El 7 de septiembre de 2025 será elevado a los altares Pier Giorgio Frassati, nacido en Turín el 6 de abril de 1901 y fallecido a los 24 años a causa de una poliomielitis fulminante[1]. Antes de Teresa del Niño Jesús se pensaba que la normalidad y la santidad no podían coexistir. Sin embargo, la carmelita mostró que, viviendo el Evangelio, aun permaneciendo en la clausura del monasterio, era posible alcanzar las cumbres de la santidad e incluso llegar a ser Doctora de la Iglesia. Pocos años después de la «pequeña» Teresa, también Frassati siguió ese camino: como laico, dando testimonio de su fe en el mundo, recorrió la senda del Evangelio. Una santidad que habla a todos. Filippo Turati, uno de los fundadores del Partido Socialista Italiano, dijo de él: «Era verdaderamente un hombre, aquel Pier Giorgio Frassati a quien la muerte, a los 24 años, sorprendió y arrebató cruelmente. […] Lo que se lee sobre él es tan nuevo e insólito, que llena de reverente asombro incluso a quien no compartía su fe. Joven y rico, había elegido para sí el trabajo y la bondad. […] Era, ante todo, un cristiano, y traducía sus opiniones místicas en vivas obras de bondad humana»[2].
Una vida sencilla
Pier Giorgio nació en una familia acomodada, pero rígida en la educación. Su padre Alfredo, agnóstico, era un empresario visionario: compró la Gazzetta piemontese y la renovó en el diario liberal La Stampa, del cual fue propietario y director; en poco tiempo transformó el periódico en el segundo de Italia, después del Corriere della Sera[3]. Era amigo de Giovanni Giolitti, que lo estimaba mucho, y en 1913 fue elegido senador del Reino, el más joven de la época. En 1898 Alfredo se casó con Adelaide, que, al contrario de él, era católica practicante, aunque prisionera de un formalismo convencional; era una apasionada pintora, tanto que varios de sus cuadros fueron expuestos en la Bienal de Venecia. Los hijos, Pier Giorgio y Luciana (un año menor que él), fueron los protagonistas de sus pinturas. El matrimonio entre Alfredo y Adelaide no fue feliz: arrastrado entre discusiones y desilusiones, terminó en la ruptura tras la muerte del hijo.
Los dos hijos de la familia Frassati realizaron los estudios elementales en privado, aunque sufrieron una reprobación. Después asistieron a la escuela pública, y Pier Giorgio, en segundo de secundaria, fue suspendido en latín. El padre lo inscribió entonces en el Instituto Social de los jesuitas, donde el joven se acercó a la Congregación Mariana, al Apostolado de la Oración y a la Conferencia de San Vicente. Mientras tanto, crecía tanto cultural como espiritualmente: se apasionaba por los clásicos y también por san Agustín, santa Catalina de Siena, fray Girolamo Savonarola y santo Tomás[4]. Entre los textos bíblicos, además de los Evangelios, amaba las cartas de san Pablo, y sobre todo la Primera carta a los Corintios, capítulo 13, donde se encuentra el «Himno al amor». Descubrió el valor de la oración, de la devoción a María, de la adoración nocturna y, por consejo de su director espiritual, el padre Pietro Lombardi, a partir de los 17 años se acercó diariamente a la Eucaristía[5].
El universitario
Después del liceo, en 1918, el joven se inscribió en el Politécnico de Turín en Ingeniería industrial mecánica, con especialización en minería, para estar cerca de los trabajadores de las minas. Al año siguiente se adhirió a la Federación Universitaria Católica Italiana (FUCI). Pier Giorgio tomó conciencia de que la asistencia a los pobres, por sí sola, no era suficiente: ciertos problemas debían afrontarse en el ámbito político. En 1920 comenzó entonces su militancia en el Partido Popular, recién fundado por Luigi Sturzo, y entró en la corriente social de izquierda, desarrollando un fuerte interés por el destino de Italia y del mundo; como su padre, también él era antiintervencionista. Era gran admirador de don Sturzo y de Giuseppe Donati. Tras la Marcha sobre Roma, participó con pasión en el Congreso de los populares en Turín, en el que se debatía sobre la postura que debía adoptarse respecto al gobierno de Mussolini. El juicio del joven hacia el fascismo fue durísimo, al igual que el de su padre y el de su periódico[6]. Un grupo de camisas negras llevó a cabo una expedición punitiva, irrumpiendo en la casa de los Frassati y devastando todo lo que pudo[7].
Mientras tanto, Pier Giorgio se inscribió en la Juventud Católica Italiana (GCI), porque quería vivir como laico en la Iglesia, obediente a la jerarquía, pero también convencido de su libertad y responsabilidad como cristiano. La decisión de entrar en la Tercera Orden dominicana y de asumir el nombre de «fray Girolamo», ya que consideraba a Savonarola un modelo propio, revelaba su deseo de anuncio evangélico y de testimonio cristiano más radical[8].
Tras el asesinato de Matteotti, ocurrido el 10 de junio de 1924, en calidad de representante de los estudiantes se adhirió a la Alianza Universitaria Antifascista de los jóvenes demócratas. El año anterior, con ocasión de la visita oficial de Mussolini a Turín, había manifestado su oposición retirando la bandera que el presidente del círculo fucino «Cesare Balbo», por iniciativa propia, había hecho colocar en el balcón. También había presentado su dimisión, luego retirada, a raíz de las violencias perpetradas por mandato de Mussolini. Entre otras, el asesinato de don Minzoni[9].
A pesar de estar inscrito en múltiples asociaciones, en 1924 Pier Giorgio fundó una nueva, enteramente suya, de carácter semiserio: «La Compañía de los Tipos Oscuros»[10]. Quería suplir lo que era poco relevante en otros movimientos, para vivir con serenidad la amistad en las excursiones a la montaña. Las normas de la asociación eran humorísticas, y lo mismo sus nombres: a Pier Giorgio lo llamaban «Robespierre», también conocido como el «Incorruptible»[11], mientras que su amigo Marco Beltramo, que hacía el servicio militar en aeronáutica, era el «Ala del Terror». Lo que unía al grupo era «un vínculo indisoluble, […] la Fe»[12]. Y Pier Giorgio precisaba: «Esta Fe que hemos recibido en el santo Bautismo […] nos acompañará hasta el último día de nuestro viaje terrenal y sirva como lazo, por medio de la oración, para cimentar espiritualmente a todos los Tipos Oscuros dispersos por el orbe terrenal»[13]. «Otra cosa que debe unirnos es el Santo Amor, […], porque sin Caridad toda virtud no vale»[14].
La vida en familia
Como para muchos jóvenes, también para Pier Giorgio las relaciones familiares no eran sencillas. Entre padre e hijo casi nunca hubo un verdadero entendimiento. Pier Giorgio se distanciaba de la holgura de su familia, eligiendo vivir pobremente, pero sin criticar jamás a sus padres.
El padre esperaba que él se convirtiera en su sucesor en la dirección del periódico: un proyecto que año tras año se iba desvaneciendo. De hecho, aunque Pier Giorgio era aplicado, no obtenía grandes éxitos en sus estudios, y el padre no perdía ocasión para humillarlo: lamentaba que Luciana no hubiera nacido varón. La alusión a La Stampa era clarísima. Además, el hijo colaboraba en Il Momento, un periódico católico que lo entusiasmaba, pero que le valió la reprimenda paterna: «Eso quiere decir que cuando tengas hambre irás a comer a Il Momento»[15].
Una noche, el padre descubrió que el joven, antes de acostarse, rezaba el rosario. No le dijo nada, pero fue al párroco para expresar su contrariedad: «¿Qué han hecho ustedes con mi hijo?». El anciano sacerdote, que había bautizado a Pier Giorgio, le respondió con franqueza: «¿Preferiría usted, senador, que se durmiera con alguna novelucha al lado?»[16].
El distanciamiento de La Stampa se fue haciendo cada vez más evidente. Pier Giorgio parecía ajeno a la gloria cotidiana del periódico. Un día pidió a su padre que no abusara de la crónica negra, porque era un mal. La respuesta no se hizo esperar: «Las ventas dependen también de esas columnas»[17]. Desde entonces, el tema quedó cerrado para siempre.
Si las predilecciones del padre eran por la hija Luciana, el comportamiento del hijo —tan serio, tan sincero, tan desinteresado— lo desconcertaba. Un día confió a un redactor: «Pier Giorgio me impone respeto, como si estuviera ante alguien mayor que yo. No sé qué es, pero, repito, a veces me intimida»[18]. Y algún tiempo después: «Nunca he aceptado órdenes de nadie, ni siquiera de Giolitti. Solo una persona ha tenido autoridad sobre mí, y ese es mi hijo»[19].
Inscríbete a la newsletter
Tampoco la relación de Pier Giorgio con la madre era fácil. Habiendo delegado el marido en ella la educación de los hijos, Adelaide los crió con el máximo rigor, en el respeto y la obediencia. Entre madre e hijos no existía una verdadera confianza afectiva, y así en sus relaciones se generaba cierta frialdad. Además, ella era tan hipercrítica con todo, que creaba en casa «un ambiente bastante anticlerical»[20]. El hijo le tenía gran afecto, pero quedaba sorprendido cuando la madre criticaba a las mujeres que cada mañana acudían a la iglesia para la Misa. Se oponía, entre otras cosas, con firmeza pero sin éxito, a la comunión diaria de Pier Giorgio, porque según ella así se volvería un beato exagerado[21].
El otro Pier Giorgio
De joven, Pier Giorgio no se distinguía de sus compañeros: era jovial y bromista, jugaba al fútbol, nadaba y remaba como un profesional, montaba a caballo, conducía el coche, usaba el teléfono, pero su gran pasión era la montaña, las excursiones con los amigos, sin perder jamás la Misa dominical. Las escaladas eran para él una subida hacia lo alto, experiencia de maravilla y de alabanza al Señor, pero también ocasión para ayudar a los amigos a disfrutarla. Muchas de sus cartas se refieren a las alegrías de la montaña y a los lazos que de ella nacían. No le faltaban el gusto por lo bello ni la sensibilidad por el arte. Siempre estaba atento a los problemas humanos y sociales. Todos los aspectos de su vida tenían su fundamento en el Evangelio[22].
Desde niño, Pier Giorgio mostró una gran atención hacia los pobres. Una vez, visitando un asilo con el abuelo, vio a un niño triste que comía apartado de los demás, a causa de una erupción cutánea que lo hacía repugnante. Sin que lo advirtieran el abuelo ni la monja presente, se le acercó y comió con él, usando la misma cuchara, haciéndolo feliz. Un día, una mujer pobre, con un niño descalzo en brazos, llamó a la puerta de la casa para pedir limosna. Pier Giorgio abrió, se fijó en el pequeño, se quitó los calcetines y los zapatos, se los dio a la madre y cerró enseguida la puerta, antes de que alguien descubriera el «desaguisado»[23].
Pier Giorgio tenía un vivísimo sentido de la solidaridad. No se consideraba un individuo separado de los demás, sino unido a todos, con la conciencia de que cada uno tiene «un estricto deber de cooperar ampliamente en la regeneración moral de la sociedad mundial»[24]. Su caridad la ejercía en silencio: «El verdadero bien —decía— debe hacerse inadvertidamente, poco a poco, cada día»[25]. Un día había que encontrar una habitación para una pobre mujer desalojada de su casa; otro, hacían falta unos zuecos para un muchacho sin zapatos; había que buscar una cama en el hospital para un tuberculoso en la más negra miseria; los sábados, siempre había que dejar espacio para algún desposeído. «Solo Dios sabe cuántas visitas hizo, y cuánto dinero, tiempo y corazón prodigó. Solo Dios sabe la aguda tristeza que despertaron en él tantas miserias ocultas, y la exquisita delicadeza que mostró hacia “nuestros señores, los pobres”»[26]. Tampoco faltaba la ayuda espiritual, tanto que su caridad puede definirse verdaderamente como «obra de evangelización»[27].
Para Pier Giorgio la Eucaristía no solo alimentaba la relación cotidiana con el Señor, sino que lo impulsaba hacia los hermanos: «Jesús me visita con la comunión cada mañana y yo se la devuelvo de la manera que puedo: visitando a los pobres»[28]. «¿Pero cómo haces para superar el asco en esos tugurios malolientes?», le preguntó un amigo; y él respondió: «No olvides nunca que, aunque la casa sea sórdida, tú te acercas a Cristo. El Señor ha dicho: “El bien que haces a los pobres es bien hecho a mí mismo”»[29].
Son numerosísimos los testimonios a favor de los marginados que salieron a la luz tras su muerte, aunque ninguno de sus familiares y amigos lo sabía[30]. Y, sin embargo, alguien estaba al tanto. Marianna Cerutti, una mujer de la limpieza en la sede de La Stampa, dijo una vez al director Frassati: «Su hijo hará más carrera que usted»[31]. La trabajadora, socialista revolucionaria, amiga de los pobres y también del vino, conocía muchos episodios de la vida secreta de Pier Giorgio, sobre todo la red de obras sociales que lo mantenían ocupado cada día.
El padre embajador en Alemania
En noviembre de 1920, Alfredo Frassati fue nombrado embajador de Italia en Berlín: un cargo que duró dos años, porque, después de la Marcha sobre Roma, presentó su dimisión. La familia lo visitaba por breves períodos, y Pier Giorgio tuvo ocasión de conocer diversas realidades de Alemania. No le interesaban las fiestas de la embajada, pero conoció a un sacerdote extraordinario, Carl Sonnenschein, fundador del Movimiento estudiantil católico-social, que también se dedicaba a los italianos. Tras su muerte, fue definido como el «san Francisco de Berlín». Con Pier Giorgio entabló una hermosa amistad y lo invitaba a menudo a participar en los encuentros mixtos con universitarios y obreros.
Atraído por ese servicio pastoral, Pier Giorgio pensaba en el sacerdocio. Sin embargo, existía el problema de cómo comunicárselo a su madre. Cuando lo habló con su padre espiritual, este le aconsejó valerse de una religiosa que frecuentaba la casa de los Frassati. Durante un paseo con la madre, la monja se atrevió a preguntarle: «¿Y si su hijo quisiera hacerse sacerdote?». La señora, de inmediato, se detuvo y dijo: «Mejor que se gradúe y luego muera»[32]. ¡Para ella, un hijo sacerdote era como si estuviera muerto! Por fortuna, el joven no supo nada de esa respuesta. No obstante, reflexionando sobre su propia vocación, llegó a una elección original: «Yo quiero de todas formas poder ayudar a mi gente, y esto puedo hacerlo mejor como laico que como sacerdote, porque entre nosotros los sacerdotes no están tan en contacto con el pueblo como en Alemania. Como ingeniero de minas, puedo, dando buen ejemplo, actuar de manera más eficaz»[33]. En su interior, iba madurando una vocación laical, casi profética de la constitución Lumen gentium (LG) del Concilio Vaticano II[34]. Mientras tanto, seguía estando cerca de las familias italianas, de los estudiantes con dificultades, de la gente arruinada por el derrumbe del marco alemán. Una noche helada, con el termómetro a -12 grados, regresó a casa sin abrigo: lo había regalado a un pobre aterido de frío.
La amistad con Sonnenschein tuvo otro fruto: para ayudarlo a aprender alemán, el sacerdote lo presentó, en Friburgo, a la familia Rahner, en la que dos de los siete hijos —Hugo y Karl— se hicieron jesuitas. Karl, el conocido teólogo, nos ha dejado un vivo testimonio: «Frassati representaba al joven cristiano puro, alegre, dedicado a la oración, abierto a todo lo que es libre y bello, atento a los problemas sociales, que llevaba en su corazón a la Iglesia y a su destino, y de una espontaneidad serena y viril. […] Pier Giorgio es, sin embargo, algo más. […] Es un cristiano, lo es sencillamente, […] como si eso fuera algo natural para todos. Él saca la fuerza y el valor de ser lo que es […] de la misma realidad cristiana: que Dios existe, que lo que nos sostiene es la oración, que el sacramento alimenta lo eterno en el hombre, que todos los hombres son hermanos. […] Se convierte […] en un católico de Iglesia, sin que ello signifique decir amén a todas las tradiciones eclesiásticas, lleno de celo apostólico, siempre dispuesto a ayudar de manera concreta al prójimo»[35].
El protagonista de la defensa de la bandera en Roma en 1921
En el verano de 1921, Frassati participó en Rávena en el congreso por el XXV aniversario de la FUCI: gracias a su interés, también participaron representantes alemanes del Movimiento Internacional de Estudiantes Católicos (MIEC – Pax Romana). En esa ocasión, él defendió, basándose en la experiencia alemana, la fusión de la FUCI con la Juventud Católica Italiana, para que los estudiantes universitarios se unieran a obreros y campesinos en la lucha por un mundo más cristiano. Lamentablemente, la corriente dominante de la FUCI, en un tiempo de anticlericalismo, no quería que la universidad se confundiera con la GCI, formada principalmente por obreros, campesinos y empleados. La idea de Pier Giorgio era revolucionaria y adelantada a su tiempo, pero fue rechazada, porque la FUCI estaba orientada principalmente al ambiente académico[36].
En septiembre, se celebró en Roma el congreso de la GCI. Comenzó con una Misa solemne en la Plaza de San Pedro y con la audiencia de Benedicto XV a los jóvenes procedentes de toda Italia, unos 50.000. Pier Giorgio era el abanderado del círculo fucino. Al finalizar, los participantes se dirigieron hacia el Altar de la Patria. En ese momento, el gobierno no toleraba manifestaciones públicas, pero los fucinos quisieron igualmente afirmar, con la procesión, la presencia de los católicos en Italia. Después de un primer obstáculo impuesto por la Guardia Real, fácilmente superado, se encontraron en Largo Argentina con la caballería, que había recibido la orden de dispersar a los manifestantes y arrebatar las banderas. Un abanderado de la Fuci, al ser atacado, se encontró con el asta rota en la mano, sin el estandarte. Pier Giorgio, al darse cuenta, logró agarrar la bandera rasgada, pero fue arrestado por tres guardias y encerrado en el patio del Palazzo Altieri.
Cuando llegaron algunos estudiantes golpeados y un sacerdote con el rostro ensangrentado y la sotana rasgada, se levantó un grito de rabia. Entonces Pier Giorgio, protestando, se enfrentó al teniente. Este, al conocer la identidad de Frassati y que era hijo del embajador en Alemania, quiso liberarlo. «Saldré cuando todos puedan salir», respondió Pier Giorgio. No le gustaban los favoritismos[37].
Mientras esperaban conocer su destino, se arrodilló junto al sacerdote herido e invitó a los fucinos a rezar: tenía en una mano el rosario y en la otra el trozo de bandera. Esa noche fueron liberados y al día siguiente fueron a San Pedro para participar en la Misa del Papa. A la entrada de la Basílica, Pier Giorgio sostenía la bandera con un cartel que explicaba: «Tricolor ultrajado por orden del Gobierno»[38].
APOYA A LACIVILTACATTOLICA.ES
La polio fulminante
En junio de 1925, el padre está firmemente decidido a incorporar a Pier Giorgio al periódico y, a través de un cronista, le pide que comience a trabajar como administrador en La Stampa. La petición implica renunciar a convertirse en ingeniero de minas. Con la cabeza baja y entre lágrimas, él pronuncia su «sí». Su hermana Luciana acaba de casarse y vive con su esposo en La Haya. Ahora el peso de la familia recae sobre él.
El 29 de junio, día de su onomástico, el joven se siente mal. Son los días en que su abuela materna está a punto de morir, y los familiares la acompañan. Pier Giorgio también está a su lado, aunque sus fuerzas empiezan a fallarle. Lo visita el médico de familia, sin comprender la gravedad de la enfermedad que lo llevará a la tumba. Solo la criada lo intuye, pero no sabe qué hacer: todos están absorbidos por la agonía de la abuela, sobre todo la madre.
Luciana ha narrado aquellos días inolvidables, dolida por no haber comprendido la gravedad de la enfermedad de su hermano[39]. El 1 de julio, la abuela muere. Pier Giorgio no puede levantarse para participar en el último adiós y dice sentirse extrañamente mal; su madre lo reprende: «Mañana será el funeral de la abuela y me vas a hacer falta. Ni que lo hicieras a propósito, siempre me haces falta cuando más te necesito»[40]. Pier Giorgio soporta en silencio, para no ser una carga para la familia, ya afectada por la muerte de la abuela. Se encuentra aún más solo ante la proximidad de la muerte.
La madre, sin embargo, se deja convencer por Luciana, dada la fatiga de las vigilias de los días anteriores, para quedarse en casa junto al joven. Cuando quedan a solas, ambos encuentran un momento de serenidad y afecto, pero a Adelaide no se le escapa que su hijo se está agravando. El médico solicita la intervención de algunos especialistas, quienes emiten el veredicto inexorable: «poliomielitis fulminante». La única esperanza es intentar que desde París, del Instituto Pasteur, llegue el suero antipolio, pero los aviones están bloqueados por una tormenta y hay que esperar[41].
Es curioso que Pier Giorgio, en la víspera de su muerte, sorprendido por una parálisis súbita, con la mano temblorosa, se haga traer un papel en el que escribe a un amigo de la San Vicente: «Aquí están las inyecciones de Converso, la póliza es de Sappa: la olvidé, renuévala a mi cargo». Luego, quizá por primera vez, hace una solicitud a su padre: «Toma, papá, esto debería publicarse en La Stampa»[42]. Su último pensamiento y preocupación son los pobres a quienes dedicó su vida. Es viernes, día de las visitas a los necesitados, y el escrito se entrega a los interesados, junto con la noticia de las dramáticas condiciones de su amigo. Muchos intentan visitarlo, pero el médico ha recomendado absoluto reposo. Incluso el cardenal de Turín, mons. Gamba, deja todo porque desea acudir a ver a su joven amigo, pero se lo impiden.
Tres días después del funeral de la abuela, en la mañana del 4 de julio, Pier Giorgio recibe el sacramento de los enfermos, y por la noche, hacia las siete, exhala su último aliento. La criada, a quien él había guiado en la fe, escribe en el calendario: «Hora 7, desgracia irreparable. Pobre San Pier Giorgio. Era santo y Dios lo ha querido junto a Él»[43].
El funeral
Al día siguiente, La Stampa sale con luto, acompañada de un artículo del diputado Luigi Ambrosini, que revela algo desconocido para la familia: «Pier Giorgio Frassati tenía el alma franciscana de la pobreza. Sus manos no estaban hechas para recoger, sino para repartir. Su alma no estaba hecha para disfrutar, sino para ver disfrutar a los demás; sus obras más pequeñas y más ignoradas […] fueron todas de consuelo y de piedad, tuvieron la grandeza más verdadera y la solidez que más perdura: la de la bondad […] y de las obras de caridad, a las que dedicaba una parte de su día. Iba a buscar a los pobres en los barrios más alejados de la ciudad, subía por las escaleras más angostas y oscuras, entraba en los desvanes, donde solo había miseria y sufrimiento, y llevaba ayuda que alimenta y palabras que consuelan. Todo lo que tenía en el bolsillo era para los demás, como todo lo que tenía en el corazón; había nacido para dar, no vivía para sí mismo, era un cristiano de fe y un cristiano de acción»[44].
Algo extraordinario ocurre el 6 de julio, en su funeral. Mientras la parroquia de la Crocetta está llena de amigos, políticos y periodistas, afuera de la iglesia hay una multitud de ciudadanos anónimos, desempleados, habitantes de desvanes, sótanos, semisótanos, ancianos solos, pobres que han perdido a un amigo. Los más desdichados de Turín testifican su gratitud por el afecto humilde y silencioso de Pier Giorgio. Solo ese día muchos se enteran de que su apellido es «Frassati» y que es hijo del senador y director de La Stampa. La multitud es tal que los fucinos deben alargar el recorrido del cortejo para permitir que todos participen. «Ni el padre Alfredo, ni Adelaide, ni Luciana se habían dado cuenta de la luz que reinaba en su hogar, del don inmenso de tener junto a ellos a una criatura tan alta y extraordinaria. Debían perderlo para encontrarlo»[45].
El misterio de una grandeza interior
Frassati fue beatificado por San Juan Pablo II en 1990, 65 años después de su muerte, porque la causa, ya preparada, se había detenido debido a un testimonio anónimo que planteaba dudas sobre su relación con las jóvenes[46]. Por ello se realizaron investigaciones suplementarias, que disiparon por completo cualquier dificultad o malentendido al respecto. De hecho, los testigos confirmaron la corrección y ejemplaridad de Frassati. Entre ellos, su hermana Luciana afirmaba que «era posible subestimar la caridad, la piedad, la inteligencia de Pier Giorgio, […] pero su pureza saltaba a los ojos del observador más distraído. Era la virtud más “visible”, porque estaba impresa en su propia persona y nunca oculta por su humildad»[47].
De los testimonios también se desprende que Pier Giorgio se había enamorado de una joven, Laura Hidalgo, compañera de excursiones así como de las actividades de caridad hacia los pobres, pero nunca le dijo nada, por temor a aumentar los conflictos entre sus padres y a destruir la unidad de la familia formando una nueva. La razón del sacrificio: Laura no era del agrado de su madre, porque «no era ni rica ni perteneciente a la gran nobleza turinesa»[48], y la madre no quería para su hijo «cualquier señorita de aquellas que, con espíritu cáustico, definía de “acción católica”»[49].
Divo Barsotti formuló sintéticamente el secreto de una vida: «No era en lo que hacía que Pier Giorgio era grande, sino que a través de lo que hacía se transparentaba el misterio de una grandeza interior que no es en absoluto exagerado definir como extraordinaria»[50]. Giuseppe Lazzati, en una conmemoración en 1975, precisaba: «Este misterio de sencillez que lleva por nombre Pier Giorgio Frassati […] se convirtió en revelación de la estatura espiritual que alcanzó en los veinticuatro años de su vida»[51].
Pier Giorgio recibió gran consideración de obispos y papas. El arzobispo Montini, durante muchos años asistente de la FUCI, conoció a su padre y fue su amigo hasta la muerte. La reanudación de la causa de beatificación, por iniciativa de Lazzati, se debe a él, ya convertido en Pablo VI[52]. El cardenal Lercaro destacó «la franqueza con que —en cualquier entorno—, sin ostentaciones pero con clara coherencia, manifestaba su fe. Mejor dicho: su vida de fe; porque vivía de la fe»[53].
En 2010, en Turín, hablando a los jóvenes, Benedicto XVI afirmó: «Su existencia […] se consumió en el servicio apasionado a Cristo y a los hermanos. […] Queridos jóvenes, tened el valor de elegir lo que es esencial en la vida. “Vivir y no ir tirando”, repetía el beato Pier Giorgio Frassati»[54]. Y el papa Francisco, en junio de 2015, en Turín, en el Discurso a los chicos y jóvenes, lo señaló como «modelo de confianza y de audacia evangélica»[55]. En 2016, en Cracovia, el Pontífice quiso que estuvieran presentes sus restos, para que los jóvenes pudieran venerarlos.
La vida de Pier Giorgio desmintió a quienes afirmaban que un burgués jamás podría llegar a ser santo. «Para ser santos —declaró Francisco— no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. […] Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día […] la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo [y en] la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la santidad»[56]. El laico Pier Giorgio Frassati, que se podría definir —como propuso su hermana Luciana— el «San Francisco de Turín», nos lo ha demostrado.
-
La expresión «el San Francisco de Turín» fue utilizada por la hermana de Frassati, Luciana, en la causa de beatificación, en referencia a la pobreza: «Si al Dr. Don Sonnenschein se le podía llamar el San Francisco de Berlín, a su amigo y ayudante Pier Giorgio Frassati se le podría llamar el San Francisco de Turín; […] [él] amó profundamente a Cristo en sus hermanos, especialmente en los más pobres» (Taurin. Canonizationis Servi Dei Petri Georgii Frassati. Viri laici [1901-1925], Positio super Virtutibus, I, Roma, Congregatio pro causis sanctorum, 1987, 391 s.). ↑
-
F. Turati, en La Giustizia, 8 de julio de 1925 (cuatro días después de la muerte), citado por L. Frassati, Mio fratello Pier Giorgio. Una vita mai spenta, Turín, Aragno, 2010, 151. ↑
-
Cf. C. Siccardi, Pier Giorgio Frassati. Il giovane delle otto beatitudini, Cinisello Balsamo (Mi), San Paolo, 2018, 57. Entre los colaboradores se decía: «La Stampa es Fressati»; y en su conciencia estaba presente el imperativo: «La fe en los valores laicos», (ibid., 39). Trabajaron en el diario F. S. Nitti, L. Einaudi, C. Lombroso, P. Jannaccone, L. Salvatorelli. ↑
-
Cf. R. Falciola, Pier Giorgio Frassati. «Non vivacchiare ma vivere», Roma – Cantalupa (To), Ave – Effatà, 2019, 17-20. ↑
-
Cf. L. Frassati (ed.), Mio fratello Pier Giorgio. La fede, Milán, Paoline, 2004, 42-44. ↑
-
Cf. R. Falciola, Pier Giorgio Frassati. «Non vivacchiare, ma vivere», cit., 17. ↑
-
Cf. Ibid. ↑
-
En 1498, Savonarola fue condenado a la hoguera por su intransigencia hacia la sociedad medicea y el poder nepotista de Alejandro VI. Solo recientemente se ha rehabilitado al dominico. ↑
-
Cf. Taurin. Canonizationis…, Positio super Virtutibus, cit., I, 27. ↑
-
Cf. R. Falciola, Pier Giorgio Frassati. «Non vivacchiare, ma vivere», cit., 26 s. ↑
-
C. Siccardi, Pier Giorgio Frassati. Il giovane…, cit., 227. ↑
-
P. G. Frassati, «Proclama», en Id., Lettere, Cantalupa (To), Effatà, 2019, 225. ↑
-
Id., «Lettera a Laura Hidalgo 11», agosto 1924, ibid., 227. ↑
-
Id., «Lettera a Isidoro Bonini 29»., enero 1925, ibid., 286. ↑
-
L. Frassati, Pier Giorgio Frassati. I giorni della sua vita, Roma, Studium, 1979, 68. ↑
-
Ibid., 59. ↑
-
Ibid., 85. ↑
-
C. Siccardi, Pier Giorgio Frassati. Il giovane…, cit., 102. ↑
-
L. Frassati, Pier Giorgio Frassati. I giorni…, cit., 87. ↑
-
C. Siccardi, Pier Giorgio Frassati. Il giovane…, cit., 103. ↑
-
Cf. L. Frassati, Pier Giorgio Frassati. I giorni…, cit., 45. ↑
-
Cf. P. Molinari, «La beatificazione di un giovane laico: Pier Giorgio Frassati», en Civ. Catt. 1990 II 549-560. ↑
-
Los dos episodios fueron referidos por la hermana Luciana en el proceso de canonización: cf. Taurin. Canonizationis…, Positio super Virtutibus, II, Depositiones testium Proc. Ap., Roma, Congregatio pro causis sanctorum, 1987, 5 s. ↑
-
P. G. Frassati, «Appunti per un discorso sulla carità», en L. Frassati (ed.), Mio fratello Pier Giorgio. La carità, Turín, SEI, 1957, X. ↑
-
C. Siccardi, Pier Giorgio Frassati. Il giovane…, cit., 161. ↑
-
R. Claude, Attualità di Pier Giorgio Frassati, Turín, SEI, 1960, 43. ↑
-
Cf. Canonizationis…, Positio super virtutibus, I, cit., 104. ↑
-
G. Lazzati, «Pier Giorgio Frassati: un cristiano coerente e coraggioso», en Lazzati e Frassati, Roma, Ave, 2001, 57. ↑
-
R. Claude, Attualità di Pier Giorgio Frassati, cit., 42; cf. Mt 25,40. ↑
-
Cf. L. Frassati (ed.), Mio fratello Pier Giorgio. La carità, cit. ↑
-
Id., Pier Giorgio Frassati. I giorni…, cit., 114. Lo testimonia su hermana Luciana en la biografía. ↑
-
Ibid., 64. ↑
-
Ibid., 94. ↑
-
Cf. LG 31 y el decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam actuositatem. ↑
-
K. Rahner, «Introduzione», en L. Frassati, Pier Giorgio Frassati. I giorni…, cit., 8 s. La hermana observa que los biógrafos de Karl Rahner destacan la influencia del joven universitario sobre el futuro teólogo. ↑
-
Cf. M. C. Giuntella, «Frassati Pier Giorgio», en Dizionario Biografico degli Italiani, 50, Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, 1998, 320. ↑
-
Cf. los detalles del episodio en P. Risso, Pier Giorgio Frassati. Il giovane ricco che disse «sì», Leumann (To), Elledici, 1989, 65-68. ↑
-
Ibid., 67. ↑
-
Cf. L. Frassati, Mio fratello Pier Giorgio. Una vita mai spenta, cit., 3. ↑
-
Ibid., 70. ↑
-
Cf. ibid., 98; 106. ↑
-
Ibid., 109. El periódico tenía una rúbrica, titulada «La carità del sabato», para solicitudes de ayuda. ↑
-
L. Frassati, Pier Giorgio Frassati. I giorni…, cit., 190. ↑
-
L. Ambrosini, «La prima cronaca», en L. Frassati, Mio fratello Pier Giorgio…, cit., 146-148. Cf. La Stampa, 5 de julio de 1925. ↑
-
C. Siccardi, Pier Giorgio Frassati. Il giovane…, cit., 348. ↑
-
Cf. P. Molinari, Iter della raccolta documentaria per la causa di Pier Giorgio Frassati, en www.archivaecclesiae.org/ae/IxAutori.html/, Molinari, 191; 193. ↑
-
L. Frassati, Pier Giorgio Frassati. I giorni…, cit., 53. Cf. también A. Scurani, Pier Giorgio Frassati. Un santo senza schemi, Milán, In Dialogo, 1990, 10. ↑
-
Es el testimonio del amigo íntimo de Pier Giorgio, Marco Beltramo: cf. Taurin. Canonizationis…, Positio super virtutibus, II, cit., 311. ↑
-
L. Frassati, Pier Giorgio Frassati. I giorni…, cit., 137. ↑
-
D. Barsotti, «Il segreto di Pier Giorgio Frassati», en Id., Testimoni di Dio, Vicenza, La Locusta, 1981, 204. ↑
-
G. Lazzati, «Pier Giorgio a 50 anni dalla morte», en Lazzati e Frassati, cit., 40. ↑
-
Cf. R. Falciola, Pier Giorgio Frassati. «Non vivacchiare, ma vivere», cit., 73-76. ↑
-
G. Lercaro, «Prefazione», en L. Frassati (ed.), Mio fratello Pier Giorgio. La fede, cit., 11. ↑
-
Benedicto XVI, Discurso a los jóvenes, Turín, 2 de mayo de 2010. ↑
-
Francisco, Discurso a los jóvenes, Turín, 21 de junio de 2015. ↑
-
Id., Exhortación apostólica Gaudete ed exsultate, nn. 14-15. ↑
Copyright © La Civiltà Cattolica 2025
Reproducción reservada