Vida de la Iglesia

El Papa Francisco, el Espíritu Santo y la sinodalidad

© Vatican Media

Cuando el Papa Francisco habla de la sinodalidad, a menudo subraya la importancia del Espíritu Santo. Por ejemplo, describe al Espíritu como el «gran protagonista de la Iglesia»[1], exhorta repetidamente a escuchar «lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (Ap 2,7)[2] y afirma que debemos acoger la novedad que el Espíritu puede aportarnos[3]. Los teólogos se han puesto en sintonía. En un reciente congreso teológico sobre la sinodalidad, celebrado en la Universidad Gregoriana entre el 27 y el 29 de abril de 2023, se destacó la acción del Espíritu en los bautizados, en la Iglesia y en el mundo.

Hay un motivo más específico que aconseja, asimismo, detenerse en el papel protagónico del Espíritu Santo. Según Austen Ivereigh, biógrafo del Papa, la fe en la acción del Espíritu es uno de los dos elementos que hay que reconocer para «captar» la idea de sinodalidad de Francisco[4]. Nos proponemos exponer aquí algunas de las vacilaciones que han caracterizado, a veces, a la Iglesia occidental cuando habla del Espíritu Santo. A la luz de lo anterior, destacan las afirmaciones del Papa Francisco sobre el Espíritu Santo en relación con la sinodalidad, que esbozan lo que podría llamarse una «reconfiguración pneumatológica de la Iglesia». Del mismo modo que la sinodalidad implica cambios (o reconfiguraciones) en la búsqueda del equilibrio entre la autoridad jerárquica y el pueblo de Dios en su conjunto[5], lo mismo sucede en relación con Cristo y el Espíritu. La atención al Espíritu inherente a la sinodalidad complementa la estima habitual de la Iglesia occidental por Cristo con una revaloración del Espíritu[6].

Vacilaciones al hablar del Espíritu

A veces se acusa a la Iglesia occidental de Geistvergessenheit, es decir, de manifestar una «tendencia a olvidar al Espíritu Santo». De hecho, los antiguos mosaicos absidales de las iglesias de Roma y otros lugares, se centran en Cristo más que en el Espíritu. Esta costumbre sigue viva. Los teólogos hablan a veces del Espíritu como de la «Cenicienta de la teología»: igual que en el cuento de hadas – en que Cenicienta no es invitada a la fiesta –, el Espíritu Santo parece correr una suerte similar. También ocurre que el Espíritu es sustituido por otros sujetos. En su célebre trilogía Creo en el Espíritu Santo, el dominico francés Yves Congar ofrece una lista de «sustituciones y coartadas del Espíritu Santo», entre las que figuran la Eucaristía, María y el Papa[7].

La vacilación a la hora de hablar del Espíritu Santo, también puede adoptar una forma más sutil. En estos casos sí se habla del Espíritu Santo, pero de tal manera que su importancia es claramente secundaria respecto a la de Cristo o la autoridad eclesial. Las afirmaciones de este tipo subrayan que el Espíritu es enviado por Cristo; que nos ayuda a comprender lo que Cristo ha revelado; o que la jerarquía ha sido dotada del Espíritu. Todas estas afirmaciones son ciertas, pero incompletas. Porque así como el Espíritu depende de Cristo, también Cristo depende del Espíritu, como vemos especialmente en el Evangelio de Lucas. Y así como el Espíritu sirve a la revelación de Cristo, también renueva esa revelación, porque «conduce a toda la verdad», como dice el Evangelio de Juan (Jn 16,13). El ejemplo más contundente de que el Espíritu conduce a la renovación, se encuentra en el drástico cambio de dirección de la Iglesia primitiva descrito en los capítulos 10 y 15 de los Hechos de los Apóstoles. Por último, aunque el Espíritu se da de manera especial a la jerarquía, también hay que reconocer su acción en todos los fieles y evitar «domesticarlo» en las estructuras e instituciones eclesiales[8].

El Papa Francisco sobre el Espíritu Santo

En este contexto, destacan claramente las afirmaciones del Papa Francisco sobre el Espíritu Santo como protagonista de la vida eclesial. No hay rastro de Geistvergessenheit en ninguna de sus formas. El Papa cree firmemente en el Espíritu, «que es Señor y da vida», como afirmamos en el Credo[9]. Por ejemplo, en vísperas del inicio del Sínodo 2021-24, Francisco comenzó su reflexión con un acto de fe en el Espíritu Santo: «Estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad»[10].

Además, el Papa cree que el Espíritu actúa en todos los bautizados. A menudo recuerda que, según Lumen Gentium, n. 12, el Espíritu Santo «suscita y mantiene» en todos los fieles una comprensión intuitiva de la verdad, o sensus fidei. En su discurso de 2015 para conmemorar la constitución del Sínodo de los Obispos, Francisco concluyó que «El sensus fidei impide separar rígidamente entre Ecclesia docens y Ecclesia dicens, ya que también la grey tiene su «olfato» para encontrar nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia»[11]. Por tanto, la implicancia práctica de la doctrina del sensus fidelium es que debemos acoger la conversación y el diálogo como actitudes fundamentales que facilitan la apertura al Espíritu. Y lo que es más importante, quienes participan en el diálogo deben estar dispuestos a aprender unos de otros y, en última instancia, del Espíritu. El Papa habla de «una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el “Espíritu de verdad” (Jn 14,17), para conocer lo que él “dice a las Iglesias”» (Ap 2,7). Además, en este diálogo debemos estar atentos también a nuestros hermanos necesitados, a los signos de los tiempos y al clamor de la Tierra.

Inscríbete a la newsletter

Cada viernes recibirás nuestros artículos gratuitamente en tu correo electrónico.

Creer en la guía y la autoridad del Espíritu Santo implica estar abierto a nuevas perspectivas. Si la guía del Espíritu es real, puede conducirnos en una nueva dirección. Durante la Misa de apertura del Sínodo, en octubre de 2021, el Papa recordó que «el Espíritu Santo siempre sopla de modo sorprendente, sugiriendo recorridos y lenguajes nuevos». El Sínodo es como una peregrinación durante la cual debemos amar el Evangelio y estar «abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo»[12].

Lo que caracteriza a estas sorpresas no es que sean nuevas y, por tanto, mejores, sino que las nuevas perspectivas nos ayuden a afrontar nuevas situaciones o nuevos interrogantes. En el libro-entrevista editado por Ivereigh, el Papa puso el ejemplo del Sínodo sobre la familia: «Sin embargo, el Espíritu nos salvó al final, con un giro inesperado […]. Este fue el gran avance al que nos condujo el Espíritu: una mejor síntesis de verdad y misericordia en una comprensión renovada a partir de nuestra tradición»[13]. Francisco afirma que «uno de los dones del Espíritu en el proceso sinodal es revelar ideologías e intenciones ocultas»[14]. Sin embargo, una conversación serena, con voluntad de aprender, conducirá sin duda a un proceso de refinamiento, que implica también la conversión y que, en última instancia, llevará a esa armonía que es el sello distintivo del Espíritu. «Es el Espíritu Santo quien determina esa armonía», dice el Papa[15].

El Espíritu actúa

Un elemento importante es que Francisco subraya en primer lugar la acción del Espíritu. El Espíritu Santo no sólo se menciona, sino que obra cosas concretas. En los textos citados hasta ahora lo hemos visto actuar como protagonista, guiando, dando gracia, hablando a las Iglesias, soplando de manera sorprendente, sugiriendo nuevos caminos y nuevos lenguajes, salvando, desenmascarando intenciones, trayendo paz y concordia. El Papa rara vez utiliza expresiones indefinidas como «en el Espíritu Santo», prefiriendo emplear verbos asertivos: el Espíritu actúa, toma la iniciativa. Como señala Ivereigh, «para Bergoglio no hay sinodalidad si falta, no sólo la presencia, sino también la acción del Espíritu»[16].

La oración de Adsumus, propuesta para sostener espiritualmente el camino sinodal[17], ve al Espíritu Santo como un guía que «nos asiste», y confiesa que Él «obra en todo tiempo y lugar». En la oración, se pide al Espíritu: «Entra en nuestros corazones», «enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta» y no nos dejes extraviarnos. Esta oración se hace eco de la pneumatología activa del Papa. El liturgista Martin Klöckener señala que el destinatario de la oración de Adsumus es el Espíritu Santo, hecho poco habitual en las oraciones litúrgicas latinas, así como en varias liturgias orientales[18].

Este es un primer aspecto de lo que podría llamarse la «reconfiguración pneumatológica del Papa Francisco». La palabra «reconfiguración» indica que las cosas están cambiando. En este caso, el cambio concierne a las interpretaciones del misterio trinitario. La teología y la espiritualidad occidentales, para defender la unidad de Dios, han sido a menudo bastante discretas a la hora de especificar el papel de las Personas divinas. La teología trinitaria explica que todo lo que Dios hace por nuestra salvación debe considerarse obra del Dios único, y no acción individual de una de las tres Personas divinas, es decir, obra ad extra indivisa sunt. Aunque pueda haber buenas razones para referir la creación al Padre, en última instancia es el Dios único – o la Trinidad en su conjunto – quien crea. Y lo mismo ocurre con la redención y la santificación. Por razones que no podemos abordar aquí, en ciertos períodos de la historia la teología ha llevado la atención central a Cristo, en detrimento del Espíritu Santo.

El interés de Francisco por la acción del Espíritu contribuye a esbozar un retrato trinitario más equilibrado. En efecto, para vivir una vida plenamente cristiana, necesitamos tanto la revelación cierta de Cristo como su actualización por el Espíritu aquí y ahora. En Pentecostés del año pasado, el Papa explicó: «De hecho, cuando el Espíritu Santo enseña, actualiza […]. Él trae al presente la actualidad de Jesús, resucitado y vivo»[19]. El benedictino estadounidense Kilian McDonnell resume muy bien la complementariedad del Espíritu y del Hijo con estas palabras: «Sin la misión del Espíritu, la Iglesia permanece detenida, en una espléndida estasis, congelada en el tiempo, sin movimiento, sin un fin. […] [A la inversa,] sin la misión del Hijo, el Espíritu es una escalera que no lleva a ninguna parte, y la historia nunca llega al Padre»[20].

El Espíritu y la Iglesia

Una segunda reconfiguración concierne a la Iglesia. A la luz de la prioridad del bautismo y del pueblo de Dios en su conjunto, todos los fieles tienen un papel significativo que desempeñar, pero también hay que añadir que el Espíritu Santo tiene una importancia decisiva en ello. Al inicio del camino sinodal, Francisco recordó con acierto a los fieles de Roma que «todos son protagonistas». Desarrolló el concepto explicando que, en este proceso, los fieles son fundamentalmente iguales: «El protagonista ya no es el Papa, el Cardenal Vicario, los Obispos Auxiliares». Pero hay una excepción: el Espíritu Santo. Francisco afirma: «Siempre está el Espíritu como gran protagonista de la Iglesia»[21]. Así, la importancia del bautismo y del pueblo de Dios en su conjunto queda equilibrada con la importancia fundamental del Espíritu.

Una Iglesia así se construye sobre el sacramento del bautismo y promueve la participación. Como recordó Francisco, «el único punto de partida, y no puede ser otro, es el Bautismo, nuestro manantial de vida, del que deriva una idéntica dignidad de hijos de Dios, aun en la diferencia de ministerios y carismas. Por eso, todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia»[22]. El Papa añadió que se ha avanzado en esta dirección, pero que todavía se puede hacer más. Esta reconfiguración bautismal no excluye el sacramento del Orden y el ministerio jerárquico, pero sugiere un equilibrio diferente[23].

Para profundizar en este concepto, es útil la enseñanza de Lumen gentium, nº 12, según la cual el Espíritu guía a la Iglesia a través de los dones jerárquicos y carismáticos. El texto afirma: «Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, “distribuyendo a cada uno según quiere” (1 Cor 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia». En otras palabras, el Espíritu es el guía eficaz de la Iglesia y, para llevar a cabo su misión, se sirve tanto del ministerio jerárquico como de los carismas.

Se trata de una reconfiguración pneumatológica de la Iglesia. La visión jerárquica de la Iglesia se complementa con la de la Iglesia como cuerpo carismático. Pensemos en la metáfora bíblica del cuerpo en la Primera Carta de Pablo a los Corintios. El Apóstol recordaba a los cristianos de entonces que no se trataba de gloriarse de los propios dones, sino de compartir los dones espirituales que se les habían concedido (cfr. 1 Cor 12) con espíritu de servicio (cfr. 1 Cor 14) y amor (cfr. 1 Cor 13). Aquí la metáfora cristológica del cuerpo y el enfoque pneumatológico de los carismas se entrelazan admirablemente.

Una reconfiguración pneumatológica de la Iglesia en esta dirección también puede ayudar a protegernos del peligro de lo que podría llamarse una «jerarquía carismática». De hecho, las desagradables experiencias que hemos tenido con personalidades carismáticas que reivindicaban el Espíritu Santo, mientras que sus acciones sugerían lo contrario, se encuentran entre las principales razones de la tradicional vacilación a la hora de hablar del Espíritu. Tenemos ejemplos recientes de personas que fueron puestas como ejemplares, pero que revelaron el abuso escandaloso de su comportamiento y la naturaleza manipuladora de sus enseñanzas. La visión del Papa Francisco sobre el Espíritu sugiere que el camino a seguir no es acabar con el Espíritu, sino adoptar una visión diferente de la pneumatología, según la cual cualquier autoridad en la Iglesia, incluida la autoridad carismática, está sujeta a una autoridad superior, el Espíritu Santo, y por tanto debe ser humilde. Además, cualquier autoridad en la Iglesia, incluida la autoridad carismática, debe promover la inclusión y la participación, porque el Espíritu nunca se da a una persona, sino a todos.

El Espíritu, la verdad y la apertura

Una tercera reconfiguración pneumatológica se refiere a la verdad y la apertura. Obviamente, una Iglesia sinodal valora de todo corazón la doctrina y la práctica católicas tradicionales, pero, gracias al Espíritu Santo, la Iglesia también está abierta a la cuestión de cuál es la mejor manera de proclamar y vivir el Evangelio aquí y ahora.

Como dijo el Papa, «cuando el Espíritu Santo enseña, actualiza, mantiene la fe siempre joven. Nosotros corremos el riesgo de hacer de la fe una cosa de museo: ¡Es el riesgo! Él en cambio la pone en sintonía con los tiempos, siempre al día, la fe al día: este es su trabajo»[24]. La elección de las palabras recuerda el discurso Gaudet Mater Ecclesia, pronunciado por el Papa Juan XXIII en la apertura del Concilio Vaticano II. Utilizando la metáfora de la antiquitas, que la fe no debe ser, mostró que más bien quería que la Iglesia hablara de las mismas verdades de un modo diferente, más accesible[25].

Por lo tanto, la acción del Espíritu Santo es fundamental para comprender la apertura que debe caracterizar los procesos sinodales. De hecho, Francisco, al inicio del Sínodo en la diócesis de Roma, invocó un espíritu tan abierto que lo calificó de «hermenéutica peregrina, es decir, en camino». Explicó que la Iglesia siempre ha sido peregrina, desde los Hechos de los Apóstoles hasta el Vaticano II y hasta nuestros días, y que así debe ser. «Cuando la Iglesia se para, ya no es Iglesia, sino una hermosa asociación piadosa porque enjaula al Espíritu Santo»[26]. Así, Francisco promueve un tipo específico de «docilidad y apertura al Espíritu», que le deja hablarnos en una amplia escucha, acogiendo voces que no nos son familiares.

Es importante reconocer que esta apertura requiere humildad, en el sentido de estar profundamente convencidos de que ninguno de nosotros tiene todas las respuestas a ciencia cierta. Ya en su entrevista de 2013 con el padre Spadaro, el Papa se refirió a la virtud de saber dudar: «Si una persona dice que se ha encontrado con Dios con total certeza y no le toca un margen de incertidumbre, entonces no es bueno. Para mí ésta es una clave importante. […] Los grandes líderes del pueblo de Dios, como Moisés, siempre dejaron espacio para la duda. Nosotros debemos dejar espacio para el Señor, no para nuestras certezas; debemos ser humildes»[27].

Dona

APOYA A LACIVILTACATTOLICA.ES

Queremos garantizar información de calidad incluso online. Con tu contribución podremos mantener el sitio de La Civiltà Cattolica libre y accesible para todos.

También es importante subrayar que el camino para superar la duda y llegar a una conclusión no es el debate intelectual, sino el discernimiento espiritual. Hablando con Ivereigh, Francisco explicó que los momentos de silencio entre los discursos durante las sesiones del sínodo tenían como objetivo permitir a los participantes «percibir mejor las mociones del Espíritu»[28]. Tales mociones recuerdan un elemento típicamente ignaciano: el del discernimiento. En esencia, se trata de comprender afectivamente si en una determinada idea o acción actúa el Espíritu de Dios o un espíritu maligno. Normalmente, un cierto sentimiento de paz tranquila, sabiduría humilde, paciencia confiada y un espíritu de misericordia y servicio son signos de que se está en el buen camino[29].

Desde un punto de vista psicológico, tal apertura es difícil. La naturaleza humana necesita certezas, y esta es otra razón importante de la tradicional vacilación a la hora de hablar del Espíritu Santo: a la naturaleza esquiva del Espíritu preferimos las certezas del pasado y la claridad del liderazgo jerárquico. Por eso el Papa, en el citado discurso de 2015, subrayó que quienes participan en un Sínodo necesitan recibir del Espíritu Santo el don de la escucha: «Pidamos ante todo al Espíritu Santo, para los padres sinodales, el don de la escucha: escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama»[30]. Obviamente, se reconoce la autoridad jerárquica, pero se la reimagina como parte de un proceso de escucha espiritual inclusivo y receptivo, cuyo objetivo es escuchar lo que el Espíritu está diciendo.

Conclusión

Al tiempo que respeta la autoridad jerárquica, una visión pneumatológica de la Iglesia promueve la variedad de dones carismáticos y percepciones de la fe que subsisten en su seno. Además, tal visión pneumatológica muestra que la Iglesia es peregrina, y subraya la naturaleza dinámica y viva de su tradición. Estas imágenes teológicas tienen consecuencias prácticas. Un estilo de vida sinodal se enriquecerá con prácticas y virtudes como la complementariedad, el diálogo, la escucha, el aprendizaje, la reciprocidad y la apertura.

Una perspectiva pneumatológica apunta al fundamento más profundo del compromiso sinodal y de la Iglesia en general: el Espíritu Santo, que no sólo habló en el pasado, sino que también habla en el presente, y puede hablar a través de todos nuestros hermanos y hermanas, así como a través de la autoridad eclesial. La perspectiva pneumatológica permite, así, reinterpretar el camino sinodal como un itinerario espiritual compartido, más que como un proceso guiado por intereses parciales.

  1. Francisco, Discurso a los fieles de la diócesis de Roma, 18 de septiembre de 2021.

  2. Cfr. ibid.

  3. Cfr. Id., «Accogliere la novità che lo Spirito desidera rivelarci», en Id., Ritorniamo a sognare. La strada verso un futuro migliore, Milán, Piemme, 2020, 107.

  4. Cfr. A. Ivereigh, «Hearing the Spirit in the Assembly of the People: Pope Francis’s Vision of Synodality», en Studium 117 (2021/3) 359.

  5. Cfr. M. Wijlens, «Reforming the Church by Hitting the Reset Button: Reconfiguring Collegiality within Synodality because of “sensus fidei fidelium”» en The Canonist 8 (2017) 235-261.

  6. Los contenidos de este artículo pueden profundizarse en J. Moons, The Holy Spirit, the Church, and Pneumatological Renewal: “Mystici Corporis”, “Lumen Gentium” and Beyond, Leiden, Brill, 2022; Id., «The Holy Spirit as the Protagonist of the Synod. Pope Francis’s Creative Reception of the Second Vatican Council», en Theological Studies 84 (2023) 61-78.

  7. Cfr. Y. Congar, Credo nello Spirito Santo, vol. 1, Brescia, Queriniana, 1981, 181-186.

  8. Cfr. W. Kasper, «La Chiesa sacramento dello Spirito», en W. Kasper – G. Sauter, La Chiesa luogo dello Spirito, Brescia, Queriniana, 1980, 71-98.

  9. Para una presentación diferente de la pneumatología de Francisco, véase V. Codina, «El Espíritu Santo en Francisco», en Revista Latinoamericana de Teología 35 (2018) 153-167.

  10. Francisco, Discurso con ocasión del Momento de reflexión para el inicio del proceso sinodal, 9 de octubre de 2021.

  11. Id., Discurso en la conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los obispos, 17 de octubre de 2015.

  12. Id., Homilía en la celebración de la Eucaristía de la apertura del Sínodo sobre la sinodalidad, 10 de octubre de 2021.

  13. Id., Ritorniamo a sognare…, cit., 101.

  14. Ibid., 99.

  15. Ibid., 93.

  16. A. Ivereigh, «Hearing the Spirit in the Assembly of the People», cit., 359.

  17. La oración está disponible en varios idiomas en el sitio del Sínodo (www.synod.va/en/resources/the-adsumus-prayer.html).

  18. Cfr M. Klöckener, «La prière d’ouverture des conciles “Adsumus”: de l’Espagne wisigothique à la liturgie Romaine d’après Vatican II», en A. M. Triacca – A. Pistoia (edd.), La prière liturgique. 47e Semaine d’études liturgiques, Roma, Centro Liturgico Vincenziano, 2001, 179.

  19. Francisco, Regina Coeli en la Solemnidad de Pentecostés, 5 de junio de 2022.

  20. K. McDonnell, The Other Hand of God: The Holy Spirit as the Universal Touch and Goal, Collegeville, MN, Liturgical Press, 2003, 228 s.

  21. Francisco, Discurso a los fieles de la diócesis de Roma, cit.

  22. Id., Discurso con ocasión del Momento de reflexión para el inicio del proceso sinodal, cit.

  23. Para profundizar en este tema, cfr. O. Rush, «Inverting the Pyramid: The “Sensus Fidelium” in a Synodal Church», en Theological Studies 78 (2017) 299-325.

  24. Francisco, Regina Coeli en la Solemnidad de Pentecostés, cit.

  25. Cfr. Juan XXIII, s., Discurso en la solemne apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, 11 de octubre de 1962.

  26. Francisco, Discurso a los fieles de la diócesis de Roma, cit.

  27. A. Spadaro, «Intervista a papa Francesco», en Civ. Catt. 2013 III 449-477.

  28. Francisco, Ritorniamo a sognare, cit., 98.

  29. Para profundizar sobre este tema, cfr. J. Moons, «Synodality and Discernment. The Affective Reconfiguration of the Church» en Studia Canonica 56 (2022) 379-393.

  30. Francisco, Discurso en la conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los obispos, cit.

Jos Moons
Estudió teología en Utrecht y París (Centre Sèvres) y trabajó como párroco en la diócesis de Rotterdam, tras lo cual ingresó en los jesuitas (Birmingham / España). Su doctorado versa sobre Lumen gentium y la renovación pneumatológica. Ha publicado libros sobre el arte del acompañamiento espiritual (Paulist Press, 2021), la renovación pneumatológica del Concilio (Brill, 2022), y la sinodalidad (Halewijn /KokBoekencentrum, 2022).

    Comments are closed.