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La vida de las mujeres y la libertad de las personas en Irán

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Gritan «mujeres-vida-libertad» y esperan un Irán diferente. Desde el 16 de septiembre, la República Islámica de Irán está sumida en la confusión debido a las manifestaciones antigubernamentales que estallaron tras la muerte de Mahsa Amini, de 22 años. La joven, originaria del Kurdistán iraní, había sido detenida en Teherán por la llamada «policía moral» por llevar el pañuelo (hiyab) de forma no conforme a las normas de la República Islámica. Según la versión oficial, la joven murió más tarde por una enfermedad durante la detención.

Protestas y represión

Las organizaciones humanitarias que operan fuera de Irán han calculado que más de 300 personas han perdido la vida en la violenta represión del gobierno. Entre las últimas víctimas, en Teherán, se encuentra otra joven kurda, Nasrin Ghadri. En este caso, también se acusa al gobierno de obligar al padre a anunciar que la causa de la muerte de su hija estaba relacionada con una «enfermedad» o «intoxicación», una versión similar a la adoptada por las autoridades en el caso de Mahsa. Antes de ellas, recordemos los casos de Nika Shakarami, que desapareció durante una manifestación y fue declarada suicida por la fiscalía de Teherán, y de Hadith Najafi, cuya foto, en la que se ataba el pelo a cara descubierta, se hizo viral.

Los derechos de las mujeres, derechos de todos

Mahsa, Nasrin, Nika, Hadith. Nombres de mujeres y de vidas rotas, víctimas de un fundamentalismo religioso asfixiante y de un sistema de poder patriarcal. Pero también símbolos de una rebelión animada por las mujeres que ahora trasciende la cuestión femenina, y que desde Teherán hasta Bandar Abbas, en las últimas semanas ha tenido como protagonistas a amplios sectores de la sociedad civil, entre ellos los presos de las cárceles y los trabajadores de algunos importantes sectores productivos, especialmente el petrolero.

Recordemos que entre los miles de detenidos, además de la ciudadana italiana Alessia Piperno – dejada en libertad el día de ayer -, se encuentra también la hija del ex presidente iraní Rafsanjani, Fazeh Hashemi, de 69 años, periodista y activista de derechos humanos. La mayoría de los detenidos están recluidos en la conocida prisión de Evin, destinada a presos políticos, disidentes y activistas. Un lugar, en palabras de Hadi Ghaemi – director del Centro para los Derechos Humanos en Irán (CHRI), con sede en Nueva York – en el que «los presos están completamente indefensos».

La presión occidental y la mirada de Irán hacia Oriente

Aunque la inmensa mayoría de los 290 diputados iraníes pidieron a la justicia que aplicara la ley del talión contra los «enemigos de Dios» que animaron los «disturbios», en Irán no faltaron voces de protesta entre los intelectuales y también a nivel institucional. Algunos parlamentarios han pedido la reforma de la policía moral o incluso su abolición. El propio presidente del parlamento ha pedido una investigación sobre el trabajo de la policía, exigiendo una revisión de los métodos utilizados por estas patrullas.

Los medios y movimientos occidentales siguen constantemente la situación, intentando dar voz a la disidencia. No está claro hasta qué punto el gobierno puede resistir la presión de la plaza y de la opinión pública internacional. Pero – como sostiene Farian Sabahi, profesor de historia y política iraní en la Universidad John Cabot, en una entrevista concedida a Vatican News hace algún tiempo – hay que entender que «a Irán, en general, le interesa poco lo que se dice en Occidente», porque mira principalmente a Oriente. En particular, el gobierno está ultimando su entrada en la Shanghai Cooperation Organisation (SCO) y, en general, se han reforzado los lazos con Rusia y China.

No es casualidad que el presidente ruso, Vladimir Putin, haya acudido también al lado de Irán, dispuesto – según sus palabras – a «aumentar la cooperación en la lucha contra el terrorismo». Lo hizo con un telegrama de condolencias al presidente iraní Raisi, con motivo del atentado contra el santuario chií de Shiraz en el que perdieron la vida 15 personas y 27 resultaron heridas.

El velo como el muro de Berlín

El caso de Mahsa, además de haber revelado un sufrimiento popular que tiene amplias y profundas raíces, es la representación de una cuestión simbólica muy fuerte. En primer lugar, de la discriminación femenina en la sociedad iraní: «Las mujeres en Irán – explica Sabahi en la entrevista mencionada anteriormente – son discriminadas en sus derechos. Por ejemplo, en el caso de las herencias, reciben la mitad de lo que reciben sus hermanos varones; su palabra ante un juez vale la mitad que la de un hombre; y también valen la mitad en los casos de indemnización económica por lesiones o muerte violenta, y lo mismo en el camino del divorcio y la custodia de los hijos».

Pero también es cierto que «el velo siempre se ha instrumentalizado. El padre del último Sha, Reza Palhavi, había prohibido el chador en los años 30 para dar una imagen de país moderno». Por el contrario, desde 1979, Jomeiní impuso el velo para marcar la distancia con la cultura estadounidense. Por tanto, tocar el velo significa también tocar uno de los símbolos de la revolución jomeinista: «Para los actuales dirigentes de Irán, abolir la obligación del velo sería un poco como derribar el Muro de Berlín».

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