«La novela, la literatura lee el corazón del hombre, ayuda a acoger el deseo, el esplendor y la miseria. No es teoría. Ayuda a predicar, a conocer el corazón…»[1]: así me dijo Francisco cuando lo entrevisté en 2016, hacia el final de nuestro encuentro. Hoy, 10 años después de su elección al papado (13 de marzo de 2013), queremos ir en busca de la formación de su pensamiento y de su actitud pastoral siguiendo precisamente el hilo de sus lecturas. Será una forma de entender el pontificado de Jorge Mario Bergoglio desde una perspectiva diferente.
El Papa Francisco siempre ha sido un apasionado de la literatura. Las novelas y la poesía lo han acompañado en su formación. En una entrevista de 2009, afirmó que, desde pequeño, la literatura me gustaba mucho. De hecho, sus recuerdos como lector se remontan a su infancia, cuando su padre leía libros en voz alta después de cenar. La televisión aún no existía.
En este artículo, me gustaría reconstruir la trayectoria de sus lecturas. Y también las referencias literarias que menciona en sus textos y entrevistas. Intentaré dar algunas pistas para construir un mapa, una ruta a través de los textos que configuraron su forma de pensar.
Creatividad, imaginación y lenguaje
Siendo un joven jesuita, Bergoglio enseñó literatura en el Liceo del Colegio de la Inmaculada Concepción, un antiguo colegio jesuita de Santa Fe. Allí maduró la convicción de que la experiencia creativa era crucial. Tenía 28 años e hizo «una cosa un poco arriesgada»[2]. Debía conseguir que sus alumnos estudiaran a los clásicos de la literatura española, pero a los chicos no les gustaban. En cambio, pedían leer a autores como García Lorca. Bergoglio decidió, entonces, que los alumnos estudiaran obras como El Cid en casa, y durante las clases él se ocuparía de los autores que más les gustaban a los chicos.
Pero, sobre todo, empezó a hacerles escribir. Al final, decidió pedirle a Borges que leyera dos cuentos escritos por sus chicos. Conocía a su secretaria, que había sido su profesora de piano. A Borges le gustaron mucho esos cuentos. Entonces le propuso que escribiera la introducción de una colección de ellos[3].
Esta experiencia pasada tiene un eco en la actualidad. Me llamó mucho la atención que Francisco haya querido prologar los poemas de un joven poeta, Luca Milanese, que en 2020 publicó un volumen titulado Rime a sorpresa[4]. No nos sorprendería de ninguna manera, creo, ver un texto papal junto a la obra de un poeta que ha entrado en la cultura y la sensibilidad de generaciones enteras, sobre todo con siglos de diferencia, como Dante. El propio Bergoglio ha publicado, de hecho, una Carta Apostólica con ocasión del VII Centenario de la muerte del «Poeta Supremo», titulada Candor lucis aeternae. Pero nunca antes un Pontífice había escrito una página de introducción a la obra de un joven poeta.
En su prefacio, el Papa señala que la poesía de Milanese nace como una capacidad espontánea de «ver vínculos incluso donde parece no haberlos; sabe captar en cosas aparentemente aleatorias una profundidad nueva, distinta». La poesía hace ver vínculos, conexiones, correspondencias. Sé por sus alumnos que a Bergoglio, cuando era un joven profesor, le encantaba enseñar a Baudelaire, a quien también citaba como Pontífice. Quizá haya un eco de la densidad simbólica de sus Correspondances en las palabras para Milanese.
También es significativo que el 20 de junio de 1981 escribiera el prefacio a una colección de poemas del jesuita argentino Osvaldo Pol, titulada De destierros y moradas. Francisco escribe: «La palabra poética tiene moradas de carne en el corazón del hombre y – a la vez – siente la pesantez de unas alas que todavía no han remontado su vuelo»[5]. Esta es otra definición importante de la poesía. Ella absorbe los sentimientos, las pasiones, la carnalidad del deseo. Por eso su peso no es el de las alas que, una vez que han alzado el vuelo, ya no se sienten. Al contrario, la poesía siente ese peso, porque las alas siguen tocando la tierra. Y así lo expresa.
¿Por qué esta pasión poética, que se manifiesta también acompañando los textos de poetas no «canonizados» por la crítica, o incluso de jóvenes estudiantes? Bergoglio sabe que la falta de imaginación es un grave problema para la fe. Nos faltan imágenes poderosas que nos ayuden a «imaginar» las verdades en las que creemos. Esta es, por ejemplo, una de las razones por las que ama la «piedad popular»: es una mina de oro de imágenes fuertes que están bien arraigadas en el imaginario colectivo de un pueblo.
Precisamente en este sentido debe entenderse el llamado que hace el Pontífice en el prefacio del libro La trama divina, Gesù in controcampo[6]: «Hago un llamado – escribe Francisco –: en este tiempo de crisis del orden mundial, de guerras y grandes polarizaciones, de paradigmas rígidos, de graves desafíos a nivel climático y económico, necesitamos el genio de un lenguaje nuevo, de historias e imágenes poderosas, de escritores, poetas, artistas capaces de gritar al mundo el mensaje del Evangelio, de hacernos ver a Jesús»[7]. El llamado fue acogido inmediatamente por el director Martin Scorsese, que escribió un guion sobre Jesús que podría convertirse en una película[8].
Para expresar su pensamiento, Francisco utiliza a menudo imágenes. No se trata sólo de una estrategia expresiva, sino sobre todo de una manera de pensar. Hablando a la comunidad de La Civiltà Cattolica el 9 de febrero de 2017, dijo con lucidez: «Me gusta mucho la poesía y, cuando puedo, sigo leyéndola. La poesía está llena de metáforas. Comprender las metáforas ayuda a que el pensamiento sea ágil, intuitivo, flexible, agudo. Quien tiene imaginación no se anquilosa, tiene sentido del humor, disfruta siempre de la dulzura de la misericordia y de la libertad interior»[9].
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Muchas veces, de hecho, como Papa ha utilizado, y sigue utilizando, imágenes tomadas de la poesía, incluso en sus documentos más importantes. Por ejemplo, en su exhortación apostólica Amoris laetitia, dedicada al amor conyugal, Francisco siente la necesidad de utilizar un lenguaje poético. Así, cita a Jorge Luis Borges, Octavio Paz y Mario Benedetti. En otra Exhortación, Querida Amazonia, cita no menos de 17 escritores y poetas, en su mayoría amazónicos y populares, pero también a Mario Vargas Llosa y Pablo Neruda. En su magisterio pontificio, Francisco incluye el logos poético y simbólico como parte integrante de su discurso. Y este es un hecho muy relevante.
La lógica del «pensamiento incompleto»: Dostoievski y Benson
Pero hay un aspecto peculiar de la expresión poética que le encanta a Bergoglio. Ya lo hemos comprendido en las opciones pedagógicas vinculadas a su enseñanza. «Me encantan los artistas trágicos», me dijo Francisco durante una entrevista en 2013.
En un par de ocasiones, tuve la oportunidad de continuar el diálogo con el Pontífice, hablando sobre tal o cual obra. Un ejemplo es Dostoievski. Sabía que el gran novelista ruso figuraba entre los favoritos de Bergoglio. Lo repitió varias veces después, incluso en la conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Baréin. Pero, ¿cuál es su obra favorita? ¿Los hermanos Karamazov? Eso pensaba yo. Hay que recordar, en efecto, que como arzobispo, con ocasión de la canonización de los mártires rioplatenses, el 27 de mayo de 1988, Bergoglio citó precisamente Los hermanos Karamazov: «Quien no cree en Dios, tampoco creerá en el pueblo de Dios»[10]. Pero a la pregunta directa: «¿Qué obra le gusta de Dostoievski?», el Papa Francisco respondió: Memorias del subsuelo. Más tarde, en mi entrevista de 2016, la describió como «una joya»[11].
En esta novela de 1864, el escritor ruso describe a un hombre frustrado y resentido por un mundo que, a sus ojos, es despreciable: un hombre sin nombre ni cualidades, «ni malo, ni bueno, ni deshonesto, ni honrado, ni un héroe ni un insecto». Aunque es consciente de lo que es el bien, se hunde cada vez más en un estado de maldad, entre deseos insatisfechos e intenciones de venganza. En sus «memorias», el soliloquio se alterna con el recuerdo de episodios de su vida, desnudando su alma.
Quiero detenerme aquí en un aspecto de esta pasión por la tragedia: el hecho de que testimonia la complejidad y el carácter contradictorio de la experiencia humana, de la vida. Bergoglio ama las tensiones, las «oposiciones polares», como las llama Romano Guardini, que fue un gran intérprete de Dostoievski y ejerció una gran influencia en el pensamiento bergogliano.
En Memorias del subsuelo, Dostoievski escribe que no es necesariamente cierto que «dos por dos son cuatro», sino que también podría ser «dos por dos son cinco». De hecho, «dos por dos son cuatro ya no es vida, señores, sino el principio de la muerte», leemos en la novela. El pensamiento calculador, conceptual y abstracto, no logra «agarrar» la vida y sus contradicciones concretas. Al fin y al cabo, una de las piedras angulares del pensamiento de Bergoglio es que la realidad siempre viene siempre primero que la idea, y la complejidad del poliedro es superior a las equidistancias de la esfera. ¿Lo aprendió también de Dostoievski? Sin duda de Guardini aprendió que Dostoievski describe la existencia de sus personajes considerando dos polos en tensión: «el momento de plenitud de la existencia, lo indefinido, el elemento fluido esquivo a toda forma, lo repentino y lo imprevisible»[12].
Esto me parece un punto crucial para entender a Francisco, porque esta infracción de la lógica rígida postulada por el gran escritor ruso también puede considerarse la base de lo que Francisco, en mi entrevista de 2013, llamó «pensamiento incompleto» o «pensamiento abierto», que no tiene nada de rígido.
En esta misma línea, puede situarse una reflexión que Francisco hizo a los jesuitas de La Civiltà Cattolica, refiriéndose a Baudelaire, autor que – como ya he señalado – el joven Bergoglio hacía estudiar con atención a sus alumnos: «Pensaba en los versos de Baudelaire sobre Rubens, donde escribe que la vie afflue et s’agite sans cesse, / Comme l’air dans le ciel et la mer dans la mer. Sí, la vida es fluida y se agita sin cesar como el aire se agita en el cielo y el mar en el mar». Y prosiguió: «La vida no es un cuadro en blanco y negro. Es un cuadro a color. Unos claros y otros oscuros, unos tenues y otros brillantes. Pero en cualquier caso, prevalecen los matices»[13].
La necesidad de un «pensamiento incompleto» puede rastrearse en la pasión de Francisco por la novela distópica Señor del Mundo, de Robert Hugh Benson. En esta obra, un líder carismático del mundo lleva a muchos a pensar que él representa el camino más allá de las divisiones, constituidas, por ejemplo, por naciones y religiones, hacia un humanismo más amplio e inclusivo. Aparecen, entonces, los frutos de la mentira de un ideal abstractamente humanitario, del llamado «pensamiento único» o, como lo llamó Francisco en su viaje a Baréin, «pensamiento aislado».
El 4 de abril de 2005, Bergoglio escribió un texto sobre la «concepción imperialista de la globalización». Para describirla, dijo que «se la concibe como una esfera perfecta, limpia. Todos los pueblos se funden en una uniformidad que anula la tensión entre las diversidades. Benson predijo todo esto en su famosa novela Señor del Mundo. Esta globalización constituye el totalitarismo más peligroso de la posmodernidad»[14]. El «pensamiento incompleto», por el que dos más dos no siempre suman cuatro es, precisamente, lo contrario del «pensamiento único», globalizado y «aislado».
Una literatura del pueblo: Hernández, Güiraldes y Marechal
Bergoglio adopta la definición cervantina de obra «clásica»: «los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran»[15]. La obra «clásica» es aquella que todos pueden percibir de algún modo como propia, no la de un pequeño grupo de refinados conocedores. Y esto nos hace comprender un aspecto fundamental de la pasión literaria del Pontífice: el «clásico» para Bergoglio es siempre «popular».
Pero por «popular» entiende también que tiene una conexión con el pueblo, porque expresa su genio. Esto le lleva, en sus viajes apostólicos, a referirse a escritores y poetas de los lugares que visita, como Miklós Radnóti en Hungría, o Abai en Kazajstán. En Colombia Gabriel García Márquez, en Chile Gabriela Mistral, en México Octavio Paz.
Este vínculo entre las personas y el arte queda patente en el amor de Bergoglio por una obra que, según admite él mismo, no es una obra maestra: el poema épico argentino Martín Fierro, compuesto por José Hernández en 1872. Bergoglio escribió una extensa reflexión sobre esta obra, afirmando que ve en el poema «una narración, una especie de “puesta en escena” del drama de la constitución de un sentimiento colectivo e inclusivo». Francisco también es muy aficionado a Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, la última obra maestra de esa literatura gauchesca que dio origen al Martín Fierro.
La invitación a leer el poema nacional pretende despertar el «deseo de no abandonar ese sueño de patria de hermanos que ha guiado a tantos hombres y mujeres de esta tierra»[16]. De hecho, esta obra plasma el anhelo de una sociedad en la que todos tienen cabida: el comerciante porteño, el gaucho del litoral, el pastor norteño, el artesano nordestino, el aborigen y el inmigrante, en la medida en que ninguno quiera tener todo para sí, expulsando al otro de la tierra. Sus énfasis al hablar del Martín Fierro recuerdan el romanticismo democrático y popular de un Walt Whitman, contemporáneo de Hernández, que evoca al carpintero de Dakota y al minero de California, al mecánico y al albañil, al barquero y al zapatero.
El mosaico argentino no es menor que el estadounidense a causa de la inmigración. No hay que olvidar que Bergoglio es hijo de inmigrantes, y su interés por el tema migratorio está, entre otras cosas, relacionado con esta experiencia. No hay tiempo aquí para hablar de su pasión por la poesía de Nino Costa y las novelas de Luigi Orsenigo que la describen. Pero sí es necesario hablar del gran interés de Bergoglio por Leopoldo Marechal, un clásico de la literatura argentina, porque expresa bien el valor de la unidad de un pueblo sobre la base de la diversidad y el mestizaje.
Francisco me había hablado de Marechal en la entrevista de 2013[17], refiriéndose a tres de sus obras: Adán Buenosayres, El Banquete de Severo Arcángelo y Megafón, o la guerra. La obra maestra de Marechal es la primera, publicada en 1948, donde describe la «ciudad de los hermanos, Filadelfia». La obra narra un viaje simbólico de tres días del poeta Adán por la geografía de una Buenos Aires metafísica, gran crisol de razas y lenguas, metrópolis productiva y alegre con innumerables inmigrantes (españoles, italianos, alemanes, rusos, siro-libaneses…). Lo que une a Francisco con Marechal es su profunda pertenencia común a su patria, Argentina. En la conferencia de la XIII Jornada Arquidiocesana de Pastoral Social, que pronunció en Buenos Aires el 16 de octubre de 2010, Bergoglio lo citó diciendo: «Somos un pueblo nuevo, una “patria niña…”, como decía Leopoldo Marechal»[18].
Pero el vínculo con el escritor es, sobre todo, el encanto de una ciudad tan internacional. Esto se plasma en un descenso verdaderamente dantesco – pero también dostoyevskiano – al «subsuelo» metropolitano. La influencia de Dante puede reconocerse en el séptimo libro de la novela, titulado Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia, una evidente parodia del Inferno. Marechal, así como el Julio Cortázar de Los premios, ayudaron a Bergoglio a reflexionar e imaginar el valor del mestizaje, que explicó bien a los jesuitas de Mozambique: «Mezclarse hace crecer, te da nueva vida. Desarrolla encuentros, mutaciones y da originalidad. El mestizaje es lo que hemos vivido, por ejemplo, en América Latina. Tenemos de todo: lo español y lo indio, el misionero y el conquistador, el linaje español y el mestizo. Construir muros es condenarse a muerte. No podemos vivir asfixiados por una cultura de quirófano, aséptica y no microbiana»[19]. ¡Cuánta imaginación despliegan estas afirmaciones!
Pero es también la descripción de Filadelfia lo que nos toca en Adán Buenosayres. El mestizaje y las diferencias en armonía construyen ciudadanía, es decir, «Filadelfia», que, escribe Marechal, «es la ciudad de los hermanos, entre las urbes de este mundo. Una muchedumbre pacífica y regocijada frecuentará sus calles: el ciego abrirá sus ojos a la luz, el que negó afirmará lo que negaba, el desterrado pisará la tierra de su nacimiento y el maldecido se verá libre al fin…»[20]. Como la rosa reina entre las flores, así la «ciudad de los hermanos» reinará entre las metrópolis del mundo, escribe Marechal. La ciudad es el hogar de todos los que la viven en sus diferencias y encuentros. ¿Cómo no ver aquí el trasfondo de la Encíclica Fratelli tutti?
La poética de la «clase media»: Malègue y Manzoni
Por lo tanto, el arte no es un «laboratorio» para experimentar dinámicas culturales y expresivas, sino que forma parte del flujo de la historia, del viaje del hombre por la tierra. En todo caso, es una frontera avanzada, pero no un círculo elitista. En este sentido, resulta esclarecedora la importancia que tiene para Bergoglio la obra del escritor francés Joseph Malègue. Francisco dijo en una entrevista de 2013: «Veo santidad en el pueblo de Dios, su santidad cotidiana. Hay una “clase media de la santidad” de la que todos podemos formar parte, esa de la que habla Malègue»[21]. Nacido en 1876 y fallecido en 1940, Malègue es conocido por su trilogía inacabada Pierres noires. Les Classes moyennes du Salut. Algunos críticos franceses le llamaron «el Proust católico».
Describiendo lo que entiende por «la clase media de la santidad», Francisco dijo: «Veo la santidad en el pueblo paciente de Dios: una mujer que cría niños, un hombre que trabaja para llevar el pan a casa, los enfermos, los sacerdotes ancianos que tienen tantas heridas pero que tienen una sonrisa porque han servido al Señor, las monjas que trabajan tanto y viven una santidad escondida. Esto es para mí la santidad común»[22]. El Papa dio cuenta del vínculo con las páginas de Malègue incluso al comienzo de su Gaudete et exsultate, la Exhortación apostólica «sobre el llamado a la santidad en el mundo actual».
No estamos lejos de las razones que le impulsaron a leer cuatro veces otra gran novela, I Promessi Sposi («Los novios»), de Alessandro Manzoni. Había hablado de ello en la entrevista de 2013 con un recuerdo muy personal: «Leí el libro I Promessi Sposi tres veces y ahora lo tengo sobre la mesa para releerlo. Manzoni me ha dado mucho. Mi abuela, cuando era niño, me enseñó de memoria el comienzo de este libro: “Ese brazo del lago de Como, que gira a mediodía, entre dos cadenas ininterrumpidas de montañas…”»[23].
En una entrevista posterior, recordó su primera relación con esta novela: «Nuestra abuela solía leernos algunos capítulos de I Promessi Sposi, y también nos ayudaba a estudiarlos de memoria. Hace poco los retomé, porque cada vez que los abres encuentras algo nuevo en ellos. Mi padre nos recitaba a menudo Los novios de memoria y luego nos lo explicaba»[24]. No se puede dejar de notar cómo la pasión de Bergoglio por la novela de Manzoni es fruto de lecturas hechas en familia, de recuerdos personales que tienen el calor del afecto, de la presencia de su abuela y de su padre.
La obra de Manzoni es una novela de «personajes mecánicos y pequeños horizontes» que se convierten en instrumentos de la Providencia divina. Las historias y la Historia con mayúscula se entrecruzan, y atraviesan tribulaciones. En el plano histórico, se muestran las maquinaciones humanas y se experimentan los consuelos de Dios. Lucía, que pertenece de lleno a la «clase media de la santidad», es perseguida por la mezquindad humana. Es ella quien lleva el anuncio de la misericordia de Dios. Éste es el sentido profundo del dramático encuentro con el captor, el Innominato, a quien se dirige el anuncio de la misericordia de Dios: «¿Qué puedo exigir yo, mezquina, sino que te apiades de mí? Dios perdona muchas cosas, ¡por una obra de misericordia!».
A Bergoglio lo conmueven sobre todo las obras que escenifican la misericordia, lo toca una literatura de la misericordia. Me gustaría recordar en estas páginas que, en su viaje a Tierra Santa, el Papa se refirió a los terroristas con la expresión literariamente poderosa de «pobre gente criminal»[25]. Esta definición remite al célebre pasaje del «Gran Inquisidor» de Los hermanos Karamazov, en que Dostoyevski presenta la elección de Cristo de esta forma: un beso en los labios de quien le anuncia la sentencia de muerte; un beso que no le hace cambiar de opinión, pero que hace temblar los labios y «quema el corazón».
Dante también es un poeta de la misericordia para Bergoglio, pues – como escribe en su Carta Apostólica Candor lucis aeternae[26] – «ofrece siempre la posibilidad de cambiar, de convertirse, de encontrarse y encontrar el camino hacia la felicidad». Lo atestigua, por ejemplo, la figura del emperador Trajano, pagano pero colocado en el canto XX del Paraíso, o la del rey Manfredo, excomulgado, pero colocado por Dante en el Purgatorio, expresando su propio fin y el veredicto divino con estas palabras: «Pero la bondad infinita tiene brazos tan grandes, / que toma lo que se vuelve hacia ella» (Purg. III). Es una síntesis perfecta de la visión que Francisco tiene de la misericordia de Dios.
Para Bergoglio, la elección de Cristo ante el Gran Inquisidor se acerca a la de Lucía ante el Innominado. El Papa tiene bien presente este último pasaje, tanto que lo citó, por ejemplo, en un momento clave del inicio de su pontificado, concretamente en Lampedusa, el 8 de julio de 2013: «Está volviendo la figura del Innominado de Manzoni. La globalización de la indiferencia nos hace a todos “innominados”, responsables sin nombre y sin rostro». Observemos cómo Manzoni y Benson convergen aquí.
La figura del pastor: de Manzoni a Hugo
En I Promessi Sposi se menciona a Federico Borromeo, para quien, escribe Manzoni, «no hay superioridad justa de un hombre sobre otros hombres, excepto en su servicio». Este capítulo de Los novios, en el que se describe la figura del cardenal Federico en su encuentro con el Innominado, debería estudiarse mejor para encontrar más elementos de la visión bergogliana. Recordemos que Pablo VI también lo había citado en su Audiencia general del 9 de octubre de 1968.
En el libro que Francisco escribió en diálogo con Austen Ivereigh, se hace referencia a la obra de Manzoni. Ivereigh señala con razón que en la novela «aparecen varios personajes eclesiásticos: el cobarde sacerdote Don Abbondio, el santo cardenal arzobispo Borromeo, los frailes capuchinos que hacen lo que pueden en el “lazareto”, una especie de hospital de campaña donde los infectados se mantienen estrictamente separados de los sanos»[27]. Por eso le pregunta al Pontífice cómo ve la misión de la Iglesia a la luz de la novela y de la crisis pandémica. Bergoglio responde: «El cardenal Federico es un verdadero héroe de la peste en Milán. En un capítulo, sin embargo, se dice que pasó saludando a la gente, pero encerrado en su litera, quizá desde detrás de la ventana, para protegerse. Al pueblo no le gustó. El pueblo de Dios necesitaba que el pastor estuviera a su lado, no que se protegiera demasiado. Hoy el pueblo de Dios necesita que el pastor esté muy cerca, con la abnegación de los capuchinos, que se comportaban de esa manera»[28].
Francisco había hecho una mención indirecta de este pasaje en Brasil, cuando concedió una entrevista a Gerson Camarotti, de la emisora Rede Globo, el 25 de julio de 2013. En efecto, cuando Francisco llegó a Río de Janeiro, se cometieron errores en el sistema de seguridad y su coche quedó bloqueado en medio de la multitud. El Papa comentó: «Antes de partir, fui a ver el papamóvil que iban a traer aquí. Tenía muchas ventanas. Si vas a ver a alguien a quien quieres tanto, amigos, con ganas de comunicarte, ¿vas a verlo dentro de una caja de cristal? No. No podría ir a ver a este pueblo, que tiene un corazón tan grande, detrás de una caja de cristal. Y en el coche, cuando voy por la calle, bajo la ventanilla, para poder extender la mano, saludar»[29]. Está claro, pues, que Bergoglio desarrolló varias consideraciones pastorales precisamente a partir de su lectura frecuente de Los novios.
Es en Víctor Hugo donde Francisco encuentra una hermosa figura de pastor. En un texto que acompaña la reedición de un libro del cardenal Carlo Maria Martini, Bergoglio señala que Martini se refiere a monseñor Bienvenu, obispo de Dignes, personaje de Los Miserables. Y escribe: «Habría que releer esas páginas de Victor Hugo que describen a ese pastor. Me gustan mucho y me inspiran». Y así cita a Hugo describiendo a Monseñor Bienvenu. Cita extensamente a este personaje cuando describe al obispo como médico en un hospital de campaña: «Se inclinaba sobre lo que gime y lo que expía. El universo se le aparecía como una inmensa enfermedad; sentía la fiebre por todas partes, escuchaba por todas partes el sufrimiento y, sin intentar desentrañar el enigma, trataba de aliviar la llaga». Y concluye citando la frase: «“Ámense los unos a los otros”: […] no aspiraba a nada más y en esto estaba toda su doctrina»[30]. Parece realmente la síntesis del pastor según Bergoglio.
«Homo Viator» en misión: Virgilio, Pemán y Tolkien
Pero, ¿cuál es para Bergoglio la relación entre el hombre y los acontecimientos de la historia? Si tuviera que elegir un poeta en el que el Pontífice encuentra su impronta, diría Virgilio.
En su Mensaje a las comunidades educativas del 23 de abril de 2008, el entonces cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, hablaba de que la humanidad siempre ha concebido la vida como un viaje y al hombre como un caminante, homo viator. En la Biblia, ciertamente es así: basta pensar en Abraham. Pero «en todas las historias y mitologías humanas – escribe –, se subraya que el hombre no es un ser tranquilo y sedentario, sino “en camino”, llamado, “vocado” – de ahí el término “vocación” -, y cuando no entra en esta dinámica, entonces se anula como persona o se corrompe. Más aún, al ponerse en camino el hombre hunde sus raíces en una inquietud interior que lo empuja a “salir de sí mismo”».
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En particular, Bergoglio se refiere a Eneas, quien, «ante la Troya destruida, supera la tentación de detenerse a reconstruir la ciudad y, tomando a su padre sobre los hombros, comienza a subir la montaña hacia una cima que será la fundación de Roma»[31]. Esta imagen es indeleble en la mente del Pontífice. Es un ícono.
Al año siguiente, en una amplia conversación con Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, dijo del héroe virgiliano: «Cuidado, la paciencia cristiana no es quietista ni pasiva. Es la paciencia de San Pablo, esa que implica cargar la historia sobre los hombros. Es la imagen arquetípica de Eneas que, mientras arde Troya, carga sobre sus hombros a su padre – Et sublato montem genitore petivi -, carga sobre sus hombros su historia y parte en busca del futuro»[32].
Estas dos citas del poema virgiliano son un indicio de que esta obra hizo reflexionar mucho al futuro pontífice. Detenerse es una tentación: Eneas asume el riesgo de partir, de subir, y de hacerlo cargando sobre sus hombros a su anciano padre. Por tanto, sólo se puede buscar el futuro cargando sobre los hombros el pasado, la historia, la memoria.
Como Pontífice, Francisco ha asumido plenamente este eco virgiliano, revelando hasta qué punto la Eneida ha influido en su imaginario. En particular, lo hizo en la entrevista concedida a Austin Ivereigh durante la pandemia. Al final de esa entrevista, añadió, refiriéndose a la Eneida II, 800-804: «Me viene a la memoria otro verso de Virgilio, cuando Eneas, derrotado en Troya, lo había perdido todo y le quedaban dos salidas: o quedarse allí y llorar y acabar con su vida, o hacer lo que le dictaba el corazón, ir más lejos, ir a las montañas para alejarse de la guerra. Es un verso magnífico: Cessi, et sublato montem genitore petivi. “Me resigné, y levantando a mi padre me fui a las montañas”. Esto es lo que todos debemos hacer hoy: tomar las raíces de nuestras tradiciones y subir a las montañas»[33]. He aquí, pues, cómo vuelve el ícono que tan bien había pintado ya el entonces arzobispo de Buenos Aires.
Cabe destacar también que Francisco, el 23 de octubre de 2018, durante la presentación del libro La saggezza del tempo[34] (sobre la relación entre jóvenes y ancianos), pidió que se proyectara un ícono del atelier iconográfico de Bosé, que representa a un joven monje llevando a hombros a un hermano anciano. De hecho, se trata de la misma imagen de Eneas llevando a hombros a Anquises. El Papa comentó entonces: «Ahí ven a un joven que ha sido capaz de tomar sobre sí los sueños de los ancianos y llevarlos adelante, hacerlos fructificar. Quizá esto les sirva de inspiración. No puedes cargar sobre tus hombros a todos los ancianos, pero sí puedes cargar sus sueños, llévalos adelante entonces, que te hará bien».
Pero Francisco ha ido más allá, cuando insiste en el tema de la memoria. Afirmó en una ocasión: «Me viene a la memoria un verso de la Eneida que, en el contexto de la derrota, da el consejo de no bajar los brazos. Prepárense para tiempos mejores, porque en esos momentos esto nos ayudará a recordar las cosas que han sucedido ahora. Cuídense para un futuro que vendrá. Y cuando ese futuro llegue, harán bien en recordar lo que ha pasado»[35]. Evidentemente, al Papa le preocupaba que el tiempo post-pandémico se imaginara como un volver a lo de siempre, como un paréntesis.
El olvido del pasado es la mayor tentación cuando se quiere construir el futuro. Una vez más dijo Francisco: «Todavía me acuerdo de un verso de Virgilio (Eneida I, 203): Meminisce iuvabit. Será bueno recobrar la memoria, porque la memoria nos ayudará. Hoy es el momento de recobrar la memoria. Esta no es la primera pandemia de la humanidad. Las otras se reducen ahora a anécdotas», sin cambiar nada. Y Continuó: «Debemos recuperar la memoria de las raíces, de la tradición, que es “memoriosa”»[36].
En la Encíclica Fratelli tutti, el análisis de la historia presente es más amplio que la pandemia. Y Francisco recuerda el famoso verso de Virgilio «que evoca las desgarradoras vicisitudes humanas» (n. 34). El Papa se refiere al pasaje del primer libro de la Eneida, verso 462, en el que Eneas habla con Acate y le dice: Sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt («La historia son lágrimas, y el sufrimiento humano conmueve la mente»).
Una de las causas de este sufrimiento es, sin duda, la «Tercera guerra mundial a pedazos». En el libro Vi chiedo in nome di Dio («Se los pido en nombre de Dios»), editado por Hernán Reyes Alcaide, el Papa escribe: «Hace más de dos mil años, el poeta Virgilio escribió este verso: “¡La guerra no da la salvación!”. Cuesta creer que desde entonces el mundo no haya aprendido la lección de la barbarie que habita en los conflictos entre hermanos, compatriotas y países. La guerra es el signo más claro de la inhumanidad. Aún resuena ese grito tan sentido»[37]. No hay memoria, no se aprende nada.
La recepción de Virgilio por Bergoglio sigue los pasos de muchos hombres de letras y hombres de cultura para quienes la lectura de un clásico es una relación fecunda entre pasado y presente, es la reanudación del hilo que une experiencia presente y pasada, es la posibilidad de regenerar un texto de ayer para recabar indicaciones que ayuden a trazar nuestro futuro.
Eneas es el héroe en camino que percibe en sí mismo el sentido de la misión. Bergoglio es muy sensible a esta figura del imaginario, que se encuentra también en la literatura contemporánea. Cita en particular a Tolkien, quien – escribe el futuro Pontífice – «retoma con Bilbo y Frodo la imagen del hombre llamado a caminar, y sus héroes conocen el drama que se desencadena entre el bien y el mal, y actúan en él mientras caminan. El “hombre que camina” denota una dimensión de esperanza; “entrar” en la esperanza. Fuera de nosotros y dentro de nosotros hay algo que nos llama a emprender el camino. Salir, caminar, llevar a cabo, aceptar la intemperie y renunciar al refugio… este es el camino»[38].
Bergoglio también encuentra esta figura del héroe que viaja en misión en El divino impaciente, un drama sobre San Francisco Javier del escritor español José María Pemán. Francisco lo citó el 31 de julio de 2013, en la iglesia de San Ignacio, en Roma, como emblema del anhelo por evangelizar sin vacilaciones ni demoras, tan bien retratada en «esa hermosa pieza de Pemán», como la llamó. Es el mismo anhelo que impregna todo el pontificado de Francisco.
***
Al encontrarse con los movimientos eclesiales en la vigilia de Pentecostés del 18 de mayo de 2013, el Papa había citado la novela de Manzoni: «No hay que hablar tanto, más bien habla con toda tu vida». En concreto, aquí se refería al capítulo de Los novios que más le gusta, el de la conversión del Innominado, donde se lee: «La vida es el parangón de las palabras». Este es el punto: la vida es el parangón de las palabras, y por lo tanto la palabra poética que Bergoglio ama es la que tiene una relación íntima con la vida y proporciona las imágenes, metáforas y términos para expresarla.
Construyendo un mapa de las lecturas de Bergoglio, es posible comprender mejor su visión y tal vez incluso descubrir las raíces de su manera de entender el mundo y de ser pastor. Hemos destacado la importancia de la tragedia que escenifica la naturaleza contradictoria de la vida. Hemos descubierto cuánto ama el Papa la literatura que expresa el alma de un pueblo, pero que también es capaz de darle una visión de ese futuro multifacético y mestizo que Marechal nos ayuda a pensar e imaginar.
Entrelazando la lectura de Hernández, Malègue, Dostoievski y Manzoni, se intuye la humanidad que Bergoglio lleva en el corazón. Esta se dilata como dentro de un cuadrado. Parte de la sencilla dimensión popular de Renzo y Lucía hasta la humanidad gaucha de los personajes de la epopeya de Martín Fierro; continúa desde les classes moyennes de la sainteté hasta la brutalidad de la vida social del antihéroe de Dostoievski, un hombre del «subsuelo», que encuentra su salida en las palabras de Virgilio sobre la misión de Eneas, o en las de Tolkien sobre Frodo, llamados a salir y emprender sus caminos.
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Reproducción reservada
- J. M. Bergoglio – Papa Francisco, Nei tuoi occhi è la mia parola. Omelie e discorsi di Buenos Aires 1999-2013, Milán, Rizzoli, 2016, XX. ↑
- A. Spadaro, «Intervista a Papa Francesco», en Civ. Catt. 2013 III 473. ↑
- Cfr J. Milia et Al., L’ età felice, Milán – Roma, Corriere della Sera – La Civiltà Cattolica, 2014, 237 s. ↑
- L. Milanese, Rime a sorpresa, Todi (Pg), Tau, 2020. ↑
- O. Pol, De destierros y moradas, Buenos Aires, Diego de Torres, 1981. ↑
- A. Spadaro, Una trama divina. Gesù in controcampo, Venecia, Marsilio, 2023. ↑
- Papa Francisco, «Chi dite che io sia?», ibid, 10. ↑
- M. Scorsese. «Guion para una posible película sobre Jesús», en La Civiltà Cattolica, 3 de febrero de 2023, https://www.laciviltacattolica.es/2023/02/03/una-trama-divina/ ↑
- Papa Francisco, «Discorso alla comunità de “La Civiltà Cattolica”», en Civ. Catt. 2017 I 439-447. ↑
- J. M. Bergoglio – Papa Francisco, Nei tuoi occhi è la mia parola…, cit., XVII. ↑
- Ibid., XX. ↑
- R. Guardini, El universo religioso de Dostoyevski, Buenos Aires, Emece, 1954, 350. ↑
- Papa Francisco, «Discorso alla comunità de “La Civiltà Cattolica”», cit. ↑
- Francisco, «Prólogo» a G. Carriquiry, Una apuesta por América Latina, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2005. ↑
- A. Spadaro, «Intervista a Papa Francesco», cit., 472. ↑
- J. M. Bergoglio – Papa Francesco, Nei tuoi occhi è la mia parola…, cit., 160. ↑
- A. Spadaro, «Intervista a Papa Francesco», cit., 472. ↑
- J. M. Bergoglio – Papa Francisco, Nei tuoi occhi è la mia parola…, cit., 807. ↑
- A. Spadaro, «“La sovranità del popolo di Dio”. I dialoghi di papa Francesco con i gesuiti di Mozambico e Madagascar», en Civ. Catt. 2019 IV 3-15. ↑
- L. Marechal, Adán Buenosayres, Madrid, Castalia, 1994, 556-557 ↑
- A. Spadaro, «Intervista a Papa Francesco», cit., 459. ↑
- Ibid. ↑
- Ibid, 471. ↑
- D. Agasso, «Papa Francesco: “Quei 400 cappelletti della nonna e i libri letti da papà, io e il mio Natale in casa Bergoglio”», en La Stampa, 24 de dicembre de 2021. ↑
- Francisco, Incontro con i rifugiati e con giovani disabili nella chiesa latina Bethany beyond the Jordan, 24 de mayo de 2014. ↑
- Id., Carta apostólica Candor Lucis Aeternae. En el VII centenario de la muerte de Dante Alighieri, 25 de marzo de 2021. ↑
- A. Ivereigh, «Il Papa confinato. Intervista a papa Francesco», 8 de abril de 2020, en www.laciviltacattolica.it/news/il-papa-confinato-intervista-a-papa-francesco ↑
- Ibid. ↑
- «Per una Chiesa vicina. Intervista di Papa Francesco all’emittente televisiva Rede Globo», en L’Osservatore Romano, 1° agosto 2013. ↑
- Papa Francisco, «Postfazione», en Papa Francisco – C. M. Martini, Il vescovo, il pastore. L’ autorità nella Chiesa è sempre «al servizio», Cinisello Balsamo (Mi), San Paolo, 2022, 115 s. ↑
- J. M. Bergoglio – Papa Francesco, Nei tuoi occhi è la mia parola…, cit., 624 s. ↑
- Id., Il nuovo Papa si racconta. Conversazione con Sergio Rubin e Francesca Ambrogetti, Milán, Salani, 2013, 67. ↑
- A. Ivereigh, «Il Papa confinato. Intervista a papa Francesco», cit. ↑
- Papa Francisco, La saggezza del tempo. In dialogo con Papa Francesco sulle grandi questioni della vita, Venecia, Marsilio, 2018. El libro se presentó oficialmente en el Instituto Augustinianum, en Roma, en un encuentro de jóvenes y mayores en presencia de Francisco. Fue un evento especial en el contexto de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional» (3-28 de octubre de 2018). ↑
- A. Ivereigh, «Il Papa confinato. Intervista a papa Francesco», cit. ↑
- Ibid. ↑
- Papa Francesco, Vi chiedo in nome di Dio. Dieci preghiere per un futuro di speranza, Milán, Piemme, 2022. ↑
- J. M. Bergoglio – Papa Francesco, Nei tuoi occhi è la mia parola…, cit., 625. ↑