiento mutuo y de una relación duradera, que seguirá madurando mediante el respeto a los ritmos dictados por la paciencia, en atención a los límites del tiempo y del espacio.

Así pues, ahora también podemos expresar los tres paradigmas esenciales inspirados en el ritual propuesto por el zorro al principito en la narración de Saint-Exupéry. Estos pueden ayudarnos a superar el mecanismo propuesto por las aplicaciones de citas y así alimentar relaciones verdaderas y sanas, evitando cualquier signo de profanación y promoviendo la construcción de la intimidad.

1) El primero es de carácter espacial. La distancia inicial es necesaria como actitud de reverencia y cuidado de uno mismo y del otro. Cuando aparece el Principito, este intenta acortar la distancia y acercarse instintivamente al zorro. Pero el animal le reprende por esa actitud. Invoca el ritual. Rechaza cualquier banalización del encuentro y pone la distancia como condición para la posibilidad de un encuentro verdadero y duradero.

2) El segundo paradigma es el aspecto temporal. Se trata de respetar el tiempo y cuidar el acercamiento gradual al otro. La inmediatez del encuentro, por tanto, se sustituye por el respeto que se logra mediante un acercamiento cuidadoso y gradual, honrando los ritmos establecidos por el tiempo, por la maduración de la relación. El encuentro entre el principito y el zorro tiene un tiempo limitado y está hecho de pausas, distancias y silencios. Uno debe marcharse, dejar respirar al otro, sentir la ausencia del otro y dejar espacio al deseo.

3) El tercer paradigma es teleológico. El telos que el zorro quiere alcanzar a través del encuentro con el Principito es la felicidad: «Descubriré el precio de la felicidad». Y esto se consigue a través de la fidelidad al compromiso adquirido entre ambos. Es la fidelidad a la relación establecida mediante la promesa de continuidad del encuentro. La insistencia del zorro en la hora del encuentro evoca dicha fidelidad. El encuentro está marcado por un ritual amoroso que tiene en cuenta la aproximación gradual, el respeto del tiempo y la construcción de la intimidad. Sólo así no correrá el riesgo de trivializarse y marcará una diferencia en la vida de ambos. Según el concepto de Durkheim, el encuentro evitará la profanación.

El Principito nos parece un relato esclarecedor. Los tres paradigmas que hemos extraído de él y que señalamos aquí pueden servir de antídoto contra la banalización y la profanación de las citas, inherentes a la lógica de funcionamiento de las aplicaciones de citas. Los paradigmas presentados pueden ayudar al individuo a tomar conciencia de la compleja construcción de relaciones menos frágiles y alejarse así de la lógica mercantilista del afecto, para dejar finalmente la «era de los rituales tristes».

¿Hay amor en las aplicaciones de citas?

Las aplicaciones de citas obedecen ante todo a una lógica: la del mercado. Es ella la que establece las reglas, como en un juego que, como hemos visto, construye un mercado afectivo marcado por la competencia y las «relaciones débiles». En este sentido, en las aplicaciones de citas el concepto de amor es casi tabú. Aunque faltan más estudios sobre el tema, creemos que esto se debe a su lógica mercantil, que se mueve según los parámetros del deseo y no del amor. Pero, ¿de qué tipo de amor estamos hablando?

Nuestra comprensión del amor se sitúa dentro de la antropología cristiana, es decir, se desarrolla no según un juego infantil y mercantil dominado por la exclusividad erótica, sino en la experiencia que se convierte en el «descubrimiento del otro, superando el carácter egoísta antes claramente dominante. Aquí el amor se convierte en cuidado del otro y para el otro. Ya no se busca a sí mismo, la inmersión en la embriaguez de la felicidad; se busca el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, es más, lo busca»[18]. Por tanto, la lógica del amor que destacamos tiene el carácter de preocuparse por el otro, no es egoísta y está dispuesta a la renuncia y al sacrificio por el otro como donación total: «El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás» (1 Cor 13,4-8).

Además, el amor no es pasajero y no puede concebirse en un contexto de encuentros efímeros limitados al placer biológico. Al proponer su consideración del amor erótico, Benedicto XVI no niega, sin embargo, su importancia, sino que presenta su necesaria purificación, que para ser verdadera y duradera exige recorrer el camino de la renuncia: «el amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia. Esto no es rechazar el eros ni “envenenarlo”, sino sanearlo para que alcance su verdadera grandeza» (DCE 5).

Es cierto que en la sociedad actual, globalizada y plural, las características que hemos descrito se manifiestan también fuera de las aplicaciones de citas. Pero su gran novedad radica en que, al igual que los restaurantes que en la era digital ya no tienen cartas de papel, los menús de esas apps están al alcance de la mano. En este sentido, argumentamos que: las relaciones duraderas que se producen a través de las aplicaciones de citas sólo existen si y porque sus usuarios han abandonado el uso de las apps y, en consecuencia, su lógica mercantil. De hecho, «las aplicaciones de citas tienden a convertir las relaciones románticas en un juego que sigue una lógica consumista. Y los usuarios son conscientes de ello»[19]. Por el contrario, si no se abandonan las aplicaciones de citas y su lógica, sus usuarios seguirán tendiendo a comportarse como «nómadas afectivos» y consumidores adictos a los juegos afectivos que ofrece el mecanismo del menú siempre actualizado con nuevos perfiles. Cabe preguntarse, entonces, si las aplicaciones de citas son, de hecho, el medio ideal para construir relaciones estables y duraderas.

  1. Cfr F. Bolzetta (ed.), La Chiesa nel digitale. Strumenti e proposte, Todi (Pg), Tau, 2022.

  2. Francisco, Exhortación apostólica Amoris laetitia (AL), n. 143.

  3. A. Trozenski, «The Changing Spaces of Dating Apps since Covid-19», Vanderbilt University, 2 marzo 2022 (https://tinyurl.com/4d6f2p3c).

  4. M. P. Murphy, «Swipe left: A theology of Tinder and digital dating», en America (https://tinyurl.com/398rfb6v), 17 de agosto de 2015.

  5. D. Miller, The Comfort of Things, Cambridge, Polity Press, 2008

  6. Las cinco transformaciones aquí enumeradas se inspiran en los estudios de Richard Miskolci, sociólogo brasileño, y en particular en su obra: Desejos digitais: Uma análise sociológica da busca de parceiros on-line, Belo Horizonte, Autêntica editora, 2017.

  7. Z. Bauman, Amore liquido. Sulla fragilità dei legami affettivi, Roma – Bari, Laterza, 2017, edizione Kindle, pos. 509.

  8. En su Mensaje para la 57ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Papa subraya la importancia de escuchar “con el corazón” como condición para sintonizar verdaderamente con la otra persona: «Un corazón que, con su latido, revela la verdad de nuestro ser, y que por eso hay que escucharlo. Esto lleva a quien escucha a sintonizarse en la misma longitud de onda, hasta el punto de que se llega a sentir en el propio corazón el latido del otro. Entonces se hace posible el milagro del encuentro» (Francisco, Mensaje para la 57ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales).

  9. G. Cucci, Paradiso virtuale o infer.net? Rischi e opportunità della rivoluzione digitale, Milán, Àncora, 2015, 45.

  10. «La web y las redes sociales han creado una nueva manera de comunicarse y de vincularse, y “son una plaza en la que los jóvenes pasan mucho tiempo y se encuentran fácilmente, aunque el acceso no es igual para todos, en particular en algunas regiones del mundo. En cualquier caso, constituyen una extraordinaria oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de acceso a la información y al conocimiento”» (CV 87).

  11. La teoría de las relaciones humanas elaborada por Eric Berne (1910-70), a pesar de la distancia en el tiempo y las rápidas transformaciones antropológicas, sociológicas y tecnológicas que se han producido desde entonces, sigue siendo muy válida para entender el funcionamiento de las relaciones y los juegos afectivos en la actualidad, especialmente en el contexto de las apps de citas. El fundador del análisis transaccional, cuyo objeto de estudio es la comunicación entre las personas, así como aspectos del cambio personal y conductual de los individuos, sostiene la teoría de las relaciones humanas a partir de las necesidades afectivas básicas, presentes desde los momentos más tempranos de la vida de todo ser humano. Cfr E. Berne, A che gioco giochiamo, Milán, Bompiani, 1967.

  12. E. Ronchi, I baci non dati, Milán, Paoline, 2019, 83.

  13. M. Belli, L’epoca dei riti tristi, Brescia, Queriniana, 2021, 194.

  14. Ibid, 182.

  15. M. P. Murphy, «Swipe left: A theology of Tinder and digital dating», cit.

  16. A. de Saint-Exupéry, Il Piccolo Principe, Milán, Bompiani, 2007, 94.

  17. El concepto de profanación se expresa, en particular, en un pequeño volumen en el que el sociólogo manifiesta su preocupación por la posible banalización de ciertos comportamientos en las relaciones humanas, que tienden a profanarlas y que, en su opinión, son inaceptables: «Tocar una cosa sagrada sin emplear las precauciones respetuosas que prescribe el rito, es profanarla; es cometer sacrilegio. Del mismo modo, hay una especie de profanación en no respetar las fronteras que separan a los hombres, en violar los límites, en penetrar indebidamente en el otro» (É. Durkheim, Sull’educazione sessuale, Roma, Armando, 2021, 86).

  18. Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est (DCE), n. 6.

  19. C. Bandinelli – A. Gandini, «Sesso, amore e dating» en il Mulino 71 (2022/3) 131.

Bruno Franguelli
Sacerdote jesuita, poeta, escritor y comunicador. Ha realizado misiones en la Amazonia peruana y fue vicerrector del Santuario Nacional de San José de Anchieta, en Espírito Santo, Brasil. Actualmente vive en Roma (Italia), donde es colaborador de Radio Vaticana. Entre sus publicaciones se cuenta el libro “Un poeta appassionato del Regno. La vita di San José de Anchieta” (Tau, 2016).

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