FILOSOFÍA Y ÉTICA

Karl Rahner (1904-1984)

Una teología al servicio del anuncio

© YIN Renlong / La Civiltà Cattolica

Karl Rahner: se sigue hablando de él incluso 40 años después de su muerte. Nació el 5 de marzo de 1904 en Friburgo, en Brisgovia (Alemania), entró en la Orden de los Jesuitas el 20 de abril de 1922, y murió el 30 de marzo de 1984 en Innsbruck (Austria), pocas semanas después de haber cumplido 80 años. Llegó a la capital tirolesa en el verano de 1936, y desde 1937 hasta 1939 enseñó allí como docente, y desde 1948 hasta 1963 como profesor de dogmática, hasta que fue llamado a ocupar la cátedra de Romano Guardini en Múnich (1963-67) y luego en Münster, en Westfalia (1967-71). En el otoño de 1981 regresó a Innsbruck para pasar allí su vejez.

Pero ¿qué significaban para él «vejez» o «jubilación»? Rahner, de hecho, continuó publicando, dando conferencias, predicando, y concediendo entrevistas. Durante toda su vida fue un «trabajador incansable», y por lo tanto, en todos los aspectos, un jesuita de la «vieja escuela». Siempre dispuesto a servir, ponía su conocimiento y su competencia a disposición no solo de colegas y estudiantes, sino también de personas sencillas que le pedían consejo. Un compañero suyo afirmó: «Detesta la palabra “genio”. La productividad de Rahner se debe a su regularidad»[1].

Un teólogo «punto de referencia»

Rahner se ha convertido en un «punto de referencia». No solo se sigue hablando de él, sino que se lo lee y se lo cita. Y además, siempre es fuente de inspiración. Es imposible pensar en una teología sin él, y tampoco se puede alabarlo con la intención de desplazarlo. Hace cuatro años se completó la edición de sus Obras Completas (Sämtlichen Werke = SW), que había comenzado en 1989 por la Karl-Rahner-Stiftung («Fundación Karl Rahner»)[2]. El primer volumen apareció en 1995, el último en la primavera de 2018. Gracias a este esfuerzo ciclópeo, la obra impresa es ahora completamente accesible y ha «entrado a formar parte de las adquisiciones de la investigación histórico-crítica»[3]. «Tanto Rahner» puede asustar o bloquear, especialmente si se entra en contacto con su nombre por primera vez. Uno de los cinco editores de las Obras Completas, Albert Raffelt, ha escrito con razón: «Para que estos más de dos metros [de volúmenes de las Obras Completas] no queden como un capital improductivo, es muy importante que sean leídos y desarrollados a fondo en el mundo teológico actual»[4].

Podría uno preguntarse: ¿Pero por qué? ¿No se ha dicho y escrito ya todo sobre Rahner? ¿Todavía hay lagunas en la investigación sobre él? La respuesta a estas preguntas es simple: porque su teología no es una pura elucubración intelectual o académica, una teología «a la Denzinger»[5]; al contrario, siempre ha estado «fundamentalmente inspirada en el cuidado pastoral». Rahner afirmó: «Nunca o muy poco he hecho teología solo por el gusto de hacer teología»[6]; «Siempre he hecho teología con fines de anuncio, de predicación, de cuidado pastoral»[7]. Y hay que tomarlo al pie de la letra. Este profesor era un confesor de la fe. A pesar de los numerosos doctorados honoris causa[8] y otras distinciones – como la Orden Pour le Mérite -, los aires de académico le fueron siempre ajenos.

También le fue ajena la distinción entre los escritos o estudios espirituales y los teológicos. Él mismo reconoció, en una entrevista: «Sin que ello correspondiera a una voluntad preestablecida, diría que desde el principio en teología me he interesado en las cuestiones que son significativas para una vida pastoral, eclesial y religiosa personal. Al menos en los primeros años prediqué mucho, en Innsbruck casi todos los domingos durante diez años. Bastante a menudo dirigí ejercicios espirituales, algo que lamentablemente hoy no puedo hacer por razones prácticas, externas. Consideraba, si puedo decirlo así, mis cosas devotas – como El año litúrgico, Palabras al silencio, el librito De la necesidad y bendición de la oración, los volúmenes de meditaciones sobre los Ejercicios ignacianos y muchas cosas de este tipo – no como un subproducto secundario de una teología en sí misma, sino al menos de igual importancia que los trabajos teológicos propiamente dichos. Creo que en algunos capítulos de Necesidad y bendición de la oración hay al menos tanta teología, fruto de un enorme esfuerzo intelectual, como la contenida en las llamadas “obras científicas”»[9].

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Adolf Darlap († 2007), un estrecho colaborador suyo desde el principio, afirmó: «Desde el principio, para él la teología no fue un proceso especulativo hecho en un escritorio, sino una especie de teología dialéctica, que no solo es devota, sino que también en cierta medida traduce en la vida los frutos de la teología»[10].

Junto a Hugo Rahner: una teología del anuncio

Rahner no sólo hablaba de una teología cercana al hombre, a sus preocupaciones, a sus exigencias, a su búsqueda: ese era el modo en que desarrollaba su teología. Estuvo en la primera línea cuando en los años 30, en Innsbruck, jesuitas como Franz Dander, Josef Andreas Jungmann, Franz Lakner y Hugo Rahner, apoyados por Johannes Baptist Lotz, se erigieron en protagonistas de una «teología del anuncio»[11], que tendía a una «transformación»[12] del enfoque neoescolástico de los estudios, en reacción a un sistema de enseñanza que se había vuelto problemático. La «teología del anuncio [o predicación]» era un experimento a gran escala para sacar a la teología católica de una abstracción racionalista neoescolástica: un experimento diseñado – como el propio Rahner subrayaría más tarde en su artículo Léxico para la Teología y la Iglesia – de tal manera que «sirva al kerigma de la Iglesia, a la proclamación fructífera y eficaz del mensaje de salvación de Dios a través de la Iglesia»[13]. «Ciertamente – subrayaba entonces el hermano mayor, historiador de la Iglesia y patrólogo Hugo Rahner (1900-1968), que ingresó a la Orden de los jesuitas en 1919 –, el objetivo de éste, como de todos los demás intentos de configurar una teología kerigmática no consiste en constituir una antítesis teológica de la teología científica o un sucedáneo de la teología escolar». Pero, al mismo tiempo, en comparación con ésta, pretendía ser «una forma “especial” de teología en cuanto a su contenido», porque asumía «una tarea que no puede ni suele llevarse a cabo unívocamente en el ámbito de una teología puramente escolástica»[14].

Esta fue la razón por la que Rahner, tras el final de la guerra, se distanció de ese proyecto: su fundamento epistemológico le parecía demasiado endeble. Rechazó una «teología a dos niveles» porque no consideraba provechosa la división en una teología «científica» y una teología «práctica». He aquí su explicación: «El malentendido práctico más importante, defendido o al menos promovido por la llamada “teología del anuncio”, era precisamente el de pensar o tomar como base que la teología científica podía quedarse como estaba, que bastaba simplemente con formar “al lado” una teología “kerigmática” y que ésta consistía esencialmente en repetir de manera un poco diferente, más “kerigmática”, y organizar de manera un poco más práctica, “las mismas cosas” que la teología científica escolástica ya había elaborado a fondo. En realidad, la teología más rigurosa y verdadera, la que está apasionada y singularmente comprometida con su objeto y plantea siempre nuevas cuestiones, de hecho la propia teología más científica es, a la larga, también la más kerigmática»[15].

En el mismo artículo de 1954, Rahner denunciaba que el llamado a referirse a la «inmutabilidad del depositum fidei»[16] había conducido a una «uniformización y fosilización de los manuales»[17]. La teología, en consecuencia, había perdido el «poder de generar conceptos»[18] y se había vuelto estéril: «El pensamiento de las generaciones anteriores – cuyos resultados debían alcanzarse en forma de definiciones conciliares – no es nunca un diván sobre el que pueda apoyarse el pensamiento de las generaciones posteriores. Las definiciones, mucho más que un fin, constituyen un comienzo, un hic Rhodus, una apertura. En la Iglesia, nada que haya sido verdaderamente conquistado vuelve a estar perdido. Pero ello no salva a los teólogos de proseguir inmediatamente su elaboración. Lo que simplemente se conserva, lo que simplemente se transmite sin un nuevo esfuerzo propio […], se corrompe como el maná. Y cuanto más tiempo se interrumpe una tradición viva por una transmisión puramente mecánica, más difícil puede resultar restablecer un vínculo con ella»[19].

¿Teología de escritorio o de rodillas?

Ya como joven profesor, Rahner se refirió – en una nota a pie de página – al «circulus vitiosus de la teología de Denzinger»: «Denzinger es tan objetivo en lo que ha recopilado y seleccionado, como subjetivo en su recopilación y selección. Evidentemente se ha atenido al canon de las cuestiones, de las tesis de una teología escolástica actual. Se han elegido y recogido las afirmaciones del magisterio eclesiástico que son necesarias en la escuela de teología»[20].

Podemos observar un interesante paralelismo: el papa Francisco también está familiarizado con tal mentalidad. De hecho, le dijo al capellán de la prisión Marco Pozza: «Por ejemplo, con el Denzinger no se puede transmitir la fe. Ayuda a comprenderla, pero no sirve para transmitirla»[21]. Por eso no es de extrañar que el Papa, en su Constitución Apostólica Veritatis gaudium (VG) de 2017 sobre las universidades y facultades eclesiásticas, hablara de ese «divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida» que el Concilio Vaticano II trató de «superar» (VG 2)[22]. Forjado por Romano Guardini y más aficionado al mundo del pensamiento de Hugo Rahner que al de su hermano Karl, en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate (GE) de 2018, un año antes el papa Francisco ya se había referido dos veces al ensayo de Hans Urs von Balthasar (1905-1988) Teología y santidad, de gran eficacia, donde habla de una teología «de escritorio» y una teología «de rodillas»[23]. Incluso si, mirando la historia de la teología, esta consideración de Balthasar se utiliza a menudo en un sentido polémico, es cierto que una teología sin profundidad espiritual, una teología que no está impregnada de oración y meditación, permanece estéril, porque, como dice el papa Francisco en su primera Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (EG), de 2013, ha perdido el «aroma del Evangelio» (EG 39). Rahner también reaccionó de manera diferente a la observación de Balthasar: «Y tal vez siempre se ha dado el caso de que la teología científica “de escritorio” (por tomar prestada una expresión, en sí misma problemática, de Hans Urs von Balthasar) ha aprendido más de la teología no científica, “orante” y predicadora, que esta de aquella»[24].

Nadie puede dudar seriamente de que, como observó su alumno Johann Baptist Metz († 2019), la teología de Rahner era «en realidad también una teología orada»[25]. Una vez Rahner, algo impaciente con un interlocutor que le cuestionaba insistentemente la «fuerza probatoria» de su demostración trascendental de Dios y que siempre estaba aduciendo nuevos contraargumentos, terminó la conversación diciendo: «Creo porque rezo». Monseñor Klaus Egger, antiguo vicario general de la diócesis de Innsbruck, que ahora tiene 90 años y que escuchó aquellas palabras de Rahner, explicó así aquella afirmación: «¡Ojo, no dijo que rezaba porque creía, sino que creía porque rezaba!»[26].

La teología como servicio a la Iglesia

Recordar a Karl Rahner es recordar a un grande. Muchos le comparan con Agustín, Tomás de Aquino o Buenaventura. Estas comparaciones le eran completamente ajenas. Rahner se consideraba a sí mismo un «maestro de escuela». Para él, la teología era también un servicio. Cardenales y obispos llamaban a su puerta en busca de consejo. El arzobispo de Viena Franz König le quiso como asesor en el Concilio Vaticano II (1962-65), tras haber evaluado previamente esquemas enviados desde Roma. Rahner también trabajó para el cardenal Julius Döpfner, uno de los cuatro moderadores del Concilio. El diálogo institucionalizado entre obispos, sacerdotes, religiosos y laicos con los votos de todas las diócesis de la República Federal de Alemania (1971-74), a menudo llamado «Sínodo de Würzburg», habría transcurrido de otro modo sin su contribución.

Rahner no llegó a cardenal como sus colegas del Concilio Vaticano II, los jesuitas Jean Daniélou (1969), Henri de Lubac (1983) y Alois Grillmeier (1994), o el dominico Yves Congar (1994). O como Hans Urs von Balthasar (1988), con quien, antes de la Segunda Guerra Mundial, había discutido planes para un nuevo tipo de dogmática, que se quedaron en papel mojado a causa de la guerra. Rahner quería asociar al proyecto a su joven cofrade Alfred Delp (1907-1945), que más tarde fue ejecutado por los nazis en Berlín el 2 de febrero de 1945. Pero Balthasar había condicionado su colaboración: «O Delp o yo».

Rahner también tuvo problemas con «Roma». Basta pensar en el drama que rodeó al manuscrito que había preparado para la proclamación del dogma de la Asunción de María al cielo (1 de noviembre de 1950), que durante años permaneció sometido a la censura interna de la Orden y sólo pudo publicarse en la edición de sus Obras Completas en 2004. El relato de la edición se asemeja a una novela policíaca científica. También contiene una carta de consolación de tres páginas de Hugo Rahner a su hermano menor, fechada el 18 de febrero de 1955 («De hermano a hermano»)[27].

Aunque aquellos años fueron psicológicamente muy estresantes para Karl Rahner, nunca se le ocurrió la idea de dejar la Orden o abandonar la Iglesia. En una conferencia académica con motivo de su octogésimo cumpleaños, dijo que incluso podría «desempolvar recuerdos simpáticos y otros menos agradables de sus experiencias romanas»[28]. Como afirmó Metz, Rahner, «como buen jesuita, era, por así decirlo, un alma naturaliter ecclesiastica»[29]. Por eso pudo soportar y superar la oposición y las intrigas (incluso de sus hermanos), y pudo ejercer la crítica «de las situaciones y autoridades eclesiásticas», porque siempre la consideró una «crítica saludable»: «Rahner – dice Metz – nunca “jugó” con la Iglesia, nunca la utilizó como escenario para una teología privada»[30].

No es la «escuela de Rahner»

No existe una verdadera «escuela rahneriana». Sin embargo, Rahner ha tenido discípulos «importantes». Los nombres más conocidos son los de Johann Baptist Metz, Herbert Vorgrimler y Adolf Darlap. Más tarde le ayudaron también otros como secretarios y asistentes, mensajeros y conductores, compañeros y colaboradores: Albert Görres, Herman Pius Siller, Heinz Schuster, Leo Karrer, Karl Lehmann, Roman Bleistein, Albert Raffelt, Karl H. Neufeld, Paul Imhof y Georg Sporschill. Ya en Roma, en el Pontificio Colegio Alemán, había conocido a Lehmann, que más tarde se convertiría en su ayudante en Múnich, así como a Jörg Splett. En Münster, Kuno Füssel y Frido Mann, sobrino predilecto de Thomas Mann, se convirtieron en sus ayudantes. Rahner era exigente con sus colaboradores y los promocionaba. Los Festschrifts de 1964, 1974 y 1979-80, así como el de 1984, muestran qué personalidades colaboraron con él, que difundieron y desarrollaron sus ideas por todo el mundo. En círculos angloamericanos o latinoamericanos, fue dado a conocer por Leo J. O’Donovan, hoy presidente emérito de la Universidad de Georgetown, por Harvey Egan (Boston College), por Thomas F. O’Meara (Notre Dame) o por el argentino Juan Carlos Scannone[31].

Rahner no se preocupó de fundar su propia corriente teológica. De él datan muchas cosas que hoy constituyen un patrimonio común de la teología, algo que a veces parecen ignorar no sólo sus críticos y detractores, sino también sus admiradores, cuando simplifican su teologismo o se apropian de él – lo utilizan mal – para apoyar sus propias posiciones. Piénsese en su doctrina de la «gracia» enraizada en la cristología: la gracia entendida como «autocomunicación de Dios» era una novedad. Lo mismo puede decirse de su concepto de «revelación», o de sus nuevos planteamientos de la cristología, su contribución al «aggiornamento», o sus reflexiones sobre la posibilidad de salvación de los no cristianos y ateos, que no entraron expresamente en la Constitución dogmática Lumen Gentium del Vaticano II, en la que había colaborado. Hans Urs von Balthasar polemizó duramente contra su teoría del «cristiano anónimo». También se pueden encontrar huellas de Rahner en la Constitución pastoral Gaudium et spes, la Constitución sobre la Divina Revelación Dei verbum o la Declaración Nostra aetate. Sin embargo, no fue, como pretendieron las polémicas malignas, el Holy Ghost Writer del Concilio.

Antes del Concilio, la fama de Rahner se había extendido más allá de Innsbruck y del área germanófona, gracias a la recopilación de sus contribuciones de teología pastoral Sendung und Gnade («Misión y gracias»), de 1959, que también habían sido traducidas a otras lenguas. Su Kleines theologisches Wörterbuch («Pequeño diccionario teológico»), publicado en 1961 junto con Herbert Vorgrimler, se convirtió en una útil herramienta de actualización teológica para muchos obispos conciliares cuyos estudios se remontaban a décadas atrás. Su labor como organizador científico – como coeditor del Lexikon für Theologie und Kirche («Léxico para la teología y la Iglesia») (LThK), Sacramentum mundi o el Handbuch der Pastoraltheologie («Manual de teología pastoral») – también tuvo un profundo impacto. Al igual que sus conversaciones con científicos y marxistas. No hay que olvidar su colaboración con la revista internacional Concilium.

Sin colaboradores, Rahner no habría podido llevar a cabo todo este trabajo. Ya hemos mencionado algunos nombres. Pero también debemos mencionar aquí a simples estudiantes que le ayudaron y permanecieron en el anonimato. Fueron moldeados a lo largo de su vida por su maestro y se mantuvieron en contacto con él. Joseph Ratzinger nunca fue alumno de Rahner, pero el mayor apoyó al menor. A pesar de sus diferencias posteriores con Ratzinger, ambos colaboraron estrechamente en el Concilio, aunque procedían de mundos de pensamiento diferentes: los dos escritos Episkopat und Primat[32] y Offenbarung und Überlieferung[33], que aparecieron como volúmenes 11 y 25 de la serie Quaestiones disputatae, fundada y editada por Rahner junto con Heinrich Schlier, así lo atestiguan.

Un arte «mayeuta» con talento

La gran popularidad de Rahner no se daba en absoluto por descontada. Su formación (1922-1933) fue totalmente al estilo de la neoescolástica, dominante en aquella época: tras el noviciado, tres años de filosofía, primero en Tisis (Vorarlberg, Austria), luego en Pullach im Isartal, cerca de Múnich, en la recién creada universidad de la Orden; dos años como profesor de latín (de Alfred Delp, entre otros), en Vorarlberg; luego cuatro años de teología en Valkenburg, Holanda. Joseph Maréchal y Erich Przywara dejaron huella. Ordenado sacerdote el 26 de julio de 1932 en Múnich por el cardenal Michael von Faulhaber, Rahner estudió dos años de doctorado en Friburgo con Martin Honecker (1934-36). En esa época también recibió la influencia de Martin Heidegger. El estudio de Rahner Zur Metaphysik der endlichen Erkenntnis bei Thomas von Aquin («La metafísica del conocimiento finito en Tomás de Aquino») se estancó en la fase de evaluación preliminar. Nunca se inició el procedimiento ordinario para la obtención del doctorado. Por tanto, la afirmación – que el propio Rahner también había insinuado de pasada – de que había sido «rechazado» no es cierta. Su investigación apareció en 1939 con el título Geist in Welt[34]. En 1941 le siguió Hörer des Wortes[35], las conferencias sobre filosofía de la religión que había pronunciado en agosto de 1937 en las Salzburger Hochschulwochen («Semanas universitarias de Salzburgo»). Estas dos obras también se tradujeron posteriormente.

No hay constancia escrita de su paso a la enseñanza de la teología (en un principio iba a ser profesor de historia de la filosofía). En Innsbruck, como profesor más joven, se le asignaron los tratados sobre «Gracia», «Penitencia» y «Creación, estado original y pecado» en un ritmo de tres años. No tuvo elección. Hay que tener en cuenta que la Facultad de Teología fue cerrada por los nazis en 1938. De 1939 a 1944, Rahner enseñó en Viena y, tras el fin de la guerra, los tres primeros años en Pullach, donde se había establecido una pequeña Facultad de Teología para los jesuitas que habían regresado de la guerra, y luego de nuevo, a partir de agosto de 1948, en Innsbruck. Previamente, había pronunciado sermones de Cuaresma, que se publicaron en 1949 y se siguen reimprimiendo hoy bajo el título Necesidad y bendición de la oración. Junto con su hermano Hugo y el liturgista Josef Andreas Jungmann, se convirtió en la «figura» de Innsbruck y atrajo a estudiantes de todo el mundo (especialmente candidatos al sacerdocio).

¿Qué hace a Rahner tan «especial»? El hecho de haber tomado posición en tantas cuestiones teológicas le creó la fama de haber practicado una «teología ocasional», es decir, provocada de vez en cuando por una ocasión particular. Esto es cierto en el sentido de que él fue solicitado por muchas partes, porque su manera de pensar, de escribir y de hablar impactaba tanto a los colegas especialistas como a los pastores de las comunidades y los capellanes de las cárceles, los religiosos y los jóvenes. No consideraba inapropiado escribir algo incluso para un boletín parroquial o para un periódico juvenil. Animaba a las personas a pensar. Popularizó el género del ensayo teológico. No es casualidad que en 1973 recibiera el Premio Sigmund Freud por la prosa teológica, que le fue entregado por el Premio Nobel alemán de literatura Heinrich Böll[36]. El escritor Ignazio Silone le dedicó uno de sus libros.

Rahner fascinaba con su manera de plantear preguntas, de aceptar las preguntas, de no pasar por alto las cuestiones sino de elaborarlas, porque no todo lo que se ha dicho, se ha dicho de manera definitiva, ni siquiera con las formulaciones conciliares, o en el catecismo, o incluso con la proclamación de un dogma. Esta es, por así decirlo, el «arte mayéutica de la pregunta». En 1974, Metz afirmó que Rahner era «una partera talentosa»[37]. Y en 1984 dijo: «[Rahner] era alguien que hablaba de Dios y de la gracia, de la salvación y de los sacramentos no solo en el sutil lenguaje de la enseñanza y de la argumentación dogmática, sino también en aquel cauto y sin embargo muy preciso de la institución y de la educación a la experiencia de la fe. Aquí no se impartían solo enseñanzas e instrucciones sobre una fe prefabricada, sino que se despertaba una fe para la vida»[38].

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Para muchos, Karl Rahner fue, al igual que Romano Guardini, el «hombre del despertar». Hans Küng, que tuvo varias disputas con él respecto a cuestiones de infalibilidad, escribió verdaderos elogios hacia él. Su compañero Georg Sporschill, al final de su vida, le rindió homenaje con estas palabras: «Toda su vida recorrió el camino de la pregunta. Siempre profesó la Iglesia, la Orden y la tradición»[39]. Pero detrás de esta obra gigantesca también hay un ser humano. Rahner conocía la duda. Se quejaba, podía estar exhausto, llorar por el extremo cansancio, pero también tenía un lado jocoso. Para sus comunidades – en Múnich, cuando era profesor, formaba parte de la comunidad de los escritores – era, desde luego, un teólogo famoso, pero también una presencia agradable y estimulante.

La teología como introducción a la experiencia de fe

«Soy un cristiano católico, trato de reflexionar sobre mi fe y de conectarla con las preguntas, las necesidades, las dificultades que enfrento como hombre y como cristiano en este tiempo»[40]. Rahner lograba imaginarse de esta manera tan sencilla; se podría decir casi: ¡era tan simple! Y lo pensaba en serio. Él siempre entendió su teología – es el caso de su Grundkurs des Glaubens (1976)[41] – como una introducción a la experiencia de la fe.

«Para mí, en mi teología, es de importancia fundamental la experiencia de una verdadera y original experiencia de Dios y de su Espíritu. Esta precede lógicamente (no necesariamente en el tiempo) a la reflexión y verbalización teológica y nunca es captada adecuadamente por la reflexión»[42]: Rahner consideraba que la cuestión más importante era la de Dios. Subrayaba que la teología no «debe ser hoy una ciencia esotérica misteriosa, que se ocupa de cuestiones sublimes que solo interesan a los estudiosos especialistas», sino que, «en cuanto ciencia, debe también servir al anuncio del Evangelio y debe servir a los hombres de hoy. De manera muy decidida y sin prejuicios, debe enfrentar la mentalidad del hombre de hoy. En su trabajo, no debe pensar solo en aquellos que ya creen, sino también en aquellos que están en duda y consideran que el mensaje del cristianismo es solo un mito, ciertamente hermoso, pero que en el fondo está pasado de moda, que se puede tolerar, pero que ya no se puede tomar en serio»[43].

Hasta el final, Rahner mostró solidaridad con sus colegas. El 16 de marzo de 1984, dos semanas antes de morir, envió una carta al presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, el cardenal Juan Landázuri Ricketts, en la que se posicionaba a favor del teólogo de la liberación Gustavo Gutiérrez[44]. Quienes lo recuerdan solo por sus comentarios sobre la política eclesiástica en los últimos años de vida – expresión de su preocupación por la Iglesia, que él veía retroceder a tiempos anteriores a las aperturas del último Concilio – y le ponen la etiqueta de «viejo enfadado», no comprenden que, donde otros hablaban de las estructuras eclesiales y de su necesaria reforma, él ponía apasionadamente en juego a Dios. Para él, se hablaba demasiado poco de Dios, no se hablaba lo suficiente. Detestaba las charlas verbosas sobre un Dios que sirve para hacerte sentir bien.

Es poco sabido que los escritos de Rahner se encuentran también en el lenguaje de los ciegos. Algunos textos han sido traducidos incluso al coreano y al japonés. Ciertamente, él no ahorró a nadie el «esfuerzo del concepto». Pero, cuando leemos a Rahner, ¿debemos necesariamente comprender cada una de sus frases? «Existen cosas que no se dejan decir fácilmente»[45], afirmó Rahner una vez, durante una conferencia en alemán en Chicago, frente a un traductor se encontraba en dificultades. Empecé a leerlo hace cuarenta años, con el librito Was heißt Jesus lieben? (1982), que me fascinó cuando era estudiante, y aún no he llegado al final.

  1. K.-H. Weger, «“Ich glaube, weil ich bete”: für Karl Rahner zum 80. Geburtstag», en Geist und Leben 57 (1984) 48.

  2. Cf. A. R. Batlogg, «L’edizione delle “opere complete” di Karl Rahner», en Civ. Catt. 2020 IV 604-611.

  3. A. Raffelt, «Vorwort», en Id. (ed.), Karl Rahner in Erinnerung, Düsseldorf, Patmos, 1994, 8.

  4. Id., «Karl Rahner “Sämtliche Werke”. Ein Editionsbericht», en H. Schöndorf – A. Raffelt (edd.), Rahner Lecture 2018, 37 (https://freidok.uni-feiburg.de/data/9853).

  5. El Denzinger es un compendio de fuentes (Enchiridion symbolorum) iniciado en 1854, que contiene los símbolos de la fe y las decisiones magisteriales eclesiales. Se actualiza continuamente y ha llegado a su 45ª edición. Actualmente, recibe el nombre de Denzinger-Hünermann, en recuerdo del primer y último editor.

  6. «Man soll nicht zu früh aufhören zu denken. Gespräch mit Leo O’Donovan, New York (1979)», en P. Imhof – H. Biallowons (edd.), K. Rahner, Im Gespräch, 2: 1978-1982, München, Kösel, 1983, 52; ahora en K. Rahner, Sämtliche Werke, vol. 31: Im Gespräch über Kirche und Gesellschaft. Interviews und Stellungnahmen. Bearbeitet von A. Raffelt, Freiburg, Herder, 2007, 183.

  7. «Der Werdegang eines Theologen. Gespräch mit Peter Pawlowsky im FS 1 des ORF, I (1980)», en Im Gespräch, 2, cit., 150; ahora en SW 31, 247.

  8. Rahner recibió siete doctorados honoris causa.

  9. «Gnade als Mitte menschlicher Existenz. Ein Gespräch mit und über Karl Rahner aus Anlaß seines 70. Geburtstages», en Herder Korrespondenz 28 (1974) 81 s.; Ahora en K. Rahner, Sämtliche Werke, vol. 25: Erneuerung des Ordenslebens. Zeugnis für Kirche und Welt. Bearbeitet von A. R. Batlogg, Freiburg, Herder, 2008, 10.

  10. «Keine spekulative Schreibtischtheologie. Im Gespräch mit Adolf Darlap, Innsbruck», en A. R. Batlogg – M. E. Michalski (edd.), Begegnungen mit Karl Rahner. Weggefährten erinnern sich, Freiburg, Herder, 2006, 83.

  11. K. H. Neufeld, «Theologiegeschichtliches zur Innsbrucker “Verkündigungstheologie”», en Zeitschrift für Katholische Theologie 115 (1993) 13-26.

  12. H. Rahner, Una teologia della predicazione, Brescia, Morcelliana, 2015, 7.

  13. Id., «Kerygmatische Theologie», en LThK, vol. 6, 126; ahora en K. Rahner, Sämtliche Werke, vol. 17/1: Enzyklopädische Theologie. Die Lexikonbeiträge der Jahre 1956-1973. Bearbeitet von H. Vorgrimler, Freiburg, Herder, 2002, 313.

  14. H. Rahner, Una teologia della predicazione, cit., 7.

  15. K. Rahner, «Über den Versuch eines Aufrisses einer Dogmatik», en Id., Schriften zur Theologie, vol. 1, Einsiedeln, Benziger, 1954, 15 s.; ahora en K. Rahner, Sämtliche Werke, vol. 4: Hörer des Wortes. Schriften zur Religionsphilosophie und zur Grundlegung der Theologie. Bearbeitet von A. Raffelt, Freiburg, Herder, 1997, 409.

  16. Ibid., 11 (= SW 4, 405).

  17. Ibid., 12 (= SW 4, 407).

  18. Ibid.

  19. Ibid., 19 s. (= SW 4, 412).

  20. Ibid., 11, nota 3 (= SW 4, 405 s.).

  21. Francisco, Io credo, noi crediamo. Una riflessione inedita sulle radici della nostra fede, Milán – Ciudad del Vaticano, Rizzoli – Libreria Editrice Vaticana, 2020, 35.

  22. Cf., sobre este tema, A. R. Batlogg, «Das Zeugnis der Freude. Theologie und Glaubwürdigkeit nach Papst Franziskus – und Karl Rahner», en A. Schavan (ed.), Relevante Theologie. “Veritatis gaudium” – die kulturelle Revolution von Papst Franziskus, Ostfildern, Matthias Grünewald, 2019, 19-21.

  23. H. U. von Balthasar, «Teologia e santità», en Id., Verbum caro, Milán, Jaca Book, 2005, 213.

  24. K. Rahner, «Über den Versuch eines Aufrisses einer Dogmatik», cit., 10, nota 1 (= SW 4, 404).

  25. «Intellektuelle Leidenschaft und spirituelle Courage. Im Gespräch mit Johann Baptist Metz, Münster», en A. R. Batlogg – M. E. Michalski, Begegnungen mit Karl Rahner…, cit., 121.

  26. «Priester und frommer Christ. Im Gespräch mit Klaus Egger, Innsbruck», ibid., 247.

  27. Cf. R. P. Meyer, «Editionsbericht», en K. Rahner, Sämtliche Werke, vol. 9: Maria, Mutter des Herrn. Mariologische Studien. Bearbeitet von Regina Pacis Meyer, Freiburg, Herder, 2004, XI-LVI (cartas: XLIV-XLVII). Hugo Rahner residía entonces en el Instituto Histórico de la Compañía de Jesús, en Roma, donde estaba realizando investigaciones para las publicaciones en curso con ocasión del inminente año jubilar de 1956 (400 años de la muerte del fundador de la Orden, Ignacio de Loyola).

  28. K. Rahner, «Erfahrungen eines katholischen Theologen», en K. Lehmann (ed.), Vor dem Geheimnis Gottes den Menschen verstehen. Karl Rahner zum 80. Geburtstag, München, Schnell & Stainer, 1984, 118; ahora en SW 25, 56.

  29. J. B. Metz, «Fehlt uns Karl Rahner?», en A. Raffelt, Karl Rahner in Erinnerung, cit., 92.

  30. Ibid.

  31. El padre Scannone colaboró con La Civiltà Cattolica entre 2014 y 2016, luego de haberse mudado a Roma para estar cerca del papa Francisco, que había sido su alumno.

  32. En español: Episcopado y primado, Herder, 2012.

  33. En español: Revelación y tradición, Herder, 1971.

  34. En español: Espíritu en el mundo, Herder, 1963.

  35. En español: Oyentes de la palabra, Herder, 1972.

  36. Cf. H. Böll, «Auf der Suche nach einer bewohnbaren Sprache», en P. Imhof – H. Biallowons (edd.), Karl Rahner. Bilder eines Lebens, Freiburg, Herder, 1985, 97 s.

  37. J. B. Metz, «Karl Rahner – ein theologisches Leben. Theologie als mystische Biographie eines Christenmenschen heute», en Id., Gesammelte Schriften 6/1, cit., 321-335.

  38. Id., «Den Glauben lernen und lehren. Dank an Karl Rahner», ibid., 337.

  39. G. Sporschill, «Fragen in Treue. Hoffnung der Jugend», en Id., K. Rahner, Bekenntnisse. Rückblick auf 80 Jahre, Wien, Herold, 1984, 79.

  40. K. Rahner, «Ich bin Priester und Theologe. Gespräch mit der Redaktion des Sonntagsblattes für das Erzbistum Paderborn (1982)», en Im Gespräch 2, cit., 266; ahora en SW 31, 316.

  41. En español: Curso fundamental sobre la fe, Herder, 2012.

  42. «Theologisch denken – religiös erfahren. Gespräch mit Rogelio García-Mateo SJ und Peter Kammerer, Innsbruck (1982)», en G. Sporschill (ed.), K. Rahner, Horizonte der Religiosität. Kleine Aufsätze, Wien, Herold, 1984, 107; ahora en K. Rahner, Sämtliche Werke, vol. 30: Anstöße systematischer Theologie. Beiträge zur Fundamentaltheologie und Dogmatik. Bearbeitet von K. Kreutzer – A. Raffelt, Freiburg, Herder, 2009, 769.

  43. K. Rahner, «Zur momentanen Situation der Katholischen Theologie», en Id., Schriften zur Theologie, vol. 15, Zürich, Benzinger, 1983, 82 s. (= SW 30, 159 s.).

  44. Publicada en K. Rahner, Sämtliche Werke, vol. 28: Christentum in Gesellschaft. Schriften zur Kirchenfragen, zur Jugend und zur christlichen Weltgestaltung. Bearbeitet von A. R. Batlogg – W. Schmolly, Freiburg, Herder, 2010, 336 s.

  45. K. H. Weger, «“Ich glaube, weil ich bete”», cit., 50.

Andreas R. Batlogg
Estudió filosofía y teología en Innsbruck, Israel y Viena y realizó un doctorado sobre la cristología de Karl Rahner. Hasta diciembre de 2017 era editor y redactor jefe de la revista cultural «Stimmen der Zeit» y coeditor de «Obras completas» de Karl Rahner. Hoy es periodista y miembro del equipo Seersog en St. Michael en Munich. Entre sus publicaciones más recientes se cuenta una reflexión sobre el Concilio Vaticano II a la luz de los tiempos actuales (Aus dem Konzil geboren Aus dem Konzil geboren: Wie das II. Vatikanische Konzil der Kirche den Weg in die Zukunft weisen kann, 2022).

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