Santos

El primer «santo de la computadora»: Carlo Acutis

Ilustración realizada por YIN Renlong – La Civiltà Cattolica

Este 7 de septiembre, el papa León XIV canonizará a Carlo Acutis, fallecido a los 15 años en Monza en 2006. La madre, Antonia Salzano Acutis, intenta responder a las preguntas que muchos le plantean: ¿cuál es el secreto de su hijo? ¿Por qué un muchacho como tantos otros, muerto tan joven, es invocado en todo el mundo?[1] Carlo es realmente «el santo que no te esperas. Vivió en un ambiente social como el de todos los chicos y adolescentes de su tiempo. Amó también lo que gusta a los jóvenes. […] Su propósito [era] hacer de sí mismo algo bello para Dios»[2]. ¿Qué es «lo bello»? «Lo que verdaderamente nos hará bellos a los ojos de Dios será solo el modo en que lo hayamos amado a Él y cómo hayamos amado a nuestros hermanos»[3].

El testimonio de un padre, guía espiritual de la escuela

Fui a ver a uno de los testigos que conoció a Carlo dos años antes de su muerte: el padre Roberto Gazzaniga, hoy casi octogenario, animador espiritual de los estudiantes de secundaria en el Leone XIII de Milán. El alumno tenía 14 años y, después de la escuela media, se había inscrito en el liceo clásico. Son significativas las características con las que el jesuita comenzó a describirlo: «Era un chico guapo, tenía un porte distinguido, porque pertenecía a una familia acomodada, pero era un “caballero” en el sentido más bello del término: no solo en su modo de comportarse, en sus relaciones, en su generosidad, sino en todo, incluso en lo más humilde. Desde los primeros días de escuela Carlo se distinguió por la delicadeza y la discreción con las que se daba cuenta de quiénes estaban en dificultad, de los que tenían problemas para integrarse en la clase, y se acercaba a ellos con sencillez, tratando de deshacer resistencias y silencios». Se han recogido otros testimonios del p. Gazzaniga sobre su discípulo. En otro afirma, por ejemplo: «Muchas compañeras y compañeros están agradecidos a Carlo por esta capacidad suya de crear y facilitar relaciones, de transmitir confianza y cercanía sin ser invasivo»[4]. Además, subraya la vitalidad y la alegría de Carlo con respecto a sus compañeros de escuela: «El estar presente y hacer sentir al otro presente fue una nota que pronto me llamó la atención en él. […] Tenía una capacidad de iniciativa y de implicación respetuosa, vivaz y muy juvenil en su exuberancia»[5].

«La luminosidad de Carlo –continúa el sacerdote–, la búsqueda de un contacto directo no dejaban indiferentes. Simpático, atraía consensos y adhesiones a su alrededor. Siempre me sorprendió el hecho de que, por sus cualidades y capacidades innatas, muy por encima de la media, no se convirtiera en blanco de bromas o burlas. A menudo los chicos entre ellos, cuando alguien destaca, son muy capaces de “ponerlo en su sitio” con indirectas, alusiones, chanzas. […] La bondad y la autenticidad de la persona prevalecieron sobre los juegos de revancha destinados a rebajar el perfil de quienes tienen cualidades sobresalientes. Su transparencia es ciertamente un valor vivido; Carlo nunca ocultó su opción de fe y, también en conversaciones o discusiones con los compañeros de clase, se mostró respetuoso con las posiciones ajenas, sin renunciar jamás a la claridad de expresar y testimoniar los principios que inspiraban su vida cristiana»[6]. Singular es el episodio en el que se propuso en clase participar en un grupo extraescolar de Comunidad de Vida Cristiana (CVX): el único que se adhirió fue Carlo, porque había comprendido su dimensión evangélica[7].

El jesuita concluye el testimonio sobre la fe y la búsqueda de Dios por parte de Carlo: «El amor por la vida y por las personas, el estilo y su modo de proceder tan personal, transparente y bello no lo olvidamos. Todos estamos convencidos de que era el fluir de una interioridad cristalina y festiva que unía el amor a Dios y a las personas en una espontaneidad gozosa que no nos dejó indiferentes. Cuántas veces, como sacerdote y agente de pastoral juvenil, he exultado al ver y sentir a Carlo, al darme cuenta de su influjo positivo sobre los compañeros. Estaba y estoy persuadido de que fue precisamente como la levadura en la masa: no hace ruido, pero hace crecer. Mucho más ahora que es como el grano de semilla caído en la tierra para producir fruto de vida. Se le podía señalar y decir: he aquí un joven y un cristiano feliz y auténtico. “Carlo es un don”, su nombre se pronuncia con respeto y con fuerte nostalgia. Carlo está, y al mismo tiempo nos hace falta»[8].

La muerte repentina

La muerte llega en 10 días. El 2 de octubre el joven enferma y la pediatra diagnostica una gripe. Aquejado de fuertes dolores, Carlo se sale con una expresión desconcertante: «Ofrezco mis sufrimientos por el Papa, por la Iglesia, para […] ir derecho al Paraíso»[9]. Los padres piensan que bromea, conociendo su sentido del humor. El miércoles 4 Carlo no tiene fuerzas para ir al colegio, a pesar de que debía presentar su sitio web de voluntariado, que tenía que proyectarse en todas las clases del liceo. En la mañana del día 7 sufre una grave forma de astenia. Sus padres, muy preocupados, llaman a un amigo pediatra, que aconseja una investigación clínica más profunda. Los primeros exámenes dan un diagnóstico dramático: «Leucemia promielocítica» tipo M3, llamada «leucemia fulminante». El joven debe ser hospitalizado de urgencia en Hematología Pediátrica, en el hospital San Gerardo de Monza.

Al bajar de la ambulancia, Carlo confía a su madre: «De aquí no salgo vivo, prepárate»[10]. En la clínica, ingresado en cuidados intensivos, pide recibir la unción de los enfermos. El 11 de octubre sufre una fuerte migraña. Sufriente, pero sereno, cierra los ojos sonriendo. No los volverá a abrir: entra en coma. El 12 de octubre de 2006, a las 6:45, su corazón deja de latir. «[Tenía] apenas quince años, en pleno de su juventud, en la cima de sus energías, lleno de alegría y de esplendor»[11].

La noticia de su muerte se difunde en un instante entre los compañeros de escuela, entre los amigos, entre cuantos lo habían encontrado y conocido. Las redes sociales hacen el resto, y enseguida un incesante ir y venir de personas llena la casa de Carlo.

El 14 de octubre se celebra el funeral en su parroquia, Santa Maria Segreta. He aquí otra sorpresa. Es un día bellísimo y el sol brilla en el cielo con una luz radiante. La iglesia está abarrotada hasta lo inverosímil, tanto que muchos no logran entrar. La madre cuenta: «El funeral fue una muestra de cuánto estimaban y querían a Carlo. Estaban todos sus amigos, y también todos aquellos a quienes Carlo había socorrido. Los mendigos, los sin techo, los distintos extranjeros a quienes había ayudado a lo largo de su vida estaban allí porque habían perdido a un verdadero amigo. Recuerdo que a algunos de ellos los vi allí por primera vez. De verdad Carlo había creado una gran red de amistad, una red silenciosa, no del todo visible cuando estaba en vida, pero que en ese momento se manifestó en toda su grandeza y belleza. La impresión de muchos fue la de no encontrarse en un funeral, sino en una fiesta. Parecía la celebración de un paso hacia otra vida, una vida verdadera. Todos lloraban, es cierto, pero al mismo tiempo todos percibían la presencia de tanta luz. Era como si la vida a la que Carlo había llegado quisiera de algún modo hacerse presente. Y de hecho, en ciertos aspectos lo estaba»[12].

El funeral termina a las 12, cuando empiezan a sonar las campanas del mediodía: a muchos les parece que Carlo está entrando en el paraíso…

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¿Qué ha sucedido?

Sale entonces a la luz una serie de hechos, por un lado muy normales, por otro extraordinarios, que marcaron su vida: un chico como todos, y sin embargo movido por algo misterioso que lo distinguía ya desde sus primeros años. «Desde pequeño maduró una relación personal con el Señor. Era su apoyo y su refugio. Era como si por gracia natural supiera, sin que nadie se lo hubiera enseñado, que solo estando profundamente unidos al Señor se puede aspirar a subir hasta la cima de la más alta cumbre del “monte de la santidad”. […] Era como si fuera consciente de la verdad de las palabras del pasaje del Evangelio que explica que, así como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, tampoco nosotros, si no permanecemos en Dios, daremos fruto alguno, porque sin él no podemos hacer nada»[13].

Los primeros en reconocer aquel misterio son sus padres. El padre y la madre no son practicantes. La madre está en la iglesia el día del bautismo y participa en la Misa el día de la primera Comunión y del matrimonio. El padre va a la iglesia de niño, junto con sus padres, y luego ya no más[14]. Sin embargo, no son en absoluto contrarios a la religión, y es precisamente por el hijo que se reencuentran con el Señor. El nacimiento de Carlo trae un giro y les enseña a organizar la vida cotidiana en la búsqueda de lo que cuenta, de lo que tiene valor, de lo que es el Absoluto.

El trabajo del padre, un asegurador que viaja continuamente entre Milán y Asís, despierta en el hijo el deseo de tener una casa en la ciudad de san Francisco, a quien Carlo amaba profundamente por su pobreza y por su sentido de fraternidad hacia todos, pero sobre todo hacia los pobres y los leprosos, los marginados de su tiempo.

Un joven como tantos, pero…

En la escuela Carlo no parece diferente de los demás. No es el primero de la clase, pero cumple con su deber y estudia con interés. Se viste como los otros compañeros, juega al fútbol, le gusta hacer excursiones en la montaña, esquía y sabe nadar, ama la música, tiene un gran interés por la informática, le gustan los animales y en casa tiene dos gatos y cuatro perros. Sin embargo, algo lo distingue de los demás. Ya hemos visto cómo se interesa por quienes tienen menos capacidades o dificultades para relacionarse. Tiene una debilidad por las personas con discapacidad y un amor particular por los pobres, los que sufren, los abandonados. Usa su paga mensual para quienes la necesitan, y a algunos sin techo les compra sacos de dormir.

Compartir es para él un deber. «Decía a menudo que no se nace rico o noble por elección, que no hay ningún mérito en serlo. En cambio, “nobles de alma, eso sí, se llega a ser por elección, por voluntad propia, y quien lo consigue tendrá muchos méritos en el Cielo”. […] Quien tiene muchos medios no debe hacer sentir inferiores a los demás […], sino más bien dar gracias a Dios por lo que ha recibido “gratuitamente” y ayudar a todos aquellos que la Providencia ponga en el camino y que sean menos afortunados. […] El dar nos hace a todos hermanos [pues] todos somos amados por Dios, sin excluir a nadie»[15]. Carlo, un chico ordinario, vive el Evangelio de un modo extraordinario.

El futuro «patrono» de internet

Carlo empieza a familiarizarse con la computadora ya a los nueve años, y es tal su pasión que llega a revelarse casi como un genio informático: no solo sabe usar bien los programas, sino que se convierte en programador. Su mito es Steve Jobs, el cofundador de Apple, de quien hace suyas algunas enseñanzas: «Vuestro tiempo es limitado, por lo tanto no lo malgastéis viviendo la vida de otro»; y también: «Solo diciendo “no” puedes concentrarte en las cosas verdaderamente importantes»[16].

En el Politécnico de Milán compra algunos libros de informática y es capaz de sacarles provecho. En particular, su habilidad sorprende a muchos, no solo entre los estudiantes universitarios, sino también entre los ingenieros. Llega a crear la página web de su parroquia y de su liceo. El secretario de la Pontificia Academia Cultorum Martyrum, Pier Luigi Imbrighi, declaró haber contado con la ayuda de Carlo para el sitio www.vatican.va dedicado a los mártires[17]. En el liceo León XIII Carlo pone su capacidad multimedia al servicio de una página para el voluntariado, a sugerencia del padre Gazzaniga, usando el programa Dreamweaver para crear rápidamente una serie de páginas dinámicas. Es el sitio que Carlo no pudo presentar personalmente en la escuela, porque acababa de ser alcanzado por la leucemia.

En el campo multimedia, de notable interés son los breves videos en los que sus gatos son protagonistas en competencia con los perros, que él aprendió a dirigir de manera sobresaliente.

Sobre todo, le gusta realizar exposiciones informáticas para ponerlas a disposición de todos. Cabe señalar en particular la dedicada a Los milagros eucarísticos en el mundo. Trabajó en ella durante dos años, involucrando a sus padres y visitando con ellos algunos de los lugares históricos. Se compone de 142 paneles que documentan la historia de los prodigios eucarísticos ocurridos en 17 países: desde los primeros, los de Bolsena y Lanciano, hasta los de Alcalá y Daroca en España. La muestra puede definirse como su «obra maestra». Hoy es conocida en todo el mundo y está disponible en más de 20 lenguas[18]. Carlo está convencido de que, con esta ayuda, muchos podrían comprender mejor el valor de la Eucaristía.

Naturalmente, Carlo está siempre a disposición de sus amigos para cualquier problema informático, incluso para quienes quieren aprender a usar la computadora. Con frecuencia se da cuenta de que algunos de sus amigos visitaban sitios pornográficos. Por ello los exhorta a no caer víctimas de la dependencia y de la acción corruptora de ciertos lugares. Él mismo, aunque aprecia los videojuegos, se impone no utilizarlos más de una hora a la semana.

En 2019, el papa Francisco, en la exhortación apostólica Christus vivit, con ocasión de la clausura del Sínodo de los jóvenes, dedicó a Carlo una atención particular: «Recuerdo la buena noticia que nos regaló la mañana de la Resurrección: que en todas las situaciones oscuras o dolorosas […] hay salida. Por ejemplo, es verdad que el mundo digital puede ponerte ante el riesgo del ensimismamiento, del aislamiento o del placer vacío. Pero no olvides que hay jóvenes que también en estos ámbitos son creativos y a veces geniales. Es lo que hacía el joven venerable Carlos Acutis. […] Él fue capaz de usar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores y belleza. […] Decía Carlos, ocurre que “todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias”. No permitas que eso te ocurra. No dejes que te roben la esperanza y la alegría, que te narcoticen para utilizarte como esclavo de sus intereses»[19].

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La vida espiritual

Desde pequeño, hacia los cuatro o cinco años, Carlo se siente atraído por la figura de Jesús y de María. Su niñera polaca, muy joven y católica, es su primera catequista.

A los siete años pide adelantar la primera Comunión. El obispo, mons. Pasquale Macchi, aprecia la petición y reconoce su madurez; por eso aconseja a los padres celebrar el sacramento en un lugar de oración y recogimiento, en el monasterio de la Bernaga, en Perego, cerca de Milán. Más tarde testifica: «Carlo no era un “santito”, si con esta palabra se quisiera indicar algo artificioso, rígido, ajeno a la vida»[20]. Y el postulador de la causa de beatificación, Nicola Gori, precisa: «Muchos de los que conocieron a Carlo dicen de él que tenía la rara cualidad de saber armonizar perfectamente su profunda vida interior, alimentada por la eucaristía diaria, con su innata sociabilidad y su gran alegría de vivir»[21]. Para él, «la tristeza es la mirada hacia uno mismo, la felicidad es la mirada dirigida hacia Dios»[22].

Grande es el amor que Carlo tiene por la Eucaristía, a la que define, de manera original, «mi autopista hacia el cielo»[23], «mi sol»[24]; por eso afirma: «Se va directo al Paraíso si uno se acerca todos los días a la Eucaristía»[25]. Hablando del sacramento, dice: «Jesús es muy original al esconderse en un pedacito de pan. Solo Dios podía hacer una cosa tan increíble»[26]. Carlo ve en el sacramento tanto la comunión con el Señor como la adoración: estar delante de él, en el silencio y en la escucha, venerarlo en la amistad y el afecto, hacerse consciente de que el cuerpo de Cristo está también en las personas que amamos. De ahí su atención hacia los discapacitados, los inmigrantes, los enfermos, los ancianos, los pobres, los pequeños, las personas solas.

Para vivir mejor la comunión con el Señor, Carlo es fiel al sacramento de la reconciliación. Se confiesa cada semana, para dar gracias por el bien que puede realizar y para purificarse incluso de los pecados veniales. Una imagen resulta elocuente: «El globo aerostático, para subir alto, necesita descargar peso; así también el alma, para elevarse al cielo, necesita quitar esos pequeños pesos que son los pecados veniales. Si por casualidad hay un pecado mortal, el alma vuelve a caer a tierra, y la Confesión es como el fuego que hace que el globo vuelva a elevarse al cielo»[27]. Por eso Carlo se preguntaba: «¿De qué le sirve al hombre ganar mil batallas si después no es capaz de vencerse a sí mismo?»[28].

Carlo está muy lejos de ser un «beato de parroquia», pero es feliz de ser practicante, sin ostentar su fe y, al mismo tiempo, sin ocultarla en lo más mínimo. Vive contento de ser cristiano, no esconde su alegría, y es muy discreto al manifestar sus pequeñas obras de solidaridad. Por ello, además de san Francisco, ama a san Antonio de Padua, por la humildad, por la dedicación a los pobres y por la devoción a la Eucaristía.

En 2004 se compromete como ayudante de catequista en el curso de preparación para la confirmación. Se dedica con gran sentido de responsabilidad y, para ayudar mejor a los confirmandos, piensa y realiza un kit para llegar a ser santos: «Es necesario quererlo con todo el corazón… Misa y comunión todos los días… Leer cada día un pasaje de la Escritura… Adoración al Santísimo, cuando sea posible… Confesarse cada semana, incluso de las faltas veniales… Hacer propósitos y pequeños sacrificios para ayudar a los demás… Que el ángel custodio se convierta en tu mejor amigo»[29].

A este respecto, una observación de la madre invita a reflexionar: «Me quedaba asombrada de tener un hijo cuyos principales intereses eran Dios, la Virgen, los ángeles y los santos. Comparándolo con lo que yo era de niña, y con mis amigos de infancia, me parecía estar tratando con un extraterrestre, un chico de otro planeta. [Carlo estaba] convencido de que vivir cristianamente transmitía grandes valores y ayudaba a las personas a volverse más buenas y altruistas. También en lo que concierne a la propuesta cristiana sobre la vida moral, Carlo no tenía miedo de expresar sus convicciones acerca de la pureza y de las relaciones prematrimoniales. Estaba profundamente convencido de vivir castamente el tiempo del noviazgo, así como estaba muy decidido en su oposición al aborto»[30]. El profesor de religión ha testimoniado que, en clase, durante una discusión, Carlo fue el único en decir explícitamente que estaba en contra del aborto.

El milagro de una difusión

No se puede dejar de quedar maravillado por el hecho de que Carlo, aun habiendo vivido solo 15 años y muriendo tan joven, se haya vuelto popular en todo el mundo. Su vida cristiana y su fe han tenido un eco inmenso, que se ha extendido desde Milán y Asís a muchos otros lugares. En ello han influido, sin duda, tanto la Exposición sobre los milagros eucarísticos como el empeño de sus padres, pero esto no basta para explicar la excepcional difusión del testimonio cristiano de un adolescente.

El primer milagro que llevó a la beatificación tuvo lugar en 2013, en Brasil, siete años después de la muerte de Carlo: fue la curación de un niño de tres años que padecía una grave malformación pancreática. Para la canonización, el 23 de mayo de 2024, el papa Francisco reconoció la curación extraordinaria de Valeria Valverde en Costa Rica. Invocando al joven beato, la muchacha sanó de un traumatismo craneal tras un grave accidente en bicicleta. Pero las gracias y dones espirituales ocurridos desde el día mismo de su funeral han sido numerosísimos, como testimonian sus padres[31].

Carlo, un muchacho simpático y amigo de todos, nos enseñó cómo en su vida se injertó la fe en el Señor Jesús. Vivió con sencillez y autenticidad la invitación del Evangelio: «Todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). Se dedicó a los pobres, testimoniando la Palabra y la fiesta, la justicia y el buen humor, la inteligencia y la amabilidad. Acogiendo la llamada del Padre, no descuidó sus deberes ni sus sueños, y nos mostró que el Evangelio puede vivirse radicalmente también en la adolescencia. Fue un joven que, en los años más frescos de su vida, nos dio testimonio de lo que significa ser cristianos. Y nos lo dijo hasta el final, sin pensar en sí mismo, sino en el bien del mundo y de la Iglesia.

Esa juventud ha suscitado luz y esperanza no solo en quienes lo conocieron en persona, sino también en quienes lo han descubierto a través de su historia, sus decisiones, su entrega, sus exposiciones. La modernidad, que dio forma a una existencia normal y ordinaria, dejó emerger la actualidad del Evangelio, la importancia de la oración, el valor de la Eucaristía, la devoción a María y a los santos. Lo que más sorprende en este joven cristiano del Tercer milenio es su libertad: libre por Cristo, libre de las modas, libre para amar, libre para darse a los hermanos en silencio. Carlo se ha convertido en un verdadero y eficaz influencer del Señor, un apasionado de Dios[32]. Y a pesar de su devoción a la Virgen y a los santos, y de su frecuente visita a los santuarios marianos, nos mostró que el mundo de hoy no necesita de «revelaciones», sino de testigos del Evangelio.

Hoy Carlo reposa en Asís, como lo deseaba. Desde el día de la beatificación se encuentra en el Santuario de la Spogliazione, donde san Francisco devolvió sus vestidos a su padre. En la urna está vestido con jeans, sudadera y zapatillas deportivas. La tumba es meta constante de peregrinaciones, sobre todo de niños, adolescentes y jóvenes. Son realmente muchos los que acuden a él en la oración[33]. En las fotos que lo muestran sonriente y alegre, Carlo lleva siempre su mochila a la espalda: un signo del peregrino, casi para recordarnos que todos somos peregrinos que van al encuentro del Señor.

  1. Cf. A. Salzano Acutis, Il segreto di mio figlio. Perché Carlo Acutis è considerato un santo, Milán, Piemme, 2022, 156-161.

  2. U. De Vanna, Carlo Acutis. 15 anni di amicizia con Dio, Turín, Elledici, 2019, 49 s.

  3. A. Dehò, Se Carlo Acutis avesse trent’anni. Una nuova lettura delle sue intuizioni spirituali, Cinisello Balsamo (Mi), San Paolo, 2021,16; N. Gori, Carlo Acutis. Un giovane per i giovani. I: La meta, ibid., 2020, 41.

  4. N. Gori, L’Eucaristia. La mia autostrada per il cielo. Biografia di Carlo Acutis (1991-2006), Cinisello Balsamo (Mi), San Paolo, 2018, 61.

  5. Ibid.

  6. A. Salzano Acutis, Il segreto di mio figlio…, cit., 178.

  7. Cf. ibid., 179.

  8. Ibid., 180. Sobre el testimonio del padre Gazzaniga, cf. F. Occhetta, «Carlo Acutis: “No yo, sino Dios”», en La Civiltà Cattolica, 28 de junio de 2024, https://www.laciviltacattolica.es/2024/06/28/carlo-acutis/

  9. A. Salzano Acutis, Il segreto di mio figlio…, cit., 11.

  10. Ibid., 24.

  11. Ibid., 25.

  12. Ibid., 45.

  13. Ibid., 96. Cf. Jn 15,1-5.

  14. Cf. ibid., 10.

  15. Ibid., 70.

  16. F. Occhetta, «Carlo Acutis: “No yo, sino Dios”», cit.

  17. Cf. G. Paris, Carlo Acutis. Il discepolo prediletto, Padua, Messaggero, 2018, 37; N. Gori, Carlo Acutis. Un giovane…, cit., 111-117.

  18. Cf. www.miracolieucaristici.org. Muestra internacional ideada y realizada por el Siervo de Dios Carlo Acutis, con la prefacción del card. Angelo Comastri, la presentación di mons. Raffaello Martinelli (Oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe) y de p. Roberto Coggi O.P.

  19. Francisco, Exhortación apostólica Christus vivit a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios, 25 de marzo de 2019, https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20190325_christus-vivit.html

  20. U. De Vanna, Carlo Acutis…, cit., 47.

  21. Ibid., 47 s.

  22. A. Salzano Acutis, Il segreto di mio figlio…, cit., 173.

  23. Gori ha incluso usado la fórmula como título de su biografía: Eucaristia. La mia autostrada per il cielo. Cf. L. F. Ruffato, Carlo Acutis. Adolescente innamorato di Dio, Padua, Messaggero, 2021, 26.

  24. Ibid.

  25. F. Occhetta, Il Servo di Dio Carlo Acutis. La vita oltre il confine, Gorle (Bg), Velar, 2017, 24.

  26. L. F. Ruffato, Carlo Acutis…, cit., 28.

  27. A. Salzano Acutis, Il segreto di mio figlio…, cit., 137. Carlo nota además que muchos prefieren consultar un psicólogo que ir a confesarse (cf. ibid., 138).

  28. Ibid., 158.

  29. M. Musolino, Carlo Acutis. Dalla pista all’autostrada… per il cielo, Trapani, Il Pozzo di Giacobbe, 2022, 55 s.

  30. A. Salzano Acutis, Il segreto di mio figlio…, cit., 183 s.

  31. Cf. ibid., 46.

  32. Cf. Ibid., 160.

  33. En Asís, para su beatificación, participaron más 41.000 personas, y a través de Facebook y Streaming alrededor de 590.000 (https://carloacutis.de/ueber-carlo/der-postulator-berichtet).

Giancarlo Pani
Es un jesuita italiano. Entre 1979 y 2013 fue profesor de Historia del Cristianismo de la Facultad de Letras y Filosofía de la Universidad de La Sapienza, Roma. Obtuvo su láurea en 1971 en letras modernas, y luego se especializó en la Hochschule Sankt Georgen di Ffm con una tesis sobre el comentario a la Epístola a los Romanos de Martín Lutero. Entre 2015 y 2020 fue subdirector de La Civiltà Cattolica y ahora es escritor emérito.

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